dijous, 20 de desembre del 2012

Desmovilización/Movilización.


¿Quién se acuerda de las jeremiadas de hace unos años acerca de la apatía y la indiferencia de la población hacia la cosa pública, la política? La amarga queja hablaba de una población conformista, concentrada en sus asuntos privados, sin el menor interés por el común. El panorama era una sociedad enajenada en el consumo, trivial, fácil de manipular.
Pues se ha acabado. La crisis en primer lugar y las medidas de remedio adoptadas por los sucesivos gobiernos uno del PSOE y otro del PP han encendido un espíritu de protesta en la población, configurado primero como indignación y vertido luego, poco a poco, en desobediencia civil y resistencia. Hay un movimiento ciudadano masivo, mantenido, creciente, al que el gobierno solo sabe responder endureciendo la política represiva o acudiendo a medidas intimidatorias especialmente inmorales, como multar indiscriminadamente a los ciudadanos que acierten a pasar por un sitio en el que haya convocada una manifestación en ejercicio de un derecho constitucional.
Es una movilización general de trabajadores y clases medias (médicos, profesores, funcionarios, jueces) frente al cual la moral de las fuerzas represivas del Estado tiene que estar cayendo en picado. Si, en un momento determinado, las fuerzas de seguridad se vieran desbordadas o se negaran a cumplir las órdenes de represión, aquí habría un problema.
La Declaración de Madrid, de IU, habla de rebelión y rehúye cautamente hablar de revolución. Pero el espíritu está ahí. Definitivamente, la gente empieza a pasar a la acción y lo hace con claridad de ideas. Hay una fuerte crítica política que los políticos al uso identifican con alguna forma de populismo autoritario. Pero no es verdad. La resistencia tiene un claro móvil político por cuanto trata de restablecer las justicia y la ética en la vida pública, expulsadas a empujones por el neoliberalismo.