dijous, 16 de gener del 2014

La confesión. Un bochorno histórico.

El País se ha convertido en el vocero de La Moncloa. Su editorial de ayer, celebrando Un éxito de Rajoy, habrá hecho palidecer de envidia a más de uno en la prensa adicta. Obama da el espaldarazo a la recuperación española y al liderazgo de Rajoy; la salida de la crisis es un hecho. Reina un prudente optimismo. Ni mención al torrente de disparates, meteduras de pata y momentos ridículos que protagonizó nuestro representante. Y todo eso so capa de periodismo serio, objetivo, equilibrado.

La visita de Estado de una hora de Rajoy a Obama ha escenificado la verdadera naturaleza de las relaciones entre España y los Estados Unidos, la respectiva consideración en que se tienen el uno al otro. No lo ha hecho a ojos del mundo, ni siquiera de los mismos Estados Unidos, porque no fue noticia en ningún medio y nadie estaba mirado. Fue mucho más noticia en los medios internacionales el estallido del Gamonal y su proliferación a cuarenta ciudades más en España, asunto de muchísimo mayor interés que los balbuceos de Rajoy en presencia del emperador. Ni siquiera tuvo el eco que buscaba en el interior: los catalanes, a lo suyo; los vascos, a lo suyo; la izquierda, moviéndose; la gente, en la calle; hasta sus propias huestes se agitan. Se va dos días al extranjero y le montan un partido más a la derecha que se presenta hoy.

Una hora para escenificar una relación de absoluta sumisión española, en condiciones francamente ridículas. A los dos años de llegado a La Moncloa, el presidente sigue sin ser capaz de pronunciar dos frases en inglés, una por año cuando menos. ¿Y qué decir del esperpento de los regalos? Fue Rajoy con las manos llenas poco menos que de incunables, verdaderos tesoros, y recibió a cambio una caja de conguitos o algo así, firmada por Obama. Es lo de los abalorios y el oro de las Indias, pero al revés. Lógico. Para Rajoy era el pináculo de su carrera, el espaldarazo imperial, la consagración de su liderazgo; para Obama era una visita rutinaria, sin interés, obligada probablemente por cortesía diplomática, lo que le producía una obvia desidia que no se molestó en ocultar a lo largo de la entrevista. En la foto, que recuerda mucho una confesion católica (a Rajoy solo le falta arrodillarse), Obama simular cavilar sobre lo que el otro está diciéndole, aunque sin entender nada, mientras mira disimuladamente el reloj. Eso si no estaba dormitando esperando que el traductor vertiese a inglés la perorata de su huesped.

(Por cierto, al analizar hace unos días esta visita de Rajoy (La Foto) me equivoqué al suponer que, siendo demócrata, la Casa Blanca no situaría a España entre México y Panamá. Falso. El vicesecretario de Estado (el secretario de Estado estaba de viaje) confundió España con México y lo "arregló" mencionándolos juntos.)

Huesped fugaz. Una hora raspada. Sin invitación a almorzar, como sí hizo con Rodríguez Zapatero; ni un aperitivo. Una hora y a casa. Cruce usted el charco a miles de kilómetros con un formidable séquito de políticos, altos cargos, empresarios, etc para un hora. Y ni siquiera hablaron de Eurovegas. La oposición puede preguntar cuánto ha costado este viaje de oropel y ridículo. Pregunte también si se ha hecho algún desembolso adicional. No sería extraño si se recuerda que Aznar gastó dos millones de euros de dineros públicos para contratar un lobby que le consiguiera una medalla del Congreso de los Estados Unidos. ¿Por qué no va a haber habido aquí algún intermediario interesado? En román paladino, ¿nos ha costado mucho la foto de Obama con este embustero compulsivo, obsequioso con los de arriba y despótico con los de abajo?

El asunto es tan irrisorio y nos deja en tan mal lugar que no es responsable no plantearlo, analizarlo y sacar las conclusiones obvias respecto al liderazgo de Rajoy. El único capaz de hacerlo fue Wyoming quien ayer dedicó medio programa a reírse de las gansadas del presidente y poner en solfa el desgraciado guiño nervioso del ojo izquierdo, al que ya llaman el polígrafo de Rajoy.

Decir que este viaje ha sido un Éxito de Rajoy es confundir un editorial con un panegírico.

La realidad de España no está en las trolas de Rajoy, aunque las propale El País que, por cierto, va camino del desastre. La realidad está en el Gamonal y en las calles de decenas de ciudades españolas.