diumenge, 26 d’abril del 2015

La mentira y la mala fe en política.

Suele decirse que una buena campaña de comunicación política es aquella que consigue transmitir de modo rápido, sencillo, claro y masivo el mensaje del candidato o candidatos, cuando el electorado capta el contenido de su discurso, la verdad de sus intenciones y no hay confusión ni enredo. Los mejores asesores de comunicación (esos pájaros que reclaman siempre para sí los créditos de la victoria y desaparecen misteriosamente en la derrota) son los que consiguen convencer a la gente de la sinceridad y la veracidad de quien les paga.

Mentira. Eso es lo que dicen, pero no lo que hacen

La mejor comunicación política -una actividad en la que el embuste es consubstancial a casi todos los discursos- es la que vende como verdad una mentira, la que mejor oculta las auténticas intenciones de los candidatos, la que los ayuda a engañar a la gente, a falsear sus propósitos y tergiversar sus términos. Gana el que más miente.

Tómese un ejemplo cercano y sencillo: ¿cuántos de los partidos que se presentan a las elecciones del 24 de mayo reflejan en sus nombres, títulos, marcas o siglas sus programas o intenciones? Solo dos y medio: el Partido Socialista Obrero Español, el Partido Nacionalista Vasco y, en parte (por eso lo considero medio) Esquerra Republicana de Catalunya. Curiosamente, tres de los cuatro partidos más antiguos del país. El otro, el Partido Comunista de España, que yo sepa, no se presenta a las elecciones bajo sus propias siglas, sino camuflado con otras.

Para la sana mentalidad burguesa reformada, la base del negocio comercial es que las marcas digan la verdad, no engañen ni confundan con malas artes y peor fe la confianza de los clientes y consumidores. ¿Qué sucede en España hoy? Que salvas las dos excepciones y media citadas, todas las ofertas, partidos, coaliciones que se presentan a las elecciones, tratan de engañar, de mentir a la gente, de presentarse como lo que no son. Los ejemplos:

El partido popular lleva su afición al embuste y la patraña al extremo de que, al principio, ni siquiera se llamaba "partido", término que horrorizaba a los franquistas que lo fundaron. Así se llamaron "Alianza", que trae siempre buenas connotaciones a la derecha, al estilo de la "Santa Alianza". Viendo que con esta triquiñuela no ganaba elecciones aceptó ser partido y, como adjetivo, "popular". Exactamente ¿qué quiere decir "popular"? Nada, cosa que sus miembros saben de sobra. Es un truco populista de cuarta regional que no puede ocultar el ridículo de que siga llamándose "popular"un partido que no tiene nada de popular. El éxito, sin embargo, de la campaña de comunicación, es decir, de embustes y mentiras, consiste en convencer a la gente de que es "popular" un partido literalmente cuajado de aristócratas como Aguirre, Morenés, Becerril, etc que, además, de engañar a la gente, la desprecian.

El Partido Socialista Obrero Español no oculta sus señas de identidad ni su título. Cuando menos, no miente. Es más, es tal el éxito de su marca "socialista" que sus adversarios, cuando le niegan esa condición, lo que hacen es reprocharle haber traicionado el significado del término,  no ser verdaderamente socialista, atributo que se autoadjudican con desparpajo, pero sin motivo porque, se pongan como se pongan la marca será siempre del que la puso en circulación.
 
La izquierda no socialista hoy canta la copla habitual, la de la "traición" al auténtico socialismo, la patraña de redefinir la "izquierda", apropiarse el término y negárselo a los otros. El término "izquierda" sustituye hoy al que verdaderamente la identificaba: el de comunista. En la comunicación política de la antigua constelación comunista, Izquierda Unida en todas sus fracciones, Podemos y demás derivados, la única palabra que no aparece es la de su razón  ser, esto es, el comunismo que, como sabe todo el mundo, no sirve para ganar elecciones. O sea, dicho con claridad, apuestan por mentir y engañar. El intento de llevar la mixtificación al extremo de cuestionar la legitimidad del concepto mismo de izquierda cuando se es de izquierda eleva el propósito embustero y engañador a una demagogia casi neurótica. La propia de burgueses privilegiados apacentando al "pueblo" al que, obviamente, hay que engañar por su bien. E igual que con el Partido Popular, muchos anhelan que, en efecto, los engañen.
 
En Unión, Progreso y Democracia, una historia de éxito seguro, según algunos analistas políticos de ojo clínico qur los dioses les conserven, debido a las connotaciones positivas de los términos, la mentira era la de patas más cortas en toda esta historia: tres conceptos ampulosos para vestir y dotar de dignidad a un proyecto personal de supervivencia de una política, Rosa Díez, que no tenía literalmente nada que decir ni aportar a los problemas de la gente.
 
Ciudadanos es ya quintaesencia misma de la mentira y el engaño, muy al estilo de Podemos. Exactamente, ¿qué deben entender los votantes que propone Ciudadanos? Del nombre no se deduce nada. Igual podrían llamarse Caminantes o Seminaristas. ¿Y qué propugna? En realidad, nada: solo no hacer lo que se ha hecho hasta ahora y hacer lo que no se ha hecho. Puro embeleco 
 
Al lado de este coro de mentiras y falsedades, el Partido Nacionalista Vasco no engaña a nadie. El nacionalismo ha significado muchas cosas a lo largo de tiempo, pero siempre ha sido nacionalismo y el PNV su adalid. No se ha vestido de otra cosa, como Convergència i Unió, cuyo carácter independentista es una manifestación relativamente reciente.
 
La mentira y la mala fe son evidentes. De todos los partidos y formaciones que concurren a las elecciones, todos menos dos y medio, el PSOE, el PNV y, en parte, ERC, se presentan ocultando lo que son, mintiendo y  tratando de hacerse pasar por lo que no son. 
 
Buen momento para los de comunicación política.