dimecres, 9 de març del 2016

El manso pueblo español

A la vista del último barómetro del CIS, a uno lo embarga una mezcla de melancolía y depresión. Han sido ncesarios siete años con el paro por encima del 25% para que el 78% de la gente lo vea resignadamente como un problemón. De hacer algo contundente para acabar con esta forma de terrorismo del capital, ni hablar. 

Otros tantos años o más con una corrupción que todo lo ha podrido para que los preocupados lleguen al 47,5%. En cualquier país occidental un personaje como Mariano Rajoy, el de los sobresueldos, el principal responsable de este trinque masivo, de este expolio generalizado de los recursos públicos, organizado por la banda de presuntos chorizos que llaman PP, habría dimitido cien veces y estaría escondido en alguna gruta de los Dolomitas, comiendo raíces. Aquí este hombre, incapaz de hilar dos frases en su propia lengua que no muevan a risa a las vacas de su Galicia natal, es candidato a la presidencia del gobierno y en las últimas elecciones sacó siete millones y pico de votos, aportados por gente a la que han robado, saqueado, estafado y reprimido.

Esto, nos guste o no, es España.

Al mismo tiempo, el mismo pueblo da un índice de preocupación por la falta de gobierno en el país, de un 1,4%. Es decir, al resto le importa una higa quién administre el cortijo. Le da igual que sea uno de estos ladrones que va dando vivas a España y hablando de la gran nación que un mangante que se apropia de los servicios públicos para él y sus amigos al grito de ¡viva el mercado libre! Por cierto, un éxito para los de la teoría de la agenda setting, según la cual los medios determinan de qué se habla. Ya se ve: los medios solo hablan de la formación del gobierno, pero la gente ni se entera.

Igualmente la muy verosímil independencia de Cataluña preocupa a otro 1,4% de la ciudadanía. No por distanciamiento y flema británicas, sino porque no tiene ni idea de lo que eso significa para España, ignora cuanto tiene que ver con Cataluña y los catalanes y, si acaso, los desprecia porque tienen la osadía de hablar en su lengua.

Cuando Miguel Hernández escribió aquello de

No soy un de pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta,

debía de referirse a los vikingos.