divendres, 20 de juliol del 2012

La insurrección de la calle.

Manifestaciones en más de ochenta ciudades en España ayer en contra de los recortes. El pueblo frente al gobierno. Una especie de moción de censura callejera clamorosa que es imposible minimizar ni ocultar, aunque lo intenten en sus medios, sobre todo en sus televisiones Telemadrid y ahora RTVE. Y manifestaciones muy concurridas, como muy pocas veces, si acaso alguna, lo han estado antes.
Me refiero a la de Madrid. Nunca he visto tanta gente junta. Quizá en la posterior al 23-F o en la de Miguel Ángel Blanco. Pero contra un gobierno, nunca. Estaban además todas las organizaciones, excepto el PP y UPyD así como diversos cuerpos, como el de bomberos de Madrid o policías locales o nacionales de paisano, pero con sus camisetas de faena. Eso no lo he vista antes jamás. Los sindicatos hablan de 800.000 asistentes; El País los cifra en 100.000 y la policía en 25.000; Aguirre, supongo, en 32. Yo pondría 300.000, pero admito tener el mismo fundamento que las cantidades arriba citadas. No más ni menos. Las redes rebosan de fotos que muestran un gentío inmenso. Como también de otras con las cargas de los antidisturbios al filo de la medianoche en Sol, Carrera de San Jerónimo, Antón Martín, Carretas, etc. El centro. Diversas escenas de brutalidad policial desproporcionada. Los policías toman al asalto las calles y aporrean indiscriminadamente a mansalva, hasta en las terrazas de los bares. El caso es sembrar el terror entre la población. Disuadir de que haya posteriores manifestaciones.
Pero las hay y las habrá. Hoy convoca IU a una concentración ante el palacio de La Moncloa a las 12 para protestar ante el consejo de ministros. Y seguro que hay otras concentraciones y manifestaciones con interrupción del tráfico en más puntos de la capital. Y mañana, 21, llegan a Madrid las columnas de parados que vienen desde diversos puntos de España. No sé si tendrán una recepción tan multitudinaria como la que tuvieron los mineros pero seguramente irá mucha gente. Y vuelta a empezar con las manifestaciones. Los sindicatos ya han anunciado que no se detendrán en agosto y que continuarán con las movilizaciones para ir preparando la huelga general de septiembre. Que debería ser indefinida. Que nadie vaya a trabajar a ningún sitio hasta que el gobierno se avenga a razones y convoque elecciones o un referéndum sobre el rescate, aunque no quiera llamarlo rescate sino pilicortuá. Elecciones para un nuevo gobierno, claro está y referéndum para decidir si nos quedamos con el rescate o pilicortuá o prescindimos de él. En el segundo caso, de nuevo elecciones generales.
Una última cuestión sobre el comportamiento del PSOE. Sigue este empeñado en no hacer causa común con la movilización social permanente. Está invisible, ausente. Se entiende el temor de que mañana la derecha lo acuse en sede parlamentaria de andar tras la pancarta, pero es absurdo porque si no lo acusa de todas formas (cosa muy probable, dado que no es gente sutil) lo puede poner más en evidencia agradeciéndole el gesto de no sumarse a la algarada callejera de la chusma. Son malos tiempos para la política de gabinete y guante blanco que quiere hacer el PSOE. El gobierno ha encendido el conflicto social en tales términos de enfrentamiento que puede llegar un momento en que no cuente con la lealtad de la policía, harta de apalear ciudadanos en unas protestas claramente justas.