dimecres, 18 de setembre del 2013

Carta abierta a Rubalcaba.


Dada su gran experiencia política, su perspicacia, su reconocido buen juicio y su prudencia no tengo duda de que calibra usted perfectamente la gravedad de la situación. El gobierno del PP no solamente va a aniquilar todo el reformismo de los gobiernos socialistas, desde el primero de González, sino incluso los escasos adelantos (pero adelantos al fin y al cabo) que se consiguieron en el último franquismo y durante la transición. Una involución en toda regla, una aniquilación del programa socialdemócrata, un retroceso de un siglo. Suficientes muestras ha dado ya habiéndose cargado el último pilar del Estado del bienestar, el sistema público de pensiones. Todavía le quedan dos años, si el asunto Bárcenas no lo impide. De ahí que las próximas elecciones de 2015 sean cruciales. Si el PP las pierde cabe deshacer por vía legislativa gran parte del destrozo ocasionado. Pero, si las gana, lo consolidará, la sociedad se retrotraerá al capitalismo más salvaje y la izquierda será barrida por una larga temporada.

Sigo pensando que el único partido de la izquierda que puede frenar y revertir esta catástrofe es el PSOE. Pero el problema, que ya debiera estar resuelto, es bajo la dirección de quién. Hace casi dos años perdió usted unas elecciones estrepitosamente. Cabía argumentar que, en realidad, las había perdido su antecesor, Zapatero. Y, supongo, por eso, lo eligieron a usted secretario general: para darle la oportunidad de recomponer las perspectivas electorales de su partido. Dos años después, estas no han remontado, sino que se han hundido más y su grado de aceptación, confianza y popularidad es ínfimo. Curiosamente en estos años también se ha dado un hundimiento del PP sin que el PSOE se haya beneficiado de él. Recién parece que se acerca a aquel en su momento más bajo, con un magro 30% de intención de voto.

En efecto, si la gestión del PP ha sido -y sigue siendo- muy impopular por injusta, arbitraria, autoritaria y ruinosa, la del PSOE ha sido errática e insatisfactoria. No ha conseguido articular una oposición aceptable. Empezó ofreciendo pactos de Estado a un partido que no entiende nada de eso pues su función se limita a aplicar el programa de la patronal y la iglesia y cuidar de sus intereses materiales como partido e individualmente, según los sobresueldos que se reciban. Pasado el lamentable sarampión pactista disfrazado de "oposición responsable" comenzó a articularse una oposición con algo más de nervio, pero deshilachada y nada convincente. Un ejemplo lo deja claro: por fin, el PSOE abandonó el compromiso de pactar con el PP la ley de transparencia, esa broma que el gobierno ha aprobado con ayuda de CiU, PNV y CC. Menos mal. Pero, ¿puede alguien explicar de quién fue la brillante idea de aceptar un pacto sobre transparencia con el PP?

La endeblez, la irrelevancia de la oposición se ve a las claras en el hecho de que el PSOE no haya vuelto a hablar de la moción de censura y prefiera jugar al ratón y al gato en sede parlamentaria, teniendo que valerse de subterfugios reglamentarios para plantear debates que debieran ser obligados y con obligada comparecencia de Rajoy. Y el principal responsable de esta inoperancia del PSOE es usted. No se ve cómo, con los datos actuales en la mano y su trayectoria desde 2011, alguien pueda vaticinar un triunfo del PSOE en 2015. Lo que se discute es por cuánto perderá y cuál será la distancia con IU, en pleno ascenso. Así que, nos guste o no nos guste, es muy legítimo plantear el problema de la candidatura del PSOE.

Usted ha dicho en alguna ocasión, como sacrificándose, que si su partido le pide ser el candidato, querrá serlo. Muy bien. Pero no puede ignorar dos aspectos: 1º) es bastante probable que su partido le pida lo que usted quiera que le pida porque, como todos los partidos, tiene una estructura oligárquica y clientelar; quizá menos que otros, pero la tiene. 2º) No es su partido quien lo llevará, en su caso, a a La Moncloa sino el electorado y este, obviamente, a juzgar por los barómetros más fiables, no lo quiere a usted. 

Es comprensible que pretenda coronar su larga carrera política con la presidencia. Es humano. Pero debe pensar en qué está usted jugándose en el empecinamiento. No solo el fin de aquella (al menos en primer plano; siempre podrá ir de senador o de eurodiputado), sino la definitiva destrucción de un modelo de sociedad, muy insatisfactoria, desde luego, pero infinitamente más justa, libre, solidaria y humana que la que la derecha trae en las alforjas.

Pausa. La política es un terreno de decisiones dramáticas y las consideraciones tácticas son secundarias. Si se queda usted lo más probable es que pierda las elecciones porque ofrece un blanco muy fácil para los ataques del PP y, al tiempo, su capacidad de respuesta es muy débil sobre todo por carente de crédito. Pero si se va usted, tampoco está garantizado el éxito ni mucho menos. Un nuevo liderazgo, nuevas propuestas, un perfil claro de oposición, incardinación en los nuevos movimientos sociales que articulan el malestar social, diálogo con las demás fuerzas de la izquierda y, a ser posible, presentación de un programa mínimo con el máximo apoyo popular posible: derogación de toda la obra legislativa de la derecha, restablecimiento de los derechos de los distintos sectores ciudadanos y su blindaje constitucional. 

Pues bien, aun así, se puede perder. Todo dependerá del tiempo que haya para articular la nueva forma de acción. A menos tiempo, menos posibilidades. Y esa es una decisión que, al parecer, ha de tomar usted. Y sin referencia a cuestiones tácticas, de esas de elecciones europeas o locales. Tome la decisión, pues las cuestiones tácticas se arreglarán por sí solas. Lo esencial es dar tiempo suficiente a quien haya de liderar su partido en unas elecciones que determinarán nuestras vidas para muchos años por venir.

Piénselo. Escuche a todo el mundo. No solo a los de su partido. 

(La imagen es una foto de rubalcaba38, bajo licencia Creative Commons).