dimarts, 7 de novembre del 2006

Habrá que tomárselo en serio.

Los avisos, discursos, pronósticos sobre el cambio climático suelen formularse en lenguaje apocalíptico, para sacudir el conformismo ambiente. Ya hace dos años, un informe sobre el cambio climático encargado por el Pentágono hacía vaticinios sombríos. De seguir las cosas como hasta entonces, hacia el año 2020, habrá todo tipo de catástrofes a causa del tal cambio, muchas ciudades europeas desaparecerán debajo del mar y Gran Bretaña se habrá vuelto como Siberia. Hace falta imaginación para ver los Midlands convertidos en la tundra siberiana. Imaginación como la de Turner que interpretaba así otro momento de desastre mundial en su obra Luz y color. La mañana después del diluvio, de 1843. Por supuesto, la Casa Blanca consiguió enterrar el informe, no iba a permitir que el Pentágono diera por buena la amenaza de catástrofe por cambio climático de la que ella, la misma Casa Blanca, dice que es falsa, lo que equivaldría a defender al país frente a un enemigo que el mando dice que no existe.

Sin embargo, es el tipo de comparaciones que está consiguiendo ya un cambio paulatino de la conciencia pública acerca del más importante problema medioambiental. Ayer se inauguró en Nairobi la duodécima conferencia de la ONU sobre el cambio climático entre vaticinios y agorerías no menos alarmistas que las anteriores. Otro informe encargado por el gobierno bitánico al economista Nicholas Stern, exvicepresidente del Banco Mundial, lo que no sé si ha de entenderse como un mérito o un demérito a los efectos del clima del mundo, cuantifica el costo de una crisis planetaria medioambiental en el 20% del PIB mundial y augura un impacto de la magnitud del de 1929. Cada cual pone el momento apocalíptico en donde le dicta su formación profesional. Los economistas, en el crack del 29, al que adoban, además con algún fenómeno de suficiente entidad, como 200 millones desplazadxs.

U otras visiones no menos impresionantes, como la de esos océanos sin peces para 2050, que han dibujado unos científicos en el último número de Science, algo que se sigue del ritmo de explotación de los recursos pesqueros del planeta. Se utilice el ejemplo que se utilice, ya prácticamente nadie (a excepción del señor Bush y algún otro de su condición) niega que el cambio climático sea un hecho y que sea necesario tomar medidas urgentes. Es interesante que, pese a perder las elecciones frente al señor Bush, el señor Gore continúe en primera línea en pro de acciones para detener el cambio climático, ese que según la Casa Blanca, es una invención. El país que, con el 5% de la población, emite el 25% del total de gases de efecto invernadero, se niega a ratificar el protocolo de Kioto.

La conferencia de Nairobi quiere hacer un seguimiento del grado de cumplimiento de los acuerdos de Kioto en un clima de general decepción porque está claro ya que los acuerdos no podrán cumplirse en su integridad y que no sabemos si llegaremos a tiempo de impedir que se desencadene un ciclo de consecuencias fatales para la especie.

Nuestra generación (siendo flexible en el uso del término) tiene clara idea de dejar a la posteridad problemas que cuestionarán su supervivencia. No pudiendo dar con soluciones seguras, tenemos que confiar en esa fabulosa capacidad del ser humano para resolver los más arduos problemas, la inventiva, la capacidad de inventar, de crear. Y ello sin merma de los intentos de resolver preventivamente los problemas.