dimecres, 12 de novembre del 2014

Milagros de la consulta inútil.


Menos mal que según el mandarinato, la consulta catalana es "inútil" y carece de efectos jurídicos. Si llega a ser útil el mundo cambia de base. Puede que no tenga efectos jurídicos, aunque eso es dudoso, al menos en los de carácter negativo y represivo. Pero los tiene políticos, sociológicos y hasta psicológicos. "Dar la cara", como dice la prensa al estilo llano, o sea, comparecer en público a explicar, a rendir cuentas, es algo tan impropio del carácter de Rajoy como la abstinencia en los conejos. Lo que en cualquier país democrático del mundo es un asunto de rutina, la comunicación fluida de la sociedad con los gobernantes, aquí se convierte en algo tan milagroso como el hallazgo del santo grial. En tres años los medios han conseguido no más de media docena de comparecencias presidenciales, una de ellas en plasma y las demás sin preguntas o con preguntas pactadas. La consulta será inútil pero, entre otros milagros, ha logrado que el responsable de este desaguisado de país, en efecto dé la cara cuando no pensaba hacerlo pues se ha ido a buscar un refugio en las antípodas.

Ahora es de ver qué cara da, cuánta da y cómo la da. Quizá debamos descartar el plasma. Se corre el peligro de que los medios se planten, como han hecho los catalanes.  ¿Y las preguntas? Ahí ya nadie se atreve a vaticinar gran cosa. Que Rajoy traerá el rollo escrito es obvio. Pero las preguntas distraen, son peligrosas, obligan a improvisar. Se admiten apuestas. En realidad puede pasar cualquier cosa y lo saben todos, empezando por el presidente, quien jamás dice nada, ni buenos días, sin leer.

En cuanto a la doctrina escrita seguramente será la que expuso Rajoy en su última comparecencia en sede palinura bajo el título España es una gran nación, salvo alguna cosa. Tiene medio partido soliviantado acusándolo de pantuflero cuando no directamente de cobarde. Y del otro medio teme que le esté haciendo la cama, convencido de que el líder no da una. Por eso, con un pie en el avión, deja su marca personal: España es una gran nación y aquí no pasa nada.
 
Lo bueno serán las preguntas.

Las referentes a la consulta rebotarán sobre la pared de la "falta de efectos jurídicos". Sin embargo, se ha movilizado a la Fiscalía para que investigue si se puede procesar a los dirigentes de la Generalitat. Tanto que los fiscales, incómodos, denuncian las presiones del gobierno. Este ministerio rezonga más ante la injerencia del gobierno que los magistrados del Constitucional. Aquel dice limitarse a cumplir  y hacer cumplir la ley. Y, como avisa Sáenz de Santamaría con ese gesto adusto de maestra enfurruñada, mientras el PP gobierne, aquí no habrá secesión alguna. Tampoco iba a celebrarse la consulta.

Queda por averiguar si la comparecencia abordará asimismo ese otro pivote del quehacer nacional español: la corrupción  o si es un deseo de la prensa. Tratar en comparecencia pública de media hora este mal pandémico, endémico y epidémico después de que el grupo parlamentario del PP rechazara establecer una comisión sobre tan apasionante asunto muestra no ya el minimalismo del gobierno sino su nihilismo. ¿La corrupción? El que la hace la paga; cada palo aguante su vela; no adelantemos acontecimientos; el gobierno colabora plenamente con la justicia; dejemos hablar a los tribunales; respetemos la presunción de inocencia; cuatro casos aislados no son el rebaño entero. Y, además, en breve se presentará el paquete de medidas de transparencia y regeneración de la democracia y de lucha contra la corrupción.

Dos únicas y cándidas preguntas: ¿cree el presidente que es la persona más adecuada para presentar un proyecto de transparencia, regeneración y lucha contra la corrupción? ¿No tiene sentido del ridículo?