dissabte, 1 de febrer del 2014

El PP o nada


Debe reconocerse a María Dolores Cospedal un don para la frase populista, radical, extrema, demagógica. De ella es la célebre el PP es el partido de los trabajadores o la más suave pero igualmente falsa, el PP es el partido más transparente de España. Son afirmaciones rotundas, tajantes, como mazazos que buscan exactamente eso, el efecto de un mazazo,  aturdir, apabullar, oscurecer el raciocinio del auditorio para que no repare en el disparate que acaba de oír. Y a fe que tiene éxito y arranca fervorosos aplausos. Solo se lía cuando el concepto se hace algo más complejo, como demostró al explicar qué era un finiquito simulado en diferido. Para estos razonamientos, de orden superior a una simple consigna de cuartel, suele ser más apropiada Esperanza Aguirre, capaz de adentrarse en la filosofía de la historia asegurando que es el cristianismo (quiere decir el catolicismo) el que ha traído la libertad al mundo o en la filosofía política más enrevesada afirmando que la superioridad moral de la izquierda es una falacia. Ahí se notan algunas lecturas.

No en Cospedal, quien prefiere evitar rodeos y galimatías e ir directa al cuerpo a cuerpo: Es el PP o nada. Su economía léxica delata su poderosa pegada. Podía haber dicho "el PP o la nada", pero eso hubiera dado pie a algún despistado a reflexionar sobre la nada como concepto filósofico y algún otro, más socarrón, equipararía el PP a la nada. Es el riesgo de estas disyuntivas tan brutales.

El dos de agosto de 1975, el Hermano Lobo, un semanario de humor "dentro de lo que cabe" (pues aún no había muerto el Invicto) publicaba este famoso chiste de Chumy Chúmez. Cambien la fecha. El chiste tiene plena vigencia. El PP o el caos primigenio, que también es el PP.

La convención vallisoletana del PP ha comenzado al mejor estilo Rajoy, esto es, con un claro programa de lo que se puede y no se puede decir, incumplido desde el inicio mismo del evento. El propósito de La Moncloa es que se hable de los logros del gobierno en economía y las perspectivas de futuro y de nada más. Es lógico. El presente es un desastre, los logros del gobierno no existen y por tanto solo se pretende hablar de lo que será pero aún no es. El resto quiere ser silencio. Pero es un silencio a gritos.

El primer grito, la unidad. No pasa nada. El PP es una balsa de aceite. Mayor Oreja, disciplinado militante, está en expectativa de destino y Aznar no ha podido asistir pero manda saludos. Una típica metedura de pata de moza bisoña y algo aldeana. Si Aznar hubiera querido mandar saludos podría haberlo hecho por una videoconferencia, o con un correo electrónico, incluso con un tuit: "Ánimo, chicos. Suerte. Viva España", por ejemplo. Máxime teniendo en cuenta que es el presidente de honor del partido, según ha recordado, también con escaso tacto, Núñez Feijóo. Para no querer darse por enterados de los nubarrones en el cielo unitario están haciéndolo de cine.

El estilo Cospedal marca la pauta: "El PP somos todos", "unidad", "el PP o nada". Es la derecha eterna, que habla a través de esta enérgica señora y sin saberlo ella, con la voz del carlistón donostiarra Vicente Manterola cuando clamaba Don Carlos o el petróleo. No están preocupados por la indisoluble unidad del partido ni perciben amenaza alguna, pero han sacado de paseo la mojama ideológica de su fundador sacrosanto. Carlos Argos, curioso apellido, carnet número dos del PP, mano derecha del exministro franquista, echó a rodar una leyenda, fabricando una especie de testamento político de Fraga: Carlos, di a Rajoy que preserve la unidad del partido y la de España. Es también una carga de profundidad contra Aznar quien no ha sido desleal al partido que preside honoríficamente, sino a la memoria de quien lo designó presidente efectivo en su día. Esta memoria descansa hoy sobre el caudillo vivo que, como se ve, fue ungido directamente por el venerando patrón y no por el pérfido sucesor. La iconografía mesiánica es Fraga-Rajoy. Aznar ha desaparecido de la foto. A su vez, esos peces chicos de Vox tampoco ameritan que se les dedique atención alguna. Pero, como le sucede siempre a Rajoy con estas técnicas, han estado más presentes en ausencia que si se hubieran inscrito para participar en el cónclave. Nadie los ha mentado por su nombre que se ha barcenizado, se ha convertido en un silencio y han estado presentes, con la opresiva presencia de la ausencia forzada.

El resto de los silencios, las no-cuestiones o vacíos del orden del día están aún en proceso. De la corrupción nadie quiere oír hablar. Pero ya han hablado. Si siguen o no, depende de imponderables. Alguien, versado en técnicas de comunicación, puede recomendar romper el tabú de la corrupción, montar una escena de crítica, autocrítica y grandiosos propósitos de enmienda a cambio de no tocar el otro tabú, el importante, el aborto.

Pero ¿está en su mano evitarlo? Ayer los antidisturbios mantuvieron a gran distancia del lugar en donde el PP celebra la convención a unos 1.500 manifestantes del tren de la libertad que llegará hoy a Madrid. Por cierto, hay una convocatoria para que vayamos todos a recibirlo para acompañar a los ocupantes al Congreso. En ese tren vienen también muchos extranjeros. No es razonable suponer que los participantes de la convención ignoren lo que está pasando en la calle en ese mismo momento y que, por cierto, es una movilización multitudinaria, muestra de energía, espíritu democrático, amor a libertad, que eclipsa el cónclave de esa presunta asociación de mangantes contando trolas que ya nadie escucha. La inevitable cuestión del aborto que, además, divide claramente al PP, puede actuar como cortina de humo para el tercer tabú, el de la unidad nacional española, motivo principal de las tensiones con los refractarios y hasta con la FAES que ha tenido la desfachatez de dictar normas al gobierno sobre cómo proceder con la cuestión catalana.

Por supuesto, el tema más paladinamente ausente es Europa. A esta asociación de cobradores de sobresueldos, comisiones, mordidas, diferidos, finiquitos, complementos, dietas, prebendas, contratas, adjudicaciones y llano trinque; a este grupo de presuntos (empezando por su presidente), sospechosos, imputados, acusados, procesados y algunos ya condenados, la Unión Europea le importa un pimiento.

El empeño en no hablar de los problemas, la creencia según la cual lo que no se nombra no existe, la fe en las virtudes curativas del paso del tiempo no son los procedimientos más adecuados para llenar de contenido una convención. Por eso, lo mejor es acudir a la acreditada capacidad cospedaliana de zanjar las controversias con el tajo alejandrino de una consigna cuartelaria: El PP o nada, expresión que tiene muy distinto valor según se sea o no militante del partido. Si no se es, la expresión es una amenaza; si se es, una advertencia. Una advertencia al par de miles de militantes, asesores, cargos públicos, enchufados, ediles, ministros, mamandurrios y corruptos en nómina: los sobresueldos dependen de la unidad.