dimecres, 17 d’abril del 2013

Picasso y Els quatre gats.


Palinuro grabó ayer por la mañana el programa Singulars en TV3 en Barcelona que se emitirá esta noche. En él trata de explicar su punto de vista de por qué los españoles deben reconocer el derecho de autodeterminación de los catalanes. Básicamente porque cuando tanta gente pide el derecho a decidir hay que reconocérselo. El derecho a decidir no prejuzga la decisión. Lo que la prejuzga es negarlo; pero ya hablaremos de eso en otro momento. Negar el derecho a decidir porque se supone que es decidir la independencia, aparte de mostrar muy escasa confianza en la nación que se defiende, carece de grandeza. El derecho de autodeterminación debe reconocerse especialmente cuando puede ejercerse en contra de quien lo reconoce. Lo otro no tiene mérito. En fin, que agradezco a TV3 la oportunidad que me ha dado de explicarme un poco más y sobre todo a su conductor, Jaume Barberá, un gran periodista.


En un par de horas distraídas entre TV3 y el AVE en Sants, zas, museo Picasso al canto. Los cinco magníficos palacios góticos corridos del carrer Montcada (siglos XIII y XIV) son tan dignos de contemplar, con sus ojivas góticas, sus trifolios a patios interiores, como la colección. Aunque esta es estupenda. Se compone de piezas de la época inicial de Picasso en Barcelona, con los comienzos de la época azul y rosa y el cubismo que aquí se ve nacer. Resulta sorprendente comprobar que algunas de las obras más celebradas del artista proceden de su etapa más juvenil, en torno a los veinte años y no necesariamente tan clásicos y naturalistas como Ciencia y caridad, sino el loco por ejemplo, de la época azul o el Autorretrato con peluca, con apenas 17 años. Hay un primer arlequín y un caballo corneado que reaparecerá años después en el Guernica. El segundo lote, donación del propio Picasso en 1968, son Las meninas (obra de mediados de los 50) y el más de medio centenar de piezas que son como el gran acompañamiento preparatorio de la reproducción acabada de la obra cumbre de Velázquez. Es curioso observar qué elementos de la composición del artista sevillano resalta el malagueño: el hombre del fondo en el dintel de la puerta que sirve para dar profundidad a la escena, la Maribárbola (que a mí siempre me ha recordado a Charlie Brown) y la figura del pintor en la que lo más relevante es la cruz de Santiago. Un genio interpretando a otro genio siempre da qué pensar. Entre los dos lotes hay alguna obra también celebérrima, como el Retrato de Sabartés, ilustrado aquí con fotografías del amigo del pintor, gracias a las cuales uno adquiere una más cabal comprensión de la interpretación picassiana de su rostro.


De camino al AVE, escala a tomar un café en Els quatre gats, en donde también paraba mucho Picasso y donde realizó sus dos primeras exposiciones individuales. Es un café-restaurante modernista de la calle Montsió, siempre en el barrio gótico. El lugar era el centro de la vanguardia artística barcelonesa de primeros del siglo XX, fundado por eso, por cuatro gatos: Ramón Casas, Santiago Rusiñol, Miquel Utrillo y Joaquim Mir. El propietario era Pere Romeu, el segundo en el tandem que aparece en el fresco de Ramón Casas que adorna el comedor de entrada del establecimiento hoy día. El primero, con la pipa de fumar puros como si fuera una locomotora, el propio Casas. Qué tipos tan simpáticos los del tandem, qué lugar tan agradable quatre gats, literalmente abarrotado de recuerdos y testimonios gráficos de aquellos estupendos pintores en su vida bohemia.

La imagen es una foto de Wikimedia Commons en el dominio público).