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dijous, 15 de desembre del 2016

Abriendo camino al diálogo

Mañana comparece ante el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña la presidenta del Parlamento catalán, Carme Forcadell,  a declarar por una supuesta desobediencia a una providencia del Tribunal Constitucional. Ayer, sin embargo, este mismo Tribunal comunicaba a la misma presidenta que se suspende cautelarmente otra medida de su Parlamento y la apercibía de las desagradables consecuencias, incluso penales, que tendría una nueva desobediencia. ¿Quién dijo que los tribunales son lentos? El Constitucional, como se ve, es raudo como una centella cuando le interesa y también parsimonioso como el olivo cuando le interesa al gobierno. 

Desde que este tomó posesión, viene anunciando una consistente voluntad negociadora. Parece, incluso que hasta se hubiera enterado de que la situación ha llegado a este punto por su obstinación en cerrar toda puerta de diálogo. Quiere evitarla.  Ahora la hay, asegura. Y, para mostrarla se aceleran los procesos judiciales contra todo tipo de independentistas.  Suele decirse que esos procedimientos judiciales no dependen del gobierno y siguen su curso con independencia de este. Es una fábula. Es el gobierno el que insta la acción de los tribunales, bien recurriendo al constitucional todo suspiro del Parlamento de Cataluña, bien instando la acción de la Fiscalía para que "afine" lo que al gobierno le interese.

Por eso no es creíble la oferta de diálogo del gobierno, porque afirma su voluntad de seguir con la acción represiva, a la que llama "cumplimiento de la legalidad" pero no es otra cosa que la legalidad de la "ley del embudo". Es más, el propio gobierno, por boca del presidente, ha enumerado todos los asuntos en las que está dispuesto a dialogar y que coinciden con todos los de su programa electoral y obviamnte, le importan tanto como ese mismo programa. Solo le ha quedado uno en el fondo de la caja, uno sobre el que no está dispuesto a negociar: el referéndum. 

Pues ya está. Se acabó: si no hay referéndum, no hay diálogo. Todos podían haberse ahorrado las consideraciones en público. Pero que no haya diálogo no quiere decir que las partes no sigan actuando. Continúan haciéndolo pero sin hablar. En estas condiciones de intenso diálogo, los independentistas dicen que el referéndum se hará diga el Tribunal Constitucional lo que diga. La verdad es que dada la inexistente autoridad de este órgano, convertido en correa de transmisión del gobierno, no es de extrañar el propósito del independentismo. Y entonces aparece la vicepresidenta del gobierno y virreina de Cataluña, Sáenz de Santamaría a decir, amenazadoramente, que el gobierno dispone de medios para que el referéndum no se realice.

¿Queda claro? No hay diálogo. 

Por eso resulta absurdo el enfado bíblico de los pensadores del Think Tank de la FAES, encabezada por el siempre malencarado Aznar. Acusan al gobierno de haberse entregado ideológicamente a los que quieren romper España. Lo acusan de aceptar un complejo de inferioridad por someterse al mundo conceptual del adversario. O quizá no sea tan absurdo. El "NO es NO" de la FAES  a negociar nada con separatistas o quienes le hacen el caldo gordo es la habitual intemperancia del personaje con su ridícula prosopopeya. Pero sigue siendo lo mismo: no hay diálogo. 

El camino está cegado. Como siempre.

dissabte, 10 de desembre del 2016

El diálogo y los radicales

El gobierno está en actitud dialogante. Lo dice su portavoz, que algo sabrá de eso. A todos los efectos prácticos esa actitud dialogante se observa tan solo en que lo dice. Pero hace lo contrario. Los procesos judiciales de una buena cantidad de independentistas siguen adelante. La presidenta del Parlament está citada a declarar ante los jueces el próximo día 16. Puede que haya diálogo, pero será entre imputados, investigados o acusados y jueces. No debe de ser este el diálogo al que se refiere el ministro. Pero el que él dice, no se ve.

Considera el ministro que la convocatoria del Pacto Nacional por el Derecho a Decidir (PNDD), un organismo creado hace unos años a instancias de Artur Mas con la idea de tejer un movimiento cívico-político, es un acto unilateral. Da gusto ser gobernados por gentes tan esclarecidas. Unilateral es todo lo que viene haciendo el movimiento independentista y la Generalitat luego desde hace años. El ministro no puede ignorarlo. El mayor acto unilateral hasta la fecha tuvo lugar el 9N de 2014, cuando él era ministro también, aunque de otra cosa. Unilateral es el proceso independentista y no parece que hasta la fecha el gobierno haya hecho algo para que deje de serlo, es decir para dialogar. Porque, con decirlo, obviamente, no basta.

Y es difícil dialogar con alguien que razona tan malamente. Esa acusación de que la convocatoria del PNDD se debe a la fuerza de la CUP, cuyos diez votos necesita Puigdemont para aprobar los presupuestos mueve a risa. El uso del término "radical" es muy significativo. Tiene gracia escuchárselo a un gobierno que ha dado pruebas de un radicalismo atroz durante cinco años, aunque en un sentido opuesto al que pueda suponerse anima a la CUP. Los radicales acusan de radicales a los demás en cuanto se descuidan un milímetro. De esa forma creen sentar plaza de "moderados", algo que la legislación, la crónica de tribunales y la práctica diaria contradicen. La "Ley Mordaza", por ejemplo, es una ley radical de derechas. Por eso, como todo el mundo sabe, en España no hay un partido de extrema derecha. Está en el PP. Y legisla.

La observación del ministro lleva incorporado el veneno de insinuar que el gobierno de JxS es rehén de la minoría de la CUP, a la que obedece, no por convicción propia sino por conveniencia. Esto equivale a decir que si JxS no necesitara los votos de la CUP, desistiría de su hoja de ruta, se olvidaría del referéndum y, lógicamente, no tendría que convocar el PNDD.

Y eso no sé de dónde se lo ha sacado el ministro.

El mismo gobierno que presupuesta una partida para el referéndum es el que se apresta a organizarlo con tiempo suficiente para que le salga bien.

dimecres, 7 de desembre del 2016

Reforma o revolución

Aquí, mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado "Café pa tós" una altra vegada. Versa sobre cómo se ha celebrado el aniversario de la Constitución de 1978 de una forma peculiar: en Cataluña, más de 300 municipios han considerado que no había nada que celebrar y un par de cientos de patriotas españoles, con la bicolor a cuestas, se han paseado por alguna céntrica calle de Barcelona. En España todos los que la celebran piden su reforma y algunos hasta su derogación. Incluso Rajoy y el PP admiten la posibilidad de que este texto sacrosanto (en contra del cual votaron sus predecesores ideológicos franquistas) se revise siempre y cuando sea por la mínima y sin abrir expectativas peligrosas que, para la derecha, son todas. Así pues, la reforma de la Constitución que ayer se celebró es deseo generalizado. Mi artículo sostiene que esa repentina fiebre reformista, azuzada en buena medida por el inesperado renacimiento de una conciencia nacional andaluza que, como el Guadiana, aparece de vez en cuando, lo que busca es enredar otra vez a los independentistas catalanes con una actualización del bonito cuento de federalismo. Desde el momento en que la Constitución blinda el Concierto vasco y el Convenio navarro pero deja la financiación de Cataluña al régimen común, hay dos conclusiones evidentes: a) fiscalmente hablando, Cataluña está fuera de la Constitución porque: b) es evidente que la pretendida igualdad de las personas y las tierras de España es una falsedad mientras existan los dos regímenes de privilegio vasco y navarro. A Cataluña no le interesa una reforma de la Constitución española, sino realizar un referéndum de autodeterminación y, si sale independencia, proceder en consecuencia. Porque eso es una revolución.

La versión castellana del artículo:

Café pa tós otra vez

El fallo más grave del llamado “Estado de las Autonomías” de la Constitución de 1978, cuyo aniversario se celebró ayer en España fue la generalización del régimen autonómico en condiciones de igualdad en todo el territorio español. La justificación, formulada por el entonces ministro adjunto para las Regiones, el andaluz Clavero Arévalo, fue que hubiera “café para todos”. La Constitución preveía un régimen extraordinario para Cataluña, el País Vasco y Galicia y un régimen común para el resto de los territorios, en la línea de la Constitución de 1931 y a semejanza de la vigente Constitución italiana de 1947. Pero la insistencia de Andalucía en ser tratada en igualdad de rango con las “nacionalidades históricas” (perífrasis de “nación” en el ánimo del legislador), movida por el PSOE y tácitamente aceptada por la UCD, la derecha de entonces, dio al traste con la intención del texto. Fue entonces cuando se impuso la idea de un régimen uniforme de autonomía para toda España, el “café para todos”.

De ese modo, al convertirlo en un problema de “todo el Estado”, se frustraba la pretensión original de las naciones catalana, vasca y, en menor medida, gallega de conseguir un tratamiento diferenciado en el seno del Estado español. Era una política de uniformación que todavía se quiso endurecer más con la extinta LOAPA (Ley Orgánica de Armonización de los Procesos Autonómicos), de 1982. “Armonización” era un término menos violento que la Gleichschaltung que aplicaron los nazis en Alemania pero compartía su espíritu: poner a todos al mismo nivel.

A esa doctrina igualadora, uniformadora, llamaban los glosistas, comentaristas y panegiristas de la Constitución de 1978, el “carácter federal” del Estado Autonómico. Según ellos, al haberse conseguido que las autonomías pudieran alcanzar todas el mismo máximo techo competencial, España había pasado a convertirse en una federación de hecho. No se usaba la palabra porque tenía mala fama, pero se daba la realidad.

Se trataba de una falsedad ideológica típica, como se ha demostrado posteriormente. Tanto el País Vasco como Cataluña han dado pruebas abundantes de querer mantener y agudizar su singularidad. Sobre todo Cataluña que es donde más ha avanzado la conciencia y voluntad nacionales, hasta el punto de plantear directamente la opción de la independencia. Frente a esa voluntad secesionista, parte del nacionalismo español, especialmente el PSOE y la izquierda en general, vuelve a agitar el señuelo federal.

Prueba evidente de que aquel federalismo que se decía condición material de hecho del Estado de las Autonomías era falso. El llamado “federalismo material” del Estado autonómico no lo era porque no consistía en una alianza y conjunción de territorios que estos hubieran acordado soberanamente por separado, sino de una imposición desde arriba por obra de un Estado que había decidido descentralizarse hasta cierto punto como podía y puede, y así lo hace cuando le viene en gana,, recentralizarse sin que las Comunidades Autónomas apenas puedan casi opinar.

El actual avance del independentismo catalán está generando reacciones similares a las de aquellos intentos “armonizadores” de los años ochenta. Tanto la moderación del nacionalismo vasco como la exacerbación del nacionalismo andaluz, ambos repentinos, en el fondo van dirigidos a remansar el independentismo catalán, unos por defecto y otros por exceso. Para los nacionalistas vascos carece de sentido la independencia frente a España, dado que ellos ya cuentan con un concierto que equivale a la independencia fiscal. Para los andaluces se trata de una nacionalismo “reactivo” cuyo único horizonte, como en los años ochenta, es no quedarse atrás en relación a Cataluña por más que ellos no hayan movido un dedo en estos treinta años por aumentar su autogobierno.

El terreno de la vuelta al café para todos está ya preparado: se trata de arbitrar una reforma de la Constitución que busque un nuevo “encaje de Cataluña en España”, en el entendimiento, ya claramente expuesto de nuevo en Andalucía de que ese “nuevo encaje” será también igual para todos. Porque, como dice el gobierno machaconamente: la reforma no puede romper la igualdad de las personas y las tierras de España, como si no fuera obvio que, con el Concierto vasco y el convenio navarro, esa igualdad no existe.

Cataluña no tiene nada que esperar de una reforma de la Constitución de 1978 y menos si es en un acuerdo con las demás comunidades del Estado. Cataluña solo puede llegar a un acuerdo bilateral con el Estado para la realización de un referéndum de autodeterminación en el que quede claro cuál sea el mandato de las autoridades catalanas y qué forma adoptará.

dilluns, 5 de desembre del 2016

Tampoco es tan grave

Entre sollozos, il signore Matteo Renzi ha reconocido su derrota en la era de la posverdad. Y mucha gente se pregunta angustiada qué efectos tendrá esta derrota en la frágil UE, todavía recomponiéndose del Brexit. La tercera economía de la Eurozona, se dice. Y ahora, agudizada inestabilidad política. Como si Italia hubiera sido una balsa de aceite en los últimos cincuenta años. Como si no hubiera demostrado repetidas veces que, a pesar de todo, el país funciona en situaciones de interregno político y aun de caos.

A Renzi lo ha matado un cálculo psicológico erróneo. Grosso modo, la reforma constitucional propuesta en el referéndum, consistente sobre todo en acabar con el bicameralismo perfecto, estableciendo un monocameralismo de hecho, es sin duda más racional y eficaz. Eso está claro. Pero la cuestión es cómo lo explicas y cómo se lo toma la gente. Y es el caso que esta ha acabado creyendo que el referéndum es en realidad un plebiscito para fortalecer la figura del propio Renzi. Al fin y al cabo il signore Matteo no fue elegido por nadie, sino que se hizo con el cargo de primer ministro tras forzar la dimisión del anterior, Enrico Letta. Esa imagen de ambicioso que ha proyectado, con un partido hecho unos zorros, le ha hecho mucho daño y la gente no parece haberse parado a pensar en lo acertado o no de la reforma propuesta. Ha ido por alguien que ofrecía dimitir si perdía. Puede llamársele "posverdad". Y también error de cálculo.

Las dos formaciones que más han luchado por el "No" han sido el partido Forza Italia de Berlusconi y el Movimiento Cinco Estrellas, de Beppe Grillo. Las dos alimentan los miedos de los partidos tradicionales y las instituciones. Pero es exagerado decir que por esta situación, nada insólita en Italia, vayan a tambalearse (más) los cimientos de la UE,

dimecres, 23 de novembre del 2016

La inútil represión

Mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado "L'ésser i el voler ser", en el que sostengo que el diálogo aparentemente ofrecido por el gobierno central a la Generalitat es falso pues ni siquiera tiene el gesto de paralizar los procedimientos penales que él mismo pone en marcha. El artículo glosa el caso del juez Vidal, a quien el Supremo confirmó ayer su pena de tres años de suspensión de empleo y sueldo. En él se sostiene que afrontar la cuestión catalana como un problema de orden público con medios exclusivamente represivos no servirá para nada al nacionalismo español y, al contrario, avivará el independentismo catalán.

No había terminado de escribir el artículo y ya se conocían los siguientes pasos en este peculiar diálogo en dos dimensiones absolutamente distintas, como en diferentes galaxias. El juez Vidal, trocado en senador Vidal, intervino en la sesión de ayer en presencia del gobierno y pronunció un alegato impecablemente razonado, con lógica judicial, de la absoluta falta de legitimidad del gobierno y el Estado españoles en materia de independencia de la justicia. Un alegato demoledor, avalado por el hecho de que quien lo pronunciaba es víctima directa de lo que denuncia. Merece la pena ver el vídeo del juez Vidal y las caras y los gestos de Rajoy y Sáenz de Santamaría.

Pero no se quedó ahí la cosa. Ayer, el Congreso votó en votación secreta conceder el suplicatorio para que el Tribunal Supremo proceda contra el diputado Homs por presunta desobediencia, creo. Si no he leído mal vino Puigdemont a Madrid a apoyar a Homs. Eso es mucho. El gobierno y toda la clase política debieran pensar a dónde conducen el país por la senda del sostenella y no enmendalla. Porque ahora viene otra andanada mediática: Forcadell citada a declarar en el procedimiento que también se le sigue y del que puede resultar una inhabilitación. La única respuesta que tiene el Estado a la demanda de un referéndum sostenida por más del 70% de los catalanes es procesar a sus representantes, democráticamente elegidos por cumplir el mandato de sus electores. Y eso no tiene salida. Solo la unilateral. 

A continuación, la versión castellana del artículo.

El ser y el querer ser

El Tribunal Supremo mantiene la sanción al juez Vidal de tres años de suspensión de la carrera judicial por haber contribuido a la redacción de un proyecto de Constitución para la República Catalana. No se han considerado sus razones de que la sanción no tiene fundamento jurídico sino ideológico y de que, en todo caso, la posible falta ya había prescrito cuando se le sancionó. Por supuesto, lo esencial es la primera razón, si motivaciones jurídicas o ideológico/políticas.

Para decidir habría que saber qué carácter reviste ese proyecto de Constitución, si es un panfleto, un comunicado, un llamamiento a la movilización. Teniendo en cuenta que es una Constitución de la República Catalana, es decir, un futurible, hasta podría tratarse de una utopía. Las utopías no han gustado nunca al poder. A modo de aviso, el fundador del género, Tomás Moro, murió decapitado.

Hasta aquí no se llegará en la presente ocasión, pero es conveniente saber hasta dónde se llegará. Por supuesto que en la sanción al juez Vidal hay una gran carga ideológica. Pero es una ideología básica del Estado español, que lo ve como única nación y a la mayoría de los jueces no le parece ideología sino el fundamento mismo de legitimidad de su actuación. Lo mismo le sucede, aparentemente, al juez Vidal, tan movido por su idea de la legitimidad de la nación catalana como sus colegas sancionadores por la española.

Es un conflicto de legitimidad que se está dirimiendo en un terreno de legalidad, mucho más estrecho. En este, cada una de las partes no puede sino hacer lo que hace. El juez Vidal propugnar la independencia de Cataluña; los tribunales españoles sancionarlo por ello. Los dos saben que es un proceso de acción-reacción que se autoalimenta hasta conducir a situaciones (más) indeseables. Pero no pueden evitarlo, como en las tragedias griegas.

Actualmente el juez Vidal es senador. Desde el Senado, en representación de ERC, seguirá argumentando en pro de la independencia de la República Catalana. Es más, al encontrarse “suspenso” de la carrera judicial, podrá intervenir también en la vida pública catalana, incluso reanudar sus tareas redactoras del proyecto. Habrá quien sostenga que, estando “suspenso”, sigue en la carrera judicial y, por lo tanto, podría solicitarse ya su expulsión completa. Pero eso sería una arbitrariedad ya que el senador podría argumentar que está redactando un proyecto de Constitución de la República Catalana para presentarlo a la consideración de las Cortes españolas, por si tuvieran a bien aprobarlo. Entra dentro de lo filosóficamente imaginable que el Estado que es, deje lugar para el Estado que quiere ser.

Es obvio que la política meramente represiva no va a bastar para aquietar el impulso independentista. Al contrario, va a avivarlo. La experiencia, el sentido común, el realismo, así lo muestran. El independentismo se ha ganado el ser tratado como una cuestión político-constitucional que está pidiendo negociación bilateral urgente. El considerarlo, cual ha hecho hasta ahora el gobierno central, como un mero problema de orden público, solo da como resultado aumentar la movilización independentista fabricándole un panteón de héroes y mártires, Vidal, Mas, Forcadell, etc, tienen una enorme proyección simbólica, son referentes que focalizan una voluntad colectiva.

Parece atisbarse un nuevo talante en el gobierno del PP, un mayor empeño por entenderse con Cataluña y la Generalitat lo ha acogido con gran celeridad por iniciativa del vicepresidente. Justamente ahí parece haberse introducido un equívoco, si es un equívoco y no una manipulación infantil cuando se insinúa que los independentistas cambiarían la hoja de ruta y el referéndum por unas conversaciones del nivel que fuera con el Estado.

La negociación posible que el gobierno apunta y la Generalitat acepta tendrá que empezar con la cuestión del referéndum ¿Con qué, si no? La feroz oposición de principio del PP del “carácter innegociable de la soberanía nacional” se elimina a base de negociar un referéndum catalán y someterlo a la aprobación de las Cortes españolas, que son las depositarias de dicha soberanía. Si el gobierno se presentara ante el Parlamento con un proyecto de referéndum negociado, con una pregunta binaria clara, “sí” o “no”, las mayorías necesarias también negociadas y negociado asimismo el plazo de carencia hasta el siguiente referéndum, ¿por qué no iba a aceptarse si es la única forma democrática y civilizada de encauzar este conflicto?

dimarts, 22 de novembre del 2016

El arte de titular

Pues, ¡qué!, ¿los independentistas recogen velas? Eso de que están dispuestos a "trascender" el referéndum tiene un eco eclesial, acorde con la pinta de sacerdote laico de Junqueras. Además, al fin y al cabo, todo conspira a bajarles los humos. El juez Vidal se ha quedado "suspenso" de la carrera judicial por tres años por independentista y el ex-presidente Mas reconoce que el independentismo no es mayoritario en la sociedad catalana. ¿Qué más se quiere? Cunde el desánimo. El independentismo se estanca o retrocede.

Todo eso es posible, pero el titular de El País es, simplemente, falso. Junqueras no acepta una negociación "que transcienda el referéndum" sino, como dice luego el texto del artículo, invita a un diálogo que trascienda las conocidas y, tal vez, evitables discrepancias sobre el referéndum previsto para septiembre de 2017, es decir, justo para lo contrario que dice el titular. Lo que quieren es "trascender" las dificultades que hay en el camino al referéndum de septiembre de 2017. Dan el referéndum por hecho, no trascendido. Caramba con la prensa y, encima, entrecomilla.. 

dissabte, 19 de novembre del 2016

El hacedor de reyes

Se dice, y es cierto, que la legitimidad de la monarquía es la del 18 de julio. Fue Franco quien nombró rey al padre del actual, sustituyendo por tanto al abuelo, al que no dejó reinar y saltándose la legitimidad dinástica que es la decisiva en la monarquía hereditaria. Franco dejó la monarquía en el paquete del atado y bien atado. Pero, si no hubiera habido alguien capaz de vincular la decisión de la dictadura con el refrendo popular, el intento podría haber fracasado. Ese fue el truco de la transición que muchos celebraron como un procedimiento inteligente mientras otros callaban y una minoría rechazaba el plan.

La fórmula que se encontró entre la reforma y la ruptura diose en llamar "ruptura pactada". Ahora predomina una visión muy distinta de aquella época, una visión crítica y certera, pero tardía. El pasado no puede recomponerse. Los juicios sobre él cambiarán y seguirán cambiando, pero él mismo, no. La Transición consistió en esencia en meter de matute la monarquía en la ley que había de refrendar la democracia. Ese es su núcleo y pórtico de lo que vino después. El punto fue la Ley Para la Reforma Política que, por cierto, se tramitó como octava Ley Fundamental del Estado de Franco, ley de peculiar nombre y no menos peculiar contenido pues habilitaba al pueblo soberano al que recurría en referéndum a ejercer esa misma soberanía que, evidentemente, solo se ejercitaría si el referéndum era positivo. Si fuere negativo, la soberanía regresaría al Jefe del Estado, el heredero de Franco, el rey designado. Y, en efecto, la LPRP se sometió a referéndum el 15 de diciembre de 1976 con resultados apabullantes. Participó el 77,8 por ciento del censo; media/alta en España. Los votos "sí" fueron el 94,17 %; los "no" 2,56 %; los en blanco 2,97 %. Al margen de lo que cada cual piense del contenido, el resultado fue un éxito para los convocantes. El mayor, si no yerro, de todos los obtenidos en las más diversas consultas en los 40 años siguientes. El artífice, casi en solitario, de ese éxito fue Adolfo Suárez.

Suárez fue un gran político. Quizá sea lo único que fue. Pero lo fue. Era relativamente joven cuando se produjo el hecho biológico. Había empezado su carrera política en el Movimiento (era un "azul"), pero se le había muerto el patrocinador. La casualidad lo puso en contacto con el futuro monarca a través de López Rodó,  siendo él capitoste de la RTVE y, por lo tanto, hacedor de su imagen. El resto es anecdótico. La carrera de Suárez terminó tan sorprendentemente como había empezado, con una dimisión de presidente del gobierno que nadie ha aclarado, una revuelta en su partido y una posterior aventura al frente de otro que se saldó con varios fracasos hasta que el hombre decidió retirarse y abandonar sus pretensiones de volver.

Fue entonces, ya retirado de la política activa, cuando propuse a la Complutense que lo nombrara Doctor Honoris Causa. La Complutense aceptó y el rey pidió asistir, es decir, presidir. Pero la investidura hubo de postergarse porque, por aquellas fechas, se habían descubierto las andanzas de Mario Conde y aún estaba reciente la metedura de pata de la Complutense al investirlo a su vez honoris causa con asistencia del Rey. Había que esperar tiempos mejores. Que tardaron en llegar. Pero llegaron. Dos o tres años después, habiendo cambiado el Rector, la Complutense invistió doctor honoris causa a Suárez. Lo suyo había sido una labor de ingeniería política o cómo transformar una dictadura en una democracia sin que se rompa la vajilla. Cierto, mucha gente cuestiona que "aquello" (es decir, "esto") fuera una democracia. Para otros, en cambio, la dictadura no fue una verdadera dictadura. En política se discute todo. Lo incuestionable es que el hacedor de aquella filigrana fue Suárez, el ambicioso joven "azul". Al rey lo nombró Franco, pero lo confirmó Suárez. Y siempre es interesante saber cómo.

Este vídeo, al parecer censurado durante más de veinte años, procede de un reportaje de los años 90 de Victoria Prego que nunca ha dicho nada, que yo sepa. Y quizá ni haga falta. La sensación que produce esta noticia apunta a una especie de ánimo oculto, una conspiración, algo reprobable, para arrebatar la decisión explícita sobre la monarquía a la soberanía popular. Pero no hubo nada de eso, sino hasta lo contrario. El propio Suárez dice que las cancillerías pedían referéndum monarquía/república y añade que Felipe González -entonces republicano- también lo pedía. Pero, según los sondeos, si lo hacían, perdían. Es decir, no dejaron de hacer el referéndum invocando el carácter superior de la monarquía, que no se puede someter a voto popular, sino que lo hicieron por razones prácticas, porque pensaban que lo perdían. Pero eso es bastante razonable. Nadie convoca elecciones si va a perderlas y le es lícito hacer otra cosa.

En lo de "otra cosa" es donde está la insólita habilidad de Suárez que se manifestó con sobriedad gracianesca en los apartados 1 y 2 del artículo 1º de la Ley, dos prodigios de lenguaje performativo pero de segundo grado porque la realidad que crean está implícita: "Uno. La democracia, en el Estado español, se basa en la supremacía de la Ley, expresión de la voluntad soberana del pueblo. Dos. La potestad de elaborar y aprobar las leyes reside en las Cortes. El Rey sanciona y promulga las leyes." Esos dos aparentemente generosos enunciados darían para tratados enteros de Política. Y hasta de teoría literaria. Son la fórmula mágica de la Transición: ¿Quién habla aquí? Curiosamente el Estado español, el de Franco, que ya se había declarado constituido en Reino en otra Ley Fundamental, tan válida como esta. Y ese "Estado español" se hace demócrata y devuelve al soberanía al pueblo así de pasada. El apartado dos es de la mejor literatura picaresca. Tras despojar al Caudillo de la potestad legislativa, se la otorga a las Cortes y al Rey que, por cierto, nadie sabe de dónde ha salido. 

Pero allí estaba, votado por más del 94 % de los electores, personificando una monarquía cuyo nombre no aparece en el texto. No es una conspiración. Es un escamoteo de la institución propia de la tradición picaresca del país y, desde luego, fruto del ingenio de Suárez quien, en efecto, fue un gran político que consiguió lo que se había propuesto sin que sus posibles adversarios lo vieran. 

Ya nunca sabremos cuánta gente hubiera votado por la monarquía en un posible referéndum explícito monarquía/república. Seguro que el 94 %, no. Pero podemos averiguarlo convocando uno, 

dijous, 3 de novembre del 2016

Aventurarse a lo nuevo

Por más que los de Podemos batallen por ser el centro de la atención mediática, el foco de interés sigue siendo la crisis del PSOE. El País, cuyo grado de entusiasmo con Sánchez ha quedado demostrado en los últimos tiempos, descubre que, además, este buen hombre tiene nuevas opiniones. En general eso está mal visto en estos pagos. Está mal visto hasta tener opinión. Pero, si además, es sobre asuntos de la máxima importancia, como la tendencia a la izquierda y la cuestión catalana, el asunto es temerario. Ese es el meollo del drama en el PSOE: Podemos y Cataluña.

Se supone que el PSOE tiene que elegir entre aliarse a la derecha (PP) o a la izquierda (Podemos). Unos animan hacia la izquierda; otros, a la derecha y estos parecen ser poderosos porque han desencadenado la crisis con un golpe de mano o de fuerza, que viene a ser lo mismo. Sin embargo, no está nada clara esa obligación de optar. De hecho, aunque la abstención haya sido una claudicación, lo ha sido por la mínima, pues no obliga a la acción mancomunada. Hay un espacio de opinión y electoral entre la derecha del PP y la Izquierda de Podemos. La primera es heredera directa del franquismo, revestido de neoliberalismo y con una incontenible ansia de expolio del común. Los segundos, que llegaron al socaire del movimiento 15M, trayendo promesas de nueva política, se han adaptado al juego institucional y su discurso y su práctica son confusos. Reverdece en ellos la vieja izquierda comunista carente por entero de lo que siempre presume, un programa, y solo interesada en el sorpasso.

Entre estas dos posiciones hay un espacio considerable, agrandado por el hecho de que ellas, las posiciones, son extremas. Es el espacio que ha habido siempre, el del socialismo democrático, la socialdemocracia. Y aquí es donde aparece el proyecto de Sánchez que dice querer para el PSOE autonomía frente los poderes fácticos y la tentación populista. Si el PSOE se obstina en sus "viejas opiniones" y se mantiene como auxiliar del PP, es probable que cave su tumba electoral, al estilo PASOK. Pero no es seguro. Las "nuevas opiniones" de Sánchez ¿darían para fundar un tercer partido de la socialdemocracia renovada? Espacio hay, probables partidarios, también. La izquierda democrática, reformista que quiere parar a la derecha pero no a costa de aliarse con una izquierda cuya relación con la realidad es problemática. Lo que no está claro es si hay liderzgo y capacidad para articularlo.

Y luego está el otro asunto, el que de verdad importa, Cataluña. Muchos de quienes seguirían a Sánchez en su giro a la izquierda, lo abandonarán si el giro, además, afecta al Principado. De este asunto no se habla porque las ideas están clarísimas: de independencia, nada. Y así como el agonizante Franco se despidió de Juan Carlos diciéndole que guardara la unidad de España, ha bastado que Sánchez haya compartido alguna cerveza con Joan Tardà para que el poder en la sombra en el PSOE lo mande a él a ellas, camino del ostracismo.

El punto flaco de Sánchez es Cataluña. En realidad, es el talón de Aquiles del sistema de la III Restauración. En el PSOE es donde más se aprecia. Basta ver las complicadas relaciones con el PSC. Pero Sánchez no tiene otra opcion que formular una propuesta de negociación con los independentistas. Alguien tiene que hacerlo. Alguien tiene que explicar a la opinión que la política de cierre al diálogo y la negociación, la de la hostilidad permanente, no ha dado resultado sino que, al contrario, ha exacerbado el conflicto. Y cuando una fórmula fracasa, hay que buscar otra. Y rápido, porque la hoja de ruta de los independentistas sigue su curso y augura un futuro de mayor confrontación que nadie quiere y el Estado español, fácilmente presionable por las potencias europeas, no puede permitirse.

Para el nacionalismo español (el del PSOE incluido) lo más esperanzador en Cataluña es ese nuevo partido abanderado por la señora Colau, en clave izquierdista y pronunciadamente ambiguo en la cuestión de la independencia. El nuevo partido amenaza a sus rivales más próximos, el PSC y Podemos y quizá a sectores de un independentismo tibio. Pero eso son futuribles. Aquí y ahora, el PSOE tiene que decidir qué respuesta da al independentismo, si el cerrado "no" sin más del PP o una "nueva opinión" estilo Sánchez que incluya sentarse a negociar una salida civilizada y democrática al único conflicto real del Estado español.

dimecres, 2 de novembre del 2016

El reestreno

Merced a la implosión del PSOE, Rajoy ha vuelto a ser investido presidente del gobierno y ya ha jurado el cargo ante la Biblia, la Constitución, un crucifijo y varios personajes de esta ridícula comedia de la política española: el que hace de Rey, el que de ministro, el que preside el Senado, etc. Algún día habrá que analizar la naturaleza podrida y repulsiva del catolicismo español: una religión que admite que un embustero complusivo, un mentiroso sin escrúpulos, un falsario incapaz de cumplir una sola de esas promesas que va lanzando por ahí pueda jurar solemnemente delante sobre los Evangelios. Se me dirá que ese es asunto de la conciencia de cada cual y que el catolicismo como creencia colectiva es posible. Pero no basta. La vida de Rajoy es de dominio público y todo el mundo sabe que es un embustero, un cínico, un tipo capaz de engañar a la colectividad y provecharse de ella. ¿Imagina alguien algo más anticristiano que privar a los dependientes de las subvenciones que le corresponden pero financiar la atención al propio padre con el dinero público, como hace Rajoy? ¿Algo más inmoral y repugnante? No, el asunto no se zanja hablando de la "conciencia de cada cual". Aquí hay algo más: la complicidad de los católicos con estas odiosas prácticas. Por eso votan a Rajoy las monjas, los curas, todo el nacionalcatolicismo.

En realidad, mi artículo de hoy en elMón.cat versa sobre el primer encontronazo que ya se ha dado entre el recién estrenado presidente español y el catalán. Puigdemont pide una entrevista de presidente a presidente para tratar del referéndum, ese del que Rajoy no quiere oír hablar y Sánchez comienza a considerar tras liberarse de la retardataria y reaccionaria influencia de Rubalcaba.

Muy probablemente llega tarde. En esta legislatura de la derecha se producirá el definitivo encontronazo con Cataluña.

Aquí, la versión castellana del artículo:

LA INAUGURACIÓN

Tras la investidura de Rajoy por K.O. de los socialistas, vino la solemne toma de posesión en envenenado por la petición Puigdemont de celebrar una reunión de presidente a presidente para tratar la cuestión del referéndum y otras cuarenta más. Digamos que es una forma catalana de convertir un gesto protocolario como una felicitación por la investidura en algo de contenido práctico. Se invita al recién nombrado presidente del gobierno a ejercer sin más dilaciones su pleno Halloween y el juramento tuvo algo de “truco o trato”. Pero el momento estaba autoridad abordando una negociación urgente, indebidamente aplazada durante diez meses.

Todos los caminos conducen a Roma pero, para llegar hasta allí, hay que recorrerlos. El de Madrid, también. Cuantas veces haga falta. Para que quede claro que se han hecho todos los intentos posibles de diálogo y negociación. Es acumular bazas. Para reforzar la posición de la Generalitat, Puigdemont no asistirá a la reunión estatal de presidentes de CCAA sobre financiación autonómica que lleva ya tres años de retraso Acostumbrado a dejar pudrir los problemas sin que nadie proteste, Rajoy se encuentra que no puede aplicar esa táctica con Cataluña. El Estado no puede obligar a Puigdemont a asistir a la reunión y, sin Cataluña, poca será la financiación que acuerden los demás. Cataluña ejerce ya su soberanía de hecho negativamente.

La respuesta del gobierno de la derecha es sabida de antemano: la condición del referéndum es inaceptable y ello no imposibilita pero sí dificulta las negociaciones en otros ámbitos. Quizá sea una suposición prematura. No es de esperar que el nuevo gobierno modifique los criterios básicos de Rajoy pero quizá sí que los modifique el mismo Rajoy. Muchas veces le habrán dicho que tenga en cuenta el caso escocés que resta toda validez a la negativa española a hacer lo mismo en Cataluña. Pero eso es poco probable por razones hasta caracteriológicas.

El gobierno se siente fuerte pues cuenta con el bloque constitucionalista, de PP, PSOE y C’s. Mayoría parlamentaria abrumadora. La Generalitat también se siente fuerte, con un gobierno respaldado por una mayoría absoluta. No es previsible que ninguna de las partes ceda en su pretensión inicial referéndum sí, referéndum no. En consecuencia solo cabe augurar un futuro a corto y medio plazo de mayor confrontación, un tiempo en el que las dos partes van a medir hasta dónde está dispuesto a llegar el Estado y hasta dónde a resistir el Parlamento catalán.


Entre tanto, el tiempo pasa. La desconexión catalana se consolida. Y el Estado sigue sin hacer propuesta alguna, no ya constructiva, sino mínimamente alentadora. Ninguna iniciativa cívica o política en España a favor de una solución pactada con Cataluña. Ni un foro, diálogo o encuentro promovido por esos intelectuales siempre tan activos en defensa de los derechos de los saharauis o los tibetanos. El cierre es total. En el caso del PP, el no rotundo desde el inicio al derecho a decidir no solo se ha mantenido sino que se ha hecho vociferante. Rajoy no quiere oír hablar de referéndum. Literalmente. Negociaciones sobre reformas del sistema de financiación siempre que no haya demanda de referéndum, las que se quieran. Nos quedamos como estamos y toda ruptura de la legalidad vigente con la motivación que sea será tratada como una cuestión de orden público por la vía penal.

En el PSOE, el discurso no es muy diferente. Los socialistas comparten el recio nacionalismo español del PP pero, el mismo tiempo, son favorables a formas etéreas de descentralización política, como el federalismo. La fórmula ha perdido toda credibilidad teniendo en cuenta que necesita la reforma de la Constitución. Por eso, Sánchez, dejó entrever de que la solución vendría “votando” y sobre una “reforma constitucional”. El federalismo era tan eficaz como el bálsamo de Fierabrás. La mención al voto apunta elípticamente al referéndum como si fuera una gran concesión. Sin embargo, al tratarse de una reforma de la Constitución, el referéndum es obligado, en unos casos por razón de lo que se reforma y en otros si así lo decide una décima parte de los diputados o senadores. Eso no es aceptar el referéndum catalán sino tratar de pasar el español de matute.

Los dirigentes españoles no tienen una idea clara del problema a que se enfrentan y sus recursos son muy limitados, pues ni siquiera cuentan con un proyecto común. No son un peligro real para el avance del proceso independentista. Ese peligro está comenzando a tomar forma en el interior de Cataluña, a través de la formación de un nuevo partido de izquierda que, no siendo independentista, puede propugnar diferentes grados de soberanismo.

dilluns, 12 de setembre del 2016

El quatre gats independentistes

Enhorabuena a los catalanes. Un año más, un ejemplo de reivindicación nacional, independentista, pacífica, democrática y en masa.

Si hace cinco años alguien hubiera dicho que todos los periódicos y los medios españoles abrirían con la noticia de la Diada (así como muchos y muy importantes extranjeros), casi nadie lo habría creído. Cataluña no era un problema. Los independentistas, cuatro gatos a los que nadie hacía caso. La cuestión catalana carecía de importancia en la política española.

El presidente de los sobresueldos, con su habitual perspicacia, calificaba la diada de 2012 como una algarabía. Ahora le dedicó algo más de tiempo y expresó su deseo de que la Diada fuera tranquila y democrática. Dos minutos más y dice lo del sentido común. Los dislates y las provocaciones este año han quedado adjudicadas a García Margallo, ese descendiente de familia militar africanista con un sentido del humor de cuarto de banderas, al decir que un atentado terrorista se supera pero la independencia de Cataluña es para siempre. ¿Queda alguna duda del tipo de personal en el gobierno hace ya casi cinco años?

Solo Palinuro clamaba en el desierto advirtiendo de que el independentismo catalán llevaba la iniciativa política mientras que el nacionalismo español actuaba a la defensiva, carecía de plan y proyecto y ni siquiera entendía la naturaleza de la cuestión a la que se enfrentaba.

Algunas cosas han cambiado. La derecha gobernante parece estar ideando planes de respuesta a la reivindicación independentista. Se los han encargado al ministro del Interior, quizá por su enchufe con las potencias celestiales. Según él mismo y sus hombres confiesan en unas cintas que van camino del juez, consisten en hacer la guerra sucia al independentismo, supuestamente destrozándole el sistema sanitario o, incluso inventándose chanchullos financieros.

Igualmente, los periódicos nacional-españoles ya admiten que la movilización popular es impresionante. Pero coinciden en señalar que va de retirada. El País habla de una "Diada menos concurrida" y La Razón sostiene que está "desinflándose". Y montan la habitual porfía sobre la cantidad de asistentes: 800.000 este año frente al 1,4 millones del año pasado. Dudo de que el año pasado esos medios admitieran que la asistencia había sido de 1,4 millones. Pero eso es irrelevante. La cuestión es: si tan seguros están de que el independentismo no tiene mayoría, de que son cuatro gatos, de que los no independentistas son la mayoría, ¿por qué no autorizan un referéndum que es la forma más rápida, clara y precisa de salir de dudas? ¿Que no es una cuestión de números sino de principios? Entonces, ¿por qué discuten los números?

Los que no se discuten son los números del mitin de la Societat Civil Catalana y el de En Común Podem que han sido muy moderados, sin comparación con la manifa independentista. 

Bueno, pero en este última estaban integrados los de Podemos y la masiva oleada de la calle no pedía la independencia, sino el referéndum. Tal sostiene, si he entendido bien, la señora Colau. Y también la señora Ubasart en diálogo con el señor Baños. La mayoría, parece pues sostener Podemos, no es independentista sino partidaria de un referéndum pactado con el Estado. El derecho a decidir no puede ejercerse unilateralmente. 

Los de Podemos aún no han señalado la coincidencia de su posición con la de Puigdemont cuando anuncia que el 28 de septiembre, respaldado por la confianza del Parlament, pedirá un referéndum al Estado. Lo harán apenas caigan en la cuenta.  ¿Acaso no es lo que ellos dicen?

Pues no. Puigdemont no necesita pactar nada. Pide lo que cree le corresponde y, si no se le concede, él sigue con su hoja de ruta y proclama la independencia unilateralmente. Justo, lo que no puede hacerse, según Podemos. Por eso mismo razona el señor Dante Fachín que Junts pel Sí y la CUP están embarrancados (o algo así) en su hoja de ruta. Lo lógico es proponer un referéndum pactado con el Estado.

Llegados aquí, no merece la pena seguir. Basta con contestar a una pregunta así formulada: sabemos que el Estado jamás pactará un referéndum catalán pero, imaginando que tal cosa fuera posible, ¿cómo se conseguiría con mayor seguridad, por la vía de Podemos o la de JxS?

Por si acaso, quien quiera estar informado de estos pormenores, que lea medios extranjeros. Los más importantes cubrieron la Diada. La cuestión se ha internacionalizado y el gobierno del Estado no sabe hasta qué punto porque, entre otras cosas, no habla lenguas.

Para acabar de complicar las cosas, los independentistas reclaman un Estado propio y... republicano. En ese punto tiene la izquierda española una vergüenza por tapar porque admite que la defensa de la nación española coincide con la de la monarquía. Ni siquiera se atreve a formular un proyecto republicano en la esperanza (probablemente vana) de que una República española pudiera entenderse mejor con los catalanes.

diumenge, 11 de setembre del 2016

Donec perficiam

Esta Diada es el punto de no retorno. Lon indepes estarán todos al carrer en fuerza, por séptimo año consecutivo a afirmar su condición nacional de modo pacífico, después de la sentencia del Tribunal Constitucional en 2010 que dinamitó la última posibilidad entendimiento entre Cataluña y España.

Todos miran hoy a Cataluña. Los mayores medios extranjeros, para informar cumplidamente de lo que suceda y cómo condicionará el futuro. Los españoles, incluidos algunos que se editan en Cataluña, para tergiversar, mentir y ocultar la realidad. Una realidad de cientos de miles, quizá millones, pidiendo referéndum y/o independencia y de varias decenas de nostálgicos del franquismo, flameando banderas de guerra. Y como no es posible ensalzar estas ridículas capillas gritonas de fachas resabiados, los medios se concentran en buscar divergencias y enfrentamientos entre los independentistas y en negar que haya manifestaciones. Es tanto el afán por ver lo que no hay que ya venden como desunión la convocatoria de la Diada en las cuatro capitales de provincias.

No he acabado de entender el acto de anteayer de Sant Boi de Llobregat con En Comú Podem (Dante), la CUP (Gabriel) y ERC (Junqueras) con exclusión del PDC, aunque tampoco me parece que tenga mayor importancia, aparte de aclarar las diferencias entre la izquierda no independentista y la independentista, cosa conveniente porque la primera sigue jugando a la ambigüedad y el oportunismo. Sí, en cambio, está claro el significado del de hoy en el mismo sitio, Sant Boi, convocado por los Comunes y al que asiste Ada Colau. Los de Podemos y confluyentes tratan de contraprogramar el independentismo y dividirlo. Aspiran a materializar el derecho de autodeterminación mediante un referéndum pactado con el Estado, que es como esperar que llueva hacia arriba y a ese señuelo lo llaman catalanismo popular, sin darse cuenta de cómo suena a democracia popular el cuento con que los comunistas disfrazaron las dictadura de partido que erigieron los soviéticos en los países europeos que ocuparon. Por lo demás, tampoco parecen tener gran éxito: al mitin han acudido entre 300 y 400 personas, familiares de los intervinientes incluidos.

Sí, se trata de restar fuerza a los independentistas. Los del Junts pel Sí y la CUP verán el empeño con muy malos ojos y lo calificarán de "lerrouxista". Pero estos izquierdistas no independentistas están en su derecho. Si los indepes, a su vez, quieren ganarlos, deberán intensificar sus esfuerzos y acrecentar la visión de unidad. Probablemente este sea el sentido de la presencia de Junqueras y Gabriel en el pasado mitin de Sant Boi: evitar una baza del españolismo pepero y sociata hablando de "desunión" entre los indepes. Quizá sea igualmente la intención de Colau y Domènech cuando dicen que también irán a la Diada: no dar sensación de enfrentamiento, aunque igualmente puede tratarse del deseo de que no los vean como el grupúsculo escisionista que en realidad son.

Algo es claro. Lo importante es hoy la Diada. Todo lo demás, perendengues. Y una Diada fuerte, masiva, pacífica, democrática. Independentista. La gente con las asociaciones cívicas, los partidos políticos, las instituciones y su presidente a la cabeza. Esa imagen va a dar la vuelta al mundo. Donec Perficiam.

Cuando hagamos el balance de la jornada de hoy comentaremos también la jugada de Puigdemont de anunciar una petición de referéndum al Estado para el próximo 28 de septiembre. Cuando el Estado lo niegue, el camino a la unilaterialidad estará expedito.

dimecres, 7 de setembre del 2016

El PSOE y España

Leo un artículo de Joan Tardá en El siglo titulado Otra oportunidad perdida para el PSOE. Es una pieza digna de comentario y reflexión. Este hombre no solamente es un brillante tribuno, con esa pinta mezcla de león desaforado y maestro de corazón de oro. También es un analista de calado. Su artículo no es una lluvia de consignas o interpretaciones partidistas sobre asuntos tácticos de poca monta, sino que tiene fondo y alcance e hila cuestiones graves, paradójicamente ausentes del debate público. En realidad, ni el mismo Tardá las hace explícitas. Pero permite que otro, por ejemplo Palinuro, lo haga. De esa forma ya se adelantan los acuerdos y desacuerdos con el autor.

A vista de pájaro, la visión de Tardá es correcta y se articula en tres momentos: 1) un primer entendimiento entre el PSOE y el nacionalismo de izquierda abrió paso a la renovación estatutaria y, quién sabe, una nueva articulación territorial del Estado; 2) el periodo intermedio en el que el PSOE viró, se entendió con el nacionalismo burgués, el estatuto sufrió el deterioro conocido, el PP sustituyó al PSOE y, literalmente, dinamitó los puentes con Cataluña; 3) la etapa final actual: en España no hay gobierno en medio de una crisis constitucional mientras que Cataluña dispone de él y de los medios para seguir con su hoja de ruta hacia la independencia republicana.

El relato es correcto, aunque yo no emplearía el término "oportunidad". No me parece que sea una cuestión de aprovechar o no las oportunidades, sino de atender a actitudes y asuntos de mayor envergadura. Ignorarlos no sirve de nada. El relato es correcto porque lo es de los hechos. Pero falta su interpretación, la respuesta a la pregunta del por qué de esos hechos. Por mencionar una que, estando muy presente, está en realidad oculta: la pregunta por la nación. Es obvio: la idea de nación catalana excluye la española; la española, a su vez, incluye a la catalana a base de negarle su condición nacional. El nacionalismo catalán es unitario; el español, no. El nacionalismo catalán lleva la iniciativa; el nacionalismo español trata de defenderse de modo pobre, desorientado, sin proyecto alguno, fuera de la continuación de un estado en el que hay mucha gente a disgusto.

Si se quiere una prueba de lo anterior, considérese la explicación de Tardá de que la emasculación del estatuto comenzó cuando el PSOE pactó con el nacionalismo burgués de CiU. Aceptado. El mismo nacionalismo burgués con el que ERC pactó después para crear JxS. ¿Entonces? No es lo mismo, nos dirá el autor: en el pacto PSOE-CiU, fue el PSOE quien cedió mientras que en el caso de CiU (luego solo Conv.) y ERC, la que cedió fue CiU. También correcto. Pero eso ¿qué quiere decir? Que el nacionalismo catalán es transversal y su idea de nación catalana una, compartida por la izquierda, la derecha y hasta por una fuerza "antisistema" como la CUP. Eso es mucho más de lo que el nacionalismo español puede soñar. El nacionalismo español está fragmentado y es muy incierto. Tanto que muchos nacionalistas españoles dicen que no son nacionalistas españoles. Tanto que no siquiera está cierto de su idea de nación ni de su origen o nacimiento. Ahí andan discutiendo sobre el siglo XIX, pero ni en eso hay acuerdo. La historiografía española es la consideración de un ente problemático, vivido a veces agudamente como una lucha o agonía, la nación española.

Y ese es un elemento esencial subyacente a la actual situación de parálisis y como marasmo: no hay una defensa de la nación española en términos positivos sino puramente negativos: no hay proyecto, pero Cataluña no puede intentarlo. Por eso, entiendo, el ataque al PSOE por la vía de la cobardía, la falta de audacia de su dirección en su política de alianzas ignora que el asunto es más profundo que una mera cuestión táctica de conveniencia para la formación de un gobierno. Se refiere a la idea de nación española que el PSOE tenga y es cierto que, en el fondo, no se distingue sustancialmente de la del PP: España es una sola nación y la Constitución vigente, su hipóstasis. Puede reformarse, sí, pero dentro de unos límites.

Conducir al PSOE a una visión plurinacional del Estado ya sería una hazaña. Llevarlo a aceptar una solución más allá de lo federal al uso, confederal, algo imposible. Pero quizá quepa suscitar en su seno un apoyo al referéndum catalán, aunque tampoco eso es seguro. Que junto al PSOE esté Podemos no facilita nada las cosas. Los morados son, en efecto, partidarios del referéndum catalán, pero en términos nebulosos, pues cuentan celebrarlo con acuerdo del Estado. Es decir, como ejemplo, su utilidad, dada su afición a la casuística, es nula.

Así que lo lógico sería seguir ofreciendo al PSOE una alianza de izquierda con los independentistas y darle tiempo a que reflexione sobre la situación. Alguien, seguro, se maliciará que la propuesta, al final, es pedir de nuevo a los catalanes que esperen. En absoluto. Muy bien señala Tardá que cuentan con los medios institucionales y procedimentales para seguir avanzando en la hoja de ruta. Háganlo a su modo, a su ritmo. Al fin y al cabo, desde un punto de vista material, la desconexión ha comenzado ya. En ese periodo quizá el PSOE pudiera reconsiderar su negativa al referéndum. No porque entienda que es preciso replantearse su concepción de España, sino porque quizá sea el único modo de evitar que la continuación del gobierno del PP lleve la confrontación con Cataluña al extremo de criminalizar a sus autoridades democráticamente elegidas.

Ya se sabe que, para la derecha la opción es clara: entre el orden (su idea del orden) y la democracia, elige el orden. Para la izquierda, sin demérito del orden, la democracia es primordial porque su ausencia es el verdadero desorden. Por eso la izquierda lo tiene siempre más difícil y hay que darle tiempo.

En todo caso, lo que está claro es que el objetivo prioritario hoy es desplazar a Rajoy el PP porque su mantenimiento agrava el riesgo de escalada del conflicto catalán a extremos preocupantes. Y más si se tiene en cuenta que el régimen autocrático del PP ha colonizado todas las instituciones del Estado. A Rajoy personalmente obedecen hoy los medios de comunicación del Estado, la presidencia del Congreso, el Tribunal Constitucional en la persona de su presidente, antiguo militante del PP. La Fiscalía del Estado ya ha soltado su soflama anticatalana y el Rey parece tomar la conveniencia del partido del gobierno como norte de su inacción. Es decir, la derecha ha formado un gigantesco frente contra el independentismo cuyo punto débil esencial es su falta de legitimidad.

Puede haber un gobierno de izquierda que no apriete al PSOE en la cuestión del referéndum y garantice la lealtad de los de Podemos, si tal cosa es posible con gente que sigue en actitud de abierta hostilidad al partido con el que quiere unir esfuerzos. No solo puede: debe. Porque el freno a la descomposición institucional, a la omnipresencia de la corrupción, a la frustración generalizada y la fractura territorial conflictiva nos interesa a todos. Y a todas.

Y no se olvide que no es preciso demonizar la idea de unas terceras elecciones. ¿Por qué despiertan tanta animadversión? ¿Que es demasiado votar? Votar nunca es demasiado; demasiado es no votar.

dimecres, 29 de juny del 2016

Las elecciones clarifican el panorama... en Cataluña

El resultado de las elecciones del domingo tiene dos rasgos: 1) no termina de resolver la situación de bloqueo que venía de la votación enterior; 2) la izquierda se ha dado un batacazo colosal lo que, tal como están las cosas en España y en Europa, significa que no habrá gobierno de izquierdas en muchos más años que los cuatro de este legislatura, si empieza. Es difícil encontrar algún caso de mayor incompetencia en la gestión que la de estos políticos en agraz.

Curiosamente, lo que ha quedado de nuevo incierto en España, se ha clarificado en Cataluña. Podemos no consiguió el sorpasso al PSOE en España que tanto ambicionaba y su confluencia catalana tampoco el sorpasso al blooque independentista. Pero este es el gobierno y ahora se encuentra el camino de la hoja de ruta expedito. Ya no hay más posibilidades de seguir engañando al electorado catalán con la propuesta de un referéndum de autodeterminaciçon pactado con el Estado. Esa hipótesis es una fantasmagoría. El Estado jamás aceptará un referéndum catalán. Son los independnetistas quienes tienen que poner en marcha medidas unilaterales, bien un referéndum o bien una declaración unilateral de independencia. Y los de En Comú Podem tendrán que acalararse si quieren la independencia o siguen mareando la perdiz. Y lo mismo sucede con la gente de la CUP que en septiembre tendrá que decir "sí" o "no" a renovar la confianza parlamentaria en Puigdemont. A partir de septiembre, las cosas en Cataluña estarán muy claras.

Aquí, la versión castellana del artículo en elMón.cat:

Claridad

Pasadas las elecciones generales, algunos dicen que las circunstancias españolas han cambiado y que la incertidumbre del 20 de diciembre se ha disipado.

Solo a medias o quizá nada en absoluto. Algo sí ha quedado claro: los españoles no quieren cambiar. Han dado la mayoría a un partido de derechas, el PP, único que ha aumentado en votos. Podían haber votado a uno de izquierdas, el PSOE o Unidos Podemos, pero no lo han hecho. Al contrario, los dos han bajado en votos y el PSOE también en escaños. Podían haber votado a un partido que se dice de centro. Pero lo han hecho por uno de la derecha con un historial delictivo comprobado, un partido que es una asociación de malhechores, imputado por los jueces, presidido por un sospechoso de haber cobrado sobresueldos ilegales, un partido corrupto, franquista, nacionalcatólico, centralista y catalanófobo. No le han dado la mayoría absoluta, como en 2011, pero le han encomendado formar gobierno minoritario, cosa que hará en alianza con Ciudadanos y, seguramente, contando con el apoyo de la minoría vasca y el diputado nacionalista canario, es decir, 175 escaños. Podrían ser 176 y mayoría absoluta si se diera un episodio de “tamayazo” hipótesis nada descabellada en un sistema político tan opaco y corrupto como el español.

Si el electorado hubiera dado mayoría a la izquierda, quizá las cosas se habrían sido algo distintas. Pero no en Cataluña pues, tanto con la derecha como con la izquierda dominada por el PSOE, las posibilidades de que España acceda a convocar un referéndum catalán (cualquier tipo de referéndum) son inexistentes. A día de hoy hay 244 diputados en las Cortes contrarios al referéndum, más de dos tercios.

Los españoles no quieren cambiar y quien diga que es posible cambiar España está mintiendo deliberadamente y a ojos vistas.

¿Cuáles son las opciones para Cataluña? Si Podemos no pudo hacer el sorpasso al PSOE en España, tampoco pudo hacérselo al bloque independentista en Cataluña, que, aunque ha perdido votos (CDC), se ha mantenido muy bien en escaños. Y ahora corresponde aplicar las enseñanzas de las elecciones generales.

Si en España no hay posibilidad alguna de referéndum, si no cabe hablar en serio de reforma de la Constitución. ¿Qué sentido tiene proponer un referéndum pactado con el Estado, como hace En Comú Podem?

También en Cataluña se precisa claridad. Y se puede conseguir. Claro es que la oferta del referéndum pactado es una vía muerta o un engaño. Y claro también que el bloque independentista mantiene su apoyo parlamentario a la hoja de ruta. Falta por ver si la CUP sigue en su actitud errática respecto al gobierno independentista por la que han pedido perdón pero sin especificar qué piensan enmendar. Y septiembre, cuando aumente la presión del gobierno español y haya que pronunciarse sobre la cuestión de confianza de Puigdemont está a la vuelta de la esquina.

El resultado de la brexit ha ayudado bastante a traer claridad. Ha dejado claro que con un 52 % cabe tomar decisiones trascendentales. Es obvio que con el 51% también y eso clarifica mucho. Añádase el más que probable nuevo referéndum de autodeterminación en Escocia y se verá que en Cataluña corremos peligro de retrasarnos.
En el plazo inmediato, Cataluña tendrá que decidir por una medida de carácter unilateral; un referéndum o una declaración unilateral de independencia (RUI vs DUI). Y cada vez está más claro que la más segura y más prometedora es la DUI porque es institucional, legítima, no compromete la posición de los funcionarios en Cataluña, internacionaliza de inmediato la cuestión y la somete a arbitrio judicial internacional con una perspectiva muy elevada de salir triunfante.

Y, sobre todo, porque es una decisión clara que obliga a las fuerzas políticas de carácter ambiguo (los comunes) o errático (los cupaires) a clarificar su actitud.

dissabte, 25 de juny del 2016

Lecciones de la Brexit para España y Cataluña

Europa es una joven y hermosa doncella, hija del Rey de Tiro, Agènor. O sea, da nombre al continente, pero nace fuera de él, en Fenicia. Su rasgo fundamental, aparte de la belleza, parece haber sido su candor. Estando un día en la playa, con sus damas de compañía, fue avistada por el concupiscente Zeus quien se metamorfoseó en blanco y manso toro para atraerla. La princesa le acarició el lomo y, pensando que sus intenciones serían tan puras como su apariencia, montose confiada sobre él, momento que aprovechó el fogoso dios para raptarla, surcando veloz los mares es, decir, con la complicidad de su hermano, Poseidón, cosa importante para entender el posterior desarrollo de este mito, esencial en la conciencia europa. Así la llevó a Creta en donde, recobrando su forma veraz (cosa que, en otro momento, le costó la vida a Sémele, la madre de Dionisos; la mitología lleva "logos", pero no es lógica) la hizo madre de tres personajes: Minos, Radamanto y Sarpedón. Y por ahí aparecen otros relatos que no hacen aquí al caso. Lo esencial es que el rasgo esencial de Europa es la candidez, la ingenuidad.

Y así sigue siendo. El continente debe de resumir el 70% de la historia de la humanidad (si tal cálculo puede hacerse), dejando el otro 30% para los espacios no europeos, singularmente Asia. Esa historia es la de un ámbito político, cultural, económico, étnico, en perpetua mudanza. Anda por ahí un vídeo en YouTube en que se muestra la evolución de Europa en los últimos 2.000 años a base de superponer sus mapas a toda velocidad y acaba uno mareado. Monarquías, repúblicas, ciudades-Estado, imperios ultramarinos, imperios continentales, federaciones, confederaciones, teocracias, microestados, alianzas, guerras, anexiones, paces, tratados, escisiones, revoluciones, invasiones, magnicidios, genocidios, explosiones anarquistas, comercio, industria, megalópolis, conurbaciones. Prácticamente no debe de haber pasado año alguno sin que se hayan producido modificaciones de fronteras. Estados que se agrandan o empequeñecen, regiones que se asocian o disocian.Y todo eso sigue haciéndose ingenuamente a la auropea, esto es, pensando que eran mansos toros blancos que estarían ahí para siempre. Todo lo que Europa fabrica bajo formas jurídico-políticas lo hace subspecie aeternitatis. Carlomagno -que presta nombre a un premio europeo- quería restaurar el imperio romano de Occidente; el de Oriente iba ya por su lado y duró 1.000 años, lo que algunos, en el colmo del delirio, han tomado como la unidad de duración imperial. El primer Reich duró eso, otros mil años pero con tantos altibajos que no parecía una unidad; Hitler fundó el III Reich de los 1.000 años y duró doce, más o menos. Napoleón iba a llenar europa de napoleónidas y, al final, no mantuvo la dinastía ni en su propio país.

Justamente, lo que más fastidiaba de la buena conciencia comunitaria era su implícita confianza en que, sin tener ni idea de su exacta naturaleza, duraría quién sabe cuánto. La confianza en que la "construcción europea" era irreversible. Otra prueba de ingenuidad bordeando ya el papanatismo. En cuanto se ponen teóricos y abstractos, los europeos se piensan irreversibles. Irreversible se juzgaba el comunismo, tanto dentro como fuera, y por eso nadie se había ocupado en pensar cómo, por qué, cuándo, se hundiría. Y se hundió, volviendo al punto moral y político de partida más o menos autocrático (aunque disimulado), pero con un desarrollo tecnológico de primera potencia. Con la UE la actitud era la misma: en la UE se entra (de hecho, se siguen protocolos muy refinados), pero no se sale. No hay protocolos de salida. No importa porque el pragmatismo europeo los elaborará en un abrir y cerrar de ojos. Pero no los había. La hipótesis de la secesión no se consideraba. Todo aquello de que el acquis communautaire, el derecho europeo, eran vías civilizatorias de no retorno. Tratándose de Europa, francamente asombroso.

Muy asombroso porque nadie creía que pudiera salir la Brexit y Zeus se llevara la ingenua doncella no a Creta sino a Londres. Sí, Cameron había convocado un referéndum, pero era experto en ganarlos, como probó en Escocia. Sabría lo que hacía, estaría bien informado, saldría el "no" y su liderazgo se consolidaría, frente al nuevo frente de políticos frikies, como Boris Johnson o el líder del UKIP, Nigel Farage, que será friky, pero no tonto, como demostró cuando ya en 2012 calificó a Rajoy en el Europarlamento como el "lider más incompetente de Europa". Había un referéndum, sí, pero los referéndums en Europa, se ganan. Y, si no se ganan, se repiten. La democracia es un arma de dos tiempos.


Y ha salido el "no". Los columnistas están ya buscando en la hemeroteca de la historia, hurgando en la Magna Charta, la flema británica, la manía de conducir por la izquierda, la de llamar escuelas "públicas" a las privadas, la de considerar castle a la vivienda familiar, el humor seco, la de quemar viva a Juana de Arco por bruja. Los políticos, con menos tiempo para documentarse dicen lo primero que se les ocurre que, lógicamente, es lo que les preocupa. En concreto, no que Gran Bretaña se haya largado de esta maravilla de Unión Europea teniendo en cuenta que ya venía y se va como Reino Unido, sino que se haya hecho un referéndum. Para Rajoy, los referéndums solo sirven producen división; para Sánchez, "esto" es lo que pasa cuando se permite que la gente decida por su cuenta, en lugar de dejar la solución a gente tan lista como él; y Felipe González hace metáfora: Cameron quiso salvar los muebles y quemó la casa. Probablemente haya sido al revés; quiso salvar la casa pegando fuego a los muebles. Pero eso es indiferente.

La culpa, según los políticos, la tiene el referéndum. Algo tan inteligente como echar la culpa del martillazo que me he dado en el dedo al martillo. Las ordenanzas militares antaño culpaban a los fusiles o las mulas; pero eran militares. La culpa es del referéndum. Y eso se ve claramente en los mapas que muestran la concentración del voto brexit en la Inglaterra profunda y en los sectores de más edad de la sociedad. Como si las razones de quienes viven en el campo y son mayores fueran menos valiosas que las de los urbanos más jóvenes. Ya se sabe que quienes votan lo contrario a mis convicciones son unos necios. No hace falta tratar de demostrarlo científicamente.

Es obvio: la inquina al referéndum se debe a la cuestión catalana. Y es tanto más profunda cuanto se comprueba que no tiene futuro. El referéndum se ha producido y tiene un efecto catalizador sobre la legitimidad del referéndum catalán . Y no solamente sobre el catalán sino también sobre la repetición del referéndum escocés de autodeterminación.

Aquí es donde los publicistas partidarios de que nada se mueva proponen el argumento que consideran más poderoso contra el referéndum, el de la asimetría: si el resultado es "sí", ya no habrá posteriores peticiones de repetición: pero si es "no", estas se plantearán al día siguiente. Quizá no al día siguiente, pero sí en cuanto se pueda. La respuesta es sencilla: bueno, ¿y qué? En primer lugar, si no hay repetición de referéndum cuando gana el sí no es un efecto mecánico, ya que depende de la voluntad de la gente y si la gente lo quiere, lo habrá. Igual que en el caso del "no". Si hay porciones de la sociedad que quieren replantearlo, habrá que hacerlo. Muchos escoceses que votaron "no" a la independencia lo hicieron por el argumento de que así se quedaban en la UE, que les parece un lugar delicioso, visto lo que han votado en el Brexit. Esos se siente estafados. Con cierta razón. Lo mismo pasa con los llanitos. Pero esos están peor porque solo pueden patalear. La posibilidad de repetición del referéndum no es un argumento contra el referéndum.

No hay argumentos contra el referéndum.

Los ingleses se han ido. ¿Por qué no pueden irse los catalanes? Ya, ya, que la UE no es España ni el Reino Unido, Cataluña. Cierto, cierto, pero, exactamente, ¿qué es la UE? No lo sabe nadie. Se teme el efecto "contagio" de la mano de los partidos de extrema derecha en Dinamarca, Francia, Italia. Puede darse, desde luego. La UE es algo en donde se entra y se sale. Parece bastante razonable: ni fortín, ni cárcel. Que la pertenencia sea voluntaria. A nadie le gusta que no lo dejen entrar en un club o que no le permitan marcharse. Se pueden aducir razones de todo tipo, incluso invocar la voluntad de los dioses (España, toda España, está bajo la protección de Santiago Matamoros y la Virgen del Pilar, ¿entendido?), pero, en definitiva es algo sencillo: tú aquí no entras o de aquí no te vas porque no. Ese "no" se llama ordenamiento jurídico vigente y está respaldado por el monopolio de la violencia. La fuerza. Es la última razón del Estado y así, si nadie sabe qué sea la UE, todos saben lo que son los Estados, cuya soberanía sigue intacta.

Detrás del "no" al referéndum no hay argumentos. Hay un ordenamiento jurídico respaldado por la fuerza.

Los ingleses, fuera; los catalanes, dentro.

dimecres, 22 de juny del 2016

Referéndum, República, Independencia

El referéndum catalán es la cuestión crucial de la política española hoy. Hace años, siglos, que Cataluña es el gran problema de España y la que una y otra vez muestra la falacia de una "nación española". Tal ente de (sin)razón no existe ni ha existido jamás a causa de una oligarquía dominante del Estado, corrupta, autoritaria, reaccionaria y clerical. Esa oligarquía nunca estuvo interesada en fraguar una nación española sino en parasitar un Estado renqueante que, a su vez, vivía de esquilmar todo cuanto había en torno suyo, primero las colonias ultramarinas y luego las peninsulares.

Hace años asimismo que Palinuro viene avisando de que la cuestión central en España es Cataluña. Al principio, me miraban como si me faltara un tornillo; luego como si fuera un enfermo contagioso; más tarde como Pepito Grillo, siempre dando la tabarra; después como un enemigo de España; ahora son ya todos especialistas en Cataluña y tienen la solución al problema dibujada en la servilleta de un bar tomando unas cañas.

En mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado el referéndum català, la porta de la República Catalana, me ocupo de estos asuntos, de cómo la política española hoy, guste o no guste, gira en torno a Cataluña y de las conscuencias que para Cataluña pueda tener el voto de la CUP de rechazo a los presupuestos.

Aquí, la versión castellana:

El referéndum, la puerta a la República Catalana independiente.

El referéndum catalán es la piedra de toque de la política española. No quieren reconocerlo, pero así es. Pedro Sánchez ya dijo en su momento que no hubo gobierno de coalición de progreso después de las elecciones del 20 de diciembre por culpa de los independentistas catalanes. La afirmación es algo exagerada pero demuestra la afirmación de que la cuestión catalana es, en realidad, la cuestión española. Por si hubiera alguna duda, el socialista lo ha repetido: el PSOE no apoyará gobierno alguno de Podemos si este no renuncia a su propuesta de un referéndum catalán.

¿Por qué hay esta inquina al referéndum, hasta el punto de que no parece importar al PSOE el quedar ante la opinión como quien hizo imposible un gobierno de la izquierda en España? Pues simplemente y al margen de otras consideraciones, porque los nacionalistas españoles, sean del PP o del PSOE temen que pueda salir el “sí” a la independencia y eso abriría un camino imparable a través de una República Catalana.

Efectivamente, el susto es mayúsculo. Hasta el punto de que la vetusta Vanguardia manipulaba una noticia sobre un sondeo de intención de voto en relación con la independencia para hacer ver que esta, siendo la opción mayoritaria, no llegaría a la mayoría absoluta. Sin embargo, con los datos de la misma encuesta, sí llegan y sobrepasan holgadamente dicha mayoría absoluta.

Carece de sentido indagar en el pasado para buscar responsables de la situación actual. Hace unos años, la opción independentista era considerable, pero minoritaria. Hoy es mayoritaria y uno de los motivos por los que se ha llegado a esta situación es la particular incompetencia del gobierno español y su leal oposición que, en lo tocante a Cataluña, no se opone en absoluto. En lugar de comprender la situación y cambiar el proceder, quizá arbitrando políticas más flexibles que permitan la negociación, la reacción es típicamente española y consiste en sostenerla y no enmendarla, como siempre. Según Podemos, unos años más de PP y se hace independentista hasta Valladolid. Según lo que muestra la experiencia, unos años más de nacionalismo español, incluido el de Podemos, y la independencia no será la opción mayoritaria en Cataluña, sino la unánime.

En este contexto, suscita especial preocupación la actitud de la CUP de rechazar lo presupuestos de la Generalitat. Sus dos consecuencias –la dimisión de los cupaires de Poble Lliure por un lado y la reafirmación del sector negacionista por otro- no hacen más que intensificar la preocupación. Antonio Baños lo sintetiza muy bien al afirmar que el rechazo a los presupuestos abre la disyuntiva de Puigdemont o elecciones anticipadas Rufian extrae las consecuencias de esa disyuntiva de un modo contundente: si Puigdemont pierde la cuestión de confianza, la reacción del nacionalismo español será “brutal”. O sea, la CUP ha demostrado una falta de capacidad de política parlamentaria muy grave porque con su rechazo a los presupuestos, se ha atado las manos. Llegado el momento, la CUP no podrá votar “no” a la cuestión de confianza a Puigdemont porque, de hacerse, habría elecciones anticipadas, cuyos resultados para la CUP no se prevén óptimos.

El referéndum catalán es el punto central de la política española, el que la condiciona de modo absoluto. Administrar esta condición es vital para la continuidad del proceso y una Cataluña al albur de unas elecciones anticipadas, no podrá hacerlo. El sondeo citado augura un gobierno de la Generalitat con una mayoría reforzada. Pero se trata de un sondeo y el resultado final de la votación puede ser otro. Uno que frustre una ocasión única. Está por verse el resultado de las elecciones del 26J. Si surge una mayoría de izquierda, pero no absoluta, la cuestión del referéndum catalán se planteará con todas sus consecuencias. En ese debate no será lo mismo que el nacionalismo español tenga enfrente una gobierno independentista a que tenga otro de otra naturaleza.

dimarts, 21 de juny del 2016

Mi pálpito para el 26J

A cinco días de las elecciones prácticamente está todo dicho, a reserva, naturalmente, de que algún imprevisto todavía provoque más juego sucio, algún otro golpe bajo, más insultos, difamaciones y agresiones. Muy en especial, los dos protagonistas del enfrentamiento, el PSOE y Podemos, que llevan días enzarzados, destrozándose mutuamente, mientras deslizan embustes e hipocresías acerca de que su auténtico enemigo es el PP. Desde luego, a veces, reafirman su interés en vencerlo, pero como de pasada porque en seguida vuelven a sus ataques mutuos.

Es la vieja cantinela de la izquierda española. Viene de antiguo y, aunque todos maldicen este enfrentamiento, nadie hace nada por evitarlo o ponerle término. El odio que se profesan respectivamente es muy superior a la necesidad de acabar con un gobierno de la derecha antipopular, corrupto, franquista y clerical. Y así le va al país. Y, a todo esto, mientras la derecha mira la bronca encantada y haciendo risas, muy segura de que la izquierda española jamás llegará a una unidad de acción porque su antagonismo es incorregible, mortal.

Acabamos de pasar seis meses inenarrables de bronca, ataques, desplantes, agravios, infundios, etc., todo ello regado con encuestas y sondeos hechos sur la tête du client, según el medio en que se publicaban. Prácticamente todos vaticinan el "sorpasso" de Unidos Podemos al PSOE -el viejo sueño comunista-, dejan al PP en primera posición, elevan a los morados a la segunda y dejan al PSOE en tercer lugar. Es bastante posible, ¿por qué no? Y coincide con el aluvión de artículos, análisis, columnas, vídeos, películas y demás vehículos de propaganda del PP y de Podemos que, en esto, tienen un interés convergente: el más votado, el PP; después, Podemos y, de ese modo se espera que, asustado, el PSOE facilite un gobierno de la derecha si no acepta la generosa oferta del Sobresueldos de formar una gran coalición cuyo cometido principal es salvarlo de un futuro penal cada vez más claro.

Los de Podemos dan crédito a estos sondeos y los airean en las redes, literalmente infestadas de trolls, como si se los creyeran. Por supuesto, no hay sondeos ni encuestas que los contradigan porque, como se sabe, el PSOE no tiene una batería de medios de comunicación a su exclusivo servicio, como tienen el PP y Podemos. Así, su destino es el de ser atacado por todos, sin más posibilidades de defenderse de las que pueda tener el bueno de Sánchez en los mítines. Y esto mientras los de Podemos gritan a los cuatro vientos desde sus canales de televisión y sus periódicos digitales que son el partido más atacado por los demás. Algo obviamente falso: los trolls de Podemos no paran de atacar al PSOE en todos los medios y frentes. Tómese el ejemplo de la repugnante campaña contra Sánchez por racista, secundada con absoluto desparpajo por xenófobos como Albiol. En su última entrevista a Ana Pastor (uno de los grandes escaparates mediáticos de Podemos), Iglesias aseguró que ningún dirigente ni cuadro de Podemos había secundado esa infamia. Falso: las redes reververaban de ataques de trolls de Podemos a Sánchez.

Palinuro es socialdemócrata de izquierda (y republicano) desde mucho antes de que Pablo Iglesias encontrara conveniente atribuirse esta condición con la misma originalidad con que hace todo lo demás. Por ello, no profesa simpatía alguna por Sánchez ni por ese PSOE partidillo dinástico, semiclerical y lacayuno en que Rubalcaba y su discípulo han dejado reducido el viejo partido de Pablo Iglesias, el de verdad. Pero que no sienta simpatía por él no quiere decir que no le reconozca sus méritos pasados y su condición residual de partido de izquierda, así como reconoce en Podemos un rescoldo del fracasado intento de constituirse en una nueva izquierda libre de las ataduras dogmáticas del comunismo de catón y tentetieso del camarada Anguita. Y mucho menos que pase por alto un hecho , ya mencionado, que nadie con un mínimo sentido de la nobleza puede ignorar: esta campaña ha sido la de todos contra el PSOE, incluso por parte de algunos socialistas más abruptos que la media, que no ha podido defenderse por falta de recursos mediáticos, monopolizados por los otros partidos, especialmente Podemos.

Pues bien, llegados aquí, con esta batería de encuestas a la vista, el pálpito de Palinuro respecto al 26J es distinto. Todas estas encuestas y el ruido mediático que las acompaña de los "intelectuales orgánicos" de la derecha y la izquierda registran los movimientos superficiales de la opinión: estos suben dos décimas, aquellos bajan cuatro, Podemos se acerca al PP, etc. Sin embargo, a la opinión, como a las aguas de los océanos y hasta el clima de la tierra, los  mueven la corrientes submarinas profundas, las que no se ven, pero cuyos efectos pueden sentirse de forma abrumadora cuando menos se piense. Según esta imagen, el pálpito de Palinuro es que, así como en un un par de días, en el Reino Unido, ganarán los contrarios al "Brexit",  el 26 de junio no habrá sorpasso de Podemos al PSOE, que este se mantendrá, ya veremos a qué distancia y que tanto PP como Ciudadanos bajarán  alejando definitivamente la posibilidad de un gobierno de la derecha y abriendo la de un gobierno de la izquierda.

En mi opinión, los ataques bajunos al PSOE (desde la cal viva al racismo de Sánchez) han conseguido lo contrario de lo que buscaban: movilizar al electorado socialista, herir en el orgullo a la militancia y provocar una reacción contraria que se verá en la votación. De igual modo, la omnipresencia de los ideólogos, dirigentes y simples comparsas de Podemos en todos los medios audiovisuales hasta el hartazgo, la vaciedad de su discurso, su petulancia, arrogancia y cursilería, han provocado y provocan cada vez más reacciones de rechazo de un pueblo ya muy escarmentado a quien vienen a salvar unos perdonavidas cuya única tarea parece ser sonreír. 

No obstante, y ello es para felicitarse sobremanera, parece incontrovertible que las dos fuerzas de la izquierda rozarán la mayoría absoluta. En qué respectiva proporción es ahora ya irrelevante. Lo esencial es empujar a ambas para acercarse al objetivo de esa mayoría absoluta. Se trata de no estropearlo, de dejar los odios cainitas, las envidias, los rencores y los narcisismos heridos. Unidos Podemos ha tenido el acierto de ocultar el fantoche de Anguita (tras los errores de los primeros momentos de dejar que largara sus simplezas en público), igual que los socialistas se han olvidado de Felipe González y solo han tirado de Zapatero, para no ofrecer mucho flanco desguarnecido a los posibles ataques a la corrupción y la decadencia moral del que antaño simbolizara el cambio en España.

Así se debe seguir. En el resto de la campaña es preciso explicar a la gente el desastre pasado, presente y futuro de una derecha franquista de afición y ladrona de convicción. Hay que ir juntos a todas partes y afirmar que habrá un gobierno de izquierda que este país necesita si quiere sobrevivir con dignidad.

Y los electores de izquierda debemos ir a votar, igual que la derecha irá a votar por los suyos. La izquierda no puede, no debe abstenerse. En España debe votar por una de las dos opciones de la izquierda. En Cataluña, Palinuro tiene un pálpito distinto, claro es, y encuentra mucho más recomendable votar por CDC o ERC, especialmente ERC por su carácter inequívocamente republicano con el que simpatiza. 

Esta dualidad España/Cataluña plantea un problema decisivo con el que se cerrará este post, tras insistir en la necesidad de que la izquierda española no se quede en casa. Si los de Unidos Podemos quieren el sorpasso al PSOE (y están en su derecho, como siempre hemos dicho aquí), que voten a su organización. Si los socialistas quieren evitar ese sorpasso (con no menor derecho que el de los otros) deben acudir en masa a votar a su partido.

La izquierda puede ganar. Esta ocasión de mandar a la derecha a cuidar su calendario procesal no debe pasar de largo.

Solo hay un problema: el compromiso de Unidos Podemos con el referéndum de Cataluña y la oposición cerrada del PSOE a que se celebre, con amenaza incluida de que, si se insiste en aquel, no habrá gobierno de izquierda en España. Es realmente patético porque esta feroz intransigencia prueba que, en definitiva, el verdadero obstáculo al gobierno de progreso en España es el PSOE.  Por supuesto, si se alcanza la mayoría absoluta uno de los dos socios tendrá que ceder y, según parece, lo más probable es que sea Unidos Podemos, para quien el referéndum no fue nunca una "línea roja". Las consecuencias de esto son difíciles de calibrar y tampoco relevantes de momento porque esta poibilidad de mayoría absoluta es dudosa.

 Pero, ¿y si se alcanza una mayoría relativa que podría convertirse en absoluta con los votos de los independentistas catalanes? ¿También aquí pondría el PSOE la línea roja en el referéndum? Si así fuera no se ve cómo los socialistas convencerían a sus compatriotas de que el principal obstáculo a un gobierno de izquierda es, precisamente, su partido. 

La verdadera razón que subyace en el PSOE para su cerrada negativa a un referéndum catalán de autodeterminación es el temor a perder votos en España. Se trata, sin embargo, de una apresión infundada. Podemos lleva meses propugnando ese referéndum (otra cosa es en qué condiciones reales) y eso no le hace perder votos sino, al contrario: los gana. 

No. El problema no son los votos. El problema es una cuestión de principios que el PSOE comparte con el PP y Ciudadanos: su idea de la nación española eterna, inmutable y, por lo que se ve, monárquica y clerical. Llegados a ese punto en que el nacionalismo español de derechas, centro e izquierda se manifiesta, o pone en pie un gobierno de gran coalición o vamos a unas terceras elecciones, quizá con un interregno tecnocrático, para dar tiempo a cambiar los gallos del gallinero. 

Entre tanto, los catalanes podrían aprovechar para constituir su República Catalana. Pero de eso hablaremos en el post de mañana.