dimarts, 31 de juliol del 2007

Le desobediencia civil del clero.

Ver a los obispos pidiendo la objeción de conciencia contra la nueva asignatura de Educación para la ciudadanía (EpC) es tan insólito que, en lugar de pasarlo por alto, como suelo hacer con los pronunciamientos eclesiales que no son de este mundo, me he detenido a escuchar sus razones. Y son sorprendentes. Así resulta que Monseñor Martínez Camino, Secretario General de la Conferencia Episcopal Española (CEE), un clérigo moderno, de juvenil y atildado porte y con un verbo contundente, justifica la cerrada oposición eclesiástica en nombre de la "libertad de conciencia y de enseñanza".

¿La libertad de conciencia? ¿Desde cuándo se preocupa la Iglesia por la libertad de conciencia? Váyase al Syllabus de la encíclica Quanta Cura, publicada por Pio IX en 1864; allí se condenan los "errores del tiempo", entre otros el panteísmo, el naturalismo, el racionalismo (absoluto y moderado), el indiferentismo, el latitudinarismo, el socialismo, el comunismo, las sociedades secretas, las sociedades bíblicas, las sociedades liberal-clericales y, mirabile dictu, el "liberalismo moderno".

Que se sepa, la Iglesia no ha rechazado o renegado de la doctrina del Syllabus. Todo lo más que cabe decir es que está "en desuso", como algunas normas jurídicas. Pero "estar en desuso" no quiere decir "carecer de vigor" o "estar derogadas" y las normas, como las condenas del Syllabus, el Ave Fénix y los muertos el día de la resurrección de la carne, pueden volver a hacer de las suyas. Es más, lejos de rechazar, repudiar o condenar, Juan Pablo II beatificó a Pio IX en el año 2000. O sea, que puede llegar a santo quien tantas cosas condenó en vida.

Impertérrito, Monseñor Martinez Camino sostiene que, cuando la Iglesia se opone a la EpC y pide objeción de conciencia, en definitiva, desobediencia a la autoridad, lo hace en nombre de la "libertad, la democracia y los derechos humanos fundamentales". Pero eso es falso y los cristianos no deben mentir. Ni los no cristianos, claro. Monseñor sabe que el Syllabus condena como error la idea de que el Estado pueda interferir en las normas que la Iglesia dicta respecto a las conciencias de sus fieles y lo haga invocando los valores que Monseñor Martínez Camino dice defender. Según el beato Pio IX, el error número XLIV, correspondiente al grupo VI de errores, los que se refieren a la "sociedad civil considerada en sí misma y en su relación con la Iglesia", consiste en sostener que compete a los poderes civiles enjuiciar las instrucciones que, en el ejercicio de su menester, dicten los pastores de la Iglesia con respecto a la "guía de las conciencias". O sea aquí de libertad de conciencia nada. Por si no fuera suficiente, el mismo beato vuelve sobre el asunto en el grupo X que recoge los errores que caracterizan al "liberalismo moderno" el primero de los cuales es, vaya por Dios, decir que "en el día de hoy ya no es conveniente que la religión Católica sea la única religión del Estado con exclusión de todos los demás cultos". ¿Queda claro? Según doctrina en vigor (aunque no muy aireada) de la Iglesia, la religión católica debe ser única religión del Estado.

Así pues Monseñor Martínez Camino y sus hermanos en Cristo están en contra del Estado y piden que no se le obedezca pero no en nombre de la democracia sino de lo contrario. En nombre de la religión del Estado, de lo que era cuando el Caudillo por la gracia de Dios. Como va a ser que no, la Iglesia pide desobediencia. Cosa que sólo se entiende si considera al poder civil "ilegítimo" pues el error número LXIII, correspondiente al grupo VII acerca de errores referentes a la ética natural y la cristiana consiste en decir que sea admisible negar obediencia a los príncipes legítimos. Pues nada, si los obispos consideran que el Gobierno de España es "ilegítimo", que lo digan y que digan por qué. Lo de la democracia y la libertad de conciencia no cuela.

Porque es desobediencia civil lo que la Iglesia está fomentando y también la derecha. La señora Aguirre dice en los curso de verano de la UPM en El Escorial que "no entiende" por qué no se pueda aplicar la objeción de conciencia a la EpC. Hay que ver qué cosas se dicen en ese augusto templo del saber y el orar. Porque la señora Aguirre, ilustre abogada, no ignora que la ley vigente en la materia, 22/1998 de seis de julio reguladora de la Objeción de Conciencia y de la Prestación Social Sustitutoria, aprobada en el mandato del señor Aznar, restringe la objeción de conciencia exclusivamente a la negativa a hacer el servicio militar. Y es lógico (aunque ya inútil pues, a su vez, se ha abolido el servicio militar obligatorio) porque la señora Aguirre comprenderá que carece de sentido que haya una ley que regule la desobediencia a la ley por cualquier motivo que se le antoje a la señora Aguirre. La obediencia a la ley no está sujeta a la decisión en conciencia de cada ciudadano y menos a la de la señora Aguirre en nombre de todos. La obediencia a la ley es obligatoria y la desobediencia se castiga, como bien dice su beatitud Pío IX, aunque se reserve el derecho a autorizarla tratándose de príncipes "ilegitímos".

La objeción de conciencia, la desobediencia civil es, sin embargo, un hecho que se da de vez en cuando en nuestras sociedades. Trátase de colectividades que se sienten agredidas por unas u otras normas jurídicas y las desobedecen, aceptando el castigo que la desobediencia acarrea. Pero se habla aquí de personas privadas. Las autoridades como la señora Aguirre no pueden llamar a la desodencia a la ley que han jurado (o prometido) cumplir y hacer cumplir. En cierta ocasión de la que tengo vagos recuerdos creo que ya hicieron algo parecido algunos cargos públicos de Gobierno vasco. En fin ya se sabe que los nacionalistas tienen algo de excéntricos. Pero que llame a la desobediencia un cargo público de un partido conservador carece de toda lógica divina, humana, matemática o difusa. Sin duda la señora Aguirre es libre de predicar ésta y otras desobediencias y hasta de seguir el dignísimo camino no del Monseñor de idéntico apellido, sino del venerable Mahatma Gandhi. Sin duda aunque, francamente, no la veo ataviada como Mahatma. En todo caso para hacerlo deberá abandonar su puesto público, resignar su cargo, deponer su autoridad, volver a la vida civil y desde ahí, como persona privada, iniciar su campaña en pro de la libertad de conciencia.

Es extraño que la señora Aguirre no entienda algo tan elemental. ¿No será que no quiere entenderlo?


LA HORA DE TODOS

Anteayer falleció Antonius Block. Había regresado de una Cruzada y se había encontrado a la muerte en una playa nórdica, una playa pedregosa sobre la que rompen en espuma las olas bajo un cielo bajo y gris oscuro, que recuerda los cuadros de Nolde de no ser porque las inmortales imágenes de Bergman son en un despiadado blanco y negro.

Block retó a la muerte a una partida de ajedrez con el objetivo obvio de ganar tiempo. Anteayer, la muerte le dio jaque mate.

La verdad es que hay que felicitarse por la existencia de internet y, en concreto, You Tube. Es una inmensa ventaja que el día en que muere el director de una película que te ha marcado desde adolescente, puedas volver a ver muchas escenas de muchas de sus pelis. Éstas del Séptimo sello son magníficas. Lo que más impresión me causó de la peli es cómo Bergman vincula a la Iglesia misma con el mal de una forma tan sutil que el censor del franquismo no lo vio. Cuando Block cuenta en confesión que piensa ganar la partida a la muerte con una combinación de caballo y alfil y descubre que el confesor es la muerte. A lo mejor posteo mañana algo sobre Bergman, que es tarde.