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dimarts, 13 de setembre del 2016

Sobre la República catalana

Hoy, a las 09:00 estaré en El matí de Catalunya Ràdio, con Mònica Terribas para, supongo, entre otras cosas, hablar de mi último libro sobre La República catalana que llegará mañana a librerías. Y eso dos días después de la séptima Diada camino de la independencia. No se me afeará que aproveche la ocasión para hacerme algo de publicidad, que no propaganda.

¿Por qué La República catalana? Muy sencillo: porque, después del objetivo independentista de esta gran movilización nacional, lo más decisivo es su carácter republicano. Algo que Palinuro ve con especial agrado. Pero hay más: imaginemos que alguien quiere encontrar una solución de compromiso en el contencios Cataluña-España, una de esas alambicadas fórmulas que tanto placen a quienes se las dan de grandes muñidores de soluciones felices. Por ejemplo, algo que suele oírse: una confederación peninsular. Dada la peculiar naturaleza de la institución monárquica, eso sería posible. Dos territorios autónomos, incluso mutuamente independientes, iguales, bajo un único monarca. Una situación que se ha dado algunas veces en la historia. Así estaba concebido el Imperio austro-húngaro. Pero, si uno de los territorios es una república, esa forma de Estado será imposible.

La República es una garantía de independencia.

El libro trata de muchos otros asuntos. De la problemática nación española y la emergente nación catalana, del sentimiento de frustración que se detecta en España y el de plenitud en Cataluña. Eso es palpable para quien observe los acontecimientos sin prejuicios. En ambos territorios la ciudadanía lo percibe con toda claridad. Por eso hay una continua, permanente, movilización voluntaria de la población en Cataluña y nada parecido en España sino todo lo contrario: desapego, indiferencia, hastío. Traten de organizar una manifestación voluntaria y sin trampas en pro de la unidad de España; a ver qué asistencia logra. La culpa, como es obvio, no la tiene la propia gente que, a este respecto, funciona como público o audiencia de un discurso que ha de hacerse en otra parte. En concreto, que deben hacer los políticos, los ideólogos, los intelectuales. Y aquí está el drama: ¿qué discurso hacen estos estamentos?

El horizonte de los políticos españoles es el de las próximas elecciones. El de los ideólogos, la vuelta al pasado o el mantenimiento del statu quo. El de los intelectuales, el silencio. Si quienes han de proyectar, propagar y realizar la comunidad imaginada que es la nación son incapaces de hacerlo, ¿qué futuro tiene esa nación?

diumenge, 11 de setembre del 2016

Donec perficiam

Esta Diada es el punto de no retorno. Lon indepes estarán todos al carrer en fuerza, por séptimo año consecutivo a afirmar su condición nacional de modo pacífico, después de la sentencia del Tribunal Constitucional en 2010 que dinamitó la última posibilidad entendimiento entre Cataluña y España.

Todos miran hoy a Cataluña. Los mayores medios extranjeros, para informar cumplidamente de lo que suceda y cómo condicionará el futuro. Los españoles, incluidos algunos que se editan en Cataluña, para tergiversar, mentir y ocultar la realidad. Una realidad de cientos de miles, quizá millones, pidiendo referéndum y/o independencia y de varias decenas de nostálgicos del franquismo, flameando banderas de guerra. Y como no es posible ensalzar estas ridículas capillas gritonas de fachas resabiados, los medios se concentran en buscar divergencias y enfrentamientos entre los independentistas y en negar que haya manifestaciones. Es tanto el afán por ver lo que no hay que ya venden como desunión la convocatoria de la Diada en las cuatro capitales de provincias.

No he acabado de entender el acto de anteayer de Sant Boi de Llobregat con En Comú Podem (Dante), la CUP (Gabriel) y ERC (Junqueras) con exclusión del PDC, aunque tampoco me parece que tenga mayor importancia, aparte de aclarar las diferencias entre la izquierda no independentista y la independentista, cosa conveniente porque la primera sigue jugando a la ambigüedad y el oportunismo. Sí, en cambio, está claro el significado del de hoy en el mismo sitio, Sant Boi, convocado por los Comunes y al que asiste Ada Colau. Los de Podemos y confluyentes tratan de contraprogramar el independentismo y dividirlo. Aspiran a materializar el derecho de autodeterminación mediante un referéndum pactado con el Estado, que es como esperar que llueva hacia arriba y a ese señuelo lo llaman catalanismo popular, sin darse cuenta de cómo suena a democracia popular el cuento con que los comunistas disfrazaron las dictadura de partido que erigieron los soviéticos en los países europeos que ocuparon. Por lo demás, tampoco parecen tener gran éxito: al mitin han acudido entre 300 y 400 personas, familiares de los intervinientes incluidos.

Sí, se trata de restar fuerza a los independentistas. Los del Junts pel Sí y la CUP verán el empeño con muy malos ojos y lo calificarán de "lerrouxista". Pero estos izquierdistas no independentistas están en su derecho. Si los indepes, a su vez, quieren ganarlos, deberán intensificar sus esfuerzos y acrecentar la visión de unidad. Probablemente este sea el sentido de la presencia de Junqueras y Gabriel en el pasado mitin de Sant Boi: evitar una baza del españolismo pepero y sociata hablando de "desunión" entre los indepes. Quizá sea igualmente la intención de Colau y Domènech cuando dicen que también irán a la Diada: no dar sensación de enfrentamiento, aunque igualmente puede tratarse del deseo de que no los vean como el grupúsculo escisionista que en realidad son.

Algo es claro. Lo importante es hoy la Diada. Todo lo demás, perendengues. Y una Diada fuerte, masiva, pacífica, democrática. Independentista. La gente con las asociaciones cívicas, los partidos políticos, las instituciones y su presidente a la cabeza. Esa imagen va a dar la vuelta al mundo. Donec Perficiam.

Cuando hagamos el balance de la jornada de hoy comentaremos también la jugada de Puigdemont de anunciar una petición de referéndum al Estado para el próximo 28 de septiembre. Cuando el Estado lo niegue, el camino a la unilaterialidad estará expedito.

dimecres, 7 de setembre del 2016

El tramo final a la independencia

Con la Diada del próximo domingo que, si no ando equivocado, va a ser espectacular, comenzará el último tramo, la cuenta atrás a la independencia con un gran eco y respaldo internacional y la impotencia del nacionalismo español, tanto el derechas como el de izquierdas. En Cataluña la movilización es máxima. Hay una sensación como de vela de armas para la última confrontación. El independentismo cierra filas en su opción política. Lo considero en el artículo que hoy publica elMón.cat. La CUP, con mucho tino, apoyará a Puigdemont y este superará la cuestión de confianza y tendrá las manos libres para aplicar la hoja de ruta. Los nacionalistas españoles (PP, C's y PSC) son irrelevantes. La verdadera oposición al independentismo es la de las confluencias y demás amalgamas en torno a En Comú Podem, la izquierda unida catalana y los seguidores de Ada Colau que ya no disimula su propósito de escalar más puestos decisivos de mando con sus marrullerías acerca del "soberanismo" o la "República catalana dentro del Estado español", que es como un bocadillo de tortilla sin tortilla y sin pan. Estas confusiones doctrinales, sacadas del empacho teórico de sus eruditos ayudantes y sus logomaquias solo sirven para tratar de frenar el independentismo con algo más sugestivo que los berridos cuartelarios tradicionales.

Odio andar por la vida diciendo eso de "ya lo decía yo" pero los lectores habrán de admitir que llevo años avisando de que en al contencioso sobre Cataluña, la iniciativa política pertenece al independentismo mientras que el nacionalismo español carece en absoluto de ella, de ideas y propuestas y, aferrado a un bovino "no", ha perdido la batalla. El último tramo lo prueba. Aquí, la versión castellana del artículo:


El tramo final

Cuando las historias se acercan a su desenlace las crisis se agudizan, las posiciones se hacen más radicales, los personajes abandonan las medias tintas, las cuestiones se aclaran y cada cual aparece en el lugar que le corresponde. La Diada de este año tiene mucho de desenlace o, si se quiere, comienzo de desenlace. Será el inicio de un curso que, según como se desarrollen los acontecimientos, dilucidará el destino inmediato de Cataluña: independencia o conservación del autonomismo en alguna de sus ya casi infinitas variantes.

En el campo independentista y en la rampa a la convocatoria del 11 de septiembre próximo pareció cundir cierto desaliento y cansancio. Aunque se repitiera el acto simbólico año tras año y por mucho que fuera el entusiasmo de la gente, el armatoste del conjunto no parecía cambiar y las esperanzas de asistir al nacimiento de un Estado catalán disminuían. O quizá no fuera un ánimo (o desánimo) colectivo original, sino el resultado de una campaña de propaganda de los adversarios, interesados en que el desaliento prendiera a base de sembrarlo desde sus numerosos medios. O ambas cosas.

Por eso es tan importante la reciente decisión de la CUP de clarificar posiciones y adelantar su sí a la cuestión de confianza de Puigdemont sin condicionarlo a ninguna exigencia presupuestaria o referendaria. Es lo más eficaz y rotundo que ha hecho la CUP en mucho tiempo y una aportación substancial a la unidad y fuerza del independentismo. La ANC puede seguir adelante en la preparación de la Diada en el entendimiento de que será el prefacio a la confirmación de la hoja de ruta del gobierno de la Generalitat y el preparativo a una DUI o un RUI en el orden que las circunstancias demanden.

Frente a esta decisión las otras fuerzas políticas no independentistas también han tomado sus decisiones teniendo en cuenta sobre todo la Diada y su importancia movilizadora. Las organizaciones llamadas “constitucionalistas” o unionistas más o menos reciamente españolas, PP, C’s y PSC, no acompañarán a la melodía de los independientes. Eso es sabido. Lo interesante este año es la posición de las fuerzas intermedias, del “tercer género” o tercera vía, las “nuevas izquierdas”,  en Comú-Podem, EUiA y la señora Colau, una fuerza en sí misma. Su posición en el tablero político catalán, hasta ahora ambigua, confusa y tan repleta de matices que era casi incomprensible, se aclara por momentos. Si hasta la fecha pasaban por ser la versión catalana de la izquierda española y la versión española de la izquierda catalana, han acabado revelándose como la marrullería tradicional de la “verdadera” izquierda en España y Cataluña.

La palma en el concurso para iniciados y avisados se la lleva el señor Pisarello. Para justificar que En Comú-Podemos haya contraprogramado una manifestación el 11 de septiembre para hacer sombra a la Diada independentista, arguye y recontraarguye las similitudes y diferencias entre el independentismo nacionalista y el sano internacionalismo independiente. Nada de independencia en el vacío y la soledad del corredor de fondo sino una confluencia entre el alzado pueblo catalán y sus hermanos españoles que solo están esperando una razón para apoyar con su gobierno al frente el derecho a decidir de los catalanes. Es incomprensible cómo la realidad se obstina en ignorar el refinamiento de los distingos del regidor barcelonés.

Por descontado, la señora Colau, teniendo su alma municipalmente dividida entre sus seguidores y sus críticos ha decidido complacer a ambos, yendo a los dos actos, no al mismo tiempo –que para la ubicuidad aún le falta algún tiempo- sino consecutivamente, como una humilde mortal. La ciudadanía en pleno entenderá lo generoso de su posición y tomará buena nota cuando lo que haya en juego sean destinos d mayor prosapia, como la presidencia de la Generalitat.

A su vez, EUiA, fiel al espíritu bolchevique del que templó el acero con un discurso directo, sin ceremonias ni perifollos, irá a su propia celebración. De lo que se trata es de no contribuir a la habitual amalgama nacionalista que, ya se sabe, siendo nacionalista no puede ser buena salvo que la hayamos cocinado nosotros.

Queda así claro que la Diada de este año tiene el valor de una prueba de fuego y una importancia que supera las de los años anteriores. El avance del proceso independentista, liderado por un presidente de la Generalitat cuya determinación nadie barruntaba hace unos meses no solamente ha sembrado la inquietud en las filas del nacionalismo español, a su vez, enfangado en peleas cuyo simple relato avergüenza a un habitante del siglo XXI. También ha suscitado temores y reservas en sus primas hermanas las izquierdas catalanas que tienen que batirse el cobre en un territorio muy hostil, compuesto por adversarios de clase y de nación. De ahí el ataque concertado en las últimas fechas de esta convocatoria.

Como suele suceder en los juegos de azar, el monto de la última apuesta es el más alto de todos.

divendres, 2 de setembre del 2016

Cataluña: legalidad vs. legitimidad


Palinuro comparte un vídeo muy ilustrativo sobre los argumentos del independentismo catalán. Es el quinto de una serie didáctica que trata la cuestión en sus diferentes facetas. Quien quiera ver completa la obra de Xavier Climent, la encuentra aquí. Esta quinta entrega plantea la cuestión de la legitimidad de la desobediencia civil en Cataluña. Cada cual puede pensar lo que quiera -incluso habrá quien opine que este debate es ilusorio, imaginario, absurdo, desvariado y hasta delictivo-, y es muy bueno que la cuestión se plantee. Las decisiones colectivas de envergadura deben ir acompañadas de debates de envergadura. Y he de añadir que es una suerte vivir en un tiempo y un lugar en los que se discute sobre alternativas que afectan a la estructura misma del con-vivir y, por lo tanto, del vivir personal de cada cual.

Legalidad y legitimidad son conceptos referidos a situaciones que pueden o no coincidir. Cuando coinciden de hecho, no hay discusión. Cuando hay discusión es porque no coinciden. Y la discusión es compleja. Para unos, los positivistas, la legitimidad es irrelevante pues no es otra cosa que la legalidad vigente. Para otros, los "negativistas", lo irrelevante es la legalidad cuando no coincide con la legitimidad.

"¡Ah! -Dicen los positivistas- pero la legitimidad es lo que cada cual quiera inventarse".

"Sí, -responden los negativistas-  y la legalidad lo que cada cual quiera interpretar".

De esos asuntos trata el didáctico vídeo de Xavier.

dilluns, 29 d’agost del 2016

España contra Cataluña

No soy aficionado a participar en controversias y tampoco a polemizar con colegas. Tengo ya suficientes enemigos y muy contados amigos así que no quiero empeorar mi fortuna. Pero en esta ocasión no veo otro remedio que intervenir en un intercambio entre dos colegas a los que respeto y estimo mucho, en sendos artículos de El País. Uno, el catedrático de derecho constitucional de la Universidad de Barcelona, Marc Carrillo, y el otro, el historiador Joan B. Culla i Clarà, a propósito de una observación casi en passant del primero en un magnífico artículo sobre el franquista Carles Sentís en los años 60 en Barcelona. Dice Carrillo al final de su escrito en pro de la memoria histórica que el caso de Sentís y otros "desacreditan la obscenidad histórica y la miseria moral de afirmar que la guerra civil fue contra Cataluña". Responde Culla i Clarà que eso es falso y que sí, que en gran medida, la guerra civil fue contra Cataluña.

Y, con todos los respetos a Carrillo, coincido con Clarà. Es más, da que pensar que un intelectual tan sólido como aquel haya incurrido en un exabrupto tan ligero como injusto. Uno que nos interpela a muchos que, junto a Clarà, pensamos que en efecto, la guerra civil fue contra Cataluña. Contra la República española y el Estado catalán pari passu. Para defender su posición, el constitucionalista viene a decir que, en el franquismo, muchos catalanes colaboraron y cita algunos. Clarà concede y cita más. Y yo corono la cita: los legitimadores de la sublevación de militares sediciosos y delincuentes fueron catalanes: los obispos Pla i Deniel y Gomá, teorizaron la "Cruzada" y exaltaron el fascismo y nacionalcatolicismo más bárbaros e inhumanos. Por supuesto, toda tiranía, toda dictadura o barbarie tiene cómplices entre los oprimidos, cipayos. Se sabe de sobra. 

¿Y qué? La cuestión objetiva es indudable, históricamente incuestionable y probada hasta la saciedad: el franquismo fue un intento sistemático de aniquilar a Cataluña como nación. El último. Iba a escribir "por ahora", pero supongo que no es necesario porque espero que no haya ocasión a más. Un intento de genocidio cultural, sistemáticanente aplicado hasta hace muy poco, afortunadamente fracasado pero que se ha reavivado desde hace unos años, desde la famosa sentencia anticatalana del TC en 2010.

Carrillo sabe que lo anterior es cierto. ¿Por qué, sin embargo, lo niega con esa vehemencia y de forma tan agresiva? Aquí va mi intento de explicación. El problema no es si el franquismo fue o no un intento de genocidio cultural de Cataluña (dejo de lado otras cuestiones nacionales), que lo fue. El problema es el de su significado y alcance y, sobre todo, las consecuencias a fecha de hoy. Algo que nadie quiere encarar en serio.

Porque, en contra de lo que se dice habitualmente y los dos polemistas parecen aceptar (aunque discrepen en la valoración), el franquismo no solo pertenece al ámbito de la memoria histórica sino que, para nuestra desgracia, pertenece al presente más rabioso. En Cataluña y en el conjunto del Estado. Y no solo porque las calles sigan rotuladas con nombres de asesinos, el genocida tenga una Fundación a su nombre, haya una vergüenza llamada Cuelgamuros o los curas sigan diciendo misas por el eterno descanso (y ansiado retorno) del sanguinario dictador. Es presente porque sus consecuencias están aquí y convivimos con ellas.

No hay duda de que el franquismo fue un intento de acabar con la personalidad nacional catalana. Pero la pregunta, hoy, es: ¿cuántos españoles apoyaron  y apoyan el franquismo? ¿Hasta qué punto puede decirse que el franquismo ha encarnado en España como se muestra por el hecho de que sigue muy presente en todas partes? ¿Está España, de verdad, libre del franquismo? Cualquier puede verlo: en las cosas del común, en el aparato institucional, en su ordenamiento jurídico, no mucho. Solo el recuerdo de que las leyes "constitucionales" del franquismo (Régimen Jurídico de la Administración del Estado, de 1957 y Procedimiento Administrativo, 1958) estuvieron en vigor hasta 1997, debiera servir de aviso. Y, en lo tocante a Cataluña, mucho menos. 

El franquismo no es memoria solo; es presente. Los actuales gobernantes, el propio partido del gobierno, fundado por un ministro de Franco, son franquistas, son herederos del franquismo y no solamente indirectos, de segunda o tercera generación, estúpidos señoritos al estilo de Casado o jayanes tabernarios al de Hernando, sino directos, muy directos, con ideas, convicciones, creencias absolutamente franquistas. Gente que ni por asomo admite el carácter ilegal y, por lo tanto, nulo, de todo el ordenamiento jurídico de aquel gobierno de delincuentes que, como en 1984 hizo que la mentira fuera la verdad; el crimen, virtud; el robo, justicia. Por eso ninguno de estos franquistas, descendientes de franquistas, seguidores ideológicos de la dictadura de facinerosos ha condenado jamás el franquismo. No lo han hecho ni lo harán en el PP y en C's porque condenar el franquismo sería condenarse a sí mismos, a sus familiares, padres y, en incontables casos, confesar que sus patrimonios se obtuvieron mediante el crimen, la violencia y el saqueo.

Y, como buenos franquistas, su actitud frente a Cataluña es la de sus modelos: exterminio cultural. Llevan cuatro años de mayoría absoluta gobernando contra la nación catalana, cuya existencia niegan todos sin más razón que la fuerza, y si fuera por los dos firmantes del reciente pacto, PP y C's que, en realidad también es un pacto contra Cataluña, se suspendería la autonomía, se encarcelaría a los dirigentes independentistas y la escuela catalana volvería al modelo castellano de los felices tiempos del fascismo.

A la vista de esta situación tan delirante, con franquistas en los puestos de mando del Estado, se ha destruido ya toda esperanza que pudo haberse alimentado en la transición de que el franquismo no volvería. Aquí está de nuevo, dispuesto a hacer cuanto daño pueda. Y no hay garantía de que quepa evitarlo. Porque, en definitiva, no es solo el franquismo, es España la que va contra Cataluña.

Por eso los catalanes quieren irse. Y hacen bien.

dilluns, 22 d’agost del 2016

Cuentos de hadas

Los de ICV han lanzado una filípica a los de la CUP para que rompan su alianza con el enemigo de clase, la derecha catalana. Que, al votar la cuestión de confianza, se la nieguen a Puigdemont. La coordinadora nacional, Marta Ribas, parece hablar por toda CSQEP. Ignoro hasta qué punto estas opiniones representan a las otras fuerzas políticas de la confluencia. Pero es igual. La amonestación se hace en unos términos que piden glosa. Lo dicho: es un discurso a la vieja usanza, de clase contra clase, un llamamiento a las raíces anticapitalistas de la CUP.

El asunto trae ecos lerrouxistas. ICV es una organización de izquierda no independentista y, probablemente, en el fondo, no nacionalista. Es decir, acepta planteamientos referendarios y nacionalistas (con las debidas condiciones) porque están muy extendidos en Cataluña, pero no porque ella misma los propugne. En cambio, la CUP, además de anticapitalista, es genuinamente independentista. Esto obliga a ICV a diferenciar su crítica de un modo, la verdad, poco convincente. El discurso de clase contra clase ignora un hecho fundamental, el de la coincidencia de clases por lo demás antagónicas en torno al objetivo nacional que, para la CUP es decisivo. Una confluencia que es, precisamente, la garantía de que el independentismo pueda imponerse. Es decir, el discurso de clase en Cataluña es inseparable del nacional porque el independentismo es transversal. En consecuencia, ICV se ve obligada a enhebrar un relato nacional. Mejor dicho, se ve obligada a rechazar el sostenido por Junts pel Sí y la CUP y a proponer otro.

En contra del discurso independentista de la hoja de ruta, ICV argumenta que todo lo que se propone, RUI, desconexión, referéndum constituyente, no digamos DUI, son puras quimeras porque, no siendo aceptados por el Estado (y, supongo, añadirán, la comunidad internacional), equivalen a "cuentos de hadas" que Ribas considera moralmente condenables. Teniendo en cuenta que, según la misma Ribas, la base social del soberanismo, en lugar de ampliarse, se reduce, resulta que las hadas del cuento, además de inmorales, son minoritarias. Unas elitistas.

Frente ello, ICV pide a la CUP que se sume a lo propuesto por CSQEP, consistente en un referéndum negociado con el Estado, que sea vinculante, que sea eficaz.Vista la nula disposición del Estado a negociar referéndum alguno en Cataluña, es la propuesta de ICV la que parece un cuento, pero no de hadas, seres miríficos, sino de animales, como en la fábula de Tomás de Iriarte, los dos conejos.

divendres, 19 d’agost del 2016

Por qué apoyo la República Catalana

1. Porque es una causa justa. Los catalanes son una nación y tienen derecho a decidir su futuro.

2. Porque es una República. Y Palinuro es republicano.

3. Porque es democrática. El único régimen tolerable hoy día y del que no andamos sobrados en España.

4. Porque afectará a España. Es necesaria una sacudida de este calibre para que España reaccione de un marasmo que dura más de tres siglos.

5. Porque afectará a Europa. Puede cundir el ejemplo y obligar a un replanteamiento de la Unión Europea.

dimecres, 3 d’agost del 2016

El tren no para

Ayer recibieron los interesados, Puigdemont, Junqueras y otros, sus respectivas amonestaciones por las que el Tribunal Constitucional los previene de las consecuencias de sus actos si se obstinan en desobedecerlo. Se dieron por enterados y reiteraron por boca del MH que solo se consideran obligados por la voluntad del Parlament y por la de nadie más. 

Las cosas están muy claras. El tren a la independencia  no se para. Puigdemont recuerda al maquinista de La general. Él, a lo suyo, a la hoja de ruta. Su discurso es rotundo. Ya pueden las instancias del poder recordar que mayores incumplimientos abrirán la vía penal. Son actitudes de intimidación que solo actúan con quien se deja intimidar. Y no es el caso.

La tensión política crece. En este contexto, el editorial de El País de ayer, Suspensión unánime parece escrito por el ABC o La Razón por el modo torticero de presentar los argumentos y la agresividad hacia Carme Forcadell. Casi no parece ni un editorial, sino una diatriba de parte. Si por El país fuera, Forcadell ya estaría en la cárcel.

Este clima de confrontación servirá sin duda para calentar la Diada de este año en el espíritu de los anteriores. Después de la Diada, llegará la cuestión de confianza a Puigdemont. Si, como es de suponer, la gana con honores, quedará expedita la vía a la DUI.

Es asombroso que ni el gobierno central ni la oposición lo vean.

dimarts, 2 d’agost del 2016

Accidentes del trayecto

Una vez más, el Tribunal Constitucional ha cumplido los deseos del gobierno y ha tomado una decisión en menos de veinticuatro horas. Pero astutamente no ha respondido a todos los requerimientos del ejecutivo. Ha suspendido, sí, la decisión del Parlamento catalán que precisamente se había adoptado en claro incumplimiento de una prohibición previa del alto órgano del Estado, pero no se ha dirigido a la presidenta Forcadell, como se le solicitaba. Suspender un acto que en sí mismo es nulo, según decisión previa de la autoridad suspensiva, suscita cierta perplejidad. Pero nada más. El resto de circunstancias que rodean estos hechos suscita más bien indignación y desconsuelo a partes iguales.

De aquí a septiembre tiene la presidenta Forcadell para informar sobre el procedimiento seguido y, es de suponer, para alegar lo que desee. De aquí a septiembre también podemos encontrarnos en la tercera campaña electoral y con un grado de enconamiento del conflicto catalán sin par hasta la fecha. Ahí es donde el tribunal tendrá que actuar por la vía de la inhabilitación y/o imposición de una multa a Forcadell. Y con un gobierno en funciones cada vez más claramente interesado en fomentar una situación de inestabilidad y zozobra en beneficio propio y teniendo un concepto muy amplio de "beneficio".

La voluntad de los indepes catalanes es manifiesta. Lo dice Puigdemont: obedecer, sí, pero al Parlamento de Cataluña, no al Tribunal que suspende sus decisiones y se arroga la competencia de fiscalizar sus actos en el momento en que se ponen en marcha. Vistas así las cosas, la cuestión es saber si con su actuación el Tribunal más que suspender el proceso independentista no está acelerándolo.

dilluns, 1 d’agost del 2016

Carme Forcadell como símbolo

A raíz del referéndum informal del 9 de noviembre de 2014, el gobierno español instó a la Fiscalía a proceder penalmente contra el entonces presidente Mas y las consejeras Rigau y Ortega. Como pieza aparte, el diputado Homs en análoga situación. El viernes, ese mismo gobierno, con el mismo presidente y a la vista de la aprobación del comienzo del proceso constituyente en Cataluña, pide al Tribunal Constitucional que proceda contra la presidenta del Parlamento catalán.

Es típico de las autoridades desconcertadas, nerviosas e incompetentes responder precipitadamente, sin prever las consecuencias de sus actos y hacerlo por la vía de la represión, en virtud de su carácter autoritario. Desconcierto y nervios provocados por su animadversión a cualquier votación democrática. No es admisible que la gente en la calle vote según le parezca o que lo hagan sus representantes o delegados en las instituciones cuando lo estimen pertinente.

El estallido de furia de la derecha gobernante a raíz de la votación es un mecanismo psicológico muy elemental propio de los códigos disciplinarios de las que Ervin Goffman llama "instituciones totales", como los cuarteles, las cárceles, los hospitales. Ante un comportamiento colectivo opuesto a las directrices del mando, lo encargados, los vigilantes, buscan un culpable, una cabeza de turco con el fin de dar un escarmiento. Singularizan a un solo individuo para castigarlo en público y de este modo cunda el ejemplo. Hacer comprender a estos funcionarios franquistas que un Parlamento democráticamente elegido no es una institución disciplinaria es imposible. No valoran la función simbólica de los órganos representativos porque no sienten respeto por ellos y los tratan como negociados de la administración a cuyos responsables se puede expedientar por incumplimiento del deber. No hay más que ver a quién han puesto al frente del Congreso de los Diputados, una especie de jefa de negociado que cumple la ley última de Peter de ser promovida al nivel máximo de su incompetencia.

Quienes así piensan, deberían proceder contra los órganos colegiados por la vía política, no la judicial. Una vez aprobada la norma, recurrirla en inconstitucionalidad ante el Tribunal Constitucional. ¡Ah, no! No hace falta esperar tanto, se nos dice. La ley de ese tribunal le permite actuar avant la lettre a instancias del gobierno. De este modo, el Tribunal pasa a ser una agencia del poder político habiendo resucitado una especie de control previo de constitucionalidad de las leyes para lo que guste el ejecutivo. Igualmente autoriza al Tribunal Constitucional a proceder contra las personas, obligándolas al cumplimiento de sus decisiones mediante multas, procedimientos de inhabilitación y, eventualmente, dando traslado a la jurisdicción penal. Es decir, Carme Forcadell puede tener un futuro judicialmente proceloso.

Por descontado que todo esto solo sea posible merced a una reforma ad hoc del año pasado en la citada Ley del TC, impuesta por el rodillo del PP, no es algo que suscite escrúpulos en la derecha para quien la ley es materia de obligado cumplimiento para todos menos para sí misma que la cambia a su antojo y sin consenso siempre que le interesa. En este contexto se entiende que, cuando la derecha responde al independentismo que es preciso cumplir la ley razona en función de sus interese; cuando lo hace la izquierda, no se sabe en función de qué intereses razona, ni siquiera si razona.

Pero Carme Forcadell no es una jefa de negociado ni el Parlamento de Cataluña una subdirección general de un ministerio, sino un órgano legislativo, representativo y que se considera a sí mismo soberano. Esto hace que su respuesta a la decisión que hoy tome el TC solo será ignorarla porque no puede admitir una interferencia de ese calibre en sus atribuciones. Mientras Forcadell se atenga al reglamento, lo que el gobierno central puede hacer es impugnar el reglamento o los actos de la Cámara y, por supuesto, poner en marcha lo previsto en el art. 155 CE. Lo demás es abuso de poder por muy amparado que esté formalmente en una chapuza legal de última hora que nadie acepta. Es decir, de seguir el Tribunal en sus trece y el Parlamento en los suyos, ya tenemos el primer conflicto institucional grave en el que choca una legalidad apañada con un argumento de legitimidad en el que el Parlamento catalán basa su actuación. Es decir, la política, de la que estos gobernantes no entienden nada, igual que no entendía Franco.

Por eso escribía ayer Forcadell un artículo en Punt Avui titulado L'hora de la política más o menos con estos argumentos.

Pero la solidez de la figura de la presidenta no reside solo en sus argumentos, sino en su valor simbólico. Forcadell representa hoy la dignidad de un pueblo. El intento del gobierno de reprimirla y doblegarla es el de reprimir y doblegar el independentismo catalán. Y esa es la política, un ámbito en el que juega la fuerza moral de las personas. La ética y la estética de unas convicciones.

diumenge, 31 de juliol del 2016

La crisis constitucional

Antes de que este nuevo disparate siga adelante en forma de bola de nieve, conviene parar un poco, enfríar los ánimos y ver las cosas con perspectiva.

La reacción del gobierno de instar procedimiento penal contra Forcadell es extemporánea, disparatada y abre una vía de confrontación que a saber. Es cosa de su carácter autoritario, desde luego, pero tremendamente inepta. Si el gobierno cree que el Parlamento de Cataluña ha aprobado (cuando lo haga) una norma anticonstitucional, recúrrala en tiempo y forma. Esta decisión de mandar a los jueces al comienzo del acto es preventiva y, por tanto injusta. Se nos dirá que está prevista en la reciente reforma de la Ley del Tribunal Constitucional. Y las leyes se cumplen. ¿Se entiende ahora por qué es tan hipócrita contraponer el cumplimiento de la ley a las pretensiones soberanistas catalanas? Esa ley de reforma es injusta. Es peor que injusta pues desnaturaliza al Tribunal Constitucional al convertirlo en ejecutor de sus propias decisiones que, dada su naturaleza, son las del gobierno. Configurar como delito la admisión a trámite de propuestas legislativas que el Tribunal Constitucional ha prohibido de antemano es una perversión del juego de los poderes del Estado. Faculta al Tribunal a condicionar el contenido de las materias de que puede tratar un Parlamento y eso es algo insólito.

Esta forma autoritaria de actuar lleva directamente a la confrontación en un terreno explosivo, en el que una parte, el gobierno, entiende habérselas con un problema de orden público, código penal y represión y la otra, la Generalitat, plantea una voluntad de ruptura no de la ley sino de la legitimidad del conjunto. Es previsible la inestabilidad y hasta confrontaciones de gravedad. No es inhabilitando a Forcadell como van a arreglarse las cosas para el gobierno ya que, detrás de ella vendrá otra u otro que hará lo mismo. La solución solo puede ser inhabilitar al Parlamento mismo. Pero eso no puede hacerse.

Así, con ánimo constructivo, cabe hacer una propuesta antes, en efecto, de que el disparate siga adelante. La propuesta parte de la formación de un gobierno en España alternativo al del PP. Uno en cualquiera de sus dos variantes, con o sin C's y sin o con los indepes catalanes. Ese gobierno podría ofrecer a la Generalitat una tregua en las hostilidades institucionales. Habilitar un plazo durante el cual ambas partes se abstuvieran de medidas conflictivas y buscaran de común acuerdo en una mesa de negociación algún tipo de solución. De encontrarse esta, podría luego someterse a la aprobación del Congreso y a referéndum en Cataluña. Un referéndum con dos opciones: la propuesta acordada en negociación o la independencia. Para el gobierno español representante del Estado, sería una estrategia de minimax y, para la generalitat, una de maximín.

dissabte, 30 de juliol del 2016

El Estado contra Cataluña

La ratita hacendosa que vicedesgobierna en funciones este infeliz territorio, muy seria y digna, anuncia su intención de empapelar a la presidenta del Parlament de Cataluña. Solicita el correspondiente informe de “afinación” a la Fiscalía para cuando esta haya terminado de “afinarle” los presuntos al frustrado embajador del Opus-sección española en el Vaticano.

Por mucho que la Fiscalía “afine”, es imposible que esta colección de romos funcionarios franquistas entienda una pizca de política democrática, actividad que le produce vértigo. Este puñado de ineptos con ínfulas de Conde-Duque de Olivares, abogados del Estado que creen que este no es más que una cadena jerárquica en la que el mando da las órdenes y los demás cumplen con servil premura, solo puede gobernar mediante rodillo parlamentario y decreto ley, por imposición y tentetieso, que es lo que han mamado en sus casas. En cuanto el panorama se complica, los senderos se bifurcan y el personal muestra sus diferencias, ya no saben qué hacer y recurren a lo único que se les ocurre en su raquítico repertorio: la policía, los tribunales, la cárcel. Como Franco, Franco, Franco, que es lo único que entienden.

La ratita hacendosa y su jefe, el registrador de la propiedad, confunden el Estado con su partido, igual que el movimiento nacional era el Estado y la carrera en el uno era la carrera en el otro: se era jefe de centuria, presidente de la Diputación, gobernador civil, jefe provincial del Movimiento, secretario de Estado, ministro, siempre por orden del Caudillo, se obedecían sus órdenes y ahí acababa la política.

Estos fantoches del más rancio fascismo español en línea biológica o doctrinal son esencialmente incapaces de entender el alto valor simbólico de una magistratura al frente de una cámara representativa de origen democrático. Para ellos, el Parlamento, cualquier parlamento, es como las Cortes de Franco: una cámara de aplausos y su presidente o presidenta cualquier inútil en premio a los servicios prestados inclinando la cerviz. Nada más ilustrativo y claro que comparar a las dos presidentas, Carme Forcadell, mujer forjada en las luchas de la sociedad civil por la independencia a la altura del cargo que ostenta y Ana Pastor, una gris funcionaria al servicio del mando, que hace lo que le ordenan, escurre el bulto cuando toca dar la cara y rebaja el cargo a la altura de una subalterna.

La segunda generación de franquistas, hoy al mando, incapaz de entender la política democrática como sistema de institucionalización civilizada de conflictos, pretende resolver estos por la vía penal porque, creyendo que los demás son como ellos, se arredrarán cuando vean aparecer a los alguaciles. Abren así en su incompetencia e ignorancia definitivamente el último tramo que conducirá a Cataluña a la independencia. Un fracaso más de España como nación solo atribuible, como todos los anteriores, al carácter oligárquico, caciquil y profundamente estúpido de sus clases dominantes. 

Y, sin embargo, no es difícil verlo. El relato de la independencia de Cataluña es un crescendo dialéctico que, por limitarnos a los últimos años, muestra el siguiente cambio de cantidad en calidad: 

Tesis: Desprecio al Parlament al "cepillarse" el proyecto de Estatuto de 2006.
Antítesis: Desprecio a la voluntad popular en referéndum mediante sentencia del Tribunal Constitucional.
Síntesis: Consulta del 9N y elecciones referendarias de 27S con mayoría independentista.

Y, ahora, segundo ciclo:

Tesis 2: Nuevo desprecio (y ataque) al Parlament en la persona de su presidenta.

Los demás pasos vendrán a continuación. Estos funcionarios franquistas ignoran que detrás de Carme Forcadell hay 72 diputados y, detrás de los 72 diputados, millones de ciudadanos. Más incluso de los que los votaron porque, ante un ataque tan obvio a la par que imbécil a una magistratura popular y nacional, muchos electores de otras fuerzas juntarán las suyas con la parte agredida.

Es decir, como siempre, el recurso a la represión es el que enciende la llama de la rebelión.

dijous, 28 de juliol del 2016

Cataluña desconecta

Admitido, es tedioso volver siempre con la murga de Palinuro de que el problema principal en España es Cataluña, la independencia de Cataluña. Pero hay que hacerlo para explicar por qué ayer, tras la aprobación del proceso legislativo de desconexión en el Parlamento catalán en borrascosa sesión, los líderes españoles se lanzaron sobre los móviles en febriles consultas. Llevan años sin hacer nada, sin calibrar la importancia del movimiento independentista, prácticamente sin enterarse de él y ahora, cuando se les cae el cielo sobre la cabeza, pierden esta presos de los nervios. Lo de la independencia iba en serio.

Rajoy afirma que el gobierno velará por el cumplimiento de la ley. El consejo de ministros recurrirá el acto el viernes formalmente ante el Tribunal Constitucional para que prohiba estas declaraciones, decisiones, planes parlamentarios que, por lo demás, ya había prohibido el noviembre pasado. Es decir para que impida una segunda desobediencia que es resultado de la primera. Sánchez se pone incondicionalmente al lado del gobierno en su tarea de vigilar el cumplimiento de la ley, afirmando que se trata de una cuestión de Estado. Pero, a fuer de socialista, el mismo Sánchez insta a Rajoy a presentar alguna "solución política" al problema. Algo así como pedirle a una nutria que toque el violín. Los otros dos dirigentes, Rivera e Iglesias también estuvieron al habla, pero no conozco que hayan hecho declaraciones sobre sus actitudes. La de Rivera es fácil de imaginar; no tanto la de Iglesias.

No quisieron o no pudieron enterarse en su momento, carecen de planes previstos para esta situación en la que un órgano del Estado, pues la Generalitat es un órgano del Estado, se enfrenta a este institucionalmente. No, no tienen planes (salvo los que se van descubriendo de la guerra sucia del ministerio del Interior contra el independentismo) y no saben qué hacer. Los unionistas catalanes, tampoco. Todos insisten en que ha de respetarse escrupulosamente la ley, dando por supuesto que se trata de un problema de ley.

Y no lo es. Es una crisis constitucional y plantea un problema de legitimidad, que es de otra naturaleza. Se puede, sin duda, tratarlo como un problema jurídico de derecho positivo y proceder por la vía de la represión que es, probablemente, lo que tiene en la cabeza la derecha. El problema con la represión es que se sabe en dónde empieza, pero no en dónde acaba. Y no quiero poner ejemplos. También puede enfocarse como un problema político, de legitimidad, y proceder por la vía de la negociación, que quizá sea lo que tenga en la mente Pedro Sánchez cuando pide una "solución política".

Pero, para buscar una solución política, primero hay que armar un gobierno que la proponga y la negocie y, justamente de eso se carece en España y quizá se carezca durante meses. Es decir, en España hay un interregno, una situación de sede vacante en la que no se sabe con arreglo a qué principios se tomarán las decisiones, si se toma alguna. Mientras tanto, la hoja de ruta independentista sigue impertérrita su curso. Y si los partidos nacionales españoles quieren hacerle frente, tendrán que constituir gobierno a toda velocidad y no podrán permitirse terceras elecciones porque hay unos plazos próximos de carácter estratégico. Es de suponer que, con la decisión de desconexión aprobada, la Diada de este año supere las de años anteriores y sea una abrumadora prueba de apoyo popular al independentismo. Esto es un pueblo y no lo que dicen los de Podemos que quieren "construir". El 12 de septiembre debiera haber algún gobierno en España capaz de reaccionar a lo que, sin duda, será un desafío tremendo. Puigdemont ha fijado el 28 de septiembre como fecha para debatir la cuestión de confianza planteada y a ella se presentará con los laureles del triunfador indiscutible. A partir de ahí, se inicia el proceso de constitución de la República Catalana.

El once de septiembre tiene que haber gobierno. Si no es así es posible que en las siguiente elecciones los indepes catalanes ya ni acudan por considerarse desconectados de hecho. Y ese gobierno no puede ser del PP porque, como es evidente, no tiene el apoyo parlamentario suficiente. Deben explorarse las alternativas, que las hay, siempre de gobiernos de coalición encabezados por el PSOE. En primer lugar, la combinación que Palinuro defiende: PSOE-Podemos-Indepes catalanes y apoyo de PNV. Si este sigue siendo imposible, la segunda fórmula es PSOE-Podemos-C's. Es la opción que defiende un nuevo manifiesto de personalidades, intelectuales y artistas, grosso modo de izquierdas. Llama mucho la atención la exclusión de los nacionalistas, siendo así que todos ellos (PNV, Junts pel Sí) instan a la formación de un gobierno de izquierda.

Lo más lógico sería que Rajoy se retirara y Sánchez pudiera intentar su mano, si no se atreve con los nacionalistas, hágalo con Podemos y C's, para lo cual conviene que estos dos últimos dejen de mirarse como gallos en el mismo corral. Lo más lógico es que formen un gobierno capaz de negociar y no se arriesguen a unas terceras elecciones ya que si estas posibilitan un gobierno (cosa nada segura) quizá tenga que tratar no con un país sino con dos.

dimecres, 27 de juliol del 2016

Llega la desconexión de Cataluña

Han dejado a los del Tribunal Constitucional de guardia y retén, por si los catalanes se desmandan, mientras ellos, los políticos, siguen a lo suyo, esto es, a cobrar jugosos salarios por no hacer nada salvo pelearse en la barra del bar (a 3 € el cubata) y mentir cuanto pueden. Y, claro, lo primero que han hecho los catalanes ha sido desmandarse. El Parlamento admite a trámite las conclusiones de la Comisión de Estudio de la Desconexión, ignorando la prohibición del Tribunal Constitucional. Ya estamos en plena desobediencia institucional. De esto va mi artículo de ElMón.cat de esta semana, En peu de desconnexió.

Lo decía ayer muy claramente el presidente de la citada comisión, Lluís Llach: "estamos aquí para hacer la independencia de una puñetera vez". A la vuelta del verano, habrá legislación catalana de desconexión con España. A ver qué cómo actúan entre tanto estos prodigios de políticos españoles. Desde hace años Palinuro viene diciendo que el principal problema de España es Cataluña que, en realidad, es un problema español. Ni caso. En España la gente sigue creyendo que los problemas se resuelven a base de negarlos o ignorar su existencia.

Así se han quedado sin país los españoles.

La versión castellana:

En pie de desconexión

Está nervioso el Tribunal Constitucional. Sigue con suma atención la evolución de los hechos en el Parlamento de Cataluña. Debe estar presto a intervenir. No puede tolerar que la cámara se salte una prohibición suya de desarrollar el propósito legislativo de la desconexión.

Alcanzadas las conclusiones de la Comisión de Estudios del Parlamento, el alto tribunal ha dictado una providencia ordenando que no se les dé traslado al pleno de la cámara. Y justamente parece que el pleno de la cámara se apresta a hacer lo contrario, esto es, no solamente recibir las conclusiones sino acelerar su consideración mediante la correspondiente reforma del orden del día.
Solo este propósito provoca un encendido debate en el Parlamento. Parece evidente, sin embargo que, si la cámara decide tomar en consideración las conclusiones, es porque piensa aplicarlas y desarrollar la legislación de desconexión.

Y ahí es donde llega el momento de la desobediencia que estaba implícito antes o después en la hoja de ruta. Ahí es donde el propósito del presidente Puigdemont de ir “de la ley a la ley” sufre su primer revés. Según la ley vigente, las decisiones del Tribunal Constitucional se acatan y se cumplen. Si hay un incumplimiento de la ley, la dinámica entra en un cauce imprevisible.
La cuestión cruda es si el gobierno central, el poder ejecutivo, puede obligar al cumplimiento de la ley en todo el territorio bajo su jurisdicción. Cabe recordar que tal no fue el caso en la votación del 9N de 2014. Entonces se dijo que, al ser la convocatoria un asunto de voluntarios, no tenía carácter legal ni institucional y, por tanto, el gobierno no estaba obligado a intervenir. Precisamente por eso se instó después al procesamiento de cuatro responsables políticos, Mas, Rigau, Ortega y Homs, por haber cometido ilegalidad en abuso de sus funciones. Es contradictorio, pero se salvó la cara de la autoridad del Estado. Esta se ejerce post festum.

Ahora no se trata de una convocatoria que el gobierno pueda desautorizar como una “consulta verbenera”, sino de una decisión de un órgano institucional en uso (o abuso) de sus competencias. Teniendo en cuenta además que, desde el punto de vista jurídico-político, este órgano, el Parlamento de Cataluña, es también un órgano del Estado, como lo es Generalitat. Es decir, un órgano del Estado tiene que desautorizar a otro e impedirle el ejercicio de sus competencias.

Dado el curso de confrontación adoptado por el Parlamento de Cataluña, es claro que el gobierno de España debe tener una respuesta preparada y no le queda más remedio que salir del letargo y tomar la iniciativa con alguna decisión.

Pero, ¿cuál? El gobierno está en funciones. Según esto no tiene, o no debiera tener, plena capacidad de acción pues “en funciones” se entiende para asuntos de trámite. En los asuntos de calado político, no puede tomar decisiones, máxime cuando, además, y por propia iniciativa, ha decidido no someterse al control del Parlamento. Ya lo hizo con el salido del 20 de diciembre y lo hace ahora con el del 26 de junio. Se dirá que un gobierno en funciones tendrá un margen mayor de maniobra y más flexibilidad, por no estar sometido a control parlamentario. Pero es precisamente esa situación de irresponsabilidad la que suscita alarma ya que puede dar lugar a conflictos que luego no sea posible resolver.

Si, además, tomamos en cuenta que la ejecutoria del gobierno de Rajoy en relación a Cataluña es terrorífica, se convendrá en que, libre de trabas (antes tampoco tenía muchas, pero ahora no tiene ninguna) tenderá a actuar con la catalanofobia que lo ha caracterizado siempre.

¿Supone esto que el Parlamento catalán debe aceptar la decisión del Tribunal Constitucional y suspender la tramitación de la desconexión? En absoluto. Supone que los parlamentarios seguirán los dictados de sus conciencias y lo harán con suficiente conocimiento de causa. Vengan como vengan los hechos, el Parlamento Catalán actuará de conformidad con la voluntad expresa en los programas de los partidos que forman Junts pel Sí y su aliada parlamentaria, la CUP.

El resultado es que el gobierno español y las Cortes –sin comunicación entre sí- se encontrarán con un conflicto constitucional. Pueden tratar de resolverlo por la vía de la represión o la de la negociación.

Y, la verdad, no sé cuál es más desastrosa para el Estado en las circunstancias actuales.

dimecres, 20 de juliol del 2016

Hoy, charla de Palinuro en Girona

En la Seu de la Generalitat, auditori Josep Irla, a las 19:00, celebraremos una charla-coloquio con el periodista Xavier Martí. Me gusta el título que se ha elegido: Catalunya: una mirada particular. Es original, nada convencional y subraya la particularidad catalana que es algo innegable, sin abrumar con ningún tipo de orgullo, de modo modesto y sincero, trasladando esa particularidad no al objeto, sino a la mirada que lo contempla. Ese es el gran éxito de Cataluña, su fuerza y su principal encanto, esto es, ganarse el corazón de la gente. 

Espero que algún día alguien haga un estudio comparativo acerca del grado de simpatía que despiertan diversos empeños nacionales en lo que podríamos llamar la opinión pública mundial y, por supuesto, europea. Estoy seguro de que la simpatía hacia Cataluña y la lucha del pueblo catalán por su libertad, por su libertad republicana, se contaría entre las primeras, si no la primera. Y eso solo puede conseguirse cuando quienes la llevan adelante logran que los demás la hagan suya desinteresadamente.

Nos vemos en Girona. Fins aviat.

Primer aviso

Aquí mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado La tàctica y l'estratègia. Venía movido por la oferta de Homs de apoyar un gobierno de izquierdas sin poner el referéndum como condición, cosa que había de mosquear a más de un independentista dogmático. Un par de días después, los indepes catalanes facilitan que el PP controle el Congreso en una maniobra que ha dejado al PSOE frustrado y a Podemos en una situación ridícula que, por lo demás, es la que habitualmente tiene.

¿Es contradictorio? ¿Dicen los indepes una cosa por la mañana y otra por la tarde, como hace Pablo Iglesias? ¿Se han pasado a la derecha y servirán de apoyo al gobierno español como en tiempos de Pujol y González y Aznar?

No. Los indepes están haciendo lo mejor para sus intereses: jugar al ratón y al gato con los partidos españoles que dependen de los 17 votos catalanes. Es una actitud inteligente y es de esperar que los españoles del PP/C's y PSOE/Podemos no tarden lo que suelen en entenderla. Los indepes tienen su hoja de ruta, seguirán en ella y, en Madrid, harán lo que más convenga a esa hoja de ruta, no lo que interese a la derecha o la izquierda españolas. Tanto la una como la otra deben comprender que, si quieren los votos catalanes, deben dar algo a cambio.

Como Palinuro es de izquierdas, aconseja a PSOE y Podemos que firmen un acuerdo de gobernabilidad de izquierda con inclusión de una referéndum catalán y que pidan entonces los votos de los independentistas. Si no lo hacen así, estos pueden facilitar un gobierno de la derecha en España, país vecino de hecho, mientras siguen a lo suyo. Piénsenlo, háblenlo entre ustedes y, por una vez en la vida, hagan algo inteligente.

En fin, no tengo nada que cambiar del artículo del Món.cat. Lo que sucedió ayer en el Parlamento español se entiende según lo que se expresa en el artículo. Aquí la versión castellana:

La táctica y la estrategia


La declaración de Homs de que el PDC está dispuesto a propiciar un gobierno de izquierda en Madrid sin poner el referéndum como condición inexcusable, provoca desconcierto en el campo independentista. Lógico. A primera vista parece un frenazo en el proceso.

No obstante, tiene fácil defensa si se aplica un criterio práctico. El primero de todos es dejar claro que no poner el referéndum como condición sine qua non para la constitución de un gobierno en España no significa renunciar a él. Al contrario, la colaboración en la puesta en marcha del gobierno español no obsta para que el catalán siga con la hoja de ruta en los términos que especifique el Parlamento.

Muchos defienden que, en el fondo, a los indepes les es indiferente el gobierno de Madrid y esta consideración tiene su base. Las izquierdas españolas son antes españolas que izquierdas mientras que las derechas son antes derechas que españolas, por muchos gritos patrióticos que vayan dando. Pero algo es hoy innegable: el desgobierno de la derecha está destrozando el país.

La cuestión táctica es muy clara. Su único problema es su verosimilitud. Eso es algo que solo se mide a la luz del cumplimiento de la estrategia. Pero aquí estamos ya en el medio plazo, en donde se acumulan promesas, engaños, desengaños. El modo de hacerlo es sencillo: se apoya un gobierno de izquierdas en Madrid mientras se sigue impertérrito con la hoja de ruta en Cataluña. En Madrid se debate sobre la reforma de la Constitución mientras en Cataluña se discute sobre el RUI o la DUI y se adoptan las medidas precisas.

Si en España se constituye un gobierno de izquierdas, la Generalitat tendrá un interlocutor distinto del don Tancredo hasta la fecha. No se sabe si mejor o peor, pero distinto; lo cual ya es algo. No creo que haya alguien a quien parezca una buena idea que el actual gobierno en funciones prolongue su desgobierno. Unas terceras elecciones generales no benefician a nadie.

Pero tampoco lo hacen unas catalanas. Y es la cuestión que se planteará en Cataluña, a la vuelta del verano y después de la Diada. Exactamente, ¿votará la CUP a favor de Puigdemont o este perderá la cuestión de confianza y será preciso convocar nuevas elecciones?

La perspectiva de una nueva consulta catalana introduce un poderoso factor de incertidumbre. El eje izquierda/derecha se cruza ahora con el independentista/no independentista y permite vislumbrar posibles cambios en las tendencias de voto. En Comú Podem y CSQEP pueden llegar a confluir en una operación de lanzamiento de Ada Colau como candidata a la presidencia de la Generalitat con un programa nacional confuso que no augura nada bueno para el voto independentista. Y todos los vaticinios predicen un resultado también malo a la CUP.

En definitiva, todo son imponderables que solo pueden conjurarse garantizando la confianza a Puigdemont y colaborando a desarrollar y aplicar la hoja de ruta. Sin imposiciones y sin complacencias.

Un gobierno de izquierdas tendrá una actitud menos hostil hacia Cataluña que uno de derecha. En último término, la petición de un referéndum es muy razonable e inevitable. En la izquierda española probablemente así se considera, aunque mucho menos en el PSOE. En este punto, los socialistas necesitan algo de pedagogía . Si, a pesar de todo, no se consiguiera la consulta, los indepes pueden dejar de apoyar el gobierno. Es decir, tienen cierta fuerza a la hora de presionar. No para imponer, pero sí para bloquear.

Y eso siempre es una garantía. Sobre todo teniendo en cuenta que el no al referéndum ya lo tenían de antemano. Una subsiguiente negativa de las izquierdas españolas equivaldría a una especie de terremoto en Cataluña, en donde las fortunas electorales de los partidos que quieren mantener la vinculación con España se hacen más problemáticas.

El referéndum es todo en Cataluña, pero es nada en España. Sacrificar la nada para conseguir el todo es inteligente, aunque sea complicado de entender.

dilluns, 18 de juliol del 2016

Cataluña, ¿bajamar?

Parece como si hubiera un reflujo en el ánimo, el espíritu independentista catalán. El sábado era Francesc Homs, del PDC, quien animaba al PSOE a formar un gobierno de izquierda porque el referéndum catalán ya no sería una condición inexcusable, cosa que comentó Palinuro en su post sobre el giro copernicano. Quiso entenderlo como una maniobra táctica y ver su punto bueno, esto es, el hecho de que, de formarse un gobierno de izquierdas, el país podría perder de vista esta pesadilla de corruptos y presuntos malhechores que lo está esquilmando hace más de cuatro años.

Pero, a lo largo del fin de semana han seguido alzándose voces en un sentido coincidente. Xavier Domènech, el portavoz de Barcelona En Comú, mantiene la exigencia del referéndum pero es puramente formal porque sigue jugando la baza de un imaginario cambio en España en favor de un Estado plurinacional. Algo parecido sostienen los dirigentes de QWERTY en el Parlament y, por último, todos los candidatos a dirigir Podem  afirman que no son partidarios de la independencia de Cataluña.

Bueno es que las cosas se aclaren y, suponiendo que la oferta de Homs sea a título personal o de contenido exclusivamente táctico, conviene aquilatar las consecuencias de los distintos planteamientos de las últimas horas. Si el contenido es exclusivamente táctico, es de suponer que la oferta al PSOE no será en detrimento de la hoja de ruta de Junts pel Sí que, en su momento, planteará el Referéndum o la Declaración Unilateral de Independencia, según vengan dadas las cosas.

Dado que la finalidad táctica no es segura del todo y que las fuerzas catalanas del profuso mundo del 15M, los desahucios, Podemos, etc. reniegan de la independencia como del maligno, no está de más que los indepes recuerden que solamente cuentan con sus fuerzas para llevar adelante la hoja de ruta y evitar nuevas elecciones. Eso quiere decir que, a la hora de votar sobre la cuestión de confianza en Puigdemont, la CUP no tiene margen de maniobra. Si vota en contra, habrá elecciones anticipadas que probablemente dejarán malos resultados para su candidatura y el independentismo en general. Si vota a favor, se abrirá una posibilidad única, la de construir la República Catalana, única forma de seguir adelante en la afirmación de la nación catalana y de contribuir a la regeneración (traumática, pero seguramente eficaz) de España como República.

diumenge, 17 de juliol del 2016

Giro copernicano

Es extraño no encontrar eco en la opinión independentista de esta declaración de Homs que doy por fielmente reproducida. Y es extraño porque, a primera vista, rompe con lo que parecía ser criterio asentado en la vieja CDC, hoy PDC; y rompe con el de Esquerra; y no digamos con los cupaires; y con la ANC que, entiendo, acaba de pronunciarse a favor de un RUI por un 75%.

Lo primero de todo es comprobar que la suma es posible: PSOE+Podemos+DiL+PNV son 178. Mayoría absoluta. Rajoy, fuera.

Aritméticamente es OK. ¿Y políticamente? Ese es otro cantar. El PSOE niega toda concesión referendaria y, si se hace valer que el referéndum no es una condición inexcusable, le bastará recordar que el Comité federal prohibió, literalmente, a Sánchez todo pacto con los indepes catalanes, de cualquier tipo. Por supuesto, lo que un Comité federal prohibe otro puede autorizarlo. La cuestión es si quiere. Los socialistas deciden y no se quejarán de tener pocas opciones.

Del lado catalán, la retirada del referéndum tiene dos posibles lecturas, una dogmática y de principios y otra táctica. La dogmática quiere mantener el referéndum como condición porque ese es el espíritu actual de JxSí. De imponerse este criterio, sin embargo, la coalición propuesta (161 diputados) ya no sumaría para la mayoría absoluta. Los indepes vuelven a tener la llave del gobierno español, pero no ofrecen ninguna fórmula de transacción. Lo que es raro.

La lectura táctica señala que, si la propuesta prospera, su primera consecuencia, la salida del PP del gobierno, es de general aplauso. En un segundo tiempo, ese gobierno abriría un proceso de debate sobre la organización territorial española que quizá llevara a negociar la celebración de un referéndum que será preciso celebrar en algún momento. Obviamente, esta conclusión es casi ilusoria y los partidarios de la lectura dogmática señalarán que jamás se dará, que el gobierno español jamás autorizará referéndum catalán alguno. Cosa bastante probable.

El PSOE puede pronunciarse por la coalición "giro copernicano", para lo cual su Comité federal tendrá que cambiar de opinión. Una opción que levanta ira entre las baronías. También puede pronunciarse por una coalición PSOE+Podemos+C's. Pero en este caso debe precisarse que, al condicionar los de En Comú su voto al referéndum, Podemos ya no tiene 71 escaños, sino 59. Ello pone la coalición en 176, una cifra mucho más raspada que la de la coalición con los indepes.

Al margen de las diatribas ideológicas, el giro copernicano de Homs me parece un intento valioso de mostrar cómo Cataluña contribuye a la gobernación del Estado. El debate sobre si eso es bueno o malo adquiere ya otras dimensiones.

dimecres, 13 de juliol del 2016

La República Catalana independiente

Cada vez está más cerca. Los partidos españoles siguen perdiendo el tiempo sin conseguir formar gobierno. La asociación de malhechores del PP con el Sobresueldos a la cabeza mantiene la indignidad y la vergüenza de una manga de ladrones. Las autoridades tratan de procesar con medios torticeros a los independentistas catalanes. Y, mientras tanto, estos siguen avanzando en la hoja de ruta. Aquí mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado De la refundación a la República Catalana, en el que valoro el congreso de fundación del Partit Demòcrata Català a partir de la vieja CDC como un paso muy significativo en el proceso hacia la independencia. El inequívoco pronunciamiento del Partido por la independencia y la República significa un giro esencial en la perspectiva política catalana; significa que el independentismo hoy es respaldado no solamente por los sectores populares e izquierdistas (casos de ERC y la CUP) sino también por las clases burguesas y medias, más moderadas y hasta conservadoras. La nación catalana cuenta con el apoyo de las Dos naciones de Benjamin Disraeli, unidas.

Aquí el texto del artículo en castellano.

De la refundación a la República Catalana.

El Rey Felipe VI, ese monarca declarado “persona non grata” en un puñado de municipios catalanes, llegó hace unos días a Cataluña predicar la necesidad de la convivencia, cosa que no hace en el resto del Estado que, al parecer, no lo necesita. El primer ejemplo de su modo de entender la convivencia lo dio luego excluyendo a los partidos catalanes y vascos de la invitación al almuerzo que se iba a celebrar con el presidente Obama. Por entonces todavía pensaba el monarca que habría un almuerzo o una cena con el presidente estadounidense y que no tendría que ir a pedir una hamburguesa a un MacDonalds porque Obama se reunió a comer con su gente y canceló el resto de los ágapes.

Este giro de los hechos libró a los representantes catalanes y vascos de escenificar el mismo ridículo que hicieron los líderes de los partidos de ámbito estatal a los que Obama despachó a razón de tres minutos por cabeza, como si fuera un médico de la seguridad social en un ambulatorio del PP. Al tiempo, pueden plantear legítimamente el alcance del concepto de “convivencia” que excluye a los partidos nacionalistas de los actos de Estado.

Por eso, porque hay que precaverse frente al concepto de “convivencia” de la monarquía española, CDC acaba de refundarse cambiando su nombre por el de Partit Demòcrata Català. Tras el asunto de Pujol y la escisión de UDC, era imprescindible que Cataluña contara con una organización partidista que encauzara hacia la independencia a unos sectores políticos y sociales no representados en las existentes. La cuestión del nombre produjo algún desconcierto cuando los delegados, con buen tino, rechazaron el de Partit Nacional Català que Puigdemont y Mas favorecían. Es mucho más inequívoco el término “demócrata”.

Pero lo definitivo no está en lo nominal, sino en el contenido en la definición del partido. Este se quiere demócrata, catalanista, independentista, europeísta y humanista y republicano. Los factores esenciales son el independentismo y el republicanismo en los que cristaliza una evolución histórica del nacionalismo catalán moderado, de clase media, burgués y tradicionalmente acomodado con la concepción autonomista con que la Constitución de 1978 relevó el viejo regionalismo. El independentismo y el republicanismo sin ambages no solamente clarifican un sector importante, decisivo, de la política catalana sino que también arman un bloque transversal juntamente con ERC que equivale a un gran frente independentista “de todo el pueblo” o “catch all”, con clara vocación ganadora.

El partido refundado era justamente la pieza que faltaba para hacer frente a los acontecimientos que previsiblemente se acelerarán a partir de septiembre y, sobre todo, de la Diada. A partir de ese momento y del resultado de la cuestión de confianza pendiente, se sabrá si Cataluña se dirige a nuevas elecciones o si aplica ya la segunda parte de la hoja de ruta mediante un RUI o una DUI, cuestión que está por dilucidar.

Por supuesto, estos acontecimientos tendrán lugar en un ambiente en el que habrá que tomar en consideración las decisiones que se adopten en Madrid, tanto en el ámbito procesal como en el político, esto es, si los cuatro grandes partidos consiguen o no formar algún tipo de gobierno en España o deben realizar unas terceras elecciones. Todo ello tendrá influencia, sin duda, en el desarrollo de la circunstancia catalana, pero no será ya determinante. A la vuelta del verano, Cataluña deberá dar los primeros pasos para configurar la República Catalana. Por eso un Partit Demòcrata Català independentista y republicano es imprescindible para asociar a un centro y centro derecha que coincide con la izquierda en la voluntad independentista pero quizá en poco más.

El próximo día 23 se celebrará la segunda parte del Congreso fundacional del PDC, en el que este elegirá sus cargos orgánicos. Parece haber tres o cuatro candidaturas a los del órgano ejecutivo de coordinación del partido y se perfila una, quizá dos para la presidencia y la vicepresidencia, lor órganos personales más importantes del partido, sin funciones ejecutivas peo si de coordinación.

A la hora de elegir a los titulares de esos cargos, el criterio que debe prevalecer es la probada capacidad de dirigir a Cataluña a la independencia.

dimarts, 5 de juliol del 2016

La conferencia de Palinuro en Luxemburgo sobre la República Catalana

Nos ha costado un poco porque el vídeo es casero pero, al final, lo hemos conseguido. Y gracias al trabajo y el interés de Jordi Gairin, el factótum del Centre Català de Luxemburgo. A él y a tod@s l@s asistentes, muchas gracias. El vídeo dura algo más de una hora. Espero que sea soportable.