diumenge, 26 de gener del 2014

Una provocación disfrazada de palo y zanahoria.

A la hora de comentar un discurso de Rajoy (o sea, una lectura en público de algo que alguien le haya escrito), es obligado avisar de que el crédito del orador es nulo. Quien asegura en Barcelona que mientras él sea presidente no habrá referéndum ilegal ni se fragmentará España es quien dijo que no subiría los impuestos (los subió); no pediría rescate (lo pidió); no tocaría las pensiones, (las bajó); no recortaría la educación y la sanidad, (las recortó),  etc., etc. El mismo que reconoció no haber cumplido su palabra, amparándose en la vergonzosa excusa de cumplir con su deber, cuando el único deber de un hombre cabal es cumplir su palabra y, si no, no haberla dado. O largarse con viento fresco.

El crédito de Rajoy es cero. Y menos de cero en Cataluña. Su palabra no vale nada. Pero no quiere decir que sus intenciones no sean aviesas. El mismo tipo que ha dicho en Barcelona en tonos casi místicos, que ama a los catalanes y se siente identificado con Cataluña es quien pidió firmas en contra del Estatuto, quien alentó el boicoteo a los productos catalanes, quien -prodigio de sensibilidad, previsión e inteligencia- calificó la Diada de 2011 de algarabía nacionalista y  es el responsable directo del aumento del independentismo por haber recurrido el Estatuto ante el Tribunal Constitucional, cuya estúpida sentencia al respecto en 2010 desembocó en esta situación. ¿Crédito de Rajoy en Cataluña? Menos de cero.

Fiel a su estilo, sobre las mentiras y las bravatas, la mayor confusión posible porque, ¿en calidad de qué hablaba? ¿De presidente del gobierno o del PP? ¿Y a quién hablaba? ¿A los militantes de su partido allí reunidos? ¿A los catalanes? ¿A todos los españoles? Imposible saberlo si no es con un análisis cuidadoso.

Alguien le dijo que diera imagen de firmeza. Así pues comenzó y terminó su breve e insulsa pieza con la misma "promesa": no habrá referéndum catalán.

¿Y qué razones esgrime para ello? Solo una: la ley y la Constitución no lo permiten. Una ley que él y su partido reforman cuando les molesta y una Constitución con la que hace lo mismo, con la impagable colaboración del otro partido dinástico. Para sus intereses y conveniencia, sí; para los de los demás, no. A los efectos de disfrazar tan irritante arbitrariedad, el orador se embarcó en una melopea teórica de maestro ciruelo sobre el sentido de la democracia y el Estado de derecho demostrando, además, que no sabe de lo que habla porque confunde los dos conceptos. Tanto daba, de todos modos, pues no sería su público quien se lo echaría en cara.

Terminado el hocus pocus de la Constitución y la Ley con que este menda fue a engañar a la tribu cataláunica, pensando que está compuesta por bobos, abordó el territorio de las realidades prácticas. Terminada la zanahoria, el garrote. Envuelta en lamentaciones, una sarta de amenazas: Cataluña independiente será más pobre, nadie le comprará nada, quedará olvidada en un rincón, fuera de Europa y de todos los tratados internacionales, sola, con la seguridad social en quiebra, sin poder cobrar las pensiones.

¡Ah! Pero para eso está él. Por eso -más amenazas- no cortará el grifo de su generosidad con el principado, siempre, claro, que los catalanistas abandonen sus proyectos y se sometan. Porque, ¿acaso no ha dicho mil veces que está abierto a todo tipo de diálogo? Véase, si no: se ha hecho 600 kilómetros de un salto para venir a decir a Mas (a quien no nombró, como si fuera un Bárcenas II) que está dispuesto a dialogar sobre lo que sea excepto sobre lo que a él no le dé la gana.

Coronó su inenarrable pieza oratoria con dos de sus habituales mentiras, una referida al pasado y otra al presente. La del pasado: España es la nación más antigua de Europa y Cataluña siempre ha formado parte de ella. La del presente: tenemos señales inequívocas de que estamos dejando atrás esta pesadilla de la crisis.

Dicen los del PSC que Rajoy es incapaz de resolver la relación de Cataluña y España. Cierto, pero, ¿quién ha dicho a estos ingenuos que quiera hacerlo?  No fue a Cataluña a resolver nada sino a mentir, amenazar y provocar a los nacionalistas, a ver si el conflicto se encona aun más, tenemos un lío y él puede ocultar que preside un gobierno dedicado a esquilmar el país, expoliar a los españoles, dejarlos sin trabajo, condenarlos al paro y la emigración, desmantelar el Estado del bienestar, conseguir que los ricos se enriquezcan, entre ellos él y su propia gente a base de sobresueldos y los delincuentes se libren de la justicia, por lo que les pueda tocar también a ellos mismos.

Y si para eso hay que provocar una fractura en España, la provocará.

Ese discurso es una provocación.

 (La imagen es una captura del vídeo de Público.)