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dimecres, 9 de novembre del 2016

El estado del gobierno del Estado

Aquí mi artículo de elMón.cat de hoy, L'estat del govern de l'Estat. Su objetivo es averiguar qué puede traer de nuevo para Cataluña el recién jurado gobierno de la derecha neofranquista, el más reaccionario y nacionalcatólico de toda la transición. En apariencia, mucho. En realidad poco. Lo más significativo es que se ha encomendado a la ratita hacendosa, Sáenz de Santamaría, la tarea de coser España. Muy femenino. ¿No se propone la Lady Macbeth de Carmona coser el PSOE? Pues la vicepresidenta quiere a su vez coser España. Algunos medios ven en este movimiento un buen augurio de recomposición de relaciones con Cataluña, pues descubren en la segunda de Rajoy capacidad, voluntad y seguridad de entendimiento con el independentismo catalán. Lo deducen de sus relaciones personales, su buena sintonía con Junqueras y Tardà y -me imagino- su buena suerte con el tarot. Todo eso es posible. Ignoro qué amistades o enemistades tiene esta señora entre las gentes de Junts pel Sí. Me rijo por la experiencia: como buena e impenitente franquista, Sáenz de Santamaría ha sido el puntal de la política "catalana" del gobierno de Rajoy, consistente en negarse en redondo a toda negociación y en recurrir sistemáticamente a la represión. ¿Voluntad de recomponer con Cataluña? Ninguna. Es posible que esta señora, ejemplo sumo del filisteísmo de la derecha católica, haya visto la luz de la verdad como Saulo camino de Damasco, pero habrá sido hace 24 horas. Hasta ese momento, fue el puntal más catalanófobo del gobierno.

Mientras los hechos no demuestren lo contrario, el nuevo ejecutivo del PP es más hostil y más agresivo contra Cataluña que el anterior y su política será provocar una confrontación con el Principado para tener una excusa y aplicar una política de sojuzgamiento. Parece que la Ratita Hacendosa ya ha dicho que Cataluña es el problema principal del Estado español. No es rápida la moza precisamente. Eso era evidente hace años. Claro que quienes la rodean no dan pruebas de ser más espabilados. Ni el gobierno ni la oposición. Todos han dejado pasar años y años, simulando no estar afectados por el desarrollo del independentismo catalán, intentando sepultarlo bajo el olvido, el infundio y la calumnia. Y, al final, no les queda otro remedio que reconocer las cosas como son.

Aquí la versión castellana del artículo:

El estado del gobierno del Estado

Por fin hubo gobierno. Cambian algunas caras, pero se mantiene sin variación el eje económico, prueba de que se seguirá aplicando la misma política económica de recortes y recetas neoliberales. Se refuerza el poder del Opus Dei con todos los ministros jurando la Biblia, no por la Constitución. Y eso que es la suya. Cesan los ministros más abrasados por la pirotecnia de su incompetencia, el de Exteriores y el del Interior. Los dos que llevan más de cuatro años fustigando el proceso independentista, a veces con medios presuntamente ilegales, y sin conseguir otra cosa que consolidarlo y adelantarlo. Los dos sustitutos se inscriben en la línea de belicosidad anticatalana. El señor Zoido (Interior) ya ha avalado la actitud de su antecesor en relación con sus conversaciones presuntamente ilegales contra sus adversarios políticos. El del abigarrado García Margallo parece dar un perfil de mayor competencia a la hora de cortocircuitar la acción exterior de la Generalitat. Es algo buscado. Por lo menos, para dejar de hacer el ridículo en los foros internacionales, algo garantizada con el ministro anterior.

Cataluña está muy presente en el nacimiento de este gobierno. Sin decirlo, por supuesto, ya que la política oficial sigue siendo negar la existencia de algo más que un problema de orden público. La nueva configuración de la vicepresidencia así lo prueba. Sáenz de Santamaría se desprende del cargo de portavoz y se dedicará primordialmente a Cataluña. Dispone de recursos formales al conservar el ministerio de Administraciones Territoriales y materiales muy potentes, al tener el CNI a sus órdenes.

Hasta ahora, la vicepresidenta ha sido quien ha arbitrado la acción del gobierno ante el independentismo catalán, acción con dos vertientes: negativa cerrada a todo planteamiento de diálogo que suponga aceptación directa o indirecta de un referéndum, y recurso sistemático a la vía represiva ante todo tipo de actos de las instituciones catalanas, desde el Parlamento a los ayuntamientos. Su dedicación a tiempo completo parece indicar un propósito de perseverar en las dos vías. Cuenta para ello con un implícito apoyo parlamentario de la oposición, al menos de Ciudadanos y el PSOE, en una especie de unión sagrada que ya se ve a la hora de propiciar o no el suplicatorio para el procesamiento de diputados independentistas. Si la mayoría de la oposición avala la actitud de cierre a toda negociación, es decir, a toda solución política; si se niega a debatir sobre legitimidad, la cuestión queda reducida al ámbito de la legalidad.

Es decir, represión y acción de los tribunales, pero sin solución visible. A cualquiera le llega que el grado de apoyo social e imbricación en las instituciones que ha conseguido el independentismo no se puede tratar como un problema de orden público bajo pena de enquistarse en un círculo de acción-reacción, de desobediencia y represión hasta que una de las dos partes o quizás las dos, estén al límite de sus posibilidades. El sentido común y la experiencia muestran que una situación de confrontación sostenida en el tiempo con recursos y contrarrecursos permanentes, realmente disminuye y mucho la capacidad de acción de las instancias enfrentadas. Sin embargo, la decisión de confiar la política "catalana" a una sola persona de talante tan autoritario como la vicepresidenta muestra la voluntad de tratar el conflicto con la mentalidad impositiva de siempre. Si hubiera el menor ánimo de buscar una solución negociada habilitaría un órgano ad hoc, como un consejo o una comisión interministerial que pudieran canalizar alguna forma de entendimiento.

El enroque del Estado, sin ninguna iniciativa, en una actitud de negación permanente, no deja otra posibilidad a las autoridades electas con un mandato independentista que seguir adelante de forma unilateral con su hoja de ruta. La legitimidad de esta manera de hacer no deriva sólo de su propia intención sino de que el interlocutor rechaza toda solución que no sea la abierta hostilidad. De aquí sólo puede surgir una situación de desobediencia civil de los cargos públicos electos que abre un evidente panorama de inestabilidad e ingobernabilidad.

Dos riesgos apuntan al horizonte independentista. En primer lugar, el alcance de la desobediencia. Esta corresponde del todo a los cargos públicos electos. No hay que exigírsela a los funcionarios. Se trata de una situación de doble poder, como la que se da en los procesos revolucionarios. Pero esta, a pesar de ser revolucionaria en el fondo, no lo es en la forma en la que debe prevalecer el carácter pacífico y el imperio de la ley. El proceso es cosa de los políticos. Los funcionarios, como el conjunto de la población, deben quedar protegidos. Su participación será voluntaria e individual pero de ninguna manera obligada.

El segundo riesgo es de carácter más político y nace de la propia dinámica catalana. Nace de este nuevo partido de la izquierda soberanista, hecho desde En Común, dirigido, al parecer por el señor Domènech y bajo inspiración general de la señora Colau. Por mucho que sus fundadores envuelvan sus manifestaciones en confusiones de carácter soberanista, será imposible disipar la sospecha de que su razón de ser, en gran medida, es servir de voz a un electorado catalán de izquierda que no es independentista.

Conservar la estabilidad, sin fracturar la gobernación y mantener la ventaja sobre las ofertas unionistas son las tareas del independentismo que el nuevo gobierno del Estado intenta frustrar

Hoy, Palinuro en la Pablo de Olavide, Sevilla

La Universidad Pablo Olavide, sita en la carretera de Utrera, km. 1, en Sevilla, organiza una jornada sobre el siempre palpitante tema del nacionalismo y los nacionalismos en España y ha decidido invitarme a participar, cosa que considero un gran honor. Efectivamente, se trata del tema de los temas en nuestro país y, aunque mucha gente -incluso mucha que debiera estar mejor informada- se obstine en ignorarlo pensando que así no se manifestará, está siempre presente en el fondo y no tan en el fondo de todos los acontecimientos colectivos en el último siglo.

El problema de España es su articulación territorial. El franquismo (40 años) quiso suprimirlo por la vía del crimen y la represión; la transición (otros 40 años) quiso ignorarlo por la vía del disimulo. Y, al final, aquí está de nuevo, pues no se puede soslayar. La confrontación que está poniendo en jaque la renqueante estructura del sistema político de la Constitución de 1978 es el nacionalismo o, por mejor decir, la pugna entre el nacionalismo español (un nacionalismo castellano hipostasiado) y los nacionalismos periféricos, singularmente el catalán.

La jornada de la Universidad promete ser muy interesante, con ponentes de alto nivel, exceptuándome a mí.

El lugar será la sala de Grados del Edificio 7 de la Universidad Pablo de Olavide. 
La fecha, el 9 de noviembre y la participación de Palinuro, entre las 12:00 y las 14:00.

Mi intervención versará sobre España, un Estado plurinacional con un enfoque mitad histórico-empírico y mitad normativo. España es, de hecho, un Estado plurinacional, aunque no lo haya admitido nunca de derecho en su historia y haya cometido todo género de barbaridades para ignorarlo. Y, si quiere sobrevivir, deberá aceptar su condición plurinacional normativamente. Para ello basta con que lo admita y reconozca a las naciones que la componen el derecho a separarse cuando quieran.

Allí nos vemos.

dilluns, 31 d’octubre del 2016

La tertulia de Gràcia del pasado 14 de octubre



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Hubo problemas de sonido con el streaming y hasta hoy no ha estado disponible el vídeo que comparto. Recuérdese: es de hace 15 días y, a la velocidad que van la cosas, podrían ser 15 meses.



dijous, 13 d’octubre del 2016

El desfile de la discordia

Con motivo del 12 de octubre, día nacional por ley de siete de octubre de 1987, o sea, ayer, las autoridades españolas montaron el habitual espectáculo de nostalgias imperiales y afirmación patriótica. Como siempre que salen los símbolos a relucir, hay bronca de todo tipo. Se hace el 12 de octubre, día del Pilar y "encuentro" de América. Pero de América no se habla porque los ecos de genocidio que llegan del otro lado saben a cicuta. Se habla, sí de la nación española, cuya fiesta tiene 20 años de tradición. Veinte años para una nación que dice originarse hace 2.000 o, por lo bajo, 500 suena raro. 

Parece mentira pero este lío lo había organizado mejor Franco que es de quien, en realidad, se ha heredado esta fórmula sincrética del 12 de actubre nacional. Franco lo había dividido en dos: el día de la Hispanidad, el 12 de octubre y el día de la Victoria, el 18 de julio, que es el equivalente al nacional por entonces porque la Victoria había reconquistado la nación. Y se celebraba con un desfile militar, como correspondía a una dictadura que se había originado en una victoria en la guerra y se mantenía gracias al ejército. A su vez, Franco, había heredado el 12 de octubre como "día de la Raza", cual sigue celebrándose en varios países americanos. Así había rebautizado Alfonso XIII el día de la Hispanidad. Ya se sabe que los términos "raza" e "Hispanidad" han tenido significados distintos. Pero eso es indiferente. Lo curioso es que nunca había habido "día nacional", igual que no hubo hasta muy recientemente, monumento al soldado desconocido y me parece recordar, sin estar seguro, de que la hoy existente se reduce al soldado desconocido de las guerras del África.

La identificación del 12 de octubre con la nación española es bienintencionada. Corresponde al ánimo de aquellos "jóvenes nacionalistas", como llamaba la prensa gringa a los socialistas en los años ochenta. Los mismos que, dando muestras de su progresismo, instituyeron el día del debate parlamentario sobre el estado de la Nación, una mezcla explosiva en estos pagos. La nación es, claro, la española lo cual explica la habitual ausencia de catalanes, vascos y nacionalistas gallegos, que no vienen a bailar al son del pandero hispano. Se consideran naciones a sí mismas. En sus territorios se conoce este debate como debate de política general. Pues la nación española les niega el carácter nacional, ellas se lo niegan a su vez a la española. Y la discordia no solo es inter-naciones sino tambien intra-nación. Pablo Iglesias, el único dirigente que ha tenido el arrojo de no asistir a este coñazo de desfile (apud Rajoy), cuestiona no la nación española sino su forma de entenderla de raíz. 

Como se ve, el asunto es el habitual embrollo de esa cuestión esencial del ser de España, asunto que envenena la vida pública española. Por lo demás, que se celebre con el anacronismo de un desfile militar que ya no se sabe a qué gesta se refiere y que ese espectáculo cueste casi un millón € en un país con un salario mínimo de 655,20 € tiñe todo el asunto con el resplandor de los fuegos fatuos.

dijous, 29 de setembre del 2016

El perro andaluz

Recuérdese que, preguntados Buñuel y Dalí por qué su película se llamaba El perro andaluz, contestaron que no tenía nada que ver con perros ni con Andalucía. Lo mismo este post sobre el golpe de mano de los socialistas peperos en contra de Sánchez no tiene nada que ver con Andalucía.

Que Susana Díaz y Felipe González, los dos instigadores de esta maniobra de sombras y puñales por la espalda, sean andaluces, no es aquí relevante. Podrían ser marcianos. En realidad, lo son.

Mientras se ha cocido esta conjura dirigida por Rubalcaba desde El País, el PP estuvo muy callado. Lógico. Informado al detalle por sus submarinos en el PSOE, empezando por sus antiguos militantes, estilo Fernández Vara en Extremadura, comprendió que lo mejor era no hacerse notar porque la gente no sospechara que este plante de los 17 venía movido por su afán para que el Sobresueldos vuelva al gobierno.

Que vuelva el Sobresueldos y el PP, el partido con cinco causas judiciales abiertas. Que vuelvan sin responsabilidad alguna, exonerados de sus fechorías pasadas y dispuestos a cometerlas más gruesas porque, gracias a estos individuos, no hay  modo de librar al país de ellos. Por supuesto, al país, que le den. Esas 17 personas no tendrán que padecer personalmente las consecuencias de las políticas antipopulares e injustas del PP. Y se llaman socialistas cuando son meros vividores de lo público en un clima de corrupción consentida que quieren prolongar porque los favorece.

Supongo que los de Podemos estarán celebrando la quiebra del PSOE, convencidos de que, por fin, ya que ellos no fueron capaces de conseguirlo, los mismos socialistas les facilitaron el sorpasso. Eso ya se verá porque, aunque no lo crean, la razón de que la gente no los prefiera no reside en que los socialistas les "robaran" votos, sino en que, simplemente, no los prefieren y cada vez los preferirán menos por razones de su discurso, tanto en el fondo como en la forma. Pero esto es asunto de menor interés.

El mayor interés reside en ver cómo repercute esta fractura socialista en el único problema real, verdadero, que hay en España: Cataluña. Desde la perspectiva catalana, la situación del PSOE que prácticamente garantiza ya un gobierno del PP con Rajoy a la cabeza, en principio, no tiene consecuencias. La Generalitat proseguirá con su hoja de ruta y, referéndum mediante o no, proclamara la independencia unilateralmente en el último tercio de 2017. ¿Vemos a los neofranquistas, con su retórica imperial y nacionalcatólica, aceptando sin más la separación de la República Catalana? Francamente, no. ¿Los vemos recurriendo a su típico argumentario de la provocación, el matonismo, el porrazo, el pistolerismo y, si es necesario, los tanques? Lo primero (la represión de "baja intensidad") es muy probable; lo segundo (recurso a la fuerza militar), no. ¿Entonces? Entonces, el Sobresueldos descubrirá que la política es algo más que cuidar a tu padre con cargo al Estado, enchufar a tus parientes, ver partidos de fútbol y decir necedades sentenciosas. Descubrirá que ya no basta con robar a mansalva para callar bocas,porque hay bocas que no se callan. Descubirá que hay que tener ideas, extraños entes de imposible comprensión que jamás han visitado su magín. Y, como no las tiene y tampoco tiene fuerza para imponerse, tendrá que tolerar la mediación internacional y tragarse el referéndum que nunca quiso.

Esa es la verdadera razón de la fractura del PSOE y de la inexistencia de gobierno en España: Cataluña rebelde. Lo que une a González y Rajoy es la convicción de que hay que sojuzgar a los catalanes. Lo que los 17 mindundis no toleran a Sánchez es que haya intentado entenderse con los independentistas. Algún día, relativamente pronto, descubrirán que en su aterrorizado rechazo a la perspectiva de que los catalanes decidan y toda la tramoya de la Restauración salte por los aires, se han cargado el país. Dicho claramente: las ambiciones desmesuradas de Díaz, las complicidades de González, el reaccionarismo de Rubalcaba, el derechismo de muchos de ellos y el clientelismo de los más, que deben votar lo que les dicen sus jefes de filas, han cerrado la última posibilidad de un entendimiento civilizado entre España y Cataluña.

Son tan cobardes, lerdos y serviles que no solo se han quedado sin partido. Se han quedado sin país.

dissabte, 24 de setembre del 2016

Terceras elecciones

Si los barones no existieran, hipótesis descabellada, habría que inventarlos. Aunque parezca mentira, ese amago de sublevación de las taifas socialistas viene muy bien a Sánchez. Refuerza su posición negociadora frente a Podemos. Él bien quisiera reconocer la esclarecida guía de los portavoces de la gente y aplicar las medidas salvíficas que se le aconsejen. Pero, por desgracia, tiene al partido levantisco y ha de respetar unos límites. Si la otra parte, la verdadera izquierda quiere negociar de verdad, con ánimo de concluir algo, tendrá que limar sus formas y moderar o aguar sus propuestas. Respecto a la posibilidad de algún acuerdo con los indepes catalanes, por ejemplo, su abstención, es aun más lejana. Los barones no quieren ni oler el independentismo.

A su vez, los indepes catalanes tienen escaso margen de maniobra. La exigencia de un referéndum es innegociable. Las posiciones no pueden acercarse más. Cabe discutir si el "no" al referéndum es una actitud justa o no. Pero es la que hay. Los barones aducen que, además, atrae el voto de los españoles de izquierda contrarios a la autodeterminación catalana. Puede que no sea cierto y que, haciendo la debida pedagogía, el electorado español se mostrara más tolerante con ese derecho. Pero no hay tiempo para comprobarlo y el PSOE prefiere no dar esa baza a su gran adversario, el PP que acusaría al otro de romper España, o sea, de lo que él hace.

Con eso, la posible alianza queda reducida a PSOE-Podemos, con el rotundo anatema de C's y la oposición de los barones socialistas. En esta situación los de Podemos, como siempre, dicen una cosa y hacen la contraria. Dicen querer una alianza con el PSOE, pero lo maltratan sistemáticamente de palabra y obra, con una arrogancia absurda, dada la situación en que se encuentran. Bajo ningún concepto quieren terceras elecciones, a la vista del pobre resultado de las segundas que ellos provocaron. Pero los hados los llevan a hacer todo lo posible para que sean inevitables. A estas alturas puede ser ya materialmente imposible que Sánchez convenza a los barones de que Podemos es de fiar; tampoco a una buena parte de la militancia. La gallardía del NO es NO de Sánchez le ha valido el apoyo activo en masa de los militantes que, de pronto, han encontrado una razón para movilizarse. Pero que lo apoyen no quiere decir que aprueben una alianza con un partido que no es de fiar, pues su objetivo final es acabar con el PSOE. Los militantes apoyan en el NO es NO de Sánchez y no temen a unas terceras elecciones.

La prensa se extiende en los dimes y diretes de las cuestiones internas del PSOE, Comité federal, Congreso, primarias. Todo importante, sin duda, para los militantes, pero solo para ellos. El PSOE, como partido, ocupa la centralidad política que los otros ansían y no consiguen. Sobre él, la responsabilidad de adoptar la mejor decisión para los intereses generales, al lado de un gobierno que no gobierna y una oposición que no sabe si oponerse al gobierno o a la otra oposición. Los barones parecen ya resignados a la opción de las terceras elecciones. De ser esa la vía, Sánchez se encontraría un partido de nuevo unido.

Terceras elecciones es la única opción abierta a Rajoy para ser investido. No tiene otra. Sánchez tiene aún abierta la de la negociación y, si esta fracasa, las terceras elecciones serán también su última opción. Pero con una diferencia crucial a la hora de articular la campaña electoral: que él ha hecho todo lo posible por evitarlas mientras que Rajoy no ha movido un dedo. Sobre los dos partidos emergentes es poco lo que hay que decir que no se haya dicho ya.

divendres, 23 de setembre del 2016

El bestiario hispánico

Los escritores políticos suelen recurrir a animales para ilustrar sus análisis dotándolos de ciertas cualidades humanas. Después de los variadísimos bestiarios medievales, dedicados a la moralización universal, Maquiavelo sentó el ejemplo al decir que el príncipe debía ser una mezcla de zorro y león. Ambos tienen rasgos positivos, pero deben complementarse en la misma persona. Otro italiano, Pareto, expandía los caracteres de Maquiavelo a la elite. En esta debía haber zorros y leones. Los zorros son muy socorridos, por su supuesta astucia. Pero no siempre son bien valorados. Sir Isaiah Berlin decía que los hombres somos zorros o erizos. Los zorros se pierden en los detalles, mientras que los erizos van al grano. En esto daba la razón a Schopenhauer para quien los hombres son erizos; se buscan, pero se repelen. Añádanse el burro demócrata estadounidense, animal tozudo, y el elefante republicano, el baluarte contra el que se estrella la tozudez asnal. En resumen: zorros, leones, erizos, asnos y elefantes.

Búsquense los parecidos. Rajoy sería muy bien el asno, no por su falta de raciocinio, sino por su obstinación y tozudez. No hay quien lo mueva. Sánchez podría ser el elefante, el baluarte contra el que se estrellan las oleadas asnales. Importantes y arrasadoras que son, pues vienen movidas desde todos los cuarteles, incluidas las baronías territoriales. El paquidermo es poderoso y se apoya en sus cuatro sólidas patas en la militancia y la votancia, ambas soliviantadas.

Los otros tres animales tienen difícil acomodo. El león, ese fiero y noble félido de imponente presencia, queda sin intérprete entre los políticos. Si acaso podría atribuirse a Joan Tardá, de leonina imagen. Los dos líderes emergentes parecen aspirar al papel de zorros. Unos animales astutos capaces de robar las gallinas del corral. No es elegante cometido, así que nuestro zorro se considera astuto, pero sin especificar en qué se concreta la astucia. En política esto suele confundirse con el oportunismo, que tiene mala prensa y da una imagen de veleidad de escaso atractivo para el electorado. En último término, les queda el erizo muy visible en el modo en que C's y Podemos se repelen y Podemos busca contactos con el PSOE de los que saltan chispas.

Agotados los animales convencionales de los políticos, podemos ir a buscar otros para caracterizar el bestiario hispánico actual. Por ejemplo, los buitres. No es tan extraño, la prensa llama "fondos buitres" a unos negocios financieros que andan siempre metidos entre carroñas. Por esos mismos dominios merodean las hienas, los coyotes, los chacales. Yo identifico un par de hienas entre las personalidades que ríen en público, pero eso es cosa mía. Cada cual encuentre los parecidos como los vea. De coyotes y chacales andan servidos los municipios y comunidades. Y sin olvidar otros animales también muy ejemplificadores. Por ejemplo los llamados sociales, como las hormigas, las termitas y las hordas, las pirañas o la langosta. Cierto partido conozco que lleva casi cinco años en el poder como si fuera la maldición del quinquenio de la langosta, que no ha dejado nada con vida. Un país yermo de todo, de talento, iniciativa, espíritu cívico. Añádanse desde el punto de vista de la comunicación las cotorras, las gallinas y los gallos, o los cucos, sobre todo las primeras, omnipresentes en los medios sin parar, 24h24. De vez en cuando un gallo gallea y eso permite escuchar el cacareo de las gallinas. Los de Podemos tienen tendencia al galleo y las bases o círculos al cacareo. En cuanto a la agresividad y mala uva, las víboras se llevan la palma, las arañas venenosas y, por supuesto, los escorpiones de quienes se dice que se suicidan clavándose el aguijón. Los fondos de reptiles del ministerio del Interior no llevan veneno. Solo estupidez y un despilfarro de caudales públicos posiblemente punible.

(La imagen es una reproducción del Aberdeen Bestiary, del siglo XII, en el dominio público.) 

dimarts, 20 de setembre del 2016

La conferencia de Reus

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Vídeo, por cierto de excelente calidad, de la conferencia íntegra de Reus sobre La República Catalana, avanzada de una nueva Europa. El planteamiento de esta charla es que todo el debate sobre la condición nacional de Cataluña y los derechos que de ella se derivan, así como sus accidentadas relaciones con España está ya agotado. En el debate sobre razones y contrarrazones de uno u otro bando ya no se esperan sorpresas. La relación entre España y Cataluña no va a cambiar ya a raíz de que alguien pueda llegar con alguna innovación. Está todo hablado. Ahora solo queda actuar cada parte en función de sus presupuestos argumentales: Cataluña hacia la realización práctica de su autodeterminación; España, según parece, a impedirlo. Nadie quiere que este contencioso llegue al empleo de la violencia y, por lo tanto, ambas partes tendrán que hacer lo posible para que eso no suceda. Pero sin renunciar a sus posiciones, lo cual quiere decir que, en algún momento del recorrido, el asunto habrá de considerarse en foros internacionales, quizá en la Corte Internacional de Justicia en La Haya.

Mientras esto sucede y, cuenta habida de lo anterior, lo interesante, lo prometedor ahora es indagar sobre cuál haya de ser la relación de Cataluña con Europa en el entendimiento de que se trata de una relación inmediata, no mediada por el Estado Español. Cuál haya de ser la relación de la República Catalana con Europa, cómo sonará la voz de Cataluña en Europa y de qué hablará.

Sobre eso trata la conferencia.


dimecres, 7 de setembre del 2016

El PSOE y España

Leo un artículo de Joan Tardá en El siglo titulado Otra oportunidad perdida para el PSOE. Es una pieza digna de comentario y reflexión. Este hombre no solamente es un brillante tribuno, con esa pinta mezcla de león desaforado y maestro de corazón de oro. También es un analista de calado. Su artículo no es una lluvia de consignas o interpretaciones partidistas sobre asuntos tácticos de poca monta, sino que tiene fondo y alcance e hila cuestiones graves, paradójicamente ausentes del debate público. En realidad, ni el mismo Tardá las hace explícitas. Pero permite que otro, por ejemplo Palinuro, lo haga. De esa forma ya se adelantan los acuerdos y desacuerdos con el autor.

A vista de pájaro, la visión de Tardá es correcta y se articula en tres momentos: 1) un primer entendimiento entre el PSOE y el nacionalismo de izquierda abrió paso a la renovación estatutaria y, quién sabe, una nueva articulación territorial del Estado; 2) el periodo intermedio en el que el PSOE viró, se entendió con el nacionalismo burgués, el estatuto sufrió el deterioro conocido, el PP sustituyó al PSOE y, literalmente, dinamitó los puentes con Cataluña; 3) la etapa final actual: en España no hay gobierno en medio de una crisis constitucional mientras que Cataluña dispone de él y de los medios para seguir con su hoja de ruta hacia la independencia republicana.

El relato es correcto, aunque yo no emplearía el término "oportunidad". No me parece que sea una cuestión de aprovechar o no las oportunidades, sino de atender a actitudes y asuntos de mayor envergadura. Ignorarlos no sirve de nada. El relato es correcto porque lo es de los hechos. Pero falta su interpretación, la respuesta a la pregunta del por qué de esos hechos. Por mencionar una que, estando muy presente, está en realidad oculta: la pregunta por la nación. Es obvio: la idea de nación catalana excluye la española; la española, a su vez, incluye a la catalana a base de negarle su condición nacional. El nacionalismo catalán es unitario; el español, no. El nacionalismo catalán lleva la iniciativa; el nacionalismo español trata de defenderse de modo pobre, desorientado, sin proyecto alguno, fuera de la continuación de un estado en el que hay mucha gente a disgusto.

Si se quiere una prueba de lo anterior, considérese la explicación de Tardá de que la emasculación del estatuto comenzó cuando el PSOE pactó con el nacionalismo burgués de CiU. Aceptado. El mismo nacionalismo burgués con el que ERC pactó después para crear JxS. ¿Entonces? No es lo mismo, nos dirá el autor: en el pacto PSOE-CiU, fue el PSOE quien cedió mientras que en el caso de CiU (luego solo Conv.) y ERC, la que cedió fue CiU. También correcto. Pero eso ¿qué quiere decir? Que el nacionalismo catalán es transversal y su idea de nación catalana una, compartida por la izquierda, la derecha y hasta por una fuerza "antisistema" como la CUP. Eso es mucho más de lo que el nacionalismo español puede soñar. El nacionalismo español está fragmentado y es muy incierto. Tanto que muchos nacionalistas españoles dicen que no son nacionalistas españoles. Tanto que no siquiera está cierto de su idea de nación ni de su origen o nacimiento. Ahí andan discutiendo sobre el siglo XIX, pero ni en eso hay acuerdo. La historiografía española es la consideración de un ente problemático, vivido a veces agudamente como una lucha o agonía, la nación española.

Y ese es un elemento esencial subyacente a la actual situación de parálisis y como marasmo: no hay una defensa de la nación española en términos positivos sino puramente negativos: no hay proyecto, pero Cataluña no puede intentarlo. Por eso, entiendo, el ataque al PSOE por la vía de la cobardía, la falta de audacia de su dirección en su política de alianzas ignora que el asunto es más profundo que una mera cuestión táctica de conveniencia para la formación de un gobierno. Se refiere a la idea de nación española que el PSOE tenga y es cierto que, en el fondo, no se distingue sustancialmente de la del PP: España es una sola nación y la Constitución vigente, su hipóstasis. Puede reformarse, sí, pero dentro de unos límites.

Conducir al PSOE a una visión plurinacional del Estado ya sería una hazaña. Llevarlo a aceptar una solución más allá de lo federal al uso, confederal, algo imposible. Pero quizá quepa suscitar en su seno un apoyo al referéndum catalán, aunque tampoco eso es seguro. Que junto al PSOE esté Podemos no facilita nada las cosas. Los morados son, en efecto, partidarios del referéndum catalán, pero en términos nebulosos, pues cuentan celebrarlo con acuerdo del Estado. Es decir, como ejemplo, su utilidad, dada su afición a la casuística, es nula.

Así que lo lógico sería seguir ofreciendo al PSOE una alianza de izquierda con los independentistas y darle tiempo a que reflexione sobre la situación. Alguien, seguro, se maliciará que la propuesta, al final, es pedir de nuevo a los catalanes que esperen. En absoluto. Muy bien señala Tardá que cuentan con los medios institucionales y procedimentales para seguir avanzando en la hoja de ruta. Háganlo a su modo, a su ritmo. Al fin y al cabo, desde un punto de vista material, la desconexión ha comenzado ya. En ese periodo quizá el PSOE pudiera reconsiderar su negativa al referéndum. No porque entienda que es preciso replantearse su concepción de España, sino porque quizá sea el único modo de evitar que la continuación del gobierno del PP lleve la confrontación con Cataluña al extremo de criminalizar a sus autoridades democráticamente elegidas.

Ya se sabe que, para la derecha la opción es clara: entre el orden (su idea del orden) y la democracia, elige el orden. Para la izquierda, sin demérito del orden, la democracia es primordial porque su ausencia es el verdadero desorden. Por eso la izquierda lo tiene siempre más difícil y hay que darle tiempo.

En todo caso, lo que está claro es que el objetivo prioritario hoy es desplazar a Rajoy el PP porque su mantenimiento agrava el riesgo de escalada del conflicto catalán a extremos preocupantes. Y más si se tiene en cuenta que el régimen autocrático del PP ha colonizado todas las instituciones del Estado. A Rajoy personalmente obedecen hoy los medios de comunicación del Estado, la presidencia del Congreso, el Tribunal Constitucional en la persona de su presidente, antiguo militante del PP. La Fiscalía del Estado ya ha soltado su soflama anticatalana y el Rey parece tomar la conveniencia del partido del gobierno como norte de su inacción. Es decir, la derecha ha formado un gigantesco frente contra el independentismo cuyo punto débil esencial es su falta de legitimidad.

Puede haber un gobierno de izquierda que no apriete al PSOE en la cuestión del referéndum y garantice la lealtad de los de Podemos, si tal cosa es posible con gente que sigue en actitud de abierta hostilidad al partido con el que quiere unir esfuerzos. No solo puede: debe. Porque el freno a la descomposición institucional, a la omnipresencia de la corrupción, a la frustración generalizada y la fractura territorial conflictiva nos interesa a todos. Y a todas.

Y no se olvide que no es preciso demonizar la idea de unas terceras elecciones. ¿Por qué despiertan tanta animadversión? ¿Que es demasiado votar? Votar nunca es demasiado; demasiado es no votar.

dilluns, 29 d’agost del 2016

España contra Cataluña

No soy aficionado a participar en controversias y tampoco a polemizar con colegas. Tengo ya suficientes enemigos y muy contados amigos así que no quiero empeorar mi fortuna. Pero en esta ocasión no veo otro remedio que intervenir en un intercambio entre dos colegas a los que respeto y estimo mucho, en sendos artículos de El País. Uno, el catedrático de derecho constitucional de la Universidad de Barcelona, Marc Carrillo, y el otro, el historiador Joan B. Culla i Clarà, a propósito de una observación casi en passant del primero en un magnífico artículo sobre el franquista Carles Sentís en los años 60 en Barcelona. Dice Carrillo al final de su escrito en pro de la memoria histórica que el caso de Sentís y otros "desacreditan la obscenidad histórica y la miseria moral de afirmar que la guerra civil fue contra Cataluña". Responde Culla i Clarà que eso es falso y que sí, que en gran medida, la guerra civil fue contra Cataluña.

Y, con todos los respetos a Carrillo, coincido con Clarà. Es más, da que pensar que un intelectual tan sólido como aquel haya incurrido en un exabrupto tan ligero como injusto. Uno que nos interpela a muchos que, junto a Clarà, pensamos que en efecto, la guerra civil fue contra Cataluña. Contra la República española y el Estado catalán pari passu. Para defender su posición, el constitucionalista viene a decir que, en el franquismo, muchos catalanes colaboraron y cita algunos. Clarà concede y cita más. Y yo corono la cita: los legitimadores de la sublevación de militares sediciosos y delincuentes fueron catalanes: los obispos Pla i Deniel y Gomá, teorizaron la "Cruzada" y exaltaron el fascismo y nacionalcatolicismo más bárbaros e inhumanos. Por supuesto, toda tiranía, toda dictadura o barbarie tiene cómplices entre los oprimidos, cipayos. Se sabe de sobra. 

¿Y qué? La cuestión objetiva es indudable, históricamente incuestionable y probada hasta la saciedad: el franquismo fue un intento sistemático de aniquilar a Cataluña como nación. El último. Iba a escribir "por ahora", pero supongo que no es necesario porque espero que no haya ocasión a más. Un intento de genocidio cultural, sistemáticanente aplicado hasta hace muy poco, afortunadamente fracasado pero que se ha reavivado desde hace unos años, desde la famosa sentencia anticatalana del TC en 2010.

Carrillo sabe que lo anterior es cierto. ¿Por qué, sin embargo, lo niega con esa vehemencia y de forma tan agresiva? Aquí va mi intento de explicación. El problema no es si el franquismo fue o no un intento de genocidio cultural de Cataluña (dejo de lado otras cuestiones nacionales), que lo fue. El problema es el de su significado y alcance y, sobre todo, las consecuencias a fecha de hoy. Algo que nadie quiere encarar en serio.

Porque, en contra de lo que se dice habitualmente y los dos polemistas parecen aceptar (aunque discrepen en la valoración), el franquismo no solo pertenece al ámbito de la memoria histórica sino que, para nuestra desgracia, pertenece al presente más rabioso. En Cataluña y en el conjunto del Estado. Y no solo porque las calles sigan rotuladas con nombres de asesinos, el genocida tenga una Fundación a su nombre, haya una vergüenza llamada Cuelgamuros o los curas sigan diciendo misas por el eterno descanso (y ansiado retorno) del sanguinario dictador. Es presente porque sus consecuencias están aquí y convivimos con ellas.

No hay duda de que el franquismo fue un intento de acabar con la personalidad nacional catalana. Pero la pregunta, hoy, es: ¿cuántos españoles apoyaron  y apoyan el franquismo? ¿Hasta qué punto puede decirse que el franquismo ha encarnado en España como se muestra por el hecho de que sigue muy presente en todas partes? ¿Está España, de verdad, libre del franquismo? Cualquier puede verlo: en las cosas del común, en el aparato institucional, en su ordenamiento jurídico, no mucho. Solo el recuerdo de que las leyes "constitucionales" del franquismo (Régimen Jurídico de la Administración del Estado, de 1957 y Procedimiento Administrativo, 1958) estuvieron en vigor hasta 1997, debiera servir de aviso. Y, en lo tocante a Cataluña, mucho menos. 

El franquismo no es memoria solo; es presente. Los actuales gobernantes, el propio partido del gobierno, fundado por un ministro de Franco, son franquistas, son herederos del franquismo y no solamente indirectos, de segunda o tercera generación, estúpidos señoritos al estilo de Casado o jayanes tabernarios al de Hernando, sino directos, muy directos, con ideas, convicciones, creencias absolutamente franquistas. Gente que ni por asomo admite el carácter ilegal y, por lo tanto, nulo, de todo el ordenamiento jurídico de aquel gobierno de delincuentes que, como en 1984 hizo que la mentira fuera la verdad; el crimen, virtud; el robo, justicia. Por eso ninguno de estos franquistas, descendientes de franquistas, seguidores ideológicos de la dictadura de facinerosos ha condenado jamás el franquismo. No lo han hecho ni lo harán en el PP y en C's porque condenar el franquismo sería condenarse a sí mismos, a sus familiares, padres y, en incontables casos, confesar que sus patrimonios se obtuvieron mediante el crimen, la violencia y el saqueo.

Y, como buenos franquistas, su actitud frente a Cataluña es la de sus modelos: exterminio cultural. Llevan cuatro años de mayoría absoluta gobernando contra la nación catalana, cuya existencia niegan todos sin más razón que la fuerza, y si fuera por los dos firmantes del reciente pacto, PP y C's que, en realidad también es un pacto contra Cataluña, se suspendería la autonomía, se encarcelaría a los dirigentes independentistas y la escuela catalana volvería al modelo castellano de los felices tiempos del fascismo.

A la vista de esta situación tan delirante, con franquistas en los puestos de mando del Estado, se ha destruido ya toda esperanza que pudo haberse alimentado en la transición de que el franquismo no volvería. Aquí está de nuevo, dispuesto a hacer cuanto daño pueda. Y no hay garantía de que quepa evitarlo. Porque, en definitiva, no es solo el franquismo, es España la que va contra Cataluña.

Por eso los catalanes quieren irse. Y hacen bien.

divendres, 12 d’agost del 2016

La izquierda y Cataluña

El independentismo catalán tiene desconcertada a la izquierda española. Esta se debate entre su alma de izquierda y, por tanto, universalista y cosmopolita y su alma española y, por  tanto, nacional y patriótica. Y predomina abrumadoramente la segunda.

El alma de izquierda es liviana. Se limita a repetir la jaculatoria de que no se puede ser nacionalista y de izquierda. Un argumento que no solo es falso en su enunciado sino hasta en su enunciador, que suele ser un nacionalista español que dice ser de izquierda, o sea, internacionalista, universalista, cosmopolita. Pues eso mismo. Es un punto de vista que, por naturaleza, considerará puras contingencias históricas que los Estados se separen, se junten, se multipliquen o dividan. Aunque sea el propio.Y tampoco tendrá inconveniente en reconocer como nación a todos los pueblos que afirmen serlo, sobre todo si lo hacen durante siglos.

Ahí le duele. En el alma española. El alma de la nación española. Atacada la nación en su mismo corazón, en su integridad territorial, la izquierda descubre que una vez más fracasa en su intento de poner en pie una idea de nación abierta, laica, liberal, progresista, republicana. Piensa, asustada, que tiene que cerrar filas con la que se ha impuesto desde siempre en España, la última mediante una guerra civil y cuarenta años de dictadura, justo la fórmula que ha acabado dinamitando la posibilidad de una nación española acorde con los tiempos. Su necrológica está en el artículo 2 de la Constitución vigente. 

Este enésimo repliegue de la tradición nacional heterodoxa al dictado de la imagen reaccionaria, oligárquica, caciquil, monárquica y nacionalcatólica es lo habitual. La izquierda española, carece de raíces en una vigorosa burguesía liberal y nacional, una burguesía radical que hubiera separado la Iglesia del Estado y alumbrado un espíritu empresarial en lo que hubiera debido ser la acumulación de capital para el desarrollo industrial. Así aquella ha resultado ser  débil, fragmentaria, muy dividida y mal avenida y sin una idea de nación heredada porque la burguesía española fue incapaz de formularla al margen del destructivo binomio trono-altar. Tal es su orfandad que la más reciente izquierda se va a buscar la idea de Patria a Latinoamérica, o sea, a las antiguas colonias liberadas de España. No es un círculo vicioso. Podría llamarse el "círculo de Epimeteo", ya saben, el que miraba al pasado.

El actual repligue se origina en una preocupación más profunda. La izquierda teme quedarse sin nación antes de haberla disfrutado. Teme quedarse sin patria, una sensación probablemente de vértigo, como cuando tiembla la tierra. Y no es para menos: la hipótesis-posibilidad-probabilidad-seguridad-certeza (escójase lo que se prefiera) de la independencia de Cataluña, trae al proscenio la sombra de una crisis del 98 bis, más profunda. Ya lo había vaticinado Ortega. La historiografía española dio la vuelta al experimento y presentó la generación del 98, no como conciencia de un fracaso, sino como voluntad de renacimiento. Pero eso ha sido después de la fiesta y ahora estamos ante ella y tenemos un futuro de incertidumbre.

La cerrada negativa del PSOE al referéndum y la ambigüedad (en el fondo) de Podemos son la prueba de la poca confianza que su idea de nación inspira a la izquierda. La poca seguridad en su nación, en su capacidad para ganarse la adhesión voluntaria de todos los pueblos que la componen explica esta prohibición del ejercicio de un derecho fundamental como es el de decidir su futuro como nación. Así que el ideal de la nación libre se convierte en la realidad de la nación cárcel (por lo demás inviable) al grito de la salvación patria. Esto es lo que los obliga a cerrar filas: el miedo a la disgregación de un experimento que lleva trescientos años sin levantar cabeza.

Hay un dicho que se atribuye a Josep Pla pero parece ser apócrifo según el cual lo más parecido a un español de derechas es un español de izquierdas. Es muy posible. Los une el nacionalismo. Ese del que ambos reniegan por considerarlo aldeano.

dilluns, 1 d’agost del 2016

Carme Forcadell como símbolo

A raíz del referéndum informal del 9 de noviembre de 2014, el gobierno español instó a la Fiscalía a proceder penalmente contra el entonces presidente Mas y las consejeras Rigau y Ortega. Como pieza aparte, el diputado Homs en análoga situación. El viernes, ese mismo gobierno, con el mismo presidente y a la vista de la aprobación del comienzo del proceso constituyente en Cataluña, pide al Tribunal Constitucional que proceda contra la presidenta del Parlamento catalán.

Es típico de las autoridades desconcertadas, nerviosas e incompetentes responder precipitadamente, sin prever las consecuencias de sus actos y hacerlo por la vía de la represión, en virtud de su carácter autoritario. Desconcierto y nervios provocados por su animadversión a cualquier votación democrática. No es admisible que la gente en la calle vote según le parezca o que lo hagan sus representantes o delegados en las instituciones cuando lo estimen pertinente.

El estallido de furia de la derecha gobernante a raíz de la votación es un mecanismo psicológico muy elemental propio de los códigos disciplinarios de las que Ervin Goffman llama "instituciones totales", como los cuarteles, las cárceles, los hospitales. Ante un comportamiento colectivo opuesto a las directrices del mando, lo encargados, los vigilantes, buscan un culpable, una cabeza de turco con el fin de dar un escarmiento. Singularizan a un solo individuo para castigarlo en público y de este modo cunda el ejemplo. Hacer comprender a estos funcionarios franquistas que un Parlamento democráticamente elegido no es una institución disciplinaria es imposible. No valoran la función simbólica de los órganos representativos porque no sienten respeto por ellos y los tratan como negociados de la administración a cuyos responsables se puede expedientar por incumplimiento del deber. No hay más que ver a quién han puesto al frente del Congreso de los Diputados, una especie de jefa de negociado que cumple la ley última de Peter de ser promovida al nivel máximo de su incompetencia.

Quienes así piensan, deberían proceder contra los órganos colegiados por la vía política, no la judicial. Una vez aprobada la norma, recurrirla en inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional. ¡Ah, no! No hace falta esperar tanto, se nos dice. La ley de ese tribunal le permite actuar avant la lettre a instancias del gobierno. De este modo, el Tribunal pasa a ser una agencia del poder político habiendo resucitado una especie de control previo de constitucionalidad de las leyes para lo que guste el ejecutivo. Igualmente autoriza al Tribunal Constitucional a proceder contra las personas, obligándolas al cumplimiento de sus decisiones mediante multas, procedimientos de inhabilitación y, eventualmente, dando traslado a la jurisdicción penal. Es decir, Carme Forcadell puede tener un futuro judicialmente proceloso.

Por descontado que todo esto solo sea posible merced a una reforma ad hoc del año pasado en la citada Ley del TC, impuesta por el rodillo del PP, no es algo que suscite escrúpulos en la derecha para quien la ley es materia de obligado cumplimiento para todos menos para sí misma que la cambia a su antojo y sin consenso siempre que le interesa. En este contexto se entiende que, cuando la derecha responde al independentismo que es preciso cumplir la ley razona en función de sus interese; cuando lo hace la izquierda, no se sabe en función de qué intereses razona, ni siquiera si razona.

Pero Carme Forcadell no es una jefa de negociado ni el Parlamento de Cataluña una subdirección general de un ministerio, sino un órgano legislativo, representativo y que se considera a sí mismo soberano. Esto hace que su respuesta a la decisión que hoy tome el TC solo será ignorarla porque no puede admitir una interferencia de ese calibre en sus atribuciones. Mientras Forcadell se atenga al reglamento, lo que el gobierno central puede hacer es impugnar el reglamento o los actos de la Cámara y, por supuesto, poner en marcha lo previsto en el art. 155 CE. Lo demás es abuso de poder por muy amparado que esté formalmente en una chapuza legal de última hora que nadie acepta. Es decir, de seguir el Tribunal en sus trece y el Parlamento en los suyos, ya tenemos el primer conflicto institucional grave en el que choca una legalidad apañada con un argumento de legitimidad en el que el Parlamento catalán basa su actuación. Es decir, la política, de la que estos gobernantes no entienden nada, igual que no entendía Franco.

Por eso escribía ayer Forcadell un artículo en Punt Avui titulado L'hora de la política más o menos con estos argumentos.

Pero la solidez de la figura de la presidenta no reside solo en sus argumentos, sino en su valor simbólico. Forcadell representa hoy la dignidad de un pueblo. El intento del gobierno de reprimirla y doblegarla es el de reprimir y doblegar el independentismo catalán. Y esa es la política, un ámbito en el que juega la fuerza moral de las personas. La ética y la estética de unas convicciones.

dimecres, 27 de juliol del 2016

Llega la desconexión de Cataluña

Han dejado a los del Tribunal Constitucional de guardia y retén, por si los catalanes se desmandan, mientras ellos, los políticos, siguen a lo suyo, esto es, a cobrar jugosos salarios por no hacer nada salvo pelearse en la barra del bar (a 3 € el cubata) y mentir cuanto pueden. Y, claro, lo primero que han hecho los catalanes ha sido desmandarse. El Parlamento admite a trámite las conclusiones de la Comisión de Estudio de la Desconexión, ignorando la prohibición del Tribunal Constitucional. Ya estamos en plena desobediencia institucional. De esto va mi artículo de ElMón.cat de esta semana, En peu de desconnexió.

Lo decía ayer muy claramente el presidente de la citada comisión, Lluís Llach: "estamos aquí para hacer la independencia de una puñetera vez". A la vuelta del verano, habrá legislación catalana de desconexión con España. A ver qué cómo actúan entre tanto estos prodigios de políticos españoles. Desde hace años Palinuro viene diciendo que el principal problema de España es Cataluña que, en realidad, es un problema español. Ni caso. En España la gente sigue creyendo que los problemas se resuelven a base de negarlos o ignorar su existencia.

Así se han quedado sin país los españoles.

La versión castellana:

En pie de desconexión

Está nervioso el Tribunal Constitucional. Sigue con suma atención la evolución de los hechos en el Parlamento de Cataluña. Debe estar presto a intervenir. No puede tolerar que la cámara se salte una prohibición suya de desarrollar el propósito legislativo de la desconexión.

Alcanzadas las conclusiones de la Comisión de Estudios del Parlamento, el alto tribunal ha dictado una providencia ordenando que no se les dé traslado al pleno de la cámara. Y justamente parece que el pleno de la cámara se apresta a hacer lo contrario, esto es, no solamente recibir las conclusiones sino acelerar su consideración mediante la correspondiente reforma del orden del día.
Solo este propósito provoca un encendido debate en el Parlamento. Parece evidente, sin embargo que, si la cámara decide tomar en consideración las conclusiones, es porque piensa aplicarlas y desarrollar la legislación de desconexión.

Y ahí es donde llega el momento de la desobediencia que estaba implícito antes o después en la hoja de ruta. Ahí es donde el propósito del presidente Puigdemont de ir “de la ley a la ley” sufre su primer revés. Según la ley vigente, las decisiones del Tribunal Constitucional se acatan y se cumplen. Si hay un incumplimiento de la ley, la dinámica entra en un cauce imprevisible.
La cuestión cruda es si el gobierno central, el poder ejecutivo, puede obligar al cumplimiento de la ley en todo el territorio bajo su jurisdicción. Cabe recordar que tal no fue el caso en la votación del 9N de 2014. Entonces se dijo que, al ser la convocatoria un asunto de voluntarios, no tenía carácter legal ni institucional y, por tanto, el gobierno no estaba obligado a intervenir. Precisamente por eso se instó después al procesamiento de cuatro responsables políticos, Mas, Rigau, Ortega y Homs, por haber cometido ilegalidad en abuso de sus funciones. Es contradictorio, pero se salvó la cara de la autoridad del Estado. Esta se ejerce post festum.

Ahora no se trata de una convocatoria que el gobierno pueda desautorizar como una “consulta verbenera”, sino de una decisión de un órgano institucional en uso (o abuso) de sus competencias. Teniendo en cuenta además que, desde el punto de vista jurídico-político, este órgano, el Parlamento de Cataluña, es también un órgano del Estado, como lo es Generalitat. Es decir, un órgano del Estado tiene que desautorizar a otro e impedirle el ejercicio de sus competencias.

Dado el curso de confrontación adoptado por el Parlamento de Cataluña, es claro que el gobierno de España debe tener una respuesta preparada y no le queda más remedio que salir del letargo y tomar la iniciativa con alguna decisión.

Pero, ¿cuál? El gobierno está en funciones. Según esto no tiene, o no debiera tener, plena capacidad de acción pues “en funciones” se entiende para asuntos de trámite. En los asuntos de calado político, no puede tomar decisiones, máxime cuando, además, y por propia iniciativa, ha decidido no someterse al control del Parlamento. Ya lo hizo con el salido del 20 de diciembre y lo hace ahora con el del 26 de junio. Se dirá que un gobierno en funciones tendrá un margen mayor de maniobra y más flexibilidad, por no estar sometido a control parlamentario. Pero es precisamente esa situación de irresponsabilidad la que suscita alarma ya que puede dar lugar a conflictos que luego no sea posible resolver.

Si, además, tomamos en cuenta que la ejecutoria del gobierno de Rajoy en relación a Cataluña es terrorífica, se convendrá en que, libre de trabas (antes tampoco tenía muchas, pero ahora no tiene ninguna) tenderá a actuar con la catalanofobia que lo ha caracterizado siempre.

¿Supone esto que el Parlamento catalán debe aceptar la decisión del Tribunal Constitucional y suspender la tramitación de la desconexión? En absoluto. Supone que los parlamentarios seguirán los dictados de sus conciencias y lo harán con suficiente conocimiento de causa. Vengan como vengan los hechos, el Parlamento Catalán actuará de conformidad con la voluntad expresa en los programas de los partidos que forman Junts pel Sí y su aliada parlamentaria, la CUP.

El resultado es que el gobierno español y las Cortes –sin comunicación entre sí- se encontrarán con un conflicto constitucional. Pueden tratar de resolverlo por la vía de la represión o la de la negociación.

Y, la verdad, no sé cuál es más desastrosa para el Estado en las circunstancias actuales.

dimarts, 26 de juliol del 2016

El golpe de Estado de Mariano Rajoy

Si Mariano Rajoy fracasa por segunda vez en la investidura tras las segundas elecciones (las del “desempate”, según los zahoríes de Podemos) porque no consigue sumar ni un solo escaño a sus 137 leales, debe retirarse y dejar que lo intente otro del PP que suscite menos animadversión. O, mejor, alguien que no sea del PP pues da la impresión de que también el partido levanta similar inquina.

Sostiene el presidente la peregrina teoría de que los 137 deben gobernar porque son el partido más votado. Con esto se salta la letra de la Constitución. El espíritu lleva cuatro años y medio saltándoselo al haber gobernado de modo tiránico, mediante el rodillo, con desprecio del Parlamento y los acuerdos básicos de la democracia. Y ese es la razón por la que nadie lo quiere. Ni siquiera tiene la entereza del Antonio Maura de "¡que gobiernen los que no dejan gobernar!"

No es el caso. En un repulsivo gesto de ruindad moral gimotea que quiere gobernar y pide que le dejen. Pero no está dispuesto a negociar nada, ni hacer concesión alguna, ni tomar una sola medida para regenerar este sistema político que ha desmantelado. Pone sus intereses –en realidad su capricho- por encima de los de su partido y los del país.

Al bloquear la salida, el presidente de los sobresueldos está dando una especie de golpe de Estado a cámara lenta. Está empeñado en que una mayoría parlamentaria acepte someterse a los dictados de una minoría. 137 diputados de 350 son el resultado del 33,03% de los votantes. Una tercera parte. Menos aun, del 21,5% del cuerpo electoral. Los representantes de la quinta parte de los electores quieren imponerse a las cuatro quintas partes de estos, los dos tercios de los votantes. Algo autoritario y antidemocrático. Una dictadura.

La abstención de los demás no es una opción porque es pedirles que transijan con la imposición y que traicionen el mandato de sus electores. Rebajarse a suplicarla del principal partido de la oposición es una mezcla de indignidad y chantaje. Suelen ir unidas. En el PSOE hay sectores de peso, movilizados últimamente con gran apoyo mediático, para secundar la pretensión. Antiguos dirigentes orgánicos y actuales dirigentes ideológicos, todos ellos “moderados” piden abstención en interés de España. Será en el suyo propio ya que la derecha del PP y el interés de España son términos antitéticos. Otros abajofirmantes propugnan un pacto PSOE-Podemos. Algo es algo, pero el peso y los recursos de los otros, los jarrones chinos dinásticos, que se han multiplicado, son muy superiores,

No es No. Y los militantes y votantes socialistas deben saber que, si el PSOE cae en la trampa de la abstención y favorece un gobierno del PP, se habrán cumplido los deseos de Podemos y su partido puede ser borrado del mapa en las elecciones siguientes.

Si, fracasado Rajoy bis, se trata de formar gobierno, solo hay la candidatura de Pedro Sánchez. La situación es exactamente la misma que la del 20 de diciembre pero en peores condiciones para la izquierda. Es el resultado del voto de Podemos entonces. Y Sánchez tiene dos opciones: la primera un gobierno de izquierda, PSOE-Podemos-Indepes catalanes con apoyo exterior del PNV y CC. Lo ha venido propugnando Palinuro hace meses. Pero da la impresión de que la cuestión del referéndum catalán lo impedirá. Es un error garrafal del PSOE, pero este no parece dispuesto a enmendarlo. Siendo así, “¿por qué apoyas ese gobierno”, me preguntan. Sencillo: para los indepes catalanes es la prueba de que no hay diferencia entre las izquierdas y las derechas españolas. Y tienen razón… en lo que respecta a Cataluña. Pero no en lo que respecta a España. Para la izquierda siempre será mejor el gobierno del PSOE que el del PP. Seguiremos peleando por el referéndum en Cataluña, pero se agradece que no tengamos que hacerlo por las pensiones, por los salarios, por los subsidios en España, aunque algo habrá siempre que hacer.

El otro gobierno posible, que no me atrevo a calificar políticamente, es PSOE-Podemos-C’s-CC. Supongo que, sin ponerse tiquismiquis, podría considerarse de “centro izquierda”. Desde luego, tendría garantizada una sólida mayoría absoluta de 189 escaños, a reserva de lo que hagan los indepes catalanes y el PNV.

El problema de ambas propuestas, en el fondo, lo plantea la doblez permanente de Podemos y su carencia de sentido de la lealtad. La política española es zona de bajíos. Rajoy no cumple ni respeta su palabra e Iglesias no sabe qué sea la lealtad, en el fondo, también, la palabra dada. Tan pronto somos comunistas como socialdemócratas; tan pronto partido como movimiento; tan pronto pueblo como casta; tan pronto tiendo la mano como la convierto en un puño.

Al echarse en brazos de IU y asimilar el discurso revanchista del sorpasso anguitiano, Podemos firmó su condena a muerte. Y, en las elecciones, se estrelló. La frenética búsqueda de responsabilidades posterior, una especie de confesión pública colectiva al estilo de los primitivos cristianos, soslayó la causa real: esa “nueva” izquierda, era vieja y su función sería la de esta: dividir al conjunto del campo de izquierdas y posibilitar un gobierno de derechas.

Tras el fiasco del 26J la tendencia cainita se ha agudizado y su consecuencia solo puede ser unas terceras elecciones tras las cuales Podemos puede quedar reducido a los porcentajes de voto de Anguita en los noventa. Para evitarlo, ha lanzado a sus intelectuales a hacer lo que mejor hacen: tomar sus deseos por realidades. Todos aseguran, como si lo supieran por ciencia infusa, que en la segunda votación de investidura, el PSOE se abstendrá. “De ese modo”, calculan, “transferimos la responsabilidad de la pinza al PSOE: es este el que concuerda con el PP”. Entre tanto, Podemos, convertido en el Sigfrido de la oposición.

Es tal la indigencia intelectual de los profetas que no se les ha ocurrido que quizá no haya segunda votación porque no haya primera. Justo lo que pasó a raíz de diciembre. La experiencia como fuente de conocimiento es una quimera.

Al margen de estas niñerías, si hay un gobierno de la hipótesis primera o la segunda, será previo llevar a Podemos a firmar ante notario sus compromisos. Quien miente una vez, miente ciento.

Y, si no hay alternativa cierta, terceras elecciones. Antes de que el presidente en funciones coja el gusto a una situación en la que el gobierno esté en funciones sin plazo fijo, sin dar cuenta al parlamento y sin convocar al cuerpo electoral. Algo que podríamos llamar un “interregno dictatorial”. O sea, un golpe de Estado de nuevo cuño por silencio de la ley.

NO es NO.

dilluns, 25 de juliol del 2016

NO es NO

Ya es desvergüenza y desfachatez de la derecha pretender seguir en el gobierno después de estos cuatro atroces años de saqueo del país e involución neofranquista. En estos cuatro años, muchos peperos se han enriquecido a base todo tipo de latrocinios. A unos los han pillado, a otros, no y todos tratan de librarse de la acción de la justicia como pueden. Ya es desvergüenza que el mismo pájaro que lleva cuatro años destrozando el país tras haber cobrado suculentos sobresueldos de origen dudoso durante veinte años, aspire a renovar su mandato sin aceptar ni media responsabilidad por sus numerosas fechorías, sus encubrimientos y complicidades.

Ya es desvergüenza que no solamente pretenda seguir el principal responsable de esta ignominia, sino que quiera imponer la continuidad de sus compinches, algunos de los cuales son verdaderos psicópatas que tienen visiones celestiales y hablan con los muertos mientras que otros, como la exministra Pastor, son responsables políticos de una catástrofe ferroviaria por la que no han dado explicación alguna, pero a ella le ha valido el ascenso a presidenta del Congreso.

Ya es desvergüenza que el PP, una asociación de presuntos malhechores, quiera seguir cometiendo desmanes en provecho de los mangantes que lo integran o para evitar que se descubran y castiguen sus mangancias anteriores.

La dignidad de la gente no puede tolerar que siga en el poder la misma tropa de sinvergüenzas que ha vaciado la hucha de las pensiones, demediado los salarios, suprimido las ayudas a la dependencia (excepto la del padre del Sobresueldos) y recortado todo tipo de prestaciones. Todo ello de forma tal que un porcentaje altísimo de la población sobrevive gracias a las pensiones de los abuelos, pensiones que estos granujas quieren recortar.

Es imperativo, prioritario, esencial, librar al país de esta banda de facinerosos. Es una tarea ante la cual deben pasar a segundo plano cualesquiera otras consideraciones so pena de que, en el fondo, se trate de excusas para perpetuar la dominación de los expoliadores. Y así parecen haberlo entendido todas las fuerzas democráticas de forma que todas votarán NO a la propuesta de investidura del Sobresueldos

PNV: NO.- Indepes catalanes: NO.- Podemos: NO.- PSOE: NO.

Así que, en el mejor de los casos y si C’s votase que SÍ (cosa que no acaba nadie de creerse), el Sobresueldos no puede seguir siendo presidente del gobierno.

La perspectiva de librar al país de esta pesadilla neofranquista y nacionalcatólica, saludada con alborozo por dos tercios de la población, causa, sin embargo, honda preocupación en otros sectores. A saber: la patronal, la banca, la Iglesia, los medios de comunicación a su servicio, o sea, todos, las familias más reaccionarias, monárquicas y meapilas del PSOE y el núcleo más incombustible del comunismo anguitiano, hoy en Podemos.

Todos ellos empujan y alientan a esos socialistas reaccionarios siervos del trono y el altar (los González, Rubalcaba, Bono, Leguina, etc) para que, so pretexto de evitar una imagen del PSOE como partido intransigente, instalado en un “no” estéril y contrario a su tradición pactista, allane con su abstención el gobierno al sobresueldos y su banda. En su ayuda acuden a racimos los enchufados y paniaguados de los medios, los intelectuales con la marca de escudería en el lomo. Todos piden que el PSOE posibilite el gobierno de la banda como “cuestión de Estado”.

La dignidad pisoteada de la gente, la trasparencia burlada, el abuso y el robo sistemáticos, el desprecio por la democracia, la agresividad contra el nacionalismo catalán, la pérdida de las libertades públicas, el despojo de los derechos civiles, políticos, sociales, laborales. Nada de eso cuenta. Lo único que cuenta es la defensa de los privilegios de una élite política, intelectual, funcionarial que tendría que competir en condiciones más igualitarias con las gentes a las que no deja hablar o pretende acallar desde su oligopolio mediático.

Y no siempre lo consiguen. Algunos de estos, menos enchufados, también se han constituido en “abajofirmantes” para contrarrestar el entreguismo de los otros con una petición de que el PSOE pacte con Podemos.

En todo caso, esta petición de alianza con Podemos coincide con lo que Palinuro lleva muchos meses diciendo… pero que ya no defiende con la misma intensidad. La opción de izquierda (PSOE+Podemos+Indepes catalanes, quizá con apoyo exterior del PNV) era muy clara y recomendable antes de las elecciones del 20 de diciembre. Luego de estas, las cosas empezaron a cambiar, cuando pudo verse que Podemos no estaba animado de un genuino interés en una unidad de la izquierda para desplazar a la derecha ladrona, sino, antes que nada, en la destrucción del PSOE, aunque fuera al precio de dejar gobernar al PP.

Es decir, cuando pudo verse que Podemos hacía suyo el revanchismo anguitiano. Y, en efecto, no hubo entonces gobierno porque Podemos votó en contra de la candidatura de Sánchez. Pasadas las elecciones del 26 de junio y confirmado ya que Podemos no alcanza al PSOE, que no sirve para nada, que no está animado de interés en una unión de la izquierda sino en bloquearla para que gobierne el PP, la propuesta de gobierno de la izquierda es muy problemática.

Los jefes de Podemos afirman que no hay nada que hacer con el PSOE porque, al final, este se abstendrá y regalará el gobierno al PP. Una afirmación que es un deseo, en contra de la voluntad expresamente formulada por el PSOE de mantenerse en el NO al Sobresueldos en cualquier caso. No importa, Iglesias sostiene que no hay ninguna posibilidad de acuerdo con el PSOE porque este, en el futuro, lo hará imposible. Un razonamiento que rezuma jesuitismo.

Así que, si puede hacerse un gobierno de izquierda, bienvenido sea. Pero antes habrá que obligar a los cínicos de Podemos a especificar sus posiciones ante notario. Nadie en su sano juicio puede fiarse de unas gentes que cambian de opinión al rebufo de las encuestas.

Y, en todo caso, no se olvide: NO es NO. Y, si no conviene una alianza con las gentes de Podemos, que no son de fiar, tampoco sucede nada: terceras elecciones.

Y que cada cual responda de sus actos.

diumenge, 24 de juliol del 2016

El fracaso definitivo de España

La derecha pretende seguir en el gobierno, expoliando el país, desgobernándolo, deshaciéndolo y empobreciéndolo, aumentando la opresión y explotación de las clases populares. Lo que es de esperar pues encaja en su actitud tradicional consistente en encaramarse al poder o mantenerse en él por los medios que sean. Y esto debe entenderse en sentido literal: por los medios que sean. Ha dado prueba abundante en la historia de que no desdeña llegar al poder mediante la violencia, el asesinato, el chantaje, el robo, la mentira, etc. Lo único que le interesa son sus privilegios, sus chanchullos, robos y enchufes, es decir, seguir administrando el país como un cortijo particular, cual ha hecho siempre. El país le importa una higa y, si hay que sacrificarlo a sus intereses oligárquico se hace. Sus engoladas referencias a la patria son falsas, pues su único interés son las rentas que pueda obtener.

El actual presidente en funciones es un tipo sin dignidad ni moralidad, embustero sistemático, cobrador de sobresueldos de procedencia dudosa, amparador de corruptos y presunto corrupto él mismo. Debiera haber dimitido al comienzo de su mandato de tener un adarme de vergüenza. No solamente no lo ha hecho sino que presenta de nuevo su candidatura, a pesar del oprobio que rodea a su persona y a que carece de todo crédito y apoyo popular. Nunca había estado tan claro que un individuo de esta calaña pusiera sus intereses particulares por encima de los del país que dice gobernar. Lo hace a través de un partido que es una ristra de chorizos con una insólita cantidad de dirigentes envueltos en procesos penales o tratando de librarse de ellos mediante artificios reglamentarios, como Rita Barberá.

Lo hace asimismo mediante un gobierno cuya ejecutoria de ineptitud y reaccionarismo solo es comparable al grado de corrupción que ampara y fomenta. De forma que, para cualquier observador extranjero con un mínimo de ojo crítico, España es un país gobernado por delincuentes con una población resignada a que le roben y se rían de ella. Esa observación del extranjero no podrá ignorar los abundantes signos ya abrumadores de que, además, es un Estado fallido, a punto de desintegrarse a consecuencia de la independencia de uno de sus territorios más ricos y adelantados, Cataluña y frente a la cual, la oligarquía dominante tradicional no ha sido capaz de articular discurso alternativo alguno.

Que la derecha quiera revalidar el poder que ha traído el país a este estado de postración es lógico dada su inexistente conciencia nacional, su egoísmo ilimitado y su desprecio por las formas democráticas. España se encuentra en una situación de emergencia desesperada pero eso a la derecha le da igual porque, al no tener en cuenta más que sus intereses, el destino del país que ha expoliado le trae sin cuidado.

Distinta debiera ser la situación en la izquierda, pero, por desgracia colectiva, no lo es. La izquierda podría constituirse en alternativa de gobierno si verdaderamente quisiera rescatar el país de las garras de una derecha delictiva. Bastaría con que las dos corrientes, el PSOE y Podemos unieran sus fuerzas que, entre otras cosas, suponen 156 diputados, una base mucho más sana que los 137 del PP, pero eso es impensable porque la dos están más interesadas en sus enfrentamientos que en una acción de gobierno que sea beneficiosa para el país.

El asunto es patente en el caso de Podemos, literalmente al servicio del odio anguitiano al PSOE y la quimera del sorpasso. Mientras este espíritu revanchista del comunismo más revenido predomine en la dirección de Podemos, no hay ni que pensar en una unidad de acción de la izquierda. Objetivamente hablando, Podemos es la garantía del gobierno de la derecha pues está más interesado en el gobierno de esta que en otro de su rival, el PSOE. Pablo Iglesias votó a favor de la continuidad de Rajoy a raíz del 20 de diciembre. Quería nuevas elecciones pensando que así se “desempataría”, cosa que no ha sucedido.

Pero la reacción es la misma: no al PSOE en el gobierno. Quizá se haga con un poco más de hipocresía –que en Podemos abunda tanto como la cursilería y el plagio- pero se hace igual. Lo primero que ha dejado claro Iglesias es que no hay posibilidad de pacto con el PSOE. Ahora bien, si no hay tal pacto, se incrementan las probabilidades de terceras elecciones y esas ya no serán tan bienvenidas como las del 26 de junio porque es bastante previsible que den un descenso considerable de Podemos.

Aunque digan otra cosa, PP y Podemos no están interesados en la repetición de elecciones. Están los dos interesados en que Gobierne el PP. La reedición de la sempiterna pinza de los comunistas y la derecha en contra de la socialdemocracia es patente. El PP de modo directo, Podemos de forma esquinada y jesuíticca, que es como hace las cosas. Así han lanzado a todos sus predicadores a profetizar que el PSOE facilitará el gobierno del PP en segunda vuelta. Es decir, ellos no quieren, pero el PSOE flaqueará y eso servirá para que Podemos, como única oposición parlamentaria, se consolide como hegemónico en la izquierda. No es, por tanto, una profecía, sino un deseo: Podemos quiere que el PSOE se abstenga para justificarse a sí mismo y aparecer como el sucesor y vencedor del PSOE al mismo tiempo. Este cálculo tan elemental debe de parecer el colmo del refinamiento a los estrategas de Podemos.

Al mismo tiempo, en efecto, el PSOE merecerá lo que le suceda si no es capaz de defender su posición frente a la caterva de reaccionarios y derechuzos que largan por todas partes, como Felipe González, Rubalcaba, Bono, Leguina y resto de la jarcia involucionista. Si no es capaz de reaccionar frente a las presiones del amplio frente de intelectuales orgánicos, paniaguados y enchufados abajo firmantes que urgen a Sánchez a echarse en brazos del Sobresueldos . El argumento falaz es siempre el mismo: sentido de Estado, responsabilidad, estabilidad, etc. Mentiras bien gordas. Cuando gobierna la izquierda, la derecha no tiene inconveniente en poner en jaque la supervivencia del Estado a cambio de mantener sus privilegios de clase.

Por supuesto, no se trata de decir que la izquierda deba imitar la falta de escrúpulos de la derecha, pero sí de observar que, a estas alturas, lo peligroso para la estabilidad y permanencia del Estado español es la cuestión catalana. El independentismo catalán, cada vez más cercano a una confrontación que convertirá en problema internacional la negativa cerrada del gobierno español (sea del color que sea) a celebrar un referéndum en Cataluña.

No es no. El PSOE no puede facilitar la formación de otro gobierno de la derecha. No puede votar sí, ni abstenerse. No es no.

Si el Sobresueldos quiere más votos, que se los pida a Iglesias a quien parece que le sobran.

dijous, 21 de juliol del 2016

Las fosas de la ignominia

Otro vídeo del programa de TeleSur dedicado al franquismo. Son como cinco minutos dedicados a los 114.000 asesinados por los fascistas y enterrados en fosas comunes en todo el país. Mi aparición en él es brevísima, pero lo dejo por la importancia del tema en sí y para que quede constancia de quién es quién aquí y ahora. Veamos:

Hay 114.000 asesinados en fosas comunes. España es el segundo país en este macabro record, detrás de Camboya, otra dictadura asesina, esta vez comunista que, seguramente, tendrá defensores hoy día, como también hay gente en España que defiende, protege y admira a Franco.

Entre ellos, el presidente de los Sobresueldos. Hay un claro mandato de la ONU de que España haga justicia con esta barbarie. Hay una Ley de la Memoria Histórica aprobada por el gobierno Zapatero que prevé el desenterramiento de esta víctimas. Pero el Sobresueldos retiró la aportación financiera del Estado. El mismo Sobresueldos que, preguntado en un programa de Jordi Évole, por estos enterramientos delictivos de compatriotas suyos dijo que a él "no le constaba" que hubiera miles de asesinados en fosas comunes. Eso, tras haber suprimido la subvención oficial para desenterrarlos. Tal cosa da la medida de la calaña moral del presidente que, sin embargo, no tiene inconveniente en mantener a su padre, dependiente, con cargo a unos fondos públicos que niega a los demás dependientes. Es difícil imaginar un comportamiento más repugnante.

Difícil, pero no imposible. Este sinvergüenza se queda corto al lado de su portavoz, Rafael Hernando, para quien los familiares de los asesinados por la gente a la que Hernando sigue, solo se acuerda de ellos cuando hay subvenciones. Una afirmación no solo odiosa en su miseria moral sino también cruel, típica de un sicario porque, precisamente son los compinches de estos tipos quienes han suprimido dichas subvenciones.

En efecto, que cada cual responda de sus actos y sus palabras.

dimecres, 20 de juliol del 2016

Primer aviso

Aquí mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado La tàctica y l'estratègia. Venía movido por la oferta de Homs de apoyar un gobierno de izquierdas sin poner el referéndum como condición, cosa que había de mosquear a más de un independentista dogmático. Un par de días después, los indepes catalanes facilitan que el PP controle el Congreso en una maniobra que ha dejado al PSOE frustrado y a Podemos en una situación ridícula que, por lo demás, es la que habitualmente tiene.

¿Es contradictorio? ¿Dicen los indepes una cosa por la mañana y otra por la tarde, como hace Pablo Iglesias? ¿Se han pasado a la derecha y servirán de apoyo al gobierno español como en tiempos de Pujol y González y Aznar?

No. Los indepes están haciendo lo mejor para sus intereses: jugar al ratón y al gato con los partidos españoles que dependen de los 17 votos catalanes. Es una actitud inteligente y es de esperar que los españoles del PP/C's y PSOE/Podemos no tarden lo que suelen en entenderla. Los indepes tienen su hoja de ruta, seguirán en ella y, en Madrid, harán lo que más convenga a esa hoja de ruta, no lo que interese a la derecha o la izquierda españolas. Tanto la una como la otra deben comprender que, si quieren los votos catalanes, deben dar algo a cambio.

Como Palinuro es de izquierdas, aconseja a PSOE y Podemos que firmen un acuerdo de gobernabilidad de izquierda con inclusión de una referéndum catalán y que pidan entonces los votos de los independentistas. Si no lo hacen así, estos pueden facilitar un gobierno de la derecha en España, país vecino de hecho, mientras siguen a lo suyo. Piénsenlo, háblenlo entre ustedes y, por una vez en la vida, hagan algo inteligente.

En fin, no tengo nada que cambiar del artículo del Món.cat. Lo que sucedió ayer en el Parlamento español se entiende según lo que se expresa en el artículo. Aquí la versión castellana:

La táctica y la estrategia


La declaración de Homs de que el PDC está dispuesto a propiciar un gobierno de izquierda en Madrid sin poner el referéndum como condición inexcusable, provoca desconcierto en el campo independentista. Lógico. A primera vista parece un frenazo en el proceso.

No obstante, tiene fácil defensa si se aplica un criterio práctico. El primero de todos es dejar claro que no poner el referéndum como condición sine qua non para la constitución de un gobierno en España no significa renunciar a él. Al contrario, la colaboración en la puesta en marcha del gobierno español no obsta para que el catalán siga con la hoja de ruta en los términos que especifique el Parlamento.

Muchos defienden que, en el fondo, a los indepes les es indiferente el gobierno de Madrid y esta consideración tiene su base. Las izquierdas españolas son antes españolas que izquierdas mientras que las derechas son antes derechas que españolas, por muchos gritos patrióticos que vayan dando. Pero algo es hoy innegable: el desgobierno de la derecha está destrozando el país.

La cuestión táctica es muy clara. Su único problema es su verosimilitud. Eso es algo que solo se mide a la luz del cumplimiento de la estrategia. Pero aquí estamos ya en el medio plazo, en donde se acumulan promesas, engaños, desengaños. El modo de hacerlo es sencillo: se apoya un gobierno de izquierdas en Madrid mientras se sigue impertérrito con la hoja de ruta en Cataluña. En Madrid se debate sobre la reforma de la Constitución mientras en Cataluña se discute sobre el RUI o la DUI y se adoptan las medidas precisas.

Si en España se constituye un gobierno de izquierdas, la Generalitat tendrá un interlocutor distinto del don Tancredo hasta la fecha. No se sabe si mejor o peor, pero distinto; lo cual ya es algo. No creo que haya alguien a quien parezca una buena idea que el actual gobierno en funciones prolongue su desgobierno. Unas terceras elecciones generales no benefician a nadie.

Pero tampoco lo hacen unas catalanas. Y es la cuestión que se planteará en Cataluña, a la vuelta del verano y después de la Diada. Exactamente, ¿votará la CUP a favor de Puigdemont o este perderá la cuestión de confianza y será preciso convocar nuevas elecciones?

La perspectiva de una nueva consulta catalana introduce un poderoso factor de incertidumbre. El eje izquierda/derecha se cruza ahora con el independentista/no independentista y permite vislumbrar posibles cambios en las tendencias de voto. En Comú Podem y CSQEP pueden llegar a confluir en una operación de lanzamiento de Ada Colau como candidata a la presidencia de la Generalitat con un programa nacional confuso que no augura nada bueno para el voto independentista. Y todos los vaticinios predicen un resultado también malo a la CUP.

En definitiva, todo son imponderables que solo pueden conjurarse garantizando la confianza a Puigdemont y colaborando a desarrollar y aplicar la hoja de ruta. Sin imposiciones y sin complacencias.

Un gobierno de izquierdas tendrá una actitud menos hostil hacia Cataluña que uno de derecha. En último término, la petición de un referéndum es muy razonable e inevitable. En la izquierda española probablemente así se considera, aunque mucho menos en el PSOE. En este punto, los socialistas necesitan algo de pedagogía . Si, a pesar de todo, no se consiguiera la consulta, los indepes pueden dejar de apoyar el gobierno. Es decir, tienen cierta fuerza a la hora de presionar. No para imponer, pero sí para bloquear.

Y eso siempre es una garantía. Sobre todo teniendo en cuenta que el no al referéndum ya lo tenían de antemano. Una subsiguiente negativa de las izquierdas españolas equivaldría a una especie de terremoto en Cataluña, en donde las fortunas electorales de los partidos que quieren mantener la vinculación con España se hacen más problemáticas.

El referéndum es todo en Cataluña, pero es nada en España. Sacrificar la nada para conseguir el todo es inteligente, aunque sea complicado de entender.