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dilluns, 19 de desembre del 2016

Toma diálogo

Hace una semana la ratita hacendosa fue a la parte de los infieles con la buena nueva de que el gobierno ha descubierto las ventajas del diálogo. Dos o tres días después la presidenta del Parlamento de Cataluña comparecía ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña a declarar en un procedimiento que se le sigue por presunta desobediencia al Tribunal Constitucional. Algunas buenas conciencias dicen que no hay contradicción entre los dos hechos, la declaración en el procedimiento y la conversión del gobierno al diálogo porque esta es posterior al encausamiento. Aunque sea promovido por él mismo, el gobierno no puede interferir en un procedimiento. La Justicia, ya se sabe, es independiente. Pero, dentro del respeto la independencia de la Justicia nadie puede negar la firme voluntad de dialogar del gobierno siempre que no sea sobre el referéndum porque, si se habla del referéndum, enmudece.

No hace falta medir la veracidad o mendacidad del gobierno en materia de diálogo. En el día de ayer -o sea, más de una semana después de que Sáenz de Santamaría se hiciera cargo de la operación diálogo con un discurso que puso a Aznar a dar bufidos patrióticos- la abogacía del Estado ha recurrido de nuevo al Tribunal Constitucional para ampliar la causa por desobediencia de Forcadell a cuatro miembros más de la mesa de la presidencia del Parlament por el mismo presunto delito. Hasta aquí llega la voluntad de diálogo del gobierno del PP; hasta nada. Porque si el procesamiento de Forcadell se decidió con anterioridad a la conversión al diálogo del gobierno, la nueva iniciativa de la abogacía del Estado es posterior. El Estado ofrece dialogar a aquellos a los que aspira a procesar, inhabilitar y, si es posible, encarcelar. O sea, de dialogar, nada. Seguir imponiendo. De hecho la vicepresidenta fue a Barcelona a poner sus reales -o virreales- y a entrevistarse con los suyos, C's, y los semisuyos, PSC, ignorando a la feroz tribu independentista. Poco crédito inspira esa oferta de diálogo. Vamos, que puede ignorarse sin más porque es una mentira.

Desde el punto de vista jurídico, probablemente, la petición de apertura de procedimiento por desobdiencia a otros tres miembros de la mesa del Parlamento esté muy puesta en razón porque viene a enmendar un yerro anterior, cometido por el mismo tribunal. La mesa del Parlamento catalán es un órgano colegiado, por tanto colectivamente responsable de sus actos. En todo caso, podrían salvarse quienes hubieran votado en contra, lo cual dibuja los cuatro responsables de la decisión impugnada. Lo que no tendría sentido sería procesar a la presidenta por un presunto delito del que serían cuatro los responsables. Adentro los otros tres; adentro el Parlament entero si es preciso; adentro todos los independentistas. Hágase la justicia, procésese a los millones que hagan falta en Cataluña. Hay que dialogar..

Jurídicamente así puede ser, pero políticamente la decisión de echar a los abogados del Estado encima de la mesa del Parlament es profundamente estúpida. Cuanto más se persiga a los representantes populares y más víctimas de la persecución judicial haya, más fácil será articular la defensa en contra y más fuerte y visible la adhesión de la gente. Las interferencias judiciales/penales no conseguirán devolver a Cataluña a una condición de Comunidad Autónoma. En cambio mantendrán vivo un espíritu independentista con cada vez mayor causa por la que luchar mientras que el Estado no tiene nada que ofrecer como no sea el inmovilismo.

Sigan ustedes dialogando.

dissabte, 10 de desembre del 2016

El diálogo y los radicales

El gobierno está en actitud dialogante. Lo dice su portavoz, que algo sabrá de eso. A todos los efectos prácticos esa actitud dialogante se observa tan solo en que lo dice. Pero hace lo contrario. Los procesos judiciales de una buena cantidad de independentistas siguen adelante. La presidenta del Parlament está citada a declarar ante los jueces el próximo día 16. Puede que haya diálogo, pero será entre imputados, investigados o acusados y jueces. No debe de ser este el diálogo al que se refiere el ministro. Pero el que él dice, no se ve.

Considera el ministro que la convocatoria del Pacto Nacional por el Derecho a Decidir (PNDD), un organismo creado hace unos años a instancias de Artur Mas con la idea de tejer un movimiento cívico-político, es un acto unilateral. Da gusto ser gobernados por gentes tan esclarecidas. Unilateral es todo lo que viene haciendo el movimiento independentista y la Generalitat luego desde hace años. El ministro no puede ignorarlo. El mayor acto unilateral hasta la fecha tuvo lugar el 9N de 2014, cuando él era ministro también, aunque de otra cosa. Unilateral es el proceso independentista y no parece que hasta la fecha el gobierno haya hecho algo para que deje de serlo, es decir para dialogar. Porque, con decirlo, obviamente, no basta.

Y es difícil dialogar con alguien que razona tan malamente. Esa acusación de que la convocatoria del PNDD se debe a la fuerza de la CUP, cuyos diez votos necesita Puigdemont para aprobar los presupuestos mueve a risa. El uso del término "radical" es muy significativo. Tiene gracia escuchárselo a un gobierno que ha dado pruebas de un radicalismo atroz durante cinco años, aunque en un sentido opuesto al que pueda suponerse anima a la CUP. Los radicales acusan de radicales a los demás en cuanto se descuidan un milímetro. De esa forma creen sentar plaza de "moderados", algo que la legislación, la crónica de tribunales y la práctica diaria contradicen. La "Ley Mordaza", por ejemplo, es una ley radical de derechas. Por eso, como todo el mundo sabe, en España no hay un partido de extrema derecha. Está en el PP. Y legisla.

La observación del ministro lleva incorporado el veneno de insinuar que el gobierno de JxS es rehén de la minoría de la CUP, a la que obedece, no por convicción propia sino por conveniencia. Esto equivale a decir que si JxS no necesitara los votos de la CUP, desistiría de su hoja de ruta, se olvidaría del referéndum y, lógicamente, no tendría que convocar el PNDD.

Y eso no sé de dónde se lo ha sacado el ministro.

El mismo gobierno que presupuesta una partida para el referéndum es el que se apresta a organizarlo con tiempo suficiente para que le salga bien.

dilluns, 6 d’octubre del 2014

El diálogo absoluto.

Rajoy insiste en ofrecer diálogo a Mas si la Generalitat retira la convocatoria de la consulta o acepta la suspensión de la ley pertinente dictada por el Tribunal Constitucional. Mas glosa la exhibición de unidad de las fuerzas soberanistas esperando que Rajoy vea por fin la necesidad de diálogo como Pablo de Tarso vio la luz de la verdad. A Alicia Sánchez Camacho, la inexistencia del imprescindible diálogo, sistemáticamente torpedeado por Mas, le quita el sueño, como si fuera un íncubo. Cayo Lara se sube al vagón de Pedro Sánchez y pide a Rajoy y Mas que se sienten a dialogar. Diálogo piden intelectuales que no hace muchas fechas sostenían que no había nada que dialogar. Diálogo, mucho diálogo, piden empresarios y banqueros. Diálogo aconsejan instancias internacionales y pide la prensa extranjera. Y con cierta irritación: Bloomberg publicaba el otro día un editorial durísimo frente a la intransigencia de Rajoy y poco menos que lo conminaba a coger el AVE y presentarse en Barcelona, a abrir un diálogo con Mas que encauce un conflicto con mala pinta.

Diálogo es la panacea. Lo dice el saber popular tradicional. Hablando se entiende la gente. Y hay que entenderse en lugar de pegarse. El romper barreras, dialogar, hablar es la base de la convivencia. Por eso las cámaras representativas del mundo entero se llaman Parlamento, porque son lugares en los que se va a hablar. Muchos dicen que no sirven para nada porque precisamente lo único que hacen es hablar. Otros, al contrario, creen que el hablar es ya un hacer. Hablar, contrastar opiniones distintas, llegar a acuerdos es la esencia del diálogo.

El diálogo no es solo la vía, la única vía, para entenderse y ponerse de acuerdo. También es la forma que en muchos casos toma el conocimiento. Media historia de la filosofía está escrita en forma de diálogos, y una parte importante de los avances científicos y de la literatura. Casi todas las obras utópicas son dialogadas. El saber que el diálogo genera es dialéctico, por oposición, se mueve, avanza, permite vivir porque aporta luz y permite deshacerse de lo viejo y caduco. Igualmente, algunas de las obras satíricas más demoledoras tienen forma de diálogo, incluyendo el género epistolar que es una especie de diálogo narrado. No estoy seguro de si un diálogo, hoy inalcanzable por cuanto se ve, ayudaría a Rajoy a conocer algo de la realidad sobre la que opina a diario a base de topicazos sin enjundia, pero intentarlo no le vendría mal.
El diálogo tiene una aureola de sacralidad, una connotación tan positiva que, a veces, se ha dado por bueno que las partes se hayan sentado a dialogar no por voluntad propia sino obligadas por un poder superior. Se atribuye al diálogo una fuerza taumatúrgica. El milagro de la paz salida de la guerra. Pero ¿valen todos los diálogos? ¿No tienen precondiciones, condiciones, contextos? ¿No son abordados con espíritus distintos? A veces los diálogos son imposibles porque los dialogantes hablan lenguajes diferentes, aunque la lengua sea la misma. A veces no se entienden porque falta la voluntad de entenderse y de lo que se trata es de simular espíritu de diálogo cuando no se tiene sino el contrario, la derrota incondicional del otro.
¿Cómo quiere dialogar la Generalitat? Lo ha mostrado en varias ocasiones: en términos de peticiones o reivindicaciones que el gobierno central ha rechazado; han ido creciendo y siempre cosechando la misma negativa; y han culminado por ahora en la convocatoria de la consulta, asimismo denegada. En todas las ocasiones el presidente del gobierno ha explicado que está dispuesto a dialogar sobre lo que sea excepto sobre la reivindicación concreta de que se trate porque la ley no lo permite. Pasó con el concierto económico, siguió con las 23 peticiones de Mas y se corona ahora con la consulta.
Mas justifica sus actos como respuesta a una petición popular manifiesta en movilizaciones sociales sin precedentes, incluido el casi unánime apoyo municipal a la consulta y articulada en la forma de una unidad de acción de las fuerzas soberanistas que, en la práctica y a estos efectos, actúa ya como una especie de gobierno de concentración a la sombra. ¿Hasta dónde puede llegar un líder emergente que puede chocar con la legalidad del Estado? Es imposible predecirlo porque no depende de él solo. La vicepresidenta del gobierno ha anunciado en tono poco amable que la Fiscalía estará muy pendiente de lo que haga Mas. O sea, una amenaza, cosa casi inevitable en estos gobernantes tan autoritarios.
Pero la cuestión es si el gobierno español puede hacer algo más que amenazar. Que no quiere diálogo alguno, pues prefiere la confrontación, es patente. Lo repite Mas: no es un problema jurídico o legal; es un problema de falta de voluntad. De falta de voluntad de dialogar, haciendo ver que la hay a raudales. Y de otra falta más grave, falta de ideas, de razones, de propuestas. No se quiere el diálogo porque no hay nada que aportar a él. La última condición impuesta, esto es, que Mas retire la consulta y luego hablaremos, equivale a un rotundo "diálogo, no".  Pedir a la otra parte que renuncie a la posición que le da la fuerza para dialogar antes de empezar a hacerlo es como pedirle que salgan de uno en uno y con las manos en alto. No sirve para nada porque, aparte del peligro de aureolar a Mas de mártir con cualquier medida represiva, no tiene en cuenta la complejidad del nacionalismo catalán y la relación de fuerzas en su seno.
El único guión que el nacionalismo español gobernante acepta es el ataque al proyecto soberanista en la vía jurídica, con exclusión de debate político alguno, así como en el terreno de las presiones, las maniobras, el juego sucio y la intoxicación mediática. Su objetivo es el desmoronamiento de la unidad política soberanista, sometida a muchas presiones. La reciente dimisión de un vocal del consejo para la consulta argumentando que esta no ofrece garantías democráticas, puede apuntar en esa dirección. Si la unidad no aguanta hasta el 9N, quizá haya elecciones anticipadas. Si la unidad aguanta, según lo que suceda ese día, al siguiente puede empezar por fin un diálogo.
En lo demás, todo está abierto, todos pueden meter la gamba de aquí al 9N. Pero algo queda claro: el límite de legalidad invocado siempre por Rajoy para cerrarse al diálogo se da también en un contexto de uso. Según el presidente, las leyes pueden cambiarse, pero no violarse. Para cambiar las leyes, por supuesto, consenso y diálogo. Ese espíritu de legalidad tiene sus peculiaridades. Pongo un ejemplo muy ilustrativo por el tema de que se trata y los momentos en que se plasma, al inicio mismo de la legislatura y ahora, hace un par de días. Lo primero que hizo el gobierno de Rajoy fue valerse de su mayoría absoluta en el Congreso para cambiar la Ley de Radio Televisión de Zapatero que obligaba a elegir un director del ente por una mayoría supercualificada y consenso. Así nombró por mayoría absoluta al hombre más leal y fiel a sus designios con encargo de convertir RTVE en un órgano de agitprop. Diálogo, cero. Hace unos días, dimitido ese mismo director, que ha hundido el ente, el PP ha ofrecido diálogo al PSOE para ponerse de acuerdo en uno nuevo. En menos de veinticuatro horas lo ha roto y propuesto al comisario político de su preferencia.
Son formas distintas de entender el diálogo. Está es la llamada "absoluta".

dimecres, 17 de setembre del 2008

Conversación celestial entre A. Smith, K. Marx y J. M. Keynes.

Hace un día maravilloso como corresponde a la región divina. A la hora de celebración de la democracia angélica, cuando todos los espíritus se mezclan sin parar mientes en su jerarquía, querubines con tronos, virtudes con dominaciones pues de otro modo no podría armarse la orquesta celestial, y poco antes de entonar con melancólica cadencia el Gloria in excelsis Deo, Adam Smith (concertino) se encuentra con John Maynard Keynes (clarinete) que está en animada charla con Karl Marx (octabajo) quien, al ver a aquel, se dirige hacia él blandiendo el arco.

Marx: ¡Siempre lo dije, siempre lo dije! ¡Mis predicciones se cumplen! El socialismo se implantará empezando por los países más avanzados de la tierra. Nada de aquel pestiño de la Rusia agrícola cuando un eslavo bastante bruto llamado Lenin se empeñó en empezar la casa por el tejado. El comunismo se establecerá en los EEUU en primer lugar, luego Inglaterra, después Europa Occidental... como yo lo había predicho.

Smith (desconcertado, dirigiéndose a Keynes): ¿qué le sucede a Herr Marx esta mañana? Está muy excitado y cuando los alemanes se excitan...

Keynes: nada, acaban de anunciar que la Fed en los States interviene AIG y dice que es el comienzo del fin, la crisis general del capitalismo que él siempre vaticinó, que ahora los EEUU nacionalizan empresas, la transición al socialismo. No puede imaginarse qué mañana llevo. He llamado a Lytton para que me eche una mano, pero está ligando con el sobrino de Virginia Woolf.

Smith (escandalizado): no me hable Vd. de esas horrendas perversiones suyas de Bloomsbury. El capitalismo es sobre todo moralidad, amigo mío, moralidad, cumplimiento, palabra dada, trabajo, frugalidad...

Marx: ... y explotación, explotación a mansalva. La plusvalía...

Smith: no empiece Vd. Herr Marx. Por Dios, no me suelte el vol. I de El Capital que es el único que pudo Vd. publicar. ¿Cómo que crisis general del capitalismo? Lo que Vd. siempre dijo es que esa crisis vendría por un proceso de depauperación de un lado con sobreproducción de otro en un contexto de anarquía del mercado y todo ello hablando del capitalismo industrial...

Keynes: es lo que yo le digo siempre, Mr. Smith. Charlie boy, no diste ni una.

Smith: claro que no; ni una. Aquí hablamos de una crisis del capitalismo financiero.

Marx: financiero, industrial, el capitalismo es siempre capitalismo; igual que una ñorda es siempre una ñorda...

Keynes: ¡por favor, Charlie!

Marx: déjame Johan, sé lo que me digo: el capitalismo es una ñorda y de anarquía en los mercados ¿para qué hablar? A ver, Mr. Smith, ¿quién puede controlar los mercados financieros internacionales? Ni Dios, que acaba de pasar por aquí con el Wall Street Journal bajo el brazo, ni Vd. mismo, que era su querubín teórico tienen ni la más guarra idea. Esto es un caos, mezcla de irracionalidad y pura codicia. El afán de lucro, la sobreexplotación de las masas.

Keynes: Bertie Russell me dijo el otro día que ha ayudado mucho la pavorosa estupidez de los llamados "neocons", con ese tejano beodo que ya está considerado el peor presidente de su país.

Smith (A Marx): ¿qué quién controla? Bueno, debiera Vd. saber, Herr Marx, que los mercados se controlan solos, pues son sistemas autorregulados y como dice otro sabio alemán, autopoyéticos. Mi mano..., ejem, quiero decir, la mano invisible de los vicios privados/virtudes públicas...

Marx (aporreando el octabajo): ¡ja! ¿Has oído John? ¡La mano invisible! Aquí la única mano invisible es la que ha metido en los ahorros de medio mundo una banda de ladrones y banqueros (lamento la redundancia) que llevan treinta años viviendo de las bellaquerías económicas de las desregulaciones, las privatizaciones y las "reformas" de unos políticos siervos que sólo pretendían embellecer el capitalismo. ¡Y por más que la embellezcas, una ñorda es una ñorda!

Smith: falso, Herr Marx. El error no está en el mercado, que es un mecanismo neutro, impersonal y racional de asignación de recursos. El error está en esa monstruosidad que se llama "política económica" por la que todos los gobiernos interfieren en donde no deben y me da igual que esas interferencias sean para privatizar o para nacionalizar. La mejor política económica es la que no existe. El Estado está para detener chorizos, hacer caminos e impedir que nos invada la Armada Invencible. Todo lo demás, como dice mi amado doctrino von Mises, es socialismo.

Keynes: pues es que ahora lo que se impone como solución es la nacionalización.

Smith: ¡error!

Marx: ¿error? Es lo único sensato que ha hecho en ocho años esa banda de ineptos en Gringolandia. Mr. Smith, Vd. no entiende nada de economía. El error eran y son las privatizaciones. Al abolir el Estado quiere Vd. retrotraernos al feudalismo.

Smith: quien no entiende nada de Economía es Vd., Herr Marx, que quiere abolir el mercado, lo que equivale a abolir la base misma del cálculo económico. Al abolir el mercado nos lleva Vd. al totalitarismo más inepto.

Keynes: pero en algo tiene razón Charlie, Mr. Smith: las privatizaciones fueron un desastre.

Smith: ¡claro que sí! No seré yo quien lo niegue. Fueron un desastre porque fueron actividades de capitalismo corsario o capitalismo de ladrones. El capitalismo es un sistema moral que prohíbe el robo o la confiscación y las privatizaciones fueron confiscaciones de aprovechados. Basta ver lo que se hizo en España. Por eso digo que ninguno de los dos entendéis de economía.

Keynes: ¿cómo que no, old chap? Yo siempre defendí un punto de vista que integraba el suyo y el de Kärlchen, una mezcla, un juste milieu, como decía Montesquieu o, para que Charlie me entienda, una "superación" o Aufhebung hegeliana de la contradicción capitalista básica...

Marx: juste milieu, juste milieu. Tú eres un pánfilo que no te has enterado de qué va esto o peor aun, un sucio socialdemócrata progre al servicio del capital. Como lo está el Estado, siempre al servicio del capital. Por eso quiere Mr. Smith que sea diminuto y no tenga competencias: para que sea la agencia de la clase dominante. Cuando hay que privatizar se privatiza y cuando hay que nacionalizar, se nacionaliza. Según le interese al capital.

Smith: hágame el favor de no caricaturizar mi teoría Herr Marx. Que la suya sea elemental como el sonido del grillo no quiere decir que también lo sea la mía. En mi teoría el Estado no tiene por qué intervenir en el mercado para beneficiar al capital ni al no capital, a nadie.

Keynes: pero Mr. Smith, por favor, en este Cristo que hay montado en Wall Street, si el Estado no interviene, todo el montaje mundial se va al garete.

Smith: pues que se vaya. Eso quiere decir que estaba mal montado.

Marx: ¿lo ves? Lo que yo decía: crisis general del capitalismo y llegada del socialismo en la Meca misma del capital. Como yo lo dije.

Keynes: creo que están Vds. los dos locos. Sus recetas son destructivas y las dos (anulación del Estado o anulación del mercado) llevan a una perpetuación de la crisis. Claro que el Estado debe intervenir, precisamente para corregir las disfunciones del mercado y así mantenerlo. En momentos de crisis, el Estado debe garantizar la demanda agregada, invirtiendo en obras públicas...

Marx: ¿y salvando a los ladrones de la quiebra? ¿Como hacen los sociatas en España, que subvencionan con dineros públicos a los tiburones del ladrillo? ¿Tirando los ingresos del Estado por el sumidero de las operaciones especulativas y fraudulentas del capital reunido en conciliábulo a ver cómo puede explotar más a los trabajadores del mundo entero?

Smith: cierto, John, Herr Marx y yo estamos de acuerdo en esto. Recuerde que en La riqueza de las naciones decía yo que siempre que dos capitalistas se juntan aunque sea para jugar a las cartas las consecuencias las pagamos los demás.

Keynes: de acuerdo yo también, amigos. No me refería a estas intervenciones que suenan a sacar las castañas del fuego a los piratas del caos financiero mundial y que van a dejar a nuestros países sin recursos para poner en marcha las acreditadas políticas de mi flamante marca keynesiana, expuesta en La teoría general, etc. El Estado debe intervenir recurriendo incluso al déficit pero no arruinándose en operaciones especulativas (ese es el aspecto más siniestro de esta historia) sino en actividades productivas; así se mantiene alta la demanda y a largo plazo...

Smith y Marx (al unísono, mientras empiezan a sonar los primeros acordes del Gloria in excelsis): ¡todos calvos!.

(La primera imagen, una estatua de Adam Smith en la parte trasera de la Royal Academy es una foto de Matt From London; la segunda, un retrato de Karl Marx, es una foto de Álvaro Herraiz, ambas bajo licencia de Creative Commons); la tercera es una foto de John Maynard Keynes (a la derecha) junto a Harry Dexter White en una reunión de Bretton Woods y está en el dominio público).