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dilluns, 7 de gener del 2013

Decálogo del ladrón neoliberal.




  • Consigue el poder por mayoría absoluta, aunque sea mintiendo como un bellaco.
  • Baja los impuestos de todo tipo a los ricos. Descapitaliza el Estado.
  • Di que el Estado del bienestar es insostenible y cierra todos los servicios público que puedas.
  • Privatiza todo lo público para tus amigos y chupa luego del bote al volver a la vida civil.
  • Encarece todo lo que no puedas privatizar ni cerrar y habla de sacrificios.
  • Enchufa en la administración a toda tu familia, amigos, agentes y espías de tu partido.
  • Financia tus elecciones con dinero público y la ayuda de tus cómplices delincuentes.
  • Saquea el fondo de reserva de las pensiones cuando ya no puedas bajarlas más.
  • Malvende el resto y deja un pufo para los próximos 30 años.
  • 10º No olvides pagar el óbolo a la iglesia, su comisiön: un porcentaje de lo robado.
  • dissabte, 11 d’agost del 2012

    El silencio de los lobos.

    Lo nuevo y lo viejo se mezclan en los recientes acontecimientos de Andalucía. Los hombres del SAT confiscando víveres en Mercadona con el acuerdo y el aplauso de Sánchez Gordillo, escenifican una versión nueva de la vieja desobediencia civil. Los jornaleros, seguramente también del SAT, ocupando pacíficamente una finca sin cultivar del ejército y la posterior intervención de la guardia civil desalojándolos no menos pacíficamente es también desobediencia también pero con un fuerte deje del viejo espartaquismo agrario andaluz.
    Casi todo lo que se vive hoy muestra esta amalgama entre lo viejo y lo nuevo. Probablemente pasa siempre. Los cambios casi nunca son de la noche a la mañana, sino de carácter paulatino, con periodos de transformaciones más o menos marcadas. En realidad, la realidad es esencialmente cambiante. Quien crea haber llegado a un punto de estabilidad, inamovilidad, permanencia está en un grave error. Si, por creer asegurada su permanencia, ese quien descuida las tareas de la defensa, el error se convierte indefectiblemente en catástrofe.
    Eso ha pasado con los defensores del Estado del bienestar. A fuerza de teorizarlo, acabaron por creer sus propias doctrinas, entre ellas la de que esa forma de Estado era irreversible porque había consagrado su estructura realizando la tercera oleada de derechos de Marshall, los derechos sociales y económicos, incrustándolos en las Constituciones. La idea era que la protección jurídica blindaba el Estado del bienestar frente a eventuales ataques desde dentro. Como si las Constituciones no se pudieran reformar para que digan lo contrario de lo que venían diciendo. En algunos casos no es necesario ni reformarlas. La mutación constitucional se hace por vía de interpretación gracias a la cual, si es ingeniosa, se acaba entendiendo que en donde dice "blanco", en realidad quiere decir "negro".
    De "Estado social y democrático de derecho" habla nuestra Constitución en el entendimiento de que se trata de la forma superior, perdurable, segura de Estado. El estado del bienestar, en su forma abreviada, es irreversible. Una vez conocedores de sus derechos, los ciudadanos ya no permitirán que se les nieguen. Todos sostienen querer lo mejor para esta forma de Estado, hasta quienes se proponen acabar con él. Estos no declaran de antemano sus intenciones pues, dicen, sus reformas, recortes, ajustes, solo pretenden fortalecerlo, al modo en que la medicina medieval utilizaba las sanguijuelas para sangrar a los pacientes a fin de robustecerlos.
    Irreversible no hay nada en la vida excepto la muerte. Todo lo demás, por eterno que se crea, puede avanzar, retroceder, quedarse en donde está, sobrevivir o perecer, dependiendo siempre de la acción de los hombres. Si estos no estan prestos a defender sus conquistas frente a los inevitables ataques sino que las dan por descontadas, las perderán y pueden encontrarse como nos encontramos hoy, luchando por la contratación colectiva (que el gobierno ha aniquilado de hecho), por los derechos de los trabajadores, la jornada de ocho horas (ya una quimera en casi todas partes en donde se trabaja mucho más), por las vacaciones pagadas, la seguridad social, la jubilación y las pensiones. Prácticamente como a comienzos del siglo XX, cuando unos empresarios todopoderosos imponían condiciones leoninas a los trabajadores. Y más. Parece que en España no hay trabajo infantil (y digo parece pues no estoy seguro) pero hay empresas españolas deslocalizadas que se valen de mano de obra infantil en otros países. Sería un error pensar que ese delito no nos afecta.
    Esta es la situación que la desobediencia civil de Sánchez Gordillo ha puesto en evidencia. Y de inmediato se ha montado un enorme guirigay en el campo de la derecha mediática que ha echado mano de los viejos fantasmas para asustar a sus huestes y prepararlas para la acción. Unas buenas dosis de "comunistas saquean supermercados" y quizá ya se tenga a las bases preparadas para lo que haga falta. En estos días se oye toda suerte de barbaridades dictadas por el nerviosismo.Todavía no he leído que algún cortesano oficioso haya recordado al Rey el trágico destino de la dinastía Romanov en Ekaterinburg a manos de los bolcheviques. Pero hay relatos que se acercan: la marea roja, las hordas comunistas...
    Este pandemónium por unos carros de comida de Mercadona y una finca en barbecho del ejército contrasta con el silencio reverencial del establecimiento mediático respecto a las ingentes trapisondas de mangantes que tienen montadas los bancos con ayuda de los gobiernos y las instituciones europeas así como el FMI, perejil de todas las salsas desagradables. Un frente que conspira contra el bienestar de los pueblos. El lujo, la ostentación, el despilfarro, las actividades delictivas de enriquecimiento, la corrupción contrastan cruelmente con las decenas de miles de desahucios, los cientos de miles que dependen de unos 400 euros que ahora pueden volar. Y ante ese contraste, ¿quién no siente indignación?
    Otros silencios están resultando también muy llamativos. El primero de todos, el de la iglesia. Ni una palabra -no digo ya hecho- sobre el aumento de la injusticia social, el paro, el empobrecimiento de la gente, la estafa, el aumento de la explotación y la opresión. Si acaso, los obispos atribuyen la crisis a cosas tan genéricas como el haber perdido de vista a Dios, vivir en el relativismo más absoluto y dejarse dominar por la codicia. Es decir, nada. Y nada ha de ser porque la iglesia es la gran beneficiaria de la crisis, tanto en el plano económico, ya que no se merman ni tanto así sus cuantiosos ingresos como en el teológico-moral, pues se le entrega de nuevo la educación de los nin@s, la santidad del matrimonio heterosexual y, con un poco de suerte, también la indisolubilidad del vínculo. En cuanto al aborto, camino llevan de suprimirlo de cuajo en nombre de la modernidad y el progresismo.
    Silencio también de los cuarteles de Aguirre en Madrid y Cospedal en Castilla-La Mancha, ambas gárrulas de ordinario y con bastante veneno en la lengua. Posiblemente las dos, dotadas de un notable sentido intuitivo de la política, piensen que el gobierno está metiéndose en laberinto en donde no parecen entusiasmadas en acompañarlo. Amenazado en el exterior por un ultimátum financiero de la UE y en el interior por un generalizado descontento, Rajoy puede tener los días contados, en cuyo caso se abrirá la intersante cuestión de la sucesión en la presidencia. A veces el silencio de los lobos presagia que están a punto de empezar a dentelladas entre ellos.
    (La imagen es una ilustración de Georg Grosz titulada los pilares de la sociedad, de 1926. Obsérvese el nudo de la corbata del hombre del sable en primer término).

    divendres, 27 de juliol del 2012

    Todo es ideología.

    Hace unos días Palinuro recibió una invitación a un acto de presentación de la revista Geoeconomía, del Instituto Choiseul sobre el tema de La industria del deporte que el malvado piloto enseguida tradujo en El deporte como industria. Al no interesarle el deporte ni como religión, iba a desechar la amable invitación de cuya procedencia ignoraba todo. Pero por último fue en compañía de un amigo, también hombre de negocios, pero honrado y trabajador, y sus respectivas esposas que eran quienes en el fondo habían urdido el plan por la curiosidad de ir a un lugar mítico para los madridistas: el palco de honor del estadio por excelencia o estadio de los estadios como España es nación de naciones.
    El acto, muy concurrido, con amplia presencia de medios, mucha foto, autoridades y personalidades de distintos rangos y canutazos a diestro y siniestro, discurrió por las previsibles sendas de este tipo de eventos. Se trataba de vender la idea de que el deporte es buena oportunidad de negocios y que forma parte de la marca España. Allí estaba Espinosa de los Monteros, actual adalid de la tal marca, cuyo nombre, dice Palinuro, no puede ser más chato. En su opinión falta imaginación para sustituir ese trillado marca España por una Marca Hispánica, más castiza y con más mercados abiertos en los Estados Unidos, objetivo de exportación del máximo interés pero en donde la gente cree que España está en al Asia Menor, cerca de Palestina y eso que no se ha enterado que Juan Carlos I es Rey de Jerusalén.
    El tono general, bastante conservador porque el Instituto Choiseul es uno de esos think tanks que tiene la derecha en el mundo entero con la tarea de formular doctrina/ideología para preservar la hegemonía neoliberal y neoconservadora al mismo tiempo. Este es francés. Supongo que los franceses, como los españoles, carecen de versión literal aceptable de Think tanks. Chars d'assaut de la pensée suena cómico, igual que carros de combate del pensamiento y Tanks de la pensée, como tanques del pensamiento carecen de sentido. Así que Think tanks, instituciones generalmente feroces en sus demoledores ataques al pensamiento de izquierda o al meramente centrista y a sus ideologías. Este Instituto parece algo más moderado, quizá por ser francés y ese era el tono del por lo demás bastante aburrido acto.
    Hasta que saltó un buen hombre, el actual secretario de Estado de Comercio, García-Legaz, quien ha sido y supongo sigue siendo secretario general de la Fundación FAES el think tank aznarino cuyo extremismo, radicalidad, unilateralidad y agresividad lo legitiman para ascender a la condición de Battleship FAES, más acorde con la noble vena marítima de la raza hispánica. El caso es que el joven García-Legaz derramó su entusiasmo de neófito sobre el auditorio y arremetió contra la Universidad pública (confesando de paso que solía hacerlo en universidades públicas, lo cual lo cualifica como moderadamente sádico) a la que descalificó por mala, por no tener ninguna entre las 150 primeras del mundo. Olvidaba decir que él viene de la privada, de Comillas, que tampoco figuran en la clasificación o ranking, como dice él, en recio castellano. El ataque se coronaba con un triunfo: la Universidad pública es un desastre por ser lo contrario del modelo de gestión de las empresas privadas competitivas, la honra y prez de España y su fuente de ingresos, caramba. La empresa española, sí señor. Leo en la determinación de las exportaciones españolas que lo que más exportamos son coches (un 24 % más o menos del total de exportaciones). Coches con patentes extranjeras. No hay una sola empresa española no ya entre los primeros 150 fabricantes de coches del mundo (si los hay) sino entre todos los fabricantes. No hay un coche español en el mundo, así que la marca España de la octava o novena potencia económica se refiere a eso, a España, al deporte, unos equipos de fútbol de ensueño pero que, por desgracia, no se pueden exportar, un banco y docena y media de empresas de obras públicas en diversas partes del planeta. Suena algo bombástico en un continente en el que países más pequeños que España tienen empresas que cubren continentes enteros.
    Pero el secretario de Estado de Comercio iba a sentar doctrina, teoría, ideología, el abc de las fantasías neoliberales de los años ochenta y noventa del siglo pasado, de los furibundos ataques al Estado de la revolución neoconservadora de Reagan y Thatcher, que han traído la mayor crisis del capitalismo desde la de 1929 y quizá esté sobrepasándose ya esta fecha como barrera psicológica. Lo malo de estos fundamentalistas del mercado (en realidad, de todos los fundamentalistas, también los del Estado) es que son incapaces de reconocer sus errores. Siempre son culpa de otros pues ellos están en lo cierto y no se equivocan nunca. La única cuestión abierta es si no los reconocen porque no pueden o porque no quieren, cuestión nada irrelevante, pues tiene un matiz moral. Pero, en todo caso, quien no reconoce sus errores no puede remediarlos.
    El público aplaudió a rabiar al doble secretario, orgulloso de exponer aquellas antiguallas y lugares comunes con tanta fuerza de convicción. Pero su intervención agrió el acto. Palinuro andaba muy quejoso. Decía estar interesado en las perspectivas de negocio del deporte, pero de eso, en concreto, nadie habló. Mucha marca España pero poca chicha. Me confió que estaba madurando una idea de negocio consistente en crear un santoral de deportistas, pedir permiso a la iglesia -con correspondiente pago de derechos- y representarlos en la mejor tradición de las estampas religiosas, asociando cada deportista a un santo protector. Por ejemplo: "San Sebastián y Francisco Crujientes, oro en arco, te protejan del reuma" o "San Vicente Ferrer y Pedro Hornillos, bronce en natación, te amparen en la mar". Se lo quité de la cabeza.
    Por cierto, el estadio Bernabéu, una pasada y el palco de honor, pasada y media.

    dissabte, 14 de juliol del 2012

    Los dinamiteros



    Que España está intervenida y, en lo que nos dejan, gobernada por un necio incompetente, embustero, presuntuoso y cobarde es la evidencia misma a estas alturas, no lo ignora nadie y menos que nadie quienes lo pusieron en donde está para que les haga el trabajo y mientras se lo haga. De momento no ven razones para quitarlo pues, aunque todas sus decisiones son monumentos a la estupidez, en líneas generales va cumpliendo el programa que le dictan los empresarios y los banqueros a cuyo servicio está: desmantelar el Estado del bienestar a toda velocidad. En cuanto al resto, ya se verá. Su última ocurrencia de estratega de pacotilla es endosarle al Borbón la autoría de la mayor agresión de la historia a la justicia social, llevándolo a presidir el consejo de ministros, cosa a la que el rey se ha prestado bien porque ya no sale en las fotos si no hay elefantes, bien porque -y es lo más probable- no calibra las consecuencias de sus actos. La humillación del monarca es patente en la foto. Que dos botarates que han arruinado un país tengan esperando al rey, muestra la situación a las claras. Pero allá el rey si, como su abuelo, quiere ligar el trono a la suerte de unos políticos corruptos y antipopulares. Es extraño que no lo haya visto el siempre servil ABC salvo que, como quiere el rumor que se extendió ayer por la capital, esté preparándose un golpe de Estado militar que acabaría por hundir España.
    Al margen de hispánicas neurosis y tremendismos, en efecto, los recortes del gobierno suponen la destrucción del Estado del bienestar y la involución de España a los años de la pobreza, la injusticia y la emigración.El nombramiento del que da fe la foto de la derecha de Carlos Espinosa de los Monteros como administrador exterior de la marca España abona lo que se viene diciendo y, por cierto, prueba la consideración en que estos aprovechategis tienen al rey, del que dicen que es el primer embajador de España pero ignoran cuando les conviene. El tal Espinosa de los Monteros es un franquista prototípico (fue uno de los últimos nombramientos de Franco), que jamás ha hecho nada productivo en la vida, salvo ocupar cargos de nombramiento político con la tarea de destruir lo público, desprestigiarlo y abogar por lo privado. El pavo es un modelo de la casta de políticos neoliberales, todos ellos funcionarios públicos (como Fraga, como Rajoy, como los Aznar, etc) con la misión de arruinar y dinamitar el Estado desde dentro, al servicio del capital y la gran empresa que posteriormente sabe recompensar sus servicios con puestos rentabilísimos en las grandes compañías que se beneficiaron de sus actividades privatizadoras, expoliadoras y antipopulares cuando eran políticos. 
    Es la doctrina neoliberal en estado puro: primero se montan fundaciones con dinero público (estilo FAES; los ladrones jamás arriesgan su peculio) con el fin de desacreditar lo colectivo, criticar el bienestar social como despilfarro y montar seudoteorías económicas más falsas que un maravedí de chocolate como que, si aumentan las rentas de los ricos también aumentan las de los pobres por el efecto trickle down y otras memeces para mentecatos. Con estas teorías montan programas electorales en los que piden rebajar impuestos, suprimir lo público, privatizar, reducir, adelgazar, el Estado, en definitiva, descapitalizarlo y arruinarlo. Ganan elecciones -normalmente haciendo todo tipo de chapuzas y engaños- y destinan a los gobiernos a sus políticos de élite, funcionarios públicos (abogados del Estado, economistas al servicio de Hacienda, inspectores de trabajo, etc) cuya misión es destruir el Estado del bienestar. Cuando, como es inevitable, sobreviene una crisis como la actual, sostienen que el Estado está en quiebra (son ellos los que lo han llevado ahí) y, por lo tanto, hay que expoliar a la población para resolver la deuda que acogota el crecimiento. Por supuesto, la iglesia católica, la grandes empresas y las mayores fortunas no forman parte de "la población". Los paganos son los trabajadores, los parados, los funcionarios (sobre quienes han vertido toneladas de descrédito, ellos, que lo son también), los dependientes, los inmigrantes, los jubilados.
    En España la situación es explosiva y, francamente, debiera explotar.
    (La segunda imagen es una foto de La Moncloa en el dominio público).

    dimecres, 7 de març del 2012

    Las soluciones políticas.

    El País y Bankia han organizado una jornadas que han llamado Encuentro financiero internacional Bankia 2012 y en las que han participado destacadas personalidades de distintos campos, algunos muy previsibles, como el presidente del gobierno, el ministro de Economía, el lider de la oposición o Rodrigo de Rato, y otros algo menos, como Ana Botella quien sin embargo estará a cuenta de la cuota que haya podido imponer Bankia.

    Lo más llamativo es que el evento esté organizado por Bankia y El País. El diario es una empresa y resulta lógico que se trate con banqueros; pero la empresa también es un diario y debiera mostrar más sensibilidad hacia otros sectores no tan del establishment. Es verdad que han tenido el olfato de invitar a Barrabés (de Barrabés internet), a Sebastián Muriel (de Tuenti) y al notable cibergurú Enrique Dans. Pero el resto es una capilla bancaria. Veinte varones y tres mujeres. Es representativo y no es representativo al mismo tiempo.

    Cebrián ha pronunciado una conferencia, de la que da cumplida cuenta El País. En ella ha puesto en evidencia el desconcierto que reina en Europa, en donde no se reconoce que la crisis, lejos de ser económica es política, revela falta de liderazgo político y (supongo) falta de declarada voluntad de actuar mancomunadamente pues no hay una acción unitaria del ente politico Europa. Eso es lo que el conferenciante echa en falta, como se sigue del hecho de que reclame políticas comunes en el exterior, en defensa, económica y fiscal, impulso a los eurobonos, que el BCE actúe como prestamista de último recurso.... Si la Unión pudiera hacer eso casi sería ya una federación.

    El asunto es más complejo de lo que parece. No faltan orientación ni medidas políticas. En realidad las medidas económicas son medidas políticas, responden a orientaciones y decisiones políticas. Por tanto, no faltan medidas políticas. Europa no está desgobernada. Faltan otras medidas políticas, otro gobierno de la Unión. El gobierno neoliberal, las políticas neoliberales no han fracasado una vez, sino dos. Fracasaron al provocar la crisis y han fracasado de nuevo al no saber restañarla como se prueba por el hecho de que Europa entre en su segunda recesión en tres años.

    Pero aquí aparece la verdadera dificultad: que no hay políticas de recambio, alternativas. El discurso neoliberal se ha impuesto como verdad incontrovertible y frente a él solo se dan quejas, lamentos y propuestas deshilachadas, sin un plan general o sistema, sin eso que se llama un "proyecto". Y no los hay porque la izquierda socialdemócrata no ha considerado oportuno reunirse para tratar de sacar adelante un programa europeo de acción contra la crisis. Al contrario, los partidos socialdemócratas se han encastillado en la defensa de lo que consideran sus intereses nacionales yendo, una vez más, contra su supuesto postulado internacionalista o, cuando menos, europeísta. Algo que recuerda aquel fatídico 4 de agosto de 1914 en que los diputados socialdemócratas alemanes votaron a favor de los créditos de guerra. Cebrián se pregunta si podremos financiar el Estado del bienestar. La socialdemocracia tiene que explicar cómo.

    Si la socialdemocracia, la única izquierda que puede, no pone en marcha un programa político para Europa, sobre todo un programa político que aplauda tan nutrida representación bancaria, ¿de qué medidas políticas podemos hablar? En el plano de las ideas políticas parece razonable propugnar un regreso a alguna forma de keynesianismo (el truco consiste en ponerle un "neo" delante: neokeynesianismo) para una Europa capaz de resistir el dumping social de la China con el aumento de la productividad. En el plano de las realidades políticas, tiene que haber una posición común de la socialdemocracia sobre Europa ya que es la única pues la derecha no está interesada en hacerlo. En todo caso esa respuesta no puede estar pendiente de imponderables como que Hollande gane las próximas presidenciales francesas y el SPD las siguientes legislativas alemanas.

    dilluns, 13 de febrer del 2012

    La ofensiva de la derecha y el capital.

    Va para cinco años que comenzó la más devastadora crisis del capitalismo hasta la fecha, después de la de 1929 y, en ciertos aspectos, más que la de 1929. En estos cinco años de una crisis que bastantes economistas consideran estafa, los ricos se han hecho mucho más ricos y los pobres mucho más pobres. Todas las magnitudes económicas han evolucionado a favor de los primeros (beneficios bancarios, ganancias empresariales, dividendos societarios, rentas del capital, salarios de los directivos) y en contra de los segundos (descenso de los salarios, rebaja de las pensiones, eliminación de las prestaciones sociales, subida de impuestos, aumento del paro, postergación de la edad de jubilación) con el argumento elaborado por los centros ideológicos del capital de que la gente, la gente del común, hemos estado viviendo por encima de nuestras posibilidades. Se trata de una mentira revestida de verdad por cuanto tales posibilidades nos eran impuestas prácticamente aduciendo que ello era necesario para mantener la economía en funcionamiento según la teoría del crecimiento basado en la expansión del consumo.

    Todos los gobiernos de los países afectados (en lo esencial los "desarrollados" occidentales) han abrazado las doctrinas y recetas neoliberales que piden en teoría la abstención del Estado en el funcionamiento del mercado e, incluso, la eliminación de aquel en las relaciones privadas, al tiempo que imponen en la práctica el vaciamiento de las arcas públicas en favor de los bancos privados que han sido los que provocaron la crisis en primer lugar con sus trapacerías financieras. Pero ninguno de ellos ha pagado por sus estafas si se exceptúa el caso de alguno especialmente delictivo, como el estafador Madoff.

    Llegados a este punto y visto que las sociedades sometidas a este expolio no parecen reaccionar políticamente, el capital, cuya codicia es insaciable, ha aplicado una nueva vuelta de tuerca, como se vio ayer en Grecia y está viendose en los últimos días en España y también en otras partes como Portugal, Italia, etc. Su finalidad es, aparentemente, recuperar la competitividad perdida frente a las economías emergentes de la periferia capitalista, pero no aumentando la produtividad, sino la tasa de explotación de los trabajadores, eliminando los beneficios sociales y suprimiendo derechos industriales, laborales, sociales, que han costado decenios conseguir.

    Es un ataque frontal del capital en contra no solamente de los trabajadores sino también de la clase media y, en general, del conjunto de la sociedad, del bien común, por cuanto las políticas restrictivas, de mermas, de recortes, dañan las inversiones en investigación y desarrollo (que es el motor del crecimiento) así como las políticas medioambientales y de búsqueda de energías alternativas y/o renovables, lo que redunda en un empeoramiento general de la calidad de vida. Resultado: más pobres, más explotados, con menos derechos, prácticamente acercándonos a las condiciones de una neoesclavitud y viviendo en sociedades más sucias, más contaminadas que ya están incidiendo en la esperanza de vida. Pero todos votando como un solo hombre a la derecha cuya hegemonía ideológica ha convencido a los pobres de que su interés es elegir a los ricos, algo que ya los griegos del tiempo de Pericles sabían que era estúpido. Claro que entonces no había medios de comunicación y adoctrinamiento, especialmente la televisión, poderosa máquina de idiotización en masa.

    Es un panorama desolador por cuanto, además, no hay respuesta social digna de tal nombre, fuera de algunas llamaradas aisladas de indignación como la de ayer en Grecia. Y no hay respuesta porque no hay fuerza política en la izquierda capaz de articularla, a pesar de haber estado más de cien años preparándose para dar la alternativa en el momento en que el capitalismo se hundiera en su inevitable crisis general. Ninguna.

    La izquierda de procedencia más o menos comunista, en la medida en que existe, desprestigiada hasta la médula por el hundimiento del sistema comunista, víctima de su propia incompetencia, carece de discurso propio. No se atreve a proponer el viejo programa de socialización de los medios de producción, abolición del mercado y establecimiento de una planificación centralizada porque, en tal caso, no se vota ni ella. Se ve así obligada a propugnar medidas reformistas, típicas de la denostada socialdemocracia y, para justificarse, recurre al truco de afirmar que la socialdemocracia ya no es tal y que la "autentica" socialdemocracia es ahora ella. Pero esto no pasa de ser la enésima manifestación de los embustes típicos de la propaganda comunista, lo único en lo que los comunistas han sido buenos.

    Tampoco los sindicatos están en situación de ofrecer mucha resistencia al ataque del capital. Debilitados por una escasísima afiliación y contaminados por una larga práctica de cooperación con las instituciones públicas de las que en gran medida obtienen su financiación, solo conservan algún poder de negociación en el ámbito público que es hoy el más atribulado por la ofensiva del mercado. En el ámbito económico privado, con tasas de paro muy elevadas, los sindicatos carecen de margen de maniobra.

    Finalmente, los partidos socialdemocrátas tradicionales se han quedado sin discurso. Su aceptación de un papel de gestores de izquierda del capitalismo redujo la posibilidad de aplicar sus políticas keynesianas al mantenimiento de un excedente susceptible de reparto con criterios de justicia social y, caso de no darse este, las dichas políticas (u otras que se propongan en su lugar) no pueden aplicarse. Se oye a veces en los círculos socialdemócratas algún propósito de "refundar el capitalismo" que tiene tanta fuerza como las míseras palabras de la ninfa Eco persiguiendo a Narciso.

    Entiendo que, en esta falta generalizada de respuesta, de fibra de los cuarteles tradicionales de la izquierda, nace el todavía incipiente movimiento espontáneo que toma diversas formas según los países, el 15-M, occupywallstreet, Anonymous y, en general, las manifestaciones políticas en el ciberespacio y la política 2.0. No sabemos si estas nuevas realidades serán capaces de imponerse y abrir vías por las que pueda discurrir la hoy retenida emancipación de los seres humanos en sociedades más justas. Pero es un buen momento para averiguarlo. Estas manifestaciones vendrían a ser la acción práctica de esos nuevos sujetos de la historia que los teóricos recientes al estilo de Antonio Negri o Michael Hardt, remontándose al bendito de Benedicto Spinoza, llaman las multitudes. El sujeto revolucionario canónico, el proletariado (la clase "en sí" y "para sí"), apoyado a veces en un campesinado revolucionario más o menos fantástico, ha desaparecido por el sumidero de la historia. Y hete aquí que aparece la multitud dotada, por cierto, de un arma catalizadora nueva, internet.

    Entre tanto el capital campa por sus respetos y sigue dispuesto a competir con los centros productivos mundiales al estilo de la China o la India, reduciendo la condición de los trabajadores a la de esclavos.

    (La imagen es una captura de la televisión ateniense publicada por el periódico Athens News que muestra la intervención del diputado Papandreu contra un trasfondo de edificios en llamas).

    divendres, 6 de gener del 2012

    El presidente ausente.

    Todos recuerdan a Rajoy omnipresente en los medios, dando ruedas de prensa sin preguntas pero con respuestas contundentes: él sabía qué había que hacer, estaba dispuesto, contaba con el equipo necesario, tenía la chuleta en el bolsillo (aunque no entendiera su letra) y conocía muy bien la fórmula. Bastaba con llamarlo al timón de la nave y ésta enderezaría el rumbo.

    Ganadas las elecciones todo el mundo lo recuerda curándose en salud en ruedas de prensa tan animadas como las anteriores, diciendo que no tenía una varita mágica. Ni varita mágica ni magia sin varita. No ha hecho nada que no hicieran sus antecesores y lo único nuevo, la subida de impuestos, es lo que negó y no tres veces, como Pedro, sino incontables. Montoro prometió un episodio del apocalipsis para el jueves y el jueves se despachó anunciando una futura fiscalización central de los futuros presupuestos de las futuras Comunidades Autónomas. Algo así como hablar del tiempo.

    Sumamente descontentos con la inopia como política de Estado, los mercados de Canterville se han puesto a arrastrar cadenas por los pasillos, la bolsa se ha dado el consabido batacazo y la prima de riesgo ha pegado un salto de vértigo. Es decir, Rajoy no inspira confianza sino desconfianza en los mercados; exactamente lo que, según él, pasaba con Zapatero. Y todo el mundo lo recuerda en conferencias de prensa sin preguntas exigiendo perentoriamente la presencia del precito Zapatero en el Congreso, dada la excepcionalidad de la situación y para acogotarlo con la agravación de una crisis de la que lo hacía único responsable.

    Ahora la situación también es excepcional; lo reconoce Sáez de Santamaria. Pero Rajoy no cuenta comparecer antes del mes de febrero. No ya en comparecencias sin preguntas sino en ausencias sin respuestas es donde se sabe que el presidente no cree necesario acudir al Parlamento. Era su costumbre cuando en la oposición: tan pronto había tormenta, Rajoy se retiraba como Carlos V a Yuste, pero sólo para retornar cuando escampaba a pedir la comparecencia urgente del presidente del gobierno. Que es lo que puede acabar haciendo ahora: pedir la comparecencia urgente de Zapatero a explicar su herencia

    Al parecer, El 58% de los españoles se siente “engañado” por Rajoy. ¡Almas del Señor!

    dijous, 3 de novembre del 2011

    El legado de Zapatero.

    A dos días del comienzo de la campaña electoral que monopolizará la atención mediática y aprovechando que Rodríguez Zapatero asiste a uno de esos aquelarres de una Unión Europea al borde del abismo, Palinuro cree que es un buen momento para hacer un primer balance de las dos últimas legislaturas. Sin duda los habrá mejores y más completos en unos meses, pero no es inoportuno acometer uno provisional ahora para averiguar en dónde estamos y qué nos jugamos en estas elecciones.

    En su primera legislatura, un Zapatero bisoño, con muchos años de experiencia parlamentaria, bastantes menos de oposición y ninguno de Gobierno trajo un estilo nuevo de hacer política basado en un talante y una clara línea ideológica: el republicanismo de Philip Pettit. El talante consistía en desterrar la bronca, la crispación y el insulto como medios de hacer política, en respetar al adversario y rendir cuentas cuando se le pedían. El "republicanismo" era y es una doctrina democrática radical, de fomento de las virtudes cívicas y muy ligada a la socialdemocracia, pero que soslayaba las ambigüedades de la terceras vías.

    El talante tropezó con el muro de una oposición feroz, intransigente, intratable, que amontonó toneladas de insultos sobre Zapatero y mantuvo abierta una campaña de infundios, calumnias y patrañas sobre la autoría de los atentados del 11-M que ni la decisión de los tribunales consiguió desactivar del todo. En cuanto al republicanismo, la faltaron desarrollos teóricos, se hipostasió en su mero nombre y acabó apagándose como un mortecino candil. Y esto apunta a lo que quizá sea el mayor fallo de Zapatero: su mal ojo para elegir colaboradores. Ha tenido gente fiel, alguna buena, otra no tan buena, pero ninguna con fuste teórico. Tuvo intelectuales próximos pero no con capacidad para hacer elaboraciones doctrinales sobre lo que habría de ser una etapa brillante de la socialdemocracia en materia de derechos y ciudadanía.

    En ese otro aspecto, el de la práctica, la legislatura fue ejemplar, como se sigue del hecho de que concitara el aplauso de la izquierda europea y la radical oposición de la derecha y la iglesia católica en España. Además de cumplir su promesa de retirada de las tropas del Irak, pese a los malos modos del amigo de Aznar, los hitos son innegables: la ley de igualdad fue un paso enorme en la emancipación de las mujeres: tantos ministros como ministras y casi la mitad de los diputados socialistas mujeres daban fe de que, por una vez en la vida, en España no sólo se legisla sino que se cumple lo legislado y se transforma la realidad. La ley de la dependencia, que responde a una clamorosa necesidad social no anduvo a la zaga. El reconocimiento del derecho de los homosexuales al matrimonio nos puso a la cabeza de Europa en el camino de una sociedad más justa. La reforma de los estatutos quería ahondar la organización autonómica de España. La educación para la ciudadanía, la legislación sobre el aborto y la Ley de la Memoria Histórica fueron otros tantos logros del espíritu cívico, progresista, en definitiva, republicano. Sin duda estas leyes presentan insuficiencias y defectos (y Palinuro los ha señalado muchas veces), que habrá que enmendar en el futuro. Pero, en conjunto, se trata de una obra legislativa que ha modernizado España, la ha hecho un país más decente y de la que Zapatero y su esposa pueden sentirse orgullosos.

    Conviene saber que todo lo anterior se perderá o quedará muy mermado si, ganando las elecciones el PP, se imponen los criterios de su sector más ultramontano que, con Alejo Vidal-Quadras a la cabeza, pide que en los primeros cien días del gobierno de Rajoy se haga tabla rasa de lo legislado.

    La segunda legislatura se la comió la crisis. Zapatero que, como muchos otros, creyó en un principio que sería coyuntural (¡ay, esos colaboradores ciegos!), la abordó con criterios keynesianos tímidos pero ortodoxos: pretendió estimular la demanda agregada mediante subvenciones e inversiones públicas. Llegó luego la fatídica noche del 10 de mayo de 2010, en la que, amenazado por los socios europeos -todos ellos fervorosos doctrinarios neoliberales- Zapatero dio un volantazo (similar al que ha dado Papandreu, pero en sentido contrario), aceptó el reto de cumplir a rajatabla la otra ortodoxia, la neoliberal, sabedor de que podría costarle su carrera política, como así fue, dando pie a que a su izquierda se forjara esa imagen del PPSOE que tan injusta es. Y cumplió hasta el final, hasta apurar el caliz de hacer una reforma constitucional de gran calado en política económica sin consultar a la ciudadanía.

    A estas alturas es inútil preguntarse qué hubiera pasado si Zapatero se niega a girar 180º y hace lo que un año y medio después ha hecho Papandreu. Es una cuestión vacía, contrafáctica. Pero no lo es reconocer su mérito, ahora que el candidato Rubalcaba afirma y con razón que no basta con los ajustes para salir de la crisis, sino que hay que estimular el crecimiento. Así es, pero también es de justicia reconocer que eso es lo que empezó a hacer Zapatero. Lo que sucede es que el contexto europeo que se encontró fue hostil mientras que es de esperar que el que se encuentre ahora Rubalcaba, más escarmentado, preste mayor atención a una idea tan evidente.

    Mención aparte merece el fin de ETA. Éste ha sido obra de Zapatero que, contra una oposición que iba al degüello, se lo jugó todo a la carta de la negociación y, terminada ésta, contó con Rubalcaba, el ministro del Interior que ha puesto coto a la siniestralidad en las carreteras y ha derrotado policialmente a ETA, ahorrando por el camino buena cantidad de vidas. Tampoco debe olvidarse la aportación del juez Garzón, decisivo en el acoso judicial al terrorismo, éxito por el que el magistrado pagará un duro precio sentándose en el banquillo el próximo día veintinueve. La historia dirá lo que quiera, pero quienes escuchamos a los tres pistoleros encapuchados decir que lo dejan definitivamente sentimos que España había cambiado de época. Y eso es obra de Zapatero y de Rubalcaba.

    El candidato se enfrenta ahora a una elecciones decisivas en unas condiciones muy malas, lo que habla mucho en su favor. Pero la parte más importante de su bagaje es un gran legado del que él también ha sido artífice. Eso es lo que está en juego en las elecciones. Así que, pase lo que pase, gracias, Presidente.

    (La imagen es una foto de Ricardo Stuckert/PR (Agência Brasil), bajo licencia de Creative Commons).

    dimarts, 29 de març del 2011

    Cómo desmantelar el Estado del bienestar en doce sencillas lecciones.

    Primera. Convénzase de que el Estado no es la solución sino parte del problema y pida que se jibarice o desaparezca por entero.

    Segunda. Reduzca o elimine la progresividad en el impuesto sobre la renta argumentando que es injusto desde el punto de vista de Hayek.

    Tercera. Elimine todos los impuestos especiales, reduzca el tipo general e incremente los impuestos indirectos porque así cada cual paga por lo que consume y no por lo que consumen otros.

    Cuarta. Desregule la actividad de las empresas y otórgueles todo tipo de incentivos fiscales, incluso la exención, con el argumento de que son las que crean riqueza y generan puestos de trabajo

    Quinta. Liquide el sector público rentable a precio de saldo para dinamizar el tejido productivo y lo que no sea rentable, sanéelo con dineros públicos.

    Sexta. En tanto desaparece el Estado, imponga por ley del máximo rango el principio del presupuesto equilibrado con el generoso fin de no endeudar a las generaciones venideras y limite también el gasto público por ley, vinculándolo a la productividad, no a los beneficios.

    Séptima. Vivimos en una mundo global, por tanto, permita la libre circulación de capitales que, de todas formas, tampoco puede impedir.

    Octava. No ponga inconvenientes a los paraísos fiscales. Son puertos de descanso de la excesiva fiscalidad del capital. Si el capital no tributara y su color no importara, ¿a que se acababan los paraísos fiscales? Una prueba más de que la culpa de los paraísos fiscales es de los Estados.

    Novena. Derogue los restos del antaño tremendo edificio del ordenamiento jurídico del trabajo, elimine el derecho del trabajo incluso como asignatura y reduzca los sindicatos a la mínima expresión porque sólo así se conseguirá flexibilizar el mercado de trabajo, la jornada laboral y hasta los propios trabajadores.

    Décima. Socialice las pérdidas y mantenga privados los beneficios que ya ellos se encargarán de redistribuirse por la sociedad en forma de caridad, beneficencia o maná.

    Undécima. Emplee los recursos públicos que queden después de las diez primeras medidas en garantizar la tasa de beneficio del capital, salvando las financieras de las crisis o subvencionando directa o indirectamente unos u otros sectores industriales.

    Duodécima. Como es evidente que con las once medidas anteriores el Estado se ha empobrecido y descapitalizado hasta el borde de la quiebra, la población debe empezar a pagar si quiere seguir teniendo servicios sociales como la educación o la sanidad. El Estado ya no tiene dinero porque, como hemos visto, ha renunciado a él para transferirlo al bolsillo de la gente. De alguna gente.

    (La imagen es una foto de Bettysnake, bajo licencia de Creative Commons).

    diumenge, 2 de gener del 2011

    Ya está armada.

    El triunfalismo de Rajoy hace unos días, dando por descontada su victoria en las elecciones de 2012 se presentara quien se presentara suena hoy realmente temerario y un poco ridículo; una tartarinada. Aparecía Rajoy como un general victorioso al frente de un ejército unido y he aquí que se le subleva parte del generalato. Porque Álvarez-Cascos no es un quidam sino un ungido de los dioses, como su mismo jefe, secretario general del PP, vicepresidente del Gobierno y ministro de Fomento. Si, con este enfrentamiento que acaba de estallar a Rajoy en las manos, se pasa a peores, es posible que el actual presidente del PP no llegue a las elecciones. Según lo que suceda.

    En Asturias hay una típica pelea de intereses y lealtades personales. Puro fulanismo. Lo cual es legítimo, desde luego. Ya dicen algunas feministas (aunque desde otro ángulo) que lo personal es político. En el PP de Asturias hasta la exasperación. Se nota en la frecuencia con que los dos bandos hablan del servicio al Partido (con mayúscula), de los intereses del Partido, como si el Partido fuera una especie de entidad mística distinta de la suma de sus miembros, que es lo que la acrisolada teoría neoliberal quiere. Basta recordar a la señora Thatcher zanjando la cuestión con un rotundo ¡la sociedad no existe!; existen los individuos, las familias, pero ¿la sociedad? Eso es, muy bien ¿el Partido?

    A simple vista y por tratarse de la derecha (o el "centro-derecha", como se llaman a sí mismos los sectores más integristas del PP), la derecha de toda la vida, la de Trento, la Santa Alianza, el nacionalcatolicismo y la familia como Dios manda, la que sabe que eso del neoliberalismo es más cosa de atrezzo que de fondo, la invocación al Partido es un trasunto a la de la Patria. La Patria es el Partido y el Partido es la Patria. Suena un poco a bolchevique pero es doctrina de la derecha militante moderna que quiere actuar unida, en una sola organización que, a diferencia de la bolchevique, más que de vanguardia es de retaguardia. Pero organización única, nada de escisiones, mando en plaza.

    Con todo la trifulca política viene rugiendo en el seno del PP, como el rumor en lo profundo del volcán, desde los tiempos de María San Gil en los que ya se dibujaron dos sectores que pueden calificarse de "ultras" y "moderados" con tantas salvedades que a veces la tipificación parece un chiste. El antagonismo existía pero la conciencia de la necesidad de la unidad de acción de la derecha prevalecía. Las dos opciones, "almas", sensibilidades del PP han estado conviviendo con cierta incomodidad y también creando sus respectivas redes de lealtades en el partido, moviendo influencias, en preparación de algún tipo de conflicto.

    Con el órdago de Álvarez Cascos, quizá consultado previamente con Aguirre, quién sabe si con Aznar, se da la señal de comienzo de las hostilidades entre los dos bandos. El resultado obviamente está abierto y depende de muchas cosas, entre otras el impacto que cause en un partido dividido la posible apertura de la vista oral del caso Gürtel que pesa sobre la conciencia del PP como la culpa en la de Raskolnikoff. Dicen que no les afecta pero ¿cómo no va a afectarles estar bajo sospecha de latrocinio a mansalva, que donde quiera que vayan les digan que se paguen unos trajes o unos décimos de lotería?

    Ahora está en el PP todo mucho más abierto que cuando Rajoy vendió la piel del oso antes de cazarlo. No obstante, hay una cuestión en la baja vociferada de Álvarez-Cascos, siempre tan vehemente, que pone la querella en un punto muy difícil: el abandono del Partido es el abandono de la Patria, algo con lo que se puede amenazar pero no se debe hacer porque lo peor que puede pasarle a un político, especialmente de la derecha, es que lo acusen de falta de patriotismo. La derecha es patriota como el cuervo es negro. Lo que sucede es que Álvarez Cascos debe de pensar que las amenazas no son creíbles si no se cumplen; sin reparar en que, si se cumplen, dejan de ser amenazas. Tampoco hay que pedir mucho a esta gente tan temperamental.

    Pero peor y más grave es, además de marcharse de la Patria, amenazar con fundar otra, otro partido, proyecto que rompe limpiamente la convicción de la prevalencia de la unidad de la derecha. La ruptura del Partido, la de la Patria convierte al rebelde no ya en "poco patriota" sino en "antipatriota", un estigma definitivo.

    Esto de escindirse no es propio de la derecha. Se da en el ámbito nacionalista, pero nada más. Las derechas son siempre unitarias. Es la izquierda la que lleva una historia de tanta escisión, separación, exclusión que pareciera una característica de la idea. Un partido casquista sería de ámbito autonómico asturiano y no favorecería las expectativas electorales de la derecha en el Principado. Pero cuando se trata de los principios, los Principados cuentan poco. ¿Por qué no va a ser el plante de Álvarez Cascos el comienzo de una operación de los sectores más ultras del Partido para desplazar a Rajoy por blando, indeciso y poco de fiar por un valor seguro, contundente, agresiva y oro de ley de la doctrina neoliberal?

    (La imagen es una foto de PP Madrid, bajo licencia de Creative Commons).

    dilluns, 22 de novembre del 2010

    Irlanda. Soldados del destino.

    La prensa de hoy viene tocando a difunto por Irlanda y a rebato por los PIGS restantes, Portugal y España, lugares a los que los inversores dirigirán ahora sus codiciosas miradas por tratarse de países extraordinariamente endeudados. Y todo mientras Zapatero se desgañitaba ayer en una interesante entrevista en El país afirmando que aquí no serán necesarias nuevas medidas de ajuste, nuevos recortes sociales. Algo sobre lo que parece haber acuerdo general, avalado por los organismos internacionales más imponentes como el Fondo Monetario Internacional (FMI), es que España no era Grecia ni es Irlanda. Tendemos pues a quedarnos tranquilos porque, siendo como somos ingenuos, seguimos creyendo que, contra toda evidencia en contrario, el FMI sabe de lo que habla. España no es Grecia, Portugal ni Irlanda pero los fementidos mercados, los insaciables inversores no acaban de creerlo y se remueven inquietos. ¿Por qué será?

    De entrada debe aclararse, porque es decisivo, que si se trata de la segunda quiebra-país de la eurozona, es sin embargo la tercera en Europa pues antes de la de Grecia se produjo la de Islandia, de la que todo el mundo parece haberse olvidado. Que Islandia no pertenezca a la UE no quiere decir que no sea Europa. Pero, desde luego, no es un PIGS; al contrario, pasaba por ser uno de los países más prósperos del mundo con un PIB por habitante altísimo y que en 2006 ocupaba el 5º lugar en el Índice de libertad económica, justo el lugar que ocupa hoy la desgraciada Irlanda. Hoy Islandia está en el lugar decimoctavo en ese índice, cosa nada de extrañar si se tiene en cuenta que ha tenido que nacionalizar toda la banca para salir de la catástrofe en que se había metido.

    El término PIGS, como todos los dictados más por los prejuicios que por el sentido común no da cuenta del riesgo real de España puesto que, en efecto, no es una de ellos. Quedó suficientemente claro con las pruebas de stress de los bancos hace unos meses. La banca española es de fiar. Pero ¿y si no fuera esa la cuestión que preocupara a los innombrables?

    Lo que une a los tres países quebrados, PIGS o no PIGS es el haber sido los tres escaparates y modelos de políticas neoliberales, aplicadas con el rigor del converso por los tres partidos de la derecha neoliberal que los gobernaron en los años anteriores a la crisis: el sempiterno Partido de la Independencia en Islandia (desde siempre hasta 2009), la Nueva Democracia en Grecia (de 2004 a 2009) y el Fianna Fáil (Soldados del destino) hoy junto a los verdes en Irlanda (desde 1997 hasta la fecha). En esos años pasados se vivió una época dorada en estos países: tasas de crecimiento entre el 4 y el 6 por ciento del PIB, el doble o más del doble de la media de la UE, crédito fácil a tipos bajos, reducida presión fiscal; en algún caso escandalosamente reducida como en ese 12,5 por ciento de impuesto de sociedades en Irlanda, uno de los más bajos de la UE, solo superior al de Bulgaria, Chipre y Letonia, la mitad de la media europea, en donde hay países como Francia, que tienen el 33,33 por ciento o Alemania, con un 30 a más de un 33 por ciento. Sin duda por todas estas fascinantes virtudes, Irlanda era todavía hace unos meses un modelo, faro y guía para Rajoy quien afirmaba que era la economía que tiraba de Europa, junto a la del Reino Unido mientras que las de Alemania y Francia se habían "anquilosado". Todo un ojo clínico u otro que tampoco sabe de lo que habla. Ni siquiera en dónde están sus querencias porque también recientemente ponía de ejemplo el plan de Cameron, tan contrario a las alegrías financieras de Irlanda como Calvino al banquete del Rey Baltasar.

    En resumen, son las políticas neoliberales las responsables de la crisis, su fabulosa capacidad para generar burbujas especulativas que no en todos los lugares se manifiestan de igual modo. En Irlanda, parcialmente en el Reino Unido y, desde luego en España, la burbuja ha sido la inmobiliaria y ahí es donde las pirañas especulativas hincarán los dientes porque no se trata solo de la garantía del endeudamiento público sino de la del privado también, lo que es mucho más problemático.

    Por eso la situación de España es muy delicada. Porque no tiene nada que ver con el llamado "contagio" sino con la desconfianza neoliberal acerca del efecto de las políticas neoliberales. ¿Una prueba? Islandia, la próspera Islandia, de la que hoy emigran las gentes a miles y que está considerando el ingreso en la Unión Europea, la Islandia que tenía un impuesto de sociedades de un 18 por ciento, el paraíso neoliberal, tuvo que devaluar la moneda en un 66 por ciento y subir los tipos de interés a un 18 por ciento (hoy está en el 7 por ciento). Si en la eurozona subieran los tipos al 18 por ciento la catástrofe estaría asegurada y de España no quedaría piedra sobre piedra.

    (La imagen es una foto de Hryck, bajo licencia de Creative Commons).

    divendres, 15 d’octubre del 2010

    La flor y nata.

    Doña Esperanza Aguirre, que es como doña Rita Barberá en fino, tiene en común con ésta el carácter jacarandoso, la campechanía (algo condescendiente en el caso de la dama madrileña), en definitiva el desparpajo con que ambas sueltan los dislates; compite con ella asimismo en agresividad verbal pero le da cien vueltas en mala fe y capacidad para retorcer los hechos. Por eso es presidenta mientras que la otra es alcaldesa, dicho sea sin menoscabo de la gloria municipal.

    La entrevista en Los desayunos de TVE, de la que da cuenta Público, ha sido un campo magnífico para ver en directo el despliegue de las armas de la lideresa. Dice Aguirre que simpatiza con el Tea Party estadounidense porque lo único que pide es menos impuestos, menos Estado y más nación americana. Pero eso no es verdad. Pide muchas otras cosas: el cierre de las escuelas públicas, la salida de los EEUU de la ONU, el fin de la escasa sanidad pública, que no haya comunistas en la Presidencia de los EEUU y menos si son negros (es de suponer), etc. En fin, una de sus lideresas, la candidata republicana por Delaware Christina O'Donnell, ha lanzado una campaña en contra de la masturbación con el argumento de que la Biblia la prohíbe. No soy experto en la Biblia pero me parece que, al menos el Antiguo Testamento, no prohíbe ni deja de prohibir la masturbación; lo que prohíbe es el onanismo que sólo por error ha venido a entenderse como masturbación, siendo así que Onán lo que hacía era ir contra el matrimonio levítico eyaculando en tierra cuando accedía carnalmente a su mujer, que era su cuñada. En fin, allá la señora O'Donnell con cómo entiende las cosas, pero lo que es claro es que quiere abolir la masturbación. No sé con qué logomaquias puede una liberal sostener que compete a la autoridad no ya meterse en la alcoba de la gente sino hacerlo también cuando está sola, por si acaso le da por tontear con sus partes pudendas.

    Añade la presidenta de la Comunidad que el Tea party en España sería el Café party. Pero eso es otro dislate como un castillo que demuestra que la señora Aguirre no sabe de lo que habla. El Tea party no se llama así porque todos los anglosajones se comporten como los británicos y consuman todos té, cual ella cree, cegada por su patriotismo de Dama de Honor del Imperio Británico. El nombre viene del Boston Tea Party de 1773, una de las primeras escaramuzas de la independencia. Por lo demás, los estadounidenses, anglos o no anglos consumen muchísimo más café que té (ya que éste lo exportaron siempre a la metrópoli), razón por la cual carece de sentido que la señora proponga que aquí se cambie de infusión en favor de la que más se consume porque, si por el consumo fuera, también en los Estados Unidos se llamaría Coffee party.

    Pero lo más divertido y en donde la dama acaba de columpiarse, después de decir que la existencia del Tea party irrita a la izquierda, es que, de hecho, el Coffee party USA existe al grito de Wake Up and Stand Up y, por supuesto, es de izquierda, lo que quiere decir que deja a la gente masturbarse en paz porque cada uno/a hace con lo suyo lo que le place y no lo que plazca a la señora O'Donnell o a su acólita la señora Aguirre.

    ¿Y qué decir de la mala fe en su interpretación del episodio de los fascistas brazo en alto durante los abucheos con que se consagraron los momentos más solemnes del desfile patrio? Los periodistas, que son unos metomentodo y unos quisquillosos estuvieron buscando con lupa hasta encontrarlos. Pero estaban ¿no? Y que estuvieran ¿no reclama algún tipo de explicación? Dice que a ella también la abuchean pero, al margen de que se lo toma siempre por la tremenda, nunca le ha sucedido cuando está con el Rey, la Reina, la bandera, los ejércitos y todos honrando a los muertos, lo cual en principio es sacrosanto para los abucheadores.

    No obstante, la presidenta de la Comunidad, la flor, aún tiene que aprender de su maestro, la nata, que sigue mundo adelante combatiendo contra la marca España, su país, al que tanto dice amar. Encizañando, que se le da de cine. Ahora ha ido a contar a los argentinos que Zapatero ha destruido la imagen de España que él forjó. Y termina con las consignas: el Estado tiene que limitarse a garantizar la ley y el Estado de derecho, o sea a garantizarse a sí mismo y hay que evitar el intervencionismo estatal. Pues no sé yo cómo van a lograr que la gente no se masturbe.

    La democracia es información, comunicación, deliberación. Pero nada de eso es posible en donde una parte actúa sistemáticamente de mala fe. ¿Un ejemplo? Está por ver un solo caso en el que, abiertas diligencias judiciales contra algún cargo público del PP por presunta corrupción -y va ya una ristra-el partido no cuestione la labor de la policía, los fiscales y los jueces con una evidente mala fe que llega a enunciar la infamia del "Estado policial". Así no hay comunicación democrática que resista.

    (La imagen es una foto de Erprofe, bajo licencia de Creative Commons).

    divendres, 8 d’octubre del 2010

    Es un tipo macanudo.

    Alharaca nacional y no por nimio motivo. Vargas Llosa empequeñece la reciente hazaña de la Roja. La literatura como suceso mediático. Y ¡qué literatura! Depurada, elegante, apasionada, autobiográfica, costumbrista, histórica, psicológica; con todos los recursos de perspectiva, tiempos, narradores; con un estilo templado, clásico, que encierra todas las formas de expresión desde las descripciones pastorales hasta las turbulencias morales dostoievskianas. Una literatura que comprende todas las literaturas, una literatura que desborda todos los moldes tras haberlos empleado magistralmente y que es ella misma un mundo, el del autor, quien lo ha ido exponiendo a lo largo de su obra ante la atónita mirada de sus lectores con una inigualable profundidad humana y tan sin afectación, engolamiento ni endiosamiento que, sumo misterio del arte, parece fácil de hacer, con esa graciosa facilidad que desprende el siempre sutil toque del genio.

    Los llamados "fenómenos mediáticos", excepción hecha de los deportivos que, como las danzas de la lluvia, tienen una función latente más importante que la manifiesta, suelen tomar pie en los estratos más oscuros y elementales de la conciencia colectiva. Por eso es magnífico que el país aclame y aplauda a un intelectual de compleja versatilidad, a un novelista en clave mayor. Conversación en La Catedral, con esa resonancia de Elliot, una novela que recrea un país, el Perú y una época, la dictadura de Odría y, con ellos, al conjunto de Hispanoamérica tiene más de setecientas páginas. Mayor al estilo de Tolstoi o, mejor, de Victor Hugo, sobre cuyos Miserables ha publicado un gran ensayo. Y lo aclama y con el país toda América Latina porque lo conoce, lo ha seguido a lo largo de sus peripecias vitales, cuando no en la realidad real, sí en la realidad poética. Esa obra increíble de La tía Julia y el escribidor narra su vivencia personal que ya era suficientemente atípica; atípica para el común de los mortales pero muy típica en él pues, tras divorciarse de su tía se casó con su prima. Qué no me digan que no hay ahí una ambigüedad remotamente incestuosa o, por lo menos, clánica. Y algo tendrá esto que ver también con las difíciles, kafkianas, relaciones de Vargas hijo con Vargas padre. Estas cosas y otras también muy personales hacen que el tipo sea muy popular en el mundo hispanohablante. Y que sea popular un hombre tan genial, tan creador, tan profundo, es un orgullo.

    Porque ¿quién no ha leído algún libro de Vargas Llosa, un flaubertiano de exuberancia dumasiana o balzaquiana? Los que no lo hayan hecho probablemente se cuenten entre quienes nunca leen un libro; que los hay y son muchos. Y aun estos saben quién es el personaje porque lo han leído o lo han visto en la prensa, como autor o como noticia o en la televisión con motivo de sus muchos premios, o en el teatro también como intérprete de su propio personaje, Odiseo, tenía que ser para un culo de tan mal asiento, si no en Mérida que es lugar difícil de alcanzar, sí en la ubicua TV. Vargas Llosa debe de ser uno de los nombres más familiares de la cultura hispánica, alguien sobre el que todos los juntaletras de ambos hemisferios tenemos algo que decir, magnífico pretexto para hablar de nosotros mismos.

    Recuerdo haber topado con La ciudad y los perros unos años después de su publicación, en 1968, junto con Cien años de soledad un tiempo después de haber leído Rayuela. Era el famoso boom latinoamericano que luego se convirtió en catarata, en feraz floración como si él mismo fuera un producto del universo mágico que describía. Y, al igual todo el mundo que conocía, quedé tan impresionado que imitaba servilmente el estilo en mi correspondencia, como si estuviera mesmerizado. Realmente, las Américas nos habían sorbido el seso, como las novelas de caballería a Alonso Quijano: la del Norte, primero con la generación perdida y luego con los beat que fue la que nos echó a la carretera y la del Sur con el famoso boom. Pero La ciudad y los perros era más que el boom, pertenecía a la realidad en su forma más cruda, un internado militar que evocaba el duro mundo de los Gymnasien alemanes que muchos teníamos en algún lugar de la memoria colectiva familiar y así estaba en una corriente mucho más amplia, la de los Bildungsromane, como "los años de aprendizaje del Joven Törless", por ejemplo, algo que impresiona mucho cuando se está cercano a la edad de los personajes porque es el amanecer de la vida, allí en donde te formas como persona, algo por lo que todos pasamos y razón por la cual viene bien tener un ejemplo a mano.

    Dice al parecer el premiado que espera que le hayan dado el Nobel por su obra antes que por sus opiniones políticas. Lo cual demuestra que el hombre es verdaderamente macanudo porque las opiniones políticas que profesa, el neoliberalismo, normalmente se manifiestan de forma muy arrogante. Que no es su caso, primero porque es un neoliberalismo moderado y matizado con una sensibilidad de artista preocupado por las injusticias sociales de todo tipo; segundo porque, aunque él realmente creyera lo que dice y no lo dijera sólo por modestia, sus opiniones son determinantes de su obra, de toda su obra. ¿Qué diantres es La guerra del fin del mundo sino una profunda reflexión filosófica sobre la irracionalidad del comportamiento humano? Una trova. ¿O La fiesta del chivo, la recreación de una sociedad y unas relaciones humanas durante la dictadura de Trujillo y después de su asesinato con un entrelazamiento literario que implica una reflexión sobre todo, sobre la dictadura y sobre el tiranicidio y sus consecuencias?

    Esto de las opiniones políticas de Vargas Llosa tiene varias facetas. La que más escuece a la izquierda radical es la crítica feroz del novelista a Cuba y Venezuela. Me parece, sin embargo, una crítica muy sensata y realista y estos países harían bien en prestarle oídos en lugar de rechazarla de plano por ser reaccionaria, proimperialista, antirrevolucionaria, etc. Las otras ideas políticas de Vargas Llosa, el neoliberalismo moderado, presidido por una concepción moral de la acción política, tienen el valor añadido de que el tipo ha descendido a la arena política, a pelearlas en el orden práctico, en aplicación de la undécima Tesis sobre Feuerbach, de Marx. ¿No había comenzado el joven Mario militando en el Partido Comunista? No es lo mismo exponer la propia doctrina política en tertulias y papeles, que es lo que suelen hacer los intelectuales, que batirse el cobre en unas elecciones y nuestro hombre se presentó candidato a la presidencia del Perú en 1990 por un partido del centro-derecha. El hecho de que lo venciera en la pugna Alberto Fujimori, presentado con el lema populista de un político que iba acabar con la política (como las guerras dicen querer acabar con las guerras), es una especie de alegoría del sentido de la época. Vargas Llosa se convirtió en el principal crítico de Fujimori y, unos años después, se nacionalizó español. Hoy es Nobel de literatura y Fujimori está en la cárcel. Nada más. Si acaso una reflexión sobre los caprichos del destino: hubiera sido elegido y quizá no hubiera conseguido el Nobel.

    Los opiniones políticas de Vargas Llosa son una versión conservadora del humanismo clásico revestido de liberalismo. La versión extrema de ese neoliberalismo es la que profesa su hijo, Álvaro Vargas Llosa, coautor de un bodrio llamado Manual del perfecto idiota latinoamericano al que su bondadoso padre puso un prólogo que demuestra cómo hasta los genios faltan al viejo adagio de si se es más amigo de Platón que de la verdad. Porque Mario Vargas no puede ignorar la pobreza intelectual del manualito, especie de sarta de vulgaridades sobre la teoría y la práctica de la izquierda, psicosociología barata a modo de libro de autoayuda. Pero el prologuista es padre, al fin y al cabo y, con la mejor voluntad del mundo, ayuda a su retoño a perderse sólo en una lucha estúpida por los principios incapaz de comprender, como Pantaleón en lo más profundo de la Amazonia, que a veces haya que traicionarlos para ser consecuente con ellos. Eso es lo que lo convierte en macanudo.

    Dicho sea sin contar con que, opiniones o no opiniones, se ha metido en los avisperos contemporáneos más agitados, sin cejar en sus ideas, recientemente en Palestina y en el Congo, a donde ha ido en busca del Corazón de las tinieblas, como Coppola en el cine y, según parece, su última novela, a punto de salir, es una consecuencia de esa especie de fascinación por el mal que late en el conjunto de la experiencia. Un hombre que investiga en el mundo que lo rodea, que trata de comprender los grandes conflictos humanos en todas latitudes y culturas con independencia de sus idiosincrasias porque, como buen liberal, cree en el carácter racional y universal de los principios morales del individualismo, un hombre así es macanudo.

    Y ¡qué contento se ha puesto con el premio! Lo confiesa con una ingenuidad que desarma. Todos sabemos que el Nobel de Literatura está lleno de historias dramáticas, como el hecho de que nunca se lo dieran a Borges, candidato sempiterno, o emocionantes, como el de que Jean-Paul Sartre lo rechazara, algo que nadie más ha hecho, ni siquiera Harold Pinter quien, sin embargo, pronunció un alegato incendiario contra el orden social del que el Nobel es pieza importante de legitimación. Amenazaba la de que Vargas Llosa seguiría los pasos de Borges; al fin y al cabo ya lo había obtenido su alter ego antagonista, García Márquez. Dárselo ha sido la reparación de una injusticia histórica porque Vargas Llosa y García Márquez no tienen nada que ver, como no tienen nada que ver en sus opiniones políticas. Y aun coincidiendo con ellas, tengo la impresión de que las de García Márquez son menos genuinas que las de Vargas Llosa.

    dilluns, 23 de febrer del 2009

    El cálculo del desastre.

    Hacía algún tiempo que no se oía nada de la teoría económica marxista, antaño tan prolífica; al menos yo la tenía algo perdida de vista. Este libro de Palermo (El mito del mercado global. Crítica de las teorías neoliberales, El viejo topo, ¿Madrid?, 2008, 254 págs.) viene a recordar que esa teoría económica aún está viva y produce resultados. Ciertamente más en el terreno crítico que en el propositivo. La obra de Palermo es en efecto una crítica (y una buena crítica) de las teorías económicas neoclásicas y/o neoliberales; pero no es tan bueno (por no decir que es lamentablemente malo) en el aspecto positivo, esto es, en la determinación de la(s) posible(s) alternativa(s) a las formulaciones teóricas que con tanto acierto critica.

    La intención confesa de Palermo, un economista académico italiano que ha desempeñado puestos de importancia en cargos económicos del gobierno de Italia, es dar cuenta de las teorías que consideran inamovible la racionalidad del mercado en su forma idealizada, esto es, de las teorías que hoy día son hegemónicas en el campo científico.

    El gran cambio que permite que luego del ataque marxista se recompongan las teorías liberales a partir de 1870 son las respectivas obras del francés, Léon Walras, el inglés Stanley William Jevons y el austríaco Carl Menger, fundador de la escuela austríaca, puntal del neoliberalismo a lo largo del siglo XX. Se da así en el último tercio del siglo XIX una sustitución de las teorías ricardianas y marxistas hasta entonces dominantes por la escuela marginalista (fundamentada en los modelos matemáticos y sobre todo en el cálculo diferencial) y la austríaca. Lo que une a estas dos ramas liberales es la teoría subjetiva del valor frente a las teorías objetivas de Ricardo y Marx y única compatible con el presupuesto del individualismo metodológico que ambas comparten. La diferencia radica en que mientras la escuela neoclásica opera mediante razonamientos matemáticos la escuela austriaca es muy crítica frente al formalismo matemático (p. 26).

    El problema al hablar de la racionalidad del mercado es que hay que hacerlo en relación con unos objetivos ya que no existe una racionalidad "absoluta" o genérica (p. 36). Para la ciencia burguesa el mercado es racional, eficiente, deseable y neceario. Ahora bien, sólo es racional para una curva de la demanda dada, la llamada "demanda solvente". Lo que no entre ahí no existe. Por esta razón habla la teoría económica burguesa de "soberanía del consumidor" (p.38). Es eficiente de acuerdo con la teoría del óptimo de Pareto que sin embargo es contradictoria pues no puede dar cuenta de aquellos casos reales en los que es posible estar mejor aun estando mal (p. 41). Es deseable para todos los que tienen medios para comprar y es necesaria a fin de que los soberanos sigan siéndolo (p. 44).

    La teoría admite que a veces el mercado no es eficiente, lo que da lugar a la próspera rama teorica de las fallas del mercado (p. 48). Sostiene además Palermo que la racionalidad del mercado no es tal y que si tuviera algo que ver con algún principio moral, no se admitiría como se hace el hecho de que un trabajo duro y peligroso se remunere más que uno que no lo es (p. 52). Sin duda esto es así siempre: los puestos de minero se pagan menos que los de ingeniero. Pero de aquí no cabe derivar una inconsistencia de la teoría neoliberal salvo que se siga aferrado a la teoría objetiva del valor y, si tal es el caso, carece de sentido hablar de una crítica a la doctrina neoliberal desde sus propios presupuestos.

    En cuanto a la supuesta equiparación entre mercado y democracia, la base del neoliberalismo es el teorema de Arrow según el cual, como se sabe, cualquier intento de definir la preferencia social por un bien a través de un procedimiento democrático de votación no es compatible con el óptimo de Pareto (p. 55). El mercado no es democrático, no funciona según el principio de una cabeza un voto, sino según el de un dólar un voto. La cuestión de la democracia económica es algo que no afecta en absoluto a la teoría económica. La distribución del derecho de sufragio es exógena al modelo con que trabaja el economista. Suena aquí una vieja melodía crítica: la igualdad en el mercado es formal y perfectamente compatible con una desigualdad sustancial. La idea de que la variedad de bienes en el mercado es algo positivo en el plano normativo es cierta para quien tiene elección, pero eso depende de la distribución de la riqueza en un momento dado, o sea del status quo, cuestión también exógena a los modelos económicos (p. 67).

    Sostiene Palermo con bastante acierto que el mercado es concepto plagado de mitos. Es un mito que el mercado sea justo o libre, desde el momento en que no se nos da opción a vivir en una situación de no-mercado (p. 71) lo que implica que una de las tres famosas opciones de Hirschman, salida, no está disponible en realidad. Lo que los teóricos burgueses parecen no entender es que las relaciones de poder son relaciones sociales y no relaciones entre agentes aislados. Las reglas consagran la desigualdad de posibilidades y en ausencia de reglas rige la del más fuerte (p. 77) con lo que no cabe hablar de justicia. También es un mito que el mercado genere igualdad de oportunidades en una sociedad dividida en clases desiguales de trabajadores y capitalistas (p. 81). Mito es asimismo que el mercado sea productor de riqueza ya que medir la riqueza producida sin hacer referencia a su distribución carece de sentido (p. 84). También es mito que el mercado descubra y administre la información. En modo alguno está probado que el mercado sea mejor que la planificación como se prueba por el modelo de Lange-Lerner, la aportación de la programación lineal a la economía planificada (p. 92) y la existencia de las "fallas del mercado", reconocidas por la propia teoría neoclásica (p. 94). En el siglo XXI, concluye Palermo, todo el mundo planifica. Planifican las empresas, a veces enormes, con volúmenes de negocios que superan en mucho los PIB de la mayoría de los Estados del mundo (p. 98). Probablemente su afirmación más problemática aquí sea que la causa de la crisis de la Unión Soviética no fue el fracaso de la planificación y que, en consecuencia, la escuela austríaca no estaba en lo cierto al criticar la planificación como intrínsecamente contraria a la racionalidad económica (p. 101).

    Desde el puunto de vista de Palermo la dialéctica de la teoría económica es la relación entre los mercados teóricos y los reales. El modelo típico de la teoría neoclásica, el del equilibrio económico general formulado en términos matemáticos, está basado en tres conjuntos de hipótesis: la tecnología, las preferencias individuales y las dotaciones de los individuos, siempre concebidos como datos exógenos (p. 105). El equilibrio (aquel punto de intersección de las curvas en el que nadie está interesado en cambiar) parte de dos teoremas que demuestran la tesis de la eficiencia del mercado competitivo: 1º) cualquier equilibrio de competencia perfecta en el mercado es un óptimo de Pareto; 2º) cualquier equilibrio en el óptimo de Pareto se puede obtener por el juego competitivo de los mercados, a partir de una determinada distribución inicial de los recursos entre los agentes (p. 107). La crítica de Palermo, sin embargo, se centra en atacar el supuesto básico de que los datos sean exógenos al modelo: toda tecnología admite alternativas. Si las preferencias, han de ser operativas, tienen que ser completas y transitivas pero desde Condorcet sabemos que pueden no serlo y que la soberanía del consumidor puede ser falsa. Y tampoco las dotaciones pueden entenderse como exógenas al modelo. Aún quedan otros tres axiomas: el de la monotonicidad, la continuidad y la convexidad que sólo se entienden por métodos analíticos pero que el autor considera no compatibles con la eficiencia paretiana del mercado de competencia perfecta (p. 124).

    A su vez, la teoría de las fallas del mercado, esto es, aquellas situaciones en que un mercado de competencia perfecta es ineficiente (de acuerdo con el óptimo paretiano) se concentra en tres casos: los rendimientos de escala creciente, las externalidades y los bienes públicos (p. 137). La respuesta de la teoría neoclásica es que si hay fallas es porque los mercados están poco difundidos. En el caso de los rendimientos crecientes se acude a teorías como la de los "mercados desafiables", de W. Baumol, John C. Panzar y Robert D. Willig y en cuanto a las externalidades y las dotaciones de bienes públicos a teorías como la del equilibrio de Lindhal que a su vez no funciona a causa del efecto del free riding (p. 147). Resumiendo, para Palermo los mercados reales se distinguen de los teóricos en que siempre son ineficientes (p. 148). La pregunta que habría que hacer al autor para ser consecuente con sus propios supuestos es: ineficiente ¿para quién?

    Vistas las limitaciones de la teoría neoclásica para llegar al óptimo de Pareto, aquella recurre a dos expedientes: 1º) asumir que la realidad debe ajustarse al modelo teórico y 2º) reducir el número de restricciones matemáticas que se deben introducir en el modelo del equilibrio general (p. 151). El segundo se hace a traves del neo-institucionalismo y el neo-keynesianismo que no tienen nada que ver con el institucionalismo y el keynesianismo clásicos ya que estos rechazan el dogma del individualismo metodológico y el de la eficiencia del mercado (p. 155). Por último, el llamado "enfoque radical" es un puente entre la teoría neoclásica y la marxista. La diferencia entre la primera y la segunda es que en la primera la explotación se da en la esfera de la producción mientras que en la segunda se da en la del intercambio (p. 164).

    Por último reconoce Palermo que los valores que se predican del mercado, esto es, el individualismo, la meritocracia y la competencia (p. 170) se postulan asimismo como universales de tal modo que hasta la izquierda aparece inficionada con la hegemonía ideológica del mercado, cosa que se echa de ver en el modo en que aborda cuestiones como la inmigración, la enseñanza o la regulación del trabajo. En definitiva, se da una victoria cultural de la nueva derecha (p. 183).

    Ante el panorama, Palermo se plantea la clásica pregunta leninista, "schtó dielach?" (¿qué hacer?) con lo que la última parte del libro aborda el campo de las propuestas alternativas que, como decía al principio, son mucho más pobres e insatisfactorias que la crítica que consigue armar a las doctrinas neoliberales. Sostiene con bastante razón a mi juicio (sobre todo en estos momentos de crisis económica que ha sido posterior a la redacción del libro pero en buena medida lo corrobora) que aunque los liberales defiendan la desregulación son la planificación pública y privada las que siempre impiden el colapso final del mercado (p. 208). A título de digresión cabría señalar aquí cómo el actual hundimiento de los mercados financieros internacionales se debe a la desaparición de la planificación y la regulación en ese campo.

    Pero a partir de aquí, las propuestas y recetas de Palermo suenan a muy conocido, ya probado (y fracasado) o excesivamente abstracto y genérico y, por lo tanto, inaplicable. En el mercado, argumenta, la asignación de recursos se hace según los objetivos de los consumidores individuales; en la planificación, según los objetivos de ésta (p. 209). Pero eso es lo grave porque obliga a creer con fe religiosa que, a su vez, los objetivos de la planificación, que no existen pues en la realidad sólo hay objetivos de los planificadores serán buenos y justos.

    El intento de resolver la irracionalidad del mercado mediante el control de precios es sólo un paliativo que generalmente acarrea consecuencias peores, como el contrabando o el mercado negro y lo mejor es la planificación (p. 215). Lo primero es cierto, al menos desde el famoso edicto de Caracalla llamado De rerum venalium, pero lo segundo está todavía pendiente de demostración y no estoy seguro de que haya mayorías ansiosas por volver a hacerlo después de la experiencia soviética. Quizá no esté de más recordar aquí, cosa que Palermo parece olvidar, que cuando Arrow formula su famoso teorema de la imposibilidad de una única función de bienestar social en democracia añade que esa sólo es posible en dictadura. El corolario es evidente: la planificación central general sólo puede darse en condiciones de dictadura. Las consecuencias del corolario son no menos evidentes.

    La solución genérica que propone Palermo es desmercantilizar todos los bienes y servicios que nos importen. "Desmercantilizar" es un curioso verbo que suena mejor que abolir el mercado sobre todo porque no parece confrontarnos con la siguiente urgencia: para sustituirlo ¿por qué? ¿Por la planificación? A lo largo del libro, Palermo ha jugado con la disyuntiva entre mercados teóricos y mercados reales al hablar de la teoría neoclásica, pero no la aplica a su afición a la planificación. Sin embargo él mismo es un ejemplo de ello: su idea de la planificación (teórica) no coincide con la planificación real que hubo en su momento en el mundo. De ahí que sostenga que la planificación no fue la causa del hundimiento de la Unión Soviética. Pero como no aporta prueba alguna de ello, tambión podría sostener cualquier otra cosa.

    Teniendo en cuenta lo anterior juzgue el lector lo que hay de novedoso y prometedor en la síntesis del programa que propone Palermo:

    - 1º) Confrontación política democrática para establecer las prioridades sociales y los objetivos económicos.

    - 2º) Ampliación del espacio económico regulado mediante planificación.

    - 3º) Progresiva sustitución del principio burgués "de cada uno según sus necesidades, a cada uno según sus capacidades" poir el comunista "de cada uno según sus capacidades, a cada uno según sus necesidades".

    - 4º) Progresiva desmercantilización de los diversos ámbitos de nuestra vida. (p. 221).

    Tiene uno la impresión de que el siglo XX no hubiera pasado o que algunos no aprenden de las experiencias. En resumen: un buen libro en el aspecto de crítica a las teorías neoliberales y un libro malo y pobre en el de las propuestas concretas alternativas. Q.E.D.

    dimarts, 25 de novembre del 2008

    Blogorismos de la clerigalla y el neofascio.

    La desvergüenza de los curas.

    Dice Monseñor Rouco Varela, que es necesario saber olvidar con el fin de que no se repitan los enfrentamientos fratricidas. Otro que confunde olvido y perdón, a pesar de ser cardenal de la Iglesia "del perdón". La misma Iglesia que, tras haber canonizado a novecientos "mártires" de la última guerra civil -esa que dice Monseñor que ha de olvidarse- se apresta ahora a beatificar a otros quinientos.

    ¿Cómo llaman Vds. a esta inconsecuencia? Yo la llamo "caradura". O algo peor porque este maquiavélico príncipe de la Iglesia también dice que, si no olvidamos, puede volver a haber violencia. O sea caradura amenazador.

    (La imagen es una foto de Mermadon 1967, bajo licencia de Creative Commons).


    Las razones de la carcunda.

    Lo grande de la sentencia del juzgado vallisoletano ordenando quitar los crucifijos de las paredes de las aulas es que nos enteremos de que todavía estaban ahí. ¡Esta peste impositiva de la Iglesia es lo que es una cruz! De inmediato ha salido la carcundia hispánica -los curas y el PP, que vienen a ser lo mismo- pidiendo que los crucifijos se queden. Como ya no pueden obligar a hacerlo a tiros, tratan de razonarlo. Sus "razones" son éstas:

    Según el Cardenal Amigo, la retirada de los crucifijos No favorece la convivencia. Más amenazas. En román paladino: si retiráis los crucifijos habrá hostias.

    La señora De Cospedal, secretaria general del PP, afirma que a la mayoría de los españoles "no le molesta que haya crucifijos en las aulas". ¿Por qué lo sabe? ¿Se lo ha preguntado? La organización de padres de alumnos está de acuerdo en retirarlos. A ella le parecerán sagrados pero sólo son símbolos del sufrimiento, la tortura y la muerte. Un espectáculo para los chavales.

    (La imagen es una foto de Público, bajo licencia de Creative Commons).


    El congreso de los zangolotinos.

    El Frente de Juventudes del PP ha contado en su congreso con la presencia del ex-falangista "independiente" señor Aznar, hijo y nieto de franquistas (o sea, de "socialistas", según la señora Aguirre) y con la presidenta de la Comunidad de Madrid. El primero ladró su odio por esquinas y pasillos con su agresivo falsete. Luego, la señora Aguirre desgranó la acostumbrada sarta de insensateces, provocaciones e insultos ante un público entregado que sueña con realizar sus postulados neoliberales. Según muchos analistas estos neoliberales no comprenden que su doctrina es la que ha fracasado en la crisis económica y financiera actual. Grave error, el neoliberalismo de estos zangolotinos y sus caudillos no es el monetarismo y/o el neoconservadurismo sino el neoliberalismo al estilo del difunto Jörg Haider en Austria, o sea una forma poco simpática de neofascismo.

    (La imagen es una foto de El Plural, bajo licencia de Creative Commons).