dijous, 7 de juny del 2012

Una historia de dos Cotarelos.

Antes de nada aprovecho para comunicar a l@s amig@s que mañana, viernes, 8 de junio, a las 18:00 Palinuro estará en la feria del libro, en la caseta 259 de La Catarata, firmando el suyo, El sueño de la verdad. Estaremos encantados de veros allí.

Vamos a la historia. Sucede que hace unos días me llamó una señora muy amable de la Real Academia Galega, pidiéndome un retrato de mi abuelo Armando, porque la docta institución va a publicar un libro con semblanzas y textos de los autores a quienes se haya dedicado algún año el Día das letras galegas. A mi abuelo le dedicaron el de 1984 y, con tal motivo, se publicó entonces profusamente la foto en la que aparece más arriba cubierto con un canotier, un sombrero muy de moda a fines del siglo XIX y primeros del XX, de importación francesa, aunque este me parece de fabricación nacional. Yo tenía una mejor y esa es la que he enviado. Reproduzco, sin embargo, esta otra por una grata razón sobrevenida.
Ello fue que, al abrir hace unas horas FB me encontré en el muro de Alicia Cora un retrato de Palinuro, un carboncillo, me parece, hecho por su hija Itziar. Fue una sorpresa la de toparse con uno mismo como en un espejo, ante una imagen fabricada por otros ojos. Unos ojos que lo ven todo y te lo devuelven para que sepas cómo eres. Muchísimas gracias, Itziar. Es un honor. La autora es una  notable artista a la que Palinuro dedicó una entrada a fines del año pasado, titulada Talento natural. Bueno, el título no era mío. Lo había copiado del blog de la propia Itziar que se llama así, Talento natural y trae una abundante muestra de su obra.
Palinuro. Perdóname que interrumpa, Cotarelo, pero ya veo a dónde quieres llegar, a decir que hay un hilo de continuidad entre tu abuelo y tú a través del sombrero. No está mal. Al fin y al cabo, el sombrero es una prenda esencial en la historia de la humanidad. Desde los primeros tiempos hasta hoy, los hombres han mostrado una irreprimible tendencia a ponerse algo sobre la cabeza. Y le han echado mucha imaginación. De los complejos tocados de los faraones a los cascos de los vikingos, la kipá de los judíos, las chisteras, los bombines, los penachos, los bicornios, los tricornios, las mitras, los birretes, las coronas, los cascabeles de los bufones, los capirotes, las capuchas. Incluso en una época tan hostil al sombrero como la nuestra hay profesiones, empleos, cargos, que los llevan y, en la moda de la población civil, siguen viéndose algunos sobre todo pajillas, de ala corta estilo gangster o pamperos de diversas formas. Pero el tuyo no es ninguno de esos. Conozco tu secreto: es un tejano con las alas planchadas para darle un aspecto mormón.
Cotarelo. Hay más continuidades, pero esas pertenecen ya al ámbito de la intimidad familiar.