divendres, 18 de setembre del 2009

Alejaos de la política.

Es lo que ha recomendado SS Benedicto XVI a los obispos del Brasil del Noreste II de la Conferencia Episcopal de Brasil, en visita vaticana ad limina apostolorum. Dice el Papa, por cierto en perfecto portugués, que hay que evitar la "secularización del clero y la clerización de los legos" y que así como los legos deben participar en política los sacerdotes deben permanecer afastados de um engajamento pessoal na política. Y esto lo dice uno que es jefe de Estado, de un poderoso Estado en lo espiritual (que es, a la postre, material) que actúa internacionalmente como tal, que tiene un Gobierno, una curia con el equivalente a ministros, embajadores, gobernadores, etc; uno que ejerce un cargo para el que ha sido elegido mediante un sistema electoral único en el mundo de eleción indirecta a través de compromisarios que nunca se equivocan al decidir porque están iluminados por el Espíritu Santo; un monarca electo, al estilo de los francos merovingios; uno que está en relaciones políticas con medio planeta parte importante del día, que negocia el grado de vitriolo que vierten sus emisoras en uno u otro país, que administra parte del sistema educativo de distintos Estados; uno que está en relaciones económicas también con medio planeta y dispone de un banco que se llama del Espíritu Santo (por cierto, banco de inversiones, como los de la crisis); uno que tiene las competencias de un jefe de Estado normal, incluida una excepcional: es infalible cuando habla excathedra o tal cosa dicen creer los católicos.

La contradicción no es tal si uno entiende esta recomendación o deseo del Santo Padre en el sentido de gallega ironía con que Franco recomendaba a sus ministros que hicieran como él y "no se metan en política". Si esto es así no merece ulterior comentario. Sí, en cambio, si la expresión se entiende en función de aquellos a quienes se dirige el Papa de Roma: los obispos del Brasil, patria de la Teología de la Liberación. Obsérvese que así como el Pontífice no dice nada de alejarse de la política cuando habla con monseñor Rouco Varela, es lo primero que suelta al encontrarse con sus queridos hermanos en el apostolado del Brasil. Que los curas no se metan en política y que, en cambio, lo hagan los legos. Estamos ya lejos del non expedit de Pío IX; los fieles deben dar testimonio de la verdad cristiana en la participación política; los curas, no. Los rojos, se entiende; los otros, que hagan de su capa un sayo.

El Papa dirige otra recomendación a la jerarquía brasileña que la prensa española no refleja: el celibato, bendito sea el Señor, el celibato, algo muy necesario desde el punto de vista católico pero que, al parecer, no es de arduo seguimiento en América Latina, continente de volcanes. Al presidente del Paraguay, Fernando Lugo, antiguo obispo católico, se le arraciman las mujeres que dicen que tuvieron un hijo con él cuando ejercía au autoridad episcopal. Y parece que el caso no es excepcional sino, al contrario, regular o normal, y en Brasil ya ni hablamos. Con todos mis respetos de todas las doctrinas neuróticas que tiene la Iglesia católica esta del celibato es la peor, la más neurótica. Es, además, muy peligrosa porque, cuando no follan, los hombres piensan y hacen disparates. Y cuando follan, también; pero de otra índole, menos agresiva. (La imagen es una foto de Sospensorio, bajo licencia de Creative Commons).