diumenge, 16 de juny del 2013

Prólogo a un libro pendiente de publicarse


Hace unos días, en un post titulado El lobo solitario y la peña o el código del espacio público, mencionaba Palinuro que estaba leyendo un manuscrito muy interesante y original de Sergio Colado. Lo que no decía era que Colado le había pedido un prólogo. Pero era así. Bien, el bueno de Palinuro ha escrito el prólogo que he aquí para quien quiera leerlo:

Prólogo.

Hay libros que no necesitan prólogo porque desde el título al finis operis se explican por sí solos. Este es uno de ellos. Si, a pesar de todo, el autor busca un prologuista, este hará bien en entender la invitación como un gesto magnánimo antes que como una solicitud de amparo. Es mi caso en este caso. Habiendo para mi infortunio llegado a esa edad en la vida en que la gente te escucha en lugar de combatirte, no me dejo engatusar por la generosidad de los nuevos y reconozco en ellos la originalidad, el empuje y el valor que es noble función del prologuista poner de manifiesto. Dicho en el estilo gracianesco de Twitter, tan presente en esta obra: no es el libro el que se beneficia del prólogo sino el prólogo el que saca partido del libro.


Hace tiempo que estudiosos y analistas tratan de aprehender ese giro táctico de la derecha estadounidense a partir de los setenta del siglo XX consistente en abandonar toda pátina de buenas formas, educación, moderación, talante democrático y tolerancia para adoptar modos y maneras extremos, injuriosos, agresivos, intolerantes, autoritarios y hasta totalitarios pero sin romper el vidrio de las formalidades democráticas. Esa preocupación ha dado ya sus frutos en valiosos estudios sobre este giro reaccionario que ha difuminado los límites entre la derecha y la extrema derecha si es que alguna vez alguien los tuvo claros. Obras como las de Pipa Norris para el extranjero o las de José Manuel Roca o Ludolfo Paramio para España, contribuyen a la búsqueda de explicaciones sobre este fenómeno tan característico de nuestra época y que, a mi modesto entender, ha acogotado la socialdemocracia que no acaba de encontrar el modo de hacerle frente.
Siguiendo el signo de los tiempos, Sergio Colado, el autor, ya ha colgado el libro en la red, al menos su primera parte Disidentes 6.0 para ir dándole difusión, aunque su intención última sigue siendo la edición en papel, ya que la red aún no responde al cien por cien al scripta manent. Continente y contenido. Gran parte de la originalidad, la frescura y la perspicacia de la obra radica en el hecho de que su objeto proceda en gran medida del debate online, tanto en las ediciones digitales de medios y las plataformas personales y de partido en la web como en las redes sociales. Se manifiesta así una nueva forma del Zeitgeist de la que quienes andamos en las predios digitales apenas nos percatamos por la costumbre, y quienes son ajenos no tienen ni noción por la falta de ella. No necesitamos grandes rodeos ni trabajos para identificar, contrastar, corroborar lo que leemos porque pertenece a nuestro entorno inmediato y lo encontramos en nuestro quehacer diario.
Colado divide su texto en dos partes bien diferenciadas. En la primera analiza y da cuenta del origen, desarrollo e impacto de la nueva (en el fondo, no tan nueva) derecha estadounidense, básicamente organizada en torno al Tea Party y lo hace con un estilo vivo, muy ágil, ameno, original, que atrapa al lector. En la segunda, ya en un espíritu más circunspecto y moderado, explica y documenta el impacto del giro yankee en España, la forma que aquí ha tomado esta resurrección de la derecha de toda la vida (o “sin complejos”) que encaja como un guante en la mentalidad carcunda, cerril, oscurantista, de esa derecha española nacionalcatólica, principal responsable del atraso secular de España, hoy más claro que nunca a la vista de la categoría intelectual y moral de sus gobernantes. Dada su profesión de periodista, el autor concentra su análisis en la labor de esta derecha recrecida en los medios y traza un cuadro del actual sistema mediático español en el que lo minucioso del seguimiento suspende a la vez que inquieta el ánimo del lector quien inevitablemente se preguntará si estos voceros de la agresividad cuasifascista (FAES, GEES, Aznar, Aguirre, Mayor Oreja, etc) alguna vez pueden llegar a imponer su esquema de represión y propaganda al servicio de los más oscuros designios del capital y su fiel aliada la Iglesia española.
Hay un acuerdo bastante extendido entre los estudiosos en el sentido de que el resurgimiento de esta derecha brutal se origina en dos acontecimientos que han dejado muy distinta huella: la revolución de mayo del 68 y el hundimiento del comunismo. Colado se concentra en el primero y no pierde mucho el tiempo con el segundo. Hace bien porque, a los efectos que este libro persigue, el hundimiento del comunismo cumple una función no substantiva sino meramente catalizadora. Es decir, la derecha clasista, soberbia, racista, machista, intolerante, ignorante y supersticiosa no surge del fin del comunismo pues estaba ahí, agazapada. Lo que ha hecho ha sido ocupar el escenario aprovechando el mutis del experimento bolchevique.
En los Estados Unidos, país en el que las ideas políticas y las alucinaciones religiosas van muchas veces de la mano, siempre ha habido casos como el del Tea Party. En realidad, ¿Qué es el Ku-Klux-Klan? Una especie de Tea Party por adelantado. Igual que muchas otras opciones propias de iluminados en el lunatic fringe del debate democrático. Ese espíritu latía igualmente en el macartismo, como en la John Birch Society o en las ocasionales candidaturas de auténticos frikies, partidarios de las soluciones más estúpidas a la vez que peligrosas para los problemas de los Estados Unidos y, por ello, del mundo entero. En el fondo, Sarah Palin, cuya posición, ideología, actividad y repercusión analiza nuestro autor brillantemente no es más que la última representante de una genealogía de reaccionarios, integristas e imperialistas que ya viene de los Wallace, los Goldwater, los Perot o los Gringrich.
Habrá quien diga que este extremismo bien pensante y de campanario no es exclusivo de la derecha blanca más o menos WASP, sino que se extiende a otros ámbitos políticos y religiosos. Habrá, ciertamente, quien diga que los Black Panthers, los musulmanes negros, Malcom X o Eldridge Cleaver no son muy distintos dado su extremismo. Es posible, aunque lo dudo, porque nunca el radicalismo de los de abajo será moralmente comparable al de los de arriba. Pero no hay inconveniente en aceptar la observación. A la vista de esa secta negra que sostiene que los aborígenes de América eran negros, exterminados por los cobrizos y los blancos y con derecho a recuperar lo que fue suyo o de esa otra judía que dice que el verdadero judaísmo es el cristianismo, no hay inconveniente en mostrar cierto eclecticismo bien anclado en un ánimo escéptico. Pero, por razones de oportunidad, hay que concentrarse en lo que importa.
Lo definitivo aquí es cómo esos discursos, a veces verdaderamente neuróticos (como eran los de Hitler), han llegado a ser hegemónicos gracias a la desaparición de la barrera que, mal que bien, supuso el comunismo y el dominio de unos medios de comunicación, básicamente el imperio Murdoch cuya función confesa no es informar en ninguno de los posibles sentidos del término sino literalmente agitar, difundir el odio, difamar, agredir todas las convenciones de la tradición democrática occidental e implantar el gobierno de la tiranía partidista y empresarial. ¿O no es Murdoch la reencarnación del espíritu de W. R. Hearst? Aquel Hearst, despachó de corresponsal a Cuba al gran pintor Frederick Remington con la orden de que le enviara ilustraciones de las atrocidades de los españoles en la isla a fin de agitar en favor de la guerra contra España. Un día recibió un telegrama de su hombre en La Habana en el que este decía que allí no pasaba nada, no había combates ni muertos y pedía permiso para regresar, a lo que Hearst respondió: “usted ponga los muertos, que yo pondré la guerra”. Murdoch puro y con ayuda de otro puro, habilidoso para hacer guerras en las que siempre mueren los demás, Aznar.
Colado concentra su análisis –y este es el gran acierto de su libro- en el renacimiento de la derecha como respuesta al espíritu de mayo del 68. En realidad es más que esto. El autor hace una muy sutil y convincente interpretación del giro derechista que, en mi opinión, centra perfectamente la cuestión y se puede resumir del modo siguiente: la derecha ultramontana trata de aniquilar el espíritu de rebeldía del 68 apropiándose de lo que podríamos llamar, abusando de un término con perfiles técnicos, su “•imaginario colectivo”, literalmente plagiándolo. Es un verdadero hallazgo que Colado deberá profundizar en el futuro. La derecha que berrea, insulta, agrede y aburre se presenta como algo fresco, innovador, rupturista con las convenciones, rebelde, auténtico en definitiva politically incorrect . Aquí está en palabras del propio autor: “su capacidad para, enarbolando un discurso extremadamente reaccionario, transmitir una imagen de rebeldes disidentes hastiados de los errores políticos, precisamente cuando la combinación de desregulación, errores privados y públicos y laxitud gubernamental que condujeron a la crisis hacían más visible que nunca la necesidad de políticos competentes y con competencias. Y en ese sentido, sorprende el modo en el que habían conseguido recuperar intacto e inmaculado el discurso neoliberal y antiestatal que los republicanos impulsaron con Reagan y cuyas limitaciones y vergüenzas evidenció la crisis financiera.”
Cualquiera que haya escuchado los torpes pero reiterados intentos de Ruiz Gallardón de justificar su política de monaguillo al servicio de la Iglesia y su ataque a los derechos de las mujeres invocando conceptos como “liberación”, “plenitud”, “plena realización de las mujeres”, del imaginario del 68, sabrá de lo que se habla aquí. Esta es la vía sinuosa, frailuna, hipócrita de acercarse al problema y emascular los contenidos revolucionarios del 68 poniéndolos al servicio de la organización misógina por excelencia, que es la iglesia.
Pero hay otra vía asimismo a la que Colado dedica la segunda parte de su libro: la adaptación carpetovetónica del mensaje del Tea Party. Que el más reaccionario nacionalcatolicismo español se vista las hopalandas neoliberales y anarcocapitalistas del “libertarismo” gringo –contra el que luchaba antaño cuando decía enfrentarse a otra de sus trolas y falacias, “la plutocracia anglosajona”- indica dos cosas: una, que las hopalandas citadas son pura demagogia, ya en su origen; dos: que el fondo del nacionalcatolicismo no es otra cosa que la sempiterna defensa de los privilegios de clase de los señoritos, los ricos, la oligarquía y los bufones a su servicio en las tareas de intelectuales de Think Tanks. Son el desparpajo, la demagogia, la falta de escúpulos (o, como ellos dicen de “complejos”) los que llevan a los dirigentes de la derecha a convocar a sus seguidores a la lucha final contra el “espíritu del 68”, la que inauguró Sarkozy cuando enlazó Estados Unidos con Francia, según entiende Colado: “Las mismas bases del conflicto moral de EEUU las encontramos en Europa, esencialmente en la batalla ideológica contra el izquierdismo de mayo del 68 con el que Sarkozy se hizo con el poder en 2007”.
El toque sarkozyciano encontraría eco inmediato en Madrid. Una representante de la casta más tradicional del señoritismo, la oligarquía, el reaccionarismo y el beaterío españoles como Esperanza Aguirre sale diciendo que mayo del 68 conduce al totalitarismo, y el liberalismo –su liberalismo de misa y olla- es la verdadera rebelión y hasta la revolución. Y no es lo único. La dama, aficionada a la filosofía de la historia en píldoras del Reader’s Digest, sostiene asimismo que Franco era socialista, que el cristianismo ha traído la libertad y la igualdad a este mundo y similares necedades. Que estos dislates muestran que quien los profiere no cree en lo que dice sino que solo habla para engañar y manipular es evidente y hasta divertido. Y la diversión tiene muchos muñecos pues así como Aguirre quiere parecerse a Margaret Thatcher –la seniority es un grado- otras, más jóvenes e impulsivas, como María Dolores Cospedal, imitan a Palin y allí en donde esta pide a sus compatriotas to stick to our guns, la manchega afirma que su partido de empresarios, oligarcas, curas y castas funcionariales antiestatales es el “partido de los trabajadores”.
No deja de ser gracioso también que Aguirre escogiera la fecha del dos de mayo para largar contra el espíritu del 68. El día en que según esta política y sus bufones paniaguados o intelectuales orgánicos conmemoran el nacimiento de la conciencia nacional española en lucha contra el francés, el discurso se hace contra una pretendida ponzoña francesa, el 68, que hoy ocupa el lugar que antaño ocupaban la Ilustración y la Enciclopedia en el espíritu de los Campazas antecesores de la dama Aguirre. Lo curioso –y que ni ella ni nadie ha sido capaz de ver- es que se hace siguiendo las consignas de otro francés, con lo que se cierra el ciclo ridículo de esa invención del nacionalcatolicismo español: una nación que dice hacerse en lucha contra otra según los principios que esta otra le dicta.

En fin, dejo la palabra al autor de la obra, que tiene bastante más por decir que yo. Me limito a advertir a posibles curiosos intrigados por el título de Disidentes 6.0 que este no es sino una metáfora y, por lo tanto, desdeñosa con los números. Estos disidentes podían ser también 3.0 o 12.0.