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diumenge, 12 d’octubre del 2008

De la dignidad del ser humano.

El Ayuntamiento que preside el señor Ruiz Gallardón ha aprobado o está a punto de hacerlo una ordenanza municipal por la que se prohíbe la publicidad callejera por medio de los "hombres-sandwich" al considerar que atenta "contra la dignidad de la persona humana". Hay que fastidiarse con estos liberales de pacotilla que se pasan la vida aburriendo al patio con sus dogmas de abstencionismo en la sociedad civil, no injerencia de los poderes públicos en los ámbitos privados, libertad en las relaciones de negocios y, en cuanto pueden se arman de boletín o gaceta oficial para regular a golpe de norma hasta la forma que tiene la gente de ganarse la vida en la calle y con criterios de moralina de sacristía y colegio de monjitas.

Porque esta memez ha de habérsele ocurrido a la piadosa señora Ana Botella, la que también se la tiene jurada a las putas en las calles de Madrid con no sé qué otro argumento de esos de hipocresía de retrasada moral tan típicos suyos y de su señor marido, el que prefiere que la mujer sea "mujer-mujer", como el café-café, el tonto-tonto y las balas dum-dum. Nada encandila más a un pobre de espíritu (y le da una razón de vivir) que la idea de estar salvando al género humano.

¿Qué sabrá esta señora de la dignidad humana? ¿Qué diantres tendrá que ver la dignidad humana con la forma en que te ganes la vida siempre que sea honradamente? ¿Por qué no va a haber hombres-anuncio? "Hay muchas cosas maravillosas en la tierra", decía Eurípides, "y la más maravillosa de todas es el hombre". El hombre anuncio o el hombre sin atributos, ¿qué más da? Lea la señora Botella el Discurso sobre la dignidad del hombre de Pico della Mirandola para ver que ésta descansa en el lugar excepcional que el Creador le ha asignado en el conjunto de su obra y no sobre el hecho perfectamente baladí de si va por ahí anunciando una cosa u otra mientras esa actividad sea voluntaria y no perjudique a nadie. Es más hasta cabría pensar que el hombre alcanza la condición de "hombre sandwich" precisamente porque ha culminado ese proceso de su dignidad que Ernst Bloch define como "el erguido andar del ser humano"; es hombre anuncio porque anda erguido. Si anduviéramos a cuatro patas no haría falta la censura de la señora Botella. Porque censura es, como casi todo lo que se le ocurre a la dama: censurar, prohibir, reprimir... por el bien de nuestras almas, claro es.

Sólo cabría aceptar este argumento de lesa dignidad del hombre si se partiera de una interpretación pedestre de la idea kantiana de dignidad de la persona que ha de ser concebida como un fin en sí mismo y no como un medio. Pedestre quiere decir aquí entender lo de "medio" al pie de la letra, sin matiz alguno. Pero si esta idea se puede aplicar a quienes llevan anuncios, también se puede aplicar a todos quienes lleven un atavío que implique un significado que los trascienda como personas: militares, curas, jueces, médicos, profesores, alcaldes, concejales, etc.

No, señora Botella, ¿sabe Vd. qué es indigno? Indigno es convocar un homenaje a Miguel Ángel Blanco, asesinado por ETA y, al dar la bienvenida a los artistas que iban a actuar en tal homenaje, ponerse a cantar y bailar Macarena a las puertas de La Moncloa; indigno y hortera.

(La imagen es una foto de D'akota, bajo licencia de Creative Commons).