dimarts, 27 d’octubre del 2015

Hoy, la República.


Los dos discursos de Julià de Jòdar y Carme Forcadell dejan claro que este Parlamento acaba de inaugurar la ruta hacia la República catalana. Como se sabe, Forcadell recibió 77 votos, cinco más de la suma de JxS y la CUP y que, obviamente, proceden de Catalunya Sí Que Es Pot, con lo cual se comprueba la opinión de que esa alianza está dividida y no tiene opinión unánime. Otra cosa es que el líder de Podemos, Iglesias, haya entendido el mensaje cuando dice que los cinco votos de su formación a Forcadell no son un respaldo al gobierno de Mas sino una muestra de que Podemos son los únicos que pueden hablar con todo. É ben trovato, pero falso. Está claro que es un intento de hacer de necesidad virtud. Ni siquiera es seguro que el propio dirigente supiera que había cinco votos a favor de Forcadell entre sus diputados. Más legítimamente podremos decir que el independentismo en el Parlament no son 72 diputados, sino 77. Los indepes ganaron el plebiscito.  

Me gusta el título que se ha elegido para la mesa redonda: de la revolució a la República. Me encuentro como en casa. Sin falsa modestia, fui uno de los primeros en calificar el proceso independentista catalán de revolución. Por supuesto, con los consabidos matices de que se trata de una revolución de nuevo tipo y sin precedentes. Y, como republicano acendrado, nada puede agradarme más que un proceso político termine estableciendo una república, esto es, un sistema en el que todos los cargos públicos son electos por los ciudadanos, incluido el Jefe del Estado. Y no quiero mirar a nadie.

Porque la única fuente de legitimidad del poder (en la medida que el poder, cualquier poder, tenga aspiraciones a ser legítimo) procede del pueblo.

Allí nos veremos. El momento es molt interessant.