dilluns, 24 d’octubre del 2016

¿Qué hacer?

Perder una votación es percance frecuente en las democracias. Cuando sucede, lo peor que puede hacer la perdedora es hundirse en la amargura, cuestionar los móviles del ganador, deslegitimar las reglas del juego y vaticinar desgracias sin cuento a la colectividad porque no ganó la parte que, a su juicio, debiera haber ganado.

La abstención del PSOE abre el camino al gobierno de Rajoy (a) Sobresueldos y su partido, esa asociación de presuntos delincuentes que andan de juzgado en juzgado. En esa situación cabe barruntar qué pueda suceder en el futuro a corto y medio plazo. Lo miraremos con respecto al país, al PSOE y a la izquierda en general.

Respecto al país, afirman los socialistas que ahora, desbloqueado el gobierno, el PP, en minoría parlamentaria, tendrá una legislatura muy difícil porque habrá una oposición intransigente del PSOE que no pasará ni una. Pero eso es una quimera. Habiéndose abstenido pretextando "razones de Estado", el PSOE se convierte en rehén de la derecha. Si desbloquear el gobierno era asunto de Estado, también lo será aprobar los presupuestos e igualmente cualquier decisión que tome el gobierno respecto a Cataluña, asunto en el que PSOE está unido al PP como dos hermanas siamesas. ¿Y qué queda? Para los otros aspectos, políticos, económicos, sociales, el gobierno se valdrá del Senado y el Tribunal Constitucional a fin de yugular cualquier propuesta que venga de la izquierda. En realidad, al abstenerse, el PSOE se ha convertido en el rehén de su adversario.

Porque este dispone de una amenaza que es un verdadero chantaje: o seguís apoyando en nombre del interés de Estado o hay elecciones anticipadas en enero, en marzo, en mayo, cuando Rajoy quiera. Así que, de oposición intransigente, nada. La bancada socialista no será de estricto aplauso a la derecha, pero le faltará poco. Tendrá que avalar la política del PP en su agresividad a Cataluña y secundarlo por el camino que lleva al conflicto institucional, la hostilidad más aguda y la ruptura del país por su incapacidad (la de ambos, a fuer de nacionalistas españoles) de encontrar una solución acordada con los independentistas catalanes.

En cuanto al PSOE como partido, los perdedores de la votación de hoy ya debieran estar trabajando para dar la vuelta a la actitud de la organización y reconstruir esta, poniéndola de nuevo en marcha, si quieren tener alguna perspectiva de recuperación. Eso significa que habrán de convocar un congreso extraordinario cuanto antes y dirimir la cuestión que aquí ha quedado en cierto modo aplazada y que tiene algo que ver con la ideología. No mucho, pues de fondo ideológico le queda al PSOE tanto como dinero a la hucha de las pensiones luego del paso por ella de estos buitres peperos. Y, sobre todo, tendrá que convocar primarias y dotarse de un líder y candidato. Si quiere recuperar algo de la centralidad perdida con este desastre provocado por sus dirigentes más reaccionarios, tendrá que encontrar un candidato o candidata de consenso, cosa nada fácil, como están las cosas. Pero sin nadie capaz de reunificar su partido, es poco probable que este consiga mantener la delantera frente a Podemos y no se produzca el famoso Sorpasso.

Y eso lleva a la consideración de la izquierda en general. Podemos tiene ahora el campo expedito para constituirse en oposición real al PP (aunque tampoco lo tengo claro respecto a Cataluña) y aspira a materializar el dicho Sorpasso. Está en su derecho. Palinuro siempre ha dicho que en la política, como en el mercado, si quieres conservar tu puesto, debes defenderlo frente a quienes, muy legítimamente, aspiran a desplazarte. Nadie tiene derecho a nada por providencia divina, sino a ganárselo defendiéndolo.

Pero la situación de la izquierda es más complicada y grave de lo que augura una visión superficial del Sorpasso, según la cual Podemos adelanta y, con eso, substituye al PSOE. Quizá suceda, pero seguirá sin ser suficiente. Podemos puede ganar al PSOE, pero no porque él mismo suba mucho en votos, sino porque el PSOE pierda mucho más. Es poco avisado presumir que las decenas de miles de votos que van a dejar de ir al PSOE vayan sin más a Podemos. El voto de la izquierda no es tan elástico. Los electores de ambos son muy distintos, como lo son ellos mismos, los dos partidos. 

Podemos es un trasunto de IU con elementos florales y mediáticos muy efímeros. El PSOE, un partido socialdemócrata clásico. Sus electores pueden abandonarlo y probablemente lo harán en masa. Pero no será para ir a Podemos. Este representa la mentalidad radical, con sus puntos de demagogia populista y espectacularidad mediática que lo confina a una franja reducida del electorado, cosa que ya está comprobándose y se comprobará más en las próximas elecciones. Cabría que en su seno se impusiera una actitud menos bizarra y una mayor capacidad de diálogo y pacto; cabría que su discurso fuera más realista en una sociedad compleja. Pero el problema es que, para que este discurso sea creíble es necesario, no que el PSOE esté en minoría, sino que haya quedado destruido. Mientras eso no suceda, los votantes del centro izquierda y la izquierda moderada, cuando se les dé a elegir, seguirán prefieriendo al PSOE.

Resumen: hay derecha para mucho tiempo.