dissabte, 14 de febrer del 2015

El gobierno de los hombres y la administración de las cosas.


O sea, el ejercicio del Poder. Jesús del Gran Poder llamaban a Jesús Polanco. La muerte, el tiempo, la vida, convirtieron aquel Gran Poder en la impotencia de un querubín del Barroco. Ahí está El País dispuesto sacar adelante al PSOE a golpe de encuesta, horrorizado ante la alternativa, con un éxito menos que mediano. El Poder no se crea ni se destruye. Pero, ¡oh dioses! cambia de mano, o sea de brazo. Los medios han perdido su poder en una sociedad absolutamente permeada de información en tiempo real. Se acabó el sueño de los medios independientes, basados en el éxito económico.


Todos los periódicos de papel son una ruina y tienen que sobrevivir como pueden. Sometiéndose al Poder que se ha desplazado hacia el dinero. Es decir, tampoco ha ido tan lejos porque siempre ha estado ahí. El poder del dinero. 800 millones de € de fianzas a Rato y otros. Podrán depositarlos, supongo, porque los tienen. Los han obtenido presuntamente de forma fraudulenta. Y hay un escándalo. Bastante hipócrita, por cierto. ¿De dónde proceden las demás fortunas? Seguramente habrá ejemplos de muy meritorios empresarios que, empezando de la nada, gracias a su trabajo, tesón y sentido del ahorro, levantaron un emporio. Pero en la mayoría de los casos, las grandes fortunas proceden de saqueos, expolios, robos, estafas, fraudes, engaños. En definitiva, vienen de la explotación del trabajo ajeno.

Muchos se escandalizan no porque Caja Madrid estuviera gestionada por un presunto chorizo, sino porque lo han pillado. Pero, hombre, eso se hace sin que te pillen porque, entre otras cosas, pones en peligro la seguridad del latrocinio organizado. Y ¿qué se sigue de esto? Que la administración de las cosas, ese aspecto esencial del ejercicio del poder, ha estado en manos, al parecer, de un absoluto incompetente o un ladrón o de un ladrón incompetente.

No se dirá que el capitalismo no es un sistema magnífico en el que cabe nombrar al frente de una de las mayores entidades de crédito a quien pudiera ser un ladrón incompetente. El problema no es el capitalismo, dicen los capitalistas, sino el control político de las cajas. Pero el control político de las cajas es cosa del capitalismo. Prueba: tan contentos estaban los empresarios y los sindicatos participando en el unto.

Claro parece quedar que, como administrador de las cosas, Rato es tan malo que no solo ha arruinado a miles de personas sino que se ha buscado su propia ruina. 

¿Y qué pasó con el gobierno de los hombres? El mismo que presuntamente ha arruinado a su empresa y a un montón de gente más, el que abandonó el FMI haciendo mutis por el foro y en sentido estricto, pues ni una explicación dio, venía de ser Ministro de Economía y Hacienda y vicepresidente de los gobiernos de Aznar. Según las leyendas, el autor del milagro español. Eso tampoco era mucho decir porque, cuando los del Wall Street Journal, siempre unos impertinentes empiricistas de la tradición anglosajona, vinieron a enterarse de eso del "milagro español", en 1997, Aznar los sacó de dudas como Jehová a Moisés: yo soy el milagro. A Rato, ni las migajas. Además, ¿no estaba destinado a pillar la pasta de Caja Madrid?

¿Por qué hay que creer que, quien fue un incompetente y un supuesto estafador en la administración de las cosas, no lo fue antes en el gobierno de los hombres solo que no lo han pillado? Por un acto de fe. Nada más. Años después, declarando ante el juez por el latrocinio de Caja Madrid, Rato dijo que no sabía contabilidad ni conocía la normativa legal sobre la materia. Es decir, puedes llegar a ministro de Economía y Hacienda de tu país sin saber cómo funciona tu territorio. 

Pues sí, parece que, en efecto, fue un milagro.