dijous, 26 de maig del 2011

El cáncer de la democracia.

Es cierto que la decisión de Tribunal Superior de Justicia del País Valenciano (TSJPV) de declararse competente en la causa que le ha remitido el órgano correspondiente de Madrid es una cuestión puramente competencial que no cambia la situación procesal de los imputados en el caso Gürtel. Razón por la cual, es de suponer, el PP no piensa atender a la petición de todos los demás partidos de las Corts de que no se permita a Camps tomar posesión del cargo. No es verdad que su situación no haya cambiado ya que está más cerca del procesamiento, pero sí lo es que objetivamente no ha cambiado.

Pero es que el problema no es procesal sino político. Las listas del PP, con imputados en ellas, han conseguido un triunfo clamoroso en las urnas. Los procedimientos judiciales por su parte siguen su curso. Y así resulta que en la Comunidad valenciana hay un rosario de causas penales que afectan a una multiplicidad de cargos del PP y de la administración pública en varios niveles. Y en las Baleares, misma extraña coincidencia de varios asuntos penales cuyo afectado principal es el expresidente del Consell y aluvión de votos a favor de su partido. Es incomprensible, pero es.

El New York Times hace unos días responsabilizaba a Camps en buena medida del surgimiento del movimiento 15-M. Es lógico. Contemplar que en un caso de corrupción los primeros que comparecen ante el juez como acusados son el magistrado que empezó a instruirlo y el que lo denunció públicamente en el Parlamento, indigna a cualquiera. Si los ciudadanos ya no pueden confiar en la justicia, igual que no pueden hacerlo en los políticos, sean legisladores o gobernantes, ¿en quién pueden confiar para la gestión de los asuntos públicos? Se articula un movimiento espontáneo que considera la democracia actual falsa o ficticia, dado que pide democracia real ya.

Hasta ahora este movimiento era espontáneo, virtual y acéfalo. Pero ahora puede haberle salido eso que Hessel echaba de menos hace unos días, un lider en la persona de Eduard Punset o de alguien como él. De hecho es lo que Democracia Real Ya está buscando desesperadamente, alguien que dé rostro al movimiento, lo que es muy importante en una época de reino de la imagen y que, al mismo tiempo, marque un horizonte preciso a su acción. Con Punset parecería alcanzarse aquel ideal utópico del gobierno de los científicos. Es una interesante posibilidad. Pero esa hipótesis del liderazgo que Palinuro ve muy conveniente en el camino hacia la institucionalización del movimiento tropezará sin duda con un espíritu ácrata muy extendido, que abomina de todo gobierno y jefatura, especialmente si es personal. Otra opción sería constituir una especie de comité de relevantes personalidades que dieran peso moral a la acción, ofrecieran no uno sino varios rostros y sortearan el peligro del personalismo.

Pero algo tendrá que hacer el movimiento de los indignados para mantener la fuerza de esa especie de aventura regeneracionista que es en gran parte reacción ciudadana en contra de la corrupción que es el cáncer de la democracia así como la indiferencia hacia ella o incluso su popularidad son las más claras herencias del franquismo hoy.

(La imagen es una foto de ppcv, bajo licencia de Creative Commons).