dimecres, 23 de març del 2011

La hipocresía de la Iglesia.

En estos días están debatiéndose en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en su 16º período de sesiones, asuntos relativos a la Declaración de las Naciones Unidas sobre derechos humanos, orientación sexual e identidad de género que se aprobó en diciembre de 2008 a instancias de la Unión Europea, presidida entonces por Francia. La han firmado unos 67 Estados, los Estados Unidos lo hicieron en 2009 ya con Obama porque Bush, lógicamente, se negó. Faltan los demás y de ellos se oponen decididamente 70 porque la declaración pide que se despenalice la homosexualidad en todo el mundo. Obsérvese: no que no se discrimine a los homosexuales o no se les nieguen unos u otros derechos sino que no se les encarcele o ejecute.

Pues bien, el representante permanente de la Santa Sede en las Naciones Unidas, el arzobispo Silvano M. Tomasi, se opuso ayer a que se despenalice la homosexualidad con el siguiente discurso, monumento al sofisma y a la hipocresía. Ya lo hizo su antecesor en su día, cuando se presentó la propuesta en 2008. Monseñor Celestino Migliore se oponía a la despenalización porque crearía nuevas discriminaciones... en concreto en los países que no reconocen el matrimonio homosexual, que es lo que procupa a la Iglesia, siempre tan atenta a lo que hace la gente en la cama.

Pero es que monseñor Tomasi ha mejorado a monseñor Migliore porque, en lugar de invocar una causa tan ridícula, hace una fina distinción sosteniendo que la Iglesia reconoce el derecho de la gente a tener sentimientos gay, pero no a que los traduzcan en comportamientos. Es decir: sé gay si quieres, pero ojito con lo que haces. Es inevitable acordarse del artículo 16 de aquel increíble Fuero de los españoles de 1945 que rezaba: "Todo español podrá expresar libremente sus ideas mientras no atenten a los principios fundamentales del Estado", uno de los cuales era que la religión católica era la del Estado. Como lo sigue siendo, según el vigente Concordato de 1953, acordado entre el Vaticano y el Estado español en nombre de la Santísima Trinidad.

Lo verdaderamente hipócrita de la declaración de Monseñor Tomasi es que viene precedida de una especie de jaculatoria en la que se recuerda cuán decididamente se opone la Santa Sede a toda violencia que se ejerza contra la gente a causa de sus sentimientos y pensamientos sexuales o sus comportamientos sexuales. Comportamientos. Bien, la Iglesia no puede ignorar que hoy hay 70 países en el mundo que consideran la homosexualidad como un delito penal y en once de ellos (Irán Arabia Saudita, Yemen, etc) penado con la muerte.

¿Cómo diablos, Monseñor, se puede estar en contra de despenalización de la homosexualidad y decir al tiempo que se condena toda violencia ejercida contra los homosexuales? La cárcel y la muerte, ¿no son violencia? El ahorcamiento ¿no es violencia?

Ahora que en España toma nuevos bríos un movimiento laico a propósito de la lucha contra las capillas en las Universidades y (es de esperar, otros espacios públicos: ¿qué pasa con los aeropuertos?), conviene saber de qué y de quién se está hablando. Se está hablando de gente que pide libertad para imponer sus creencias en donde no corresponde pero aplaude que se ejecute a otros por tener (y practicar) creencias distintas en cuanto a su vida sexual; es decir, gente a la que parece bien el asesinato.

Como la capacidad para la hipocresía y la mixtificación es fabulosa, debe recordarse que quienes pedimos la despenalización de la homosexualidad, en realidad pedimos la despenalización de todas las relaciones sexuales entre adultos que saben lo que hacen y consienten libremente. No estamos pidiendo la despenalización de la pederastia. Aunque a muchos curas les vendría de miedo.

Por último, la causa por la despenalización universal de la homosexualidad necesita cuantos apoyos pueda conseguir. Quien quiera colaborar, puede hacerlo.

(Las imágenes son un dibujo de Felicien Rops de 1879-1880, titulado Hipocresía, y una foto del sitio web de apoyo a la despenalización universal de la homosexualidad en las Naciones Unidas en la que se ve a dos adolescentes homosexuales a punto de ser ahorcados por homosexuales).