dijous, 20 de desembre del 2007

La partidocracia.

¡Qué difícil es poner en marcha un partido en una democracia! Tanto como poner en marcha un periódico. En situaciones de normalidad todos los espacios políticos y mediáticos están copados y asentar una opción nueva es casi imposible como no sea desplazando a una de las existentes. Y éstas suelen no dejarse. No son muchos los casos como el del Partido Laborista que desplazó límpiamente al Partido Liberal en las elecciones de 1924 y lo condenó a ser el tertium non datur del sistema político británico (conservadores/laboristas) de forma tal que los liberales no han vuelto al Gobierno desde aquellas nefastas elecciones . Salvo que aparezca un espacio nuevo frente al que los partidos tradicionales no sepan dar respuesta, lo más probable es que estos tengan cualquier reto ganado por el hecho de existir hace años. Los electores de los partidos, como los lectores de los periódicos son básicamente fieles y los partidos y los periódicos son lo que los economistas llaman bienes inelásticos. No se sustituyen por otros con facilidad. Los votantes del PSOE no se pasan sin más al PP o viceversa. Algunos lo hacen, desde luego, pero no la inmensa mayoría. Igual que los lectores de El Mundo no se pasan a El País y viceversa. La batalla es siempre por los nuevos y ahí es donde un partido nuevo (precisamente) se enfrenta a una competencia muy reñida de los establecidos.

Nuestras democracias son partidocracias o partitocracias, que de ambos modos lo he visto escrito y ambos son admisibles en principio, pues la RAE aún no se ha pronuncidado. Es el llamado "Estado de partido de masas", que decía Forsthoff que, para mayor inverecundia, ya no son de masas, sino de electores. Y gracias. Los partidos están establecidos y, al financiarse en muchos sitios (en España entre otros lugares) con fondos públicos, ya no necesitan ganar afiliados porque no dependen de las cuotas; por eso son partidos-máquinas electorales y no "partidos de masas". El sistema político en su conjunto está así establecido: los partidos son los entes a los que la gente considera más corruptos en nuestras sociedades (según Transparency International) y, al tiempo, son los elementos sobre los que pivota la democracia. Puede haber partidos sin democracia; pero nadie conoce democracia sin partidos: los partidos, los medios, los grupos de presión, las instituciones, la sociedad civil, son los elementos de los sistemas políticos.

La señora Díez, del nuevo partido UDP, se queja de que no sale nunca en los medios, salvo cuando son malas noticias para su partido. Esto no es estrictamente cierto pues sale con frecuencia en esa cosa que escenifica el señor Sáez de Buruaga una vez por semana en TeleMadrid. No conozco ningún otro dirigente de partido que salga tanto en programas que no sean telediarios. Y en los telediarios, aunque le gustaría mucho, la señora Díez no tiene por qué salir salvo que genere noticia.

¿Qué sólo son noticias las malas noticias? Claro, es el abc del periodismo; nadie persigue a la señora Díez. Suele pasar que a veces sólo somos noticia para nuestra desgracia. Y además, qué caramba, es difícil montar un partido como hemos visto que están las cosas. Hay que hacerse con gente. Al menos la necesaria para cubrir los puestos de libre designación. Eso es relativamente fácil porque es hablar a los intereses de gente concreta con carreras concretas. Pero tambien hacen falta votantes y para eso ya no es suficiente con un cálculo de costes beneficios sino que hay que tener un discurso. Lo que sucede es que el discurso de UPD es confuso, triturado entre el PP y el PSOE no alcanza a tener perfil propio. Si lo que quiere es afianzar el antinacionalismo periférico, para eso ya está el PSOE y, en muchísima mayor medida, el PP. Si lo que quiere es establecer un sistema democrático-liberal con Estado del bienestar y protección a los derechos del individuo, para eso ya está el PP y en muchísima mayor medida, el PSOE. Votar a UPD no es votar una opción nueva, aunque el partido sostenga que sí.

Hay en este terreno una paradoja muy frecuente que, sin embargo, no suelen señalar los analistas: de vez en cuando se monta una bronca con eso de que los partidos están todos corruptos y alguien sugiere acabar con este asqueroso sistema partitocrático... normalmente desde otro partido que no tarda mucho en revelarse como todos los demás.

Así que las perspectivas electorales de UPD son sombrías. Y como donde no hay harina todo es mohína ya están a trompicones en el interior con esas trifulcas de tú te postulas y rompes los estatutos y tú eres un tramposo y un fullero. Intuyen que obtendrán pocos puestos en las elecciones y se pelean por los primeros puestos. En los partidos tradicionales se pelean por los primeros, los segundos, los terceros, e così via; encajan mejor las peleas porque tienen más que repartir.

Incidentalmente algo de ello pasa también con Izquierda Unida y el PCE: puestos, listas, cargos. Pero de estos hablaremos otro día.

En el caso de UPD esa bronca interna afecta al más alto nivel del partido. ¿O no fracasó hace unas fechas un proyecto de alianza electoral entre Ciutadans y UPD? Por supuesto. ¿Por qué? ¿Vds. qué creen? No sería por discrepancias en sus discursos que son básicamente el mismo: no al nacionalismo (ajeno).

Que haya partidos nuevos en las democracias es muy de felicitarse, aunque sean empresas difíciles, porque ello aumenta la posibilidad de los ciudadanos de elegir, que es la base misma de la libertad. Lo que sucede es que en UPD la novedad es el señor Savater que, precisamente, no se presenta a las elecciones. La señora Díez, con todo mis respetos, no es novedad; es una política profesional, lo cual tiene sus virtudes y sus defectos. No es de caballeros mencionar los defectos pero es que las virtudes son aun más perjudicales porque la esencial es que la señor Díez se presenta como una auténtica lider nacional de una nueva opción. Pero cuando intentó ganar esa posición entre los suyos, primero en el Partido Socialista de Euskadi y luego en el PSOE, fue ampliamente derrotada.

¿De dónde saca la señora Díez que los españoles votarán a una persona que ya ha perdido dos elecciones?