dimarts, 8 de setembre del 2015

Todos contra Mas.


Habiéndose dado cuenta por fin el nacionalismo español de que el reto soberanista catalán (como dice la prensa) va en serio, que es el problema más grave hoy en España, arrecia en sus andanadas para resolverlo a su tradicional manera, o sea, por las bravas. El frente unionista comparte táctica. Todos fingen ignorar el carácter popular, masivo, transversal del independentismo y se concentran en atacar a Mas con saña. Tanta que cualquier observador con sentido del fair play se siente obligado a intervenir, aunque, como es el caso de Palinuro, no simpatice en absoluto con las posiciones del president en materias sociales, económicas, políticas. Los ataques son tan desmesurados que cabe preguntarse si se deben solo a la ignorancia o incluyen mala fe.

Celia Villalobos, según dice El Mundo asimiló a Mas con Franco. No sé si el verbo "asimilar" es muy correcto aquí pero la comparación es un dislate que hace dudar de si la señora sabe lo que dice. Si Felipe González insinuó un simil nazi-fascista (omitiendo astutamente el franquismo) del que hubo de desdecirse en veinticuatro horas, Villalobos completa el trío, señalando además, expresamente, que Franco era un nazi y un fascista, por si alguien no lo sabía. El dislate alcanza tonos flamígeros cuando se recuerda que Franco era el jefe del fundador del partido en el que milita con gran brillantez y aprovechamiento la señora Villalobos. El mismo Franco cuyo nombre se niega a quitar de las calles el PP, el partido de la doña. Esta, por lo demás, con su gracejo andaluz, espera que sus paisanos no tengan que traer un pasaporte extranjero al visitar a sus parientes en el Sur. Está bien aligerar un poco el hierro y el fuego de la batalla dialéctica. En ese mismo espíritu liviano alguien recordará a la diputada del PP que los países que estamos en el acuerdo de Schengen no pedimos pasaportes en nuestras fronteras.

Pedro Sánchez, de visita de masas en Tarragona, en apoyo a Iceta, ha entrado en faena por el flanco sentimental afirmando que él se siente catalanista. No hay nada como tocar la fibra al personal. Suena aquí aquel histórico Ich bin ein Berliner de J. F. Kennedy en 1963, ante el muro de Berlín. Salvando las distancias. Y los tiempos. Y los sentidos. Y las figuras. A continuación, el catalanista Sánchez, economista de formación al fin y al cabo, especifica que su catalanismo no es el del 3% y vincula directamente a Mas y Pujol con la corrupción. Resumen por el momento: Mas es como Franco y, además, un corrupto del 3%. Eso del 3% lo sacó el socialista Maragall hace como doce años, pero no dio lugar a acción alguna de ningún tipo, político, judicial o mediático. Ahí se quedó, como los murciélagos en hibernación, hasta ahora, cuando la policía anda registrando sedes de Convèrgencia y, según informes, recogiendo pruebas. De lo que no parece que haya ninguna es en contra de Mas. Si el ministerio del Interior abrigara el barrunto de la sospecha en forma de intuición, de corazonada, aunque fuera en diferido, de que Mas tuviera algún asuntillo, por nimio que fuera, ya habría montado el operativo mediático pertinente. Pero nada de nada. Júzguese con ello de la nobleza de la insinuación de Sánchez.

Pablo Iglesias levanta el alza del arma y apunta más arriba, a la legitimidad del presidente Mas, con una pregunta que lo pone en cuestión y de paso toda la teoría política democrática: ¿quién se ha creído que es para representar a un pueblo? Es verdad que, luego, con la facilidad con que se desciende de los cielos al fango, vincula a Mas con las cuentas en Suiza, muy en línea con las acusaciones -y las mismas pruebas inexistentes- que hacen los otros unionistas españoles. Más de lo mismo, por supuesto. Calumnia, que algo queda. Pero lo más disparatado del dirigente de Podemos es la pregunta por la legitimidad de Mas. Atiéndase a la respuesta ofrecida por el mismo orador: "los pueblos se representan a sí mismos". Una frase rotunda, con voluntad de permanencia pero que, como todas las de este jaez, es un absurdo: los pueblos no pueden representarse a sí mismos porque no habría dualidad entre representante y representado. Quizá lo que debamos entender es que los pueblos se presentan a sí mismos. Y no sé si esto es algo inteligible en política.

Supongo que Mas cree que es el representante del pueblo catalán porque así lo decidió la mayoría de los votantes y, en teoría democrática, una vez elegido por mayoría, el representante lo es de todos, incluidos quienes no lo han votado. Pero lo fantástico de negar la legitimidad de Mas es la ignorancia supina que destila respecto a la cultura política catalana. A diferencia de España, en Cataluña, la figura del MH es muy respetada. Podríamos hablar mucho de esto pero no ha lugar. Los catalanes se identifican más con sus instituciones y las personas que las encarnan que los españoles con las suyas. El apoyo y el respeto a la figura del presidente, sigui el que sigui, es muy superior a su círculo de votantes. Empeñarse en desactivar el independentismo catalán atacando personalmente al presidente al que respetan y apoyan no solo los independentistas sino también muchos catalanes que no lo son demuestra un grado de obcecación que recuerda el método en la locura de Hamlet.

Si, frente al independentismo catalán, el nacionalismo español no sabe hacer nada mejor que atacar a Mas y hacerlo con tal falta de estilo, el día 27 de septiembre va a llevarse un disgusto.