dilluns, 14 de setembre del 2009

Prostitución

Visto lo visto, las dudas, vacilaciones, cacaos mentales, mentiras, sofismas y simple hipocresía como el de esos diarios nacionales que tuercen el gesto gazmoño cuando se habla de putas y putos pero hacen negocios imprimiendo anuncios por palabras, va a tener razón el señor Blanco cuando pide "alguna decisión" sobre la prostitución porque el asunto urge.

Está visto que el legislador y sus cientos de asesores oficiales y oficiosos son incapaces de alcanzar un acuerdo mínimo para tratar de un asunto de tan complicados entreveros morales y en el que, por activa o por pasiva, estamos todos pringados, pero conviene ir dándose cuenta de que, mientras decidimos si son galgos o podencos, los proxenetas, los chulos, las mafias, las madamas sin escrúpulos están sometiendo a terrible y humillante explotación a una cantidad considerable de personas que, en cuanto a derechos y su protección por los tribunales son ciudadanas/os no de segunda sino de últimísima categoría.

La decisión debe partir del reconocimiento de un hecho social con claros ribetes delictivos no tanto en el ejercicio como en el consumo, debe ser lo más protectora posible de los derechos de las prostitutas y prostitutos como trabajadores, debe castigar a quienes trafican ilícitamente con seres humanos y/o se lucran con ello y a quienes frecuentan el negocio en la situación actual y debe gozar del mayor consenso parlamentario posible. Y si nos equivocamos en la regulación, hemos de estar dispuestos a reformarla. Quizá erremos y quizá demos en el blanco pero ambas cosas sólo son posibles si lanzamos la flecha.

(La imagen es una foto de LEETS, bajo licencia de Creative Commons).