Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris Sexualidad.. Mostrar tots els missatges
Es mostren els missatges amb l'etiqueta de comentaris Sexualidad.. Mostrar tots els missatges

dissabte, 17 de juny del 2017

Los oscuros deseos

Estos de Podemos son una mezcla de enfants terribles y enragés, con unas gotas de indignés y mucha visibilidad mediática. Han nacido para los focos. Menudo griterío ha levantado la diputada de la CA de Madrid y presidenta de su Comisión de la Mujer, Clara Serrano, de Podemos. Es muy de ver cómo se rasga las vestiduras un amplio abanico feminista, real o fingido, orientando el debate a criterios dogmáticos y aplicando las reglas de la maestra ciruela.

Después del post de ayer sobre la gestación por encargo, Palinuro ha cogido ley a esto de las camisas de once varas y se permite opinar, sin ánimo de ofender a nadie, sobre un tema que, a primera vista, parece femenino.

Y es que ahí está el error y mi sola discrepancia en las declaraciones de Serra de que la fantasía de violación y de sexo con violencia es un deseo femenino. Es un asunto oscuro y muchos críticos echan en cara a la diputada que generalice indebidamente. Correcto, aunque insuficiente. Lo peor es que no generaliza bastante. Ese es el error de su afirmación porque, piénsese un poco, esas fantasías son un deseo femenino... y masculino y epiceno y hermafrodita. Donde hay sexo, hay fantasía. Y de todo tipo. A veces, se llama masoquismo. El nombre viene del Masoch de La Venus de las pieles, pero la práctica es, seguramente, tan antigua como la humanidad. Hay masoquistas, igual que hay sádicos, pederastas, místicos, etc, por citar cuatro ocupaciones directa o indirectamente relacionadas con la sexualidad, territorio impenetrable a la luz de la razón. Solo de la fantasía.

Cuando esas pulsiones, rasgos, inclinaciones, causan un daño de cierta importancia a terceros se convierten en delitos. Qué se considere "daño de cierta importancia" es algo que expone la conciencia moral, decide la mayoría y sanciona la ley. La violación del tipo y género que sea es un delito porque daña el derecho a la integridad física y moral de otro(a). Y no hay más que hablar. 

Pero el hecho es que se habla, especialmente de este tipo de delitos, que tienen relaciones con los oscuros deseos de la sexualidad. Todos los delitos vienen con fantasías pero las sexuales tienen un carácter particularmente opaco, que alimenta tendencias morbosas. Y lo que se dice sobre ellas oscila entre los lugares comunes más detestables ("en el fondo, lo que quieren es que las violen") y las teorías más elaboradas y refinadas ("hay un oscuro deseo de sufrir violencia en la sexualidad de las mujeres"). 

Si estamos dispuestos a reconocer que esas afirmaciones pueden predicarse (aunque con índices de probabilidad distintos) de todas las personas en relaciones sexuales, sean del sexo que sean, podremos avanzar en nuestro razonamiento. Si no, habrá que saber por qué no. ¿Es porque la violación de las mujeres o la fantasía correspondiente es cualitativamente distinta de la violación de los hombres o su fantasía? No, claro. La diferencia es cuantitativa. Y que esta no es relevante se observa por el hecho de que las violaciones más frecuentes afectan a las mujeres y también a las niñas y a los niños. Si ese es el argumento que se emplea, está dentro del marco conceptual patriarcal que propicia la violación de las mujeres hasta convertirla en ocasiones en política de Estado, como dice Susan Brownmiller.

Lo problemático aquí es el razonamiento, digamos, culto, lo expuesto por Clara Serra, que está en línea con conclusiones actuales de la sexología. Lo estará, pero no es nada nuevo. Esa idea del masoquismo femenino puede rastrearse en Freud y se formula con todas sus letras en la teoría de Karen Horney, discípula del austriaco. Creo haberla leído en alguna otra psicoanalista, incluso en la hija menor de Freud, Anna, aunque no estoy seguro. 

De lo que sí lo estoy es del correspondiente escándalo que motivó Ayn Rand con su famosa novela (best seller en los EEUU en 1942 y exitazo cinematográfico en 1948), dando celebérrima forma literaria a la teoría de Horney, en una violación que describe al comienzo de la historia, El manantial. Las relaciones entre el feminismo y Ayn Rand fueron siempre muy complicadas y, a raíz de esta novela se enfrentó a la crítica feminista de que, en realidad, ella ensalzaba la violación como el triunfo del héroe. Rand respondió que no tenía conciencia de haber descrito una violación y que, si lo era, se trataba de una violación consentida. La fundadora del Objetivismo despachaba el asunto con una especie de oxímoron. 

Sin duda la fantasía es un espacio sin límites y esas de los oscuros deseos (que llegan incluso a atribuirse a atavismos del Paleolítico, cuando la arqueología rivaliza en estos territorios con la psicología) mucho más. No hay por qué escandalizarse como si fuéramos del Ejército de Salvación, pero sí es preciso recordar que ese deseo no es intrínsecamente femenino, sino humano. 

Lo importante es no olvidar cuándo el deseo se torna delito o cuándo el delito es incitar al deseo.

Y esas señoras que aplauden los comentarios machistas de Hernando y piden la dimisión de Serra por una observación realista cuyo único defecto es quedarse corta, podían proceder a la inversa. Quizá no resultaran más acertadas, pero sí menos ridículas.

diumenge, 3 de febrer del 2013

Las siervas de Satán.

Mi universidad ha organizado una interesantísima exposición en el Ateneo de Madrid, titulada Mujeres bajo sospecha. Memoria y sexualidad (1930 - 1980). Es un conjunto de piezas, carteles, objetos, modelos, fotografías, cartas, postales, tebeos, libros, etc., acompañadas de abundantes explicaciones ilustrativas, gratas de leer y bien documentadas. Se ve la mano cuidadosa de Raquel Osborne, profesora de la UNED y comisaria de la exposición, que también es la editora del libro de igual título (Madrid: Fundamentos, 2012) en el que se recogen diversos trabajos de especialistas sobre los asuntos tratados en la exhibición y he incorporado a mis próximas lecturas.

No es una exposición espectacular al uso sino más recogida, modesta, de la vida cotidiana, del oscuro y normal trajín de la existencia. Es como una metáfora del mensaje trasmitido, esto es, en España (1930 - 1980) la mujer es un ser de segunda, destinado a los aspectos menores de la existencia, descanso del guerrero, apoyo en la sombra del hombre como madre, como esposa, como hija. Manda Dios mantenerla en esa condición, sofrenando sus internos impulsos a la perversión, el pecado, la lascivia. En el empeño colaboran la cultura tradicional, las convenciones, las ideologías, la educación, el Estado y, por supuesto, en primerísimo lugar, la Iglesia católica. Esta lo hace con especial refinamiento pues, habiendo elevado a aquella a la condición de madre de Dios, le rinde culto. Por supuesto, de hiperdulía, inferior al de latría (el de Dios), aunque, supongo, superior al de dulía, el de los santos. La Iglesia venera a la Virgen y la ha subido a los cielos. ¿Alguna duda sobre su respeto y reconocimiento a la mujer? La Virgen está en el cielo, como su hijo, Cristo, Dios. Pero Cristo ascendió por sí mismo en tanto su madre fue asunta pues ella sola, carne del mundo, no hubiera llegado muy arriba. ¿Dudas? Ninguna. La Iglesia católica es una institución radicalmente misógina.

La exposición tiene dos momentos: el breve lapso emancipador de la República y la larga noche del franquismo. La primera subraya la aportación de las mujeres a la nueva sociedad española, en paz y en guerra. Se hace referencia al origen y desarrollo del feminismo español y se habla y se muestra a Pardo Bazán, Victoria Kent, Clara Campoamor. Y también se valora lo que la República hizo por las mujeres, el derecho de sufragio, el acceso a las profesiones tradicionales feudos masculinos, la ley de divorcio, la extensión de la educación sexual, etc. También una referencia a la aportación de las mujeres al esfuerzo de guerra no solo en la retaguardia, sino en las formaciones milicianas. Habrá quien diga que fue esta disposición de las mujeres a defender sus recién adquiridos derechos con las armas en la mano la que explica la especial saña de los vencedores de la guerra contra ellas. No es ni siquiera necesario. Las mujeres iban a ser objeto de una represión específica, propia, particularmente injusta y brutal, doble en cualquier caso. Es su suerte en todos los conflictos armados de la humanidad. Las mujeres son objetivo estrategico en las guerras normalmente declaradas por hombres y a través de prácticas odiosas, como las violaciones, el ridículo público o la prostitución forzosa. No hay grandes diferencias entre las violaciones y vejaciones infligidas por los franquistas a las mujeres republicanas y las que practicaban los serbios en las recientes guerras de los Balcanes o las de los hutus a las mujeres tutsis en el conflicto de Ruanda. El ataque a las mujeres forma parte de toda estrategia militar desde tiempo inmemorial del Patriarcado.

Por eso el franquismo se cebó especialmente con ellas durante la guerra y en los primeros años después: represión, tortura, violación, asesinato, por ser madres, esposas, hijas de perseguidos; es decir, por ser eso que el nacionalcatolicismo considera la triple excelsa misión de las mujeres. Después de la especial brutalidad de la primera postguerra vino la represión en la paz, la dominación doctrinal a cargo de la Iglesia y la política y social a cargo de la Sección Femenina, dirigida por la hermana del Ausente, Pilar Primo de Rivera. Por cierto, creo haber advertido en la exposición una sugerencia, como al desgaire, de que las mandos falangistas, casi todas solteras y lo que los machistas llaman marimachos, venían a ser una especie de sublimación de unas tendencias lésbicas quizá inconscientes y, en todo caso, reprimidas. Es una observación interesante. Forma parte de un hilo sutil que informa el espíritu de toda la exposición: entender el lesbianismo (y otras formas de sexualidad no conformista) como una tendencia que pugna siempre por burlar el poder patriarcal y manifestarse de mil formas. Tiene mucho valor una vitrina que contiene pruebas de la constitución de un grupo marginal de homosexuales hombres y mujeres quienes, en los años setenta, habían creado una especie de red clandestina en la Barceloneta con un complicado sistema de señales para realizar actividades colectivas en donde no tuvieran que disimular, esconderse o temer la represión.

Porque esta siguió siendo muy dura para las mujeres (y, por supuesto l@s homosexuales) hasta el final mismo de la Dictadura. En su apogeo, la vida de las mujeres fue la de un sector subalterno, en minoría de edad civil permanente, práctica esclava del macho de turno, marido, padre, hijo y hasta chulo para aquellas que, por una razón u otra, hubieran acabado en el grupo de las llamadas mujeres caídas. Para quienes vivimos buena parte del franquismo, la muestra trae piezas con un valor de memoria incalculable. Hay unos minutos del No-Do de los años cincuenta, con una demostración de la Sección Femenina en la explanada del Monasterio del Escorial ante el Caudillo Franco, bajito, regordete, ataviado con una chaqueta blanca de gala falangista y una boina roja, inolvidable. A much@s se les encenderán los recuerdos al ver las ediciones de los libros de Celia, por Elena Fortún, que leyeron siendo niñ@s. Y no hablemos de un spot televisivo de "OMO lava más blanco" entre dos marujas de los sesenta que es para troncharse de risa. De risa sardónica.

En fin, películas, Marisol, Isabel la Católica, España imperial, todo entre acericos, canesús y hasta Mariquita Pérez, la Barbie del franquismo, las novelas de Corín Tellado, el desarrollo, el turismo. Las mujeres son tontas en general y perversas y si, además, son comunistas, entonces, amigo, hay que aislarlas porque padecen una enfermedad terrible, transmisible, como científicamente demostraba el psiquiatra del régimen, el doctor Vallejo-Nágera, quien aún tiene una calle en Madrid. El franquismo reprimió a todo el mundo. Pero a las mujeres las reprimió el doble.

Desde entonces hemos progresado mucho. Las mujeres han conquistado una posición social en todos los órdenes jamás antes igualada. Pero el Patriarcado es un sistema tenaz, duro de pelar. Todavía les (nos) queda mucho trecho por recorrer. La prueba la proporciona inconscientemente el folleto de la exposición en cinco columnas en orden cronológico. La primera (años treinta) se titula afirmativa Las modernas. La quinta (años setenta) se titula dubitativa ¿Las liberadas?

diumenge, 27 de maig del 2012

La familia, el sexo y los curas.

Este finde, mientras se descubría que los Robber Barons de la Península, todos ellos gentes de orden y convicciones católicas, se han levantado el capital de las otrora prósperas cajas de ahorros, se está celebrando en Madrid un aquelarre de la reacción más carcunda, llamado Congreso Mundial de Familias en el que se ha atacado en toda la línea la homosexualidad, el feminismo, la revolución sexual, la promiscuidad, el relativismo, el divorcio, el "extremismo sexual" (sic) etc., enfin la panoplia entera de las obsesiones sexuales de los curas y demás reprimidos de la parroquia, que son un puñado. Lo organiza Hazte Oír, una asociación integrista y colaboran los medios más católicos, como Intereconomía, ABC y la Razón. Participación entusiasta de miembros del clero, entre ellos el inefable obispo de Alcalá, Reig Pla, y de muy representativos militantes del PP, de su sector de sacristía y adoración nocturna, estilo Mayor Oreja.
Si estas organizaciones, gentes, asociaciones se reunieran a hablar de sus cosas, contarse su historias y hacer sus ritos, no habría nada que objetar. El problema es, sin embargo, que estos fanáticos de las convicciones religiosas y morales más ultramontanas pretenden imponer sus alucinaciones como criterio normal en la sociedad, incluso a quienes no son creyentes en sus dogmas. Y frente a eso ya hay que defenderse puesto que en el tal congreso había nutrida representación del PP, tanto mediático como político, dispuesta a poner en práctica y convertir en regla obligada sus supersticiones y mitos, gusten o no gusten a los demás. Porque ellos representan la palabra de Dios.
Hay que fastidiarse. El obispo Reig ha soltado otra soflama en contra de los derechos de quienes no piensan como él a los que tilda de enfermos, desviados, desordenados y en un tris que delincuentes. Pero sigue sin saber de lo que habla. Como todos los reaccionarios (por ejemplo, Aguirre) la tiene tomada con el mayo del 68 e hilvana disparates como este: convergencia de “ideología marxista, freudiana y liberal” que emergió en torno al Mayo del 68 francés. Ha oído campanas, no sabe dónde, pero lo junta todo. La revolución sexual, el psicoanálisis y el marxismo, el llamado freudomarxismo es de los años veinte y primeros treinta. Y el liberalismo no pinta nada en ninguna de las dos fiestas; es en realidad una reminiscencia del Syllabus de Pío Nono, cuando se condenaba el liberalismo, el racionalismo (¡incluso el moderado!) en el siglo XIX, siglo en el que Reig Pla estaría más a sus anchas. En mayo del 68 hay muchas otras cosas que el obispo ni huele; hay anarquismo, comunismo prochino, surrealismo, dadaísmo, situacionismo...En fin, es asunto complejo. Por eso quiere Aguirre destruir su recuerdo; no le gusta la complejidad. Prefiere la simplicidad. Se nota.
La idea de la sexualidad (la "sana", claro está, aunque lo que interesa a estos voyeurs enfermos es la "insana") del Congreso no puede ser más absurda, con todos los respetos, más ajena al sentido común. La sexualidad se sublima, idealiza y se presenta como algo precioso, nada menos que un regalo de Cristo a los seres humanos. Siendo esto así ¿por qué renuncian a ella los curas? Rechazar un regalo de Dios, ¿no tiene su punto de soberbia? Allá resuelvan ellos este misterio de que la gente dé crédito a lo que dicen unos que no hacen lo que dicen. Porque este es ya el núcleo del absurdo casi surrealista, como lo del 68, y es que aquellos que renuncian a la sexualidad son quienes orientan en la suya a los que no renuncian. La sexualidad es un mundo intrincado y, si no se practica (solo, acompañado, en grupo, al alimón, como sea) no se puede conocer y de lo que no se conoce no debiera hablarse. Sin embargo no paran de hacerlo, metiéndose en donde no les llaman, en todas las casas y todas la camas, con la pretensión de obligar a la gente a adaptar su comportamiento íntimo a las estrechas reglas fabuladas por una tradición de neuróticos.
Porque el Congreso se llama de familias, pero el plural sobra ya que el supuesto fundamental no es que la familia deba protegerse sino solo la familia católica. Las demás no tienen ni derecho a llamarse familias. ¿Por qué? Porque la familia es lo que la iglesia católica diga que es y eso pretenden acorazarlo en la legislación civil, que obliga a todos, católicos y no católicos. Esa idea de la familia presupone un matrimonio entre hombre y mujer, no con fines concupiscentes, sino de reproducción de la especie, siendo obligatorio acoger cuantos hijos quiera Dios mandarnos, sin medios contraceptivos. Unión de por vida, hasta que la muerte separe lo que quizá unió erróneamente la vida. Una concepción antediluviana de la familia que no conseguirán imponer ni a los católicos. Y una que descansa sobre la recuperación de la autoridad marital en el seno del matrimonio. El Congreso de Familias vería con buenos ojos -si los congresos tuvieran ojos- que las mujeres, tocadas por el Señor en sus almas femeninas, vieran de nuevo la luz, abandonaran esa locura de la igualdad, y sumisa y mansamente volvieran al hogar y al fogón y a experimentar las delicias de la esclavitud. Año del Señor 2012.
Monseñor Reig Pla truena contra el feminismo y, ¡oh, sorpresa!, la ideología de género. No está muy claro qué enciende la santa ira del prelado el feminismo y la ideología de género aunque sea de suponer que la obscena y diabólica pretensión de alcanzar la igualdad de ambos sexos en todos los aspectos de la vida. No lo dice porque no se atreve, pero lo piensa. Pues, ¡qué! ¿no fue hecha Eva de una costilla de Adán? ¿Cómo va a ser igual a Adán? ¿Cómo va a ser la parte igual al todo? Mujeres: desfilando hacia la cocina. Dejad el mundo a los hombres pues ya veis lo bien que lo hacen. Y hasta es posible que, habiendo estos recuperado su autoestima, os maten menos. Desde luego, garantizado, se sabrá menos y ya se sabe que ojos que no ven...
Los homosexuales tienen rancho aparte y en este Congreso los han puesto de chupa de dómine. Uno incluso ha dicho que los homosexuales buscan el fin de la especie, majadería típica de recurso al "enemigo exterior", el otro, para crear un "nosotros" ficticio con el que machacar a los demás, agarrotamiento moral que solo se alivia en matanzas, pogroms, persecuciones. Es llamativa esa inquina, ese odio inacabable de los católicos, sobre todo de su clero y, desde luego, de Reig Pla a los homosexuales. Aunque lo disfrazan de caridad y no es otra cosa que hipocresía y desprecio, es una obsesión que debe de tener algún motivo. Porque, aunque se admitiera que la homosexualidad fuera un pecado, hay otros capitales mucho más extendidos y peligrosos, como la avaricia, la envidia y no digamos la gula. Basta con ver a los obispos. Esta obsesión particular es por la enfermiza relación que los curas establecen entre la homosexualidad y la lujuria porque es lo que tienen más cerca. Así como la pederastia, también muy frecuente entre el clero y que es el mayor de los ataques a la familia puesto que consiste en dañar el fruto del santo matrimonio.
Carece de toda validez lo que diga una congregación de gente entre la que se da tanta pederastia sin que, por otro lado, haya una actitud decidida de condenarla, perseguirla y castigarla sino al contrario, de encubrirla y excusarla con razones taimadas, ambiguas y falaces.
Así que ya puede la carcunda, tan del gusto del gobierno de hoy, vociferar lo que quiera. La humanidad seguirá su camino hacia una sexualidad libre, digan lo que digan estos cuervos de torcidas doctrinas y almas amputadas.

dissabte, 7 d’abril del 2012

La dictadura católica

Personalmente me trae al fresco si unas gentes sostienen que la homosexualidad es un vicio, un pecado, una enfermedad, un delito o cualquier otro mal que sus obsesivas mentes quieran atribuirle. También me es indiferente si esas mismas gentes (u otras) sostienen que el derecho de las mujeres al aborto es en realidad un horrendo crimen. Están en su derecho de pensar así y no hay razón alguna para impedirlo. Muy probablemente, las personas (por ejemplo, los curas, los obispos) que están todo el día dando vueltas a tales asuntos en el fondo tienen un problema de neurosis de raíz sexual (cosa que se evidencia en los numerosos casos de pederastia eclesiástica), pero ese es un asunto de su estricta competencia, excepto, por supuesto, cuando se convierte en delito, como suele suceder.

Igualmente parece claro que estas ideas y oposiciones son producto de mentes atrasadas, acomplejadas, asustadas, supersticiosas, ruines y carentes de todo interés. Tampoco nada que objetar mientras sus manifestaciones se hagan en el contexto de quienes las comparten de forma que se alimenten unos a otros con ideas y creencias que, al menos a Palinuro, resultan estúpidas. L@s pobres de espíritu necesitan apoyos externos, "guías espirituales" que les "expliquen" las reglas morales, símbolos, promesas, castigos y recompensas; como los niños. Si esas "guías" resultan luego ser verdaderos sinvergüenzas que hacen lo contrario de lo que predican y tienen montado un lucrativo negocio a cuenta de la credulidad ajena es algo que los creyentes deberán ventilar por su cuenta, si quieren.

Lo inaceptable es que quienes profesan estas necedades impongan su discurso sectario, que normalmente alimenta el odio e incita a la violencia contra los diferentes, a través de los canales públicos de comunicación que pagamos todos los contribuyentes, nos toquen o no sus delirios. Palinuro, como ya ha dicho en otras ocasiones, no mira la TV. Nada. Pero la paga y, por lo tanto, tiene derecho a opinar sobre lo que por ella se emite. Y su primera opinión es preguntarse por qué tienen los gays y l@s abortistas del país que sufragar las injurias y los insultos proferidos por cualquier majadero tocado con una tiara?

Si los curas y obispos quieren seguir emponzoñando la convivencia y sembrando su mensaje de odio (curiosamente, en nombre de un Cristo de amor) que lo hagan en buena hora en sus locales privados y por medio de sus canales privados de comunicación. Y digo bien: sus locales privados; no las iglesias que también pagamos todos, salvo si pasan a costearlas los curas de su peculio particular. Y, desde luego, sus canales de comunicación privados. TVE-2 es un canal público y la instrumentalización de un bien público con fines sectarios es una prueba de tiranía y dictadura.

(La imagen es un instante de la homilia del Santo Oficio del Viernes Santo desde la Catedral Magistral de los Santos Niños Justo y Pastor de Alcalá de Henares, oficiado por el Obispo Monseñor Juan Antonio Reig Pla. Captura de la página web de RTVE).

dilluns, 30 de gener del 2012

La censura en Facebook

Esta es la portada del libro de Txalaparta, Sexual Herria, de Itziar Ziga, que Facebook anda censurando en los muros de la gente. Según algunos lo que molesta a los administradores de la red social (o a quienes denuncian la imagen) es la teta desnuda de la rubia; según otros, la escena de explícito lesbianismo; según otros, ambas cosas y según otros, finalmente, nada de eso sino el hecho de que se trate de dos vascas, a buen seguro presuntas terroristas. ¿No enseña una de ellas la teta? ¿Y no está la palabra ETA contenida en TETA? Sin duda, una clave secreta. La publicación es puro entorno de la banda terrorista y quizá no baste con censurarla y haya que detener a las dos jóvenes por el bien de España porque seguramente están sentadas sobre un zulo y, en todo caso, un buen pedrusco que no parece muy erótico.

La más verosímil es la hipótesis político-terrorista porque la imagen en sí misma considerada no solo no es censurable sino altamente recomendable para evitar las tentaciones de la carne. No sé porqué mirándola se le vienen a uno ecos de cilicio y, desde luego, esa alpargata enrollada a la romana en la robusta pantorrilla de la moza respira alegría, vida sana y nada de concupiscencia. Es que estos de FB son unos meapilas.

diumenge, 3 de juliol del 2011

Lo recto, lo torcido y lo retorcido.

El poder ciega. Está la Iglesia tan acostumbrada a tratar de pecado lo que condena y, cuando puede imponerlo, también como delito, que el solo hecho de dejar de hacerlo le parece una magnánima concesión por la que todos debemos estar agradecidos. Agradecidos de que a algunos ciudadanos ya no se los considere delincuentes por su opción sexual y no se los condene a penas de cárcel. Agradecidos de que no se use la ley para imponer opciones subjetivas.
Nada de agradecimiento; al contrario, suscita irritación comprobar que esa misma Iglesia decida reciclar a los antiguos pecadores y/o delincuentes en enfermos invocando para ello su magisterio. Declarar a otro "enfermo" por razones morales es algo atroz y no deja de serlo porque el que comete la demasía diga, como dice el Obispado de Alcalá de Henares, que lo hace desde el más exquisito respeto hacia todas las personas. Todas, no; a los homosexuales, no. Y no sólo a los homosexuales masculinos, tampoco a las femeninas, aunque éstas no cuentan para la Iglesia porque no cuentan para la Biblia. El patriarcado asoma siempre la pelambre. Hasta para delinquir hay que ser varón.
Sostener que una opción sexual es una enfermedad es, lo sabemos desde Foucault, una forma de represión. La enfermedad preferida para estos fines represivos es la mental. La Unión Soviética, presumiendo que los opositores políticos eran unos dementes, utilizaba la psiquiatría como un arma de represión, cosa que escandalizaba a los psiquiatras occidentales. Decretar como enfermedad mental una opción sexual no es menos escandaloso.
Sin embargo, este criterio puede no ser solamente un error y una agresión; puede ser también un cálculo interesado, un cálculo retorcido. Si la opción homosexual es una enfermedad, la pederastia también. La paidofilia puede ser una enfermedad o no; eso ahora no importa. Pero, desde luego, es un delito. Por eso sabemos que la hay, porque las víctimas denuncian, porque hay víctimas. En cambio no sabemos cuántos curas y monjas son homosexuales porque la homosexualidad, al ser comportamiento privado entre adult@s que consienten, no es un delito. No hay víctimas. Hacer pasar por enfermedad un delito es inmoral como también lo es tachar de enfermo el comportamiento que, sin perjudicar a nadie, no aprobamos por razones morales.
Con esta obsesión por fiscalizar lo que hace la gente en la intimidad, la Iglesia muestra ser en verdad muy de este mundo. En tiempos del nacionalcatolicismo de Franco se encerraba a los homosexuales (es decir, a los más indefensos) en aplicación de la Ley de Vagos y Maleantes de la República. En algunas partes del planeta la homosexualidad se castiga con la muerte y en muchas otras con penas de prisión. La ONU propone despenalizar la homosexualidad en todo el mundo, cosa a la que, por supuesto, se oponen varios países musulmanes y el Vaticano. Una coincidencia de religiones muy reveladora.
Y ya, puestos a razonar con sentido común, eso del celibato del clero, ¿es enteramente sano? ¿No produce desequilibrios? ¿Obsesiones quizá? En todo caso es algo coherente con el odio de la Iglesia a la sexualidad, disimulado bajo la celebración de ésta en el terreno exclusivamente reproductivo cuyo símbolo máximo es la madre de dios, que cumple la función reproductiva sin perder la virginidad. Un odio sublimado en un absurdo: la sexualidad es santa cuando es reproductiva; pero la perfección se alcanza no ejérciéndola, manteniendo la castidad que es la no-reproducción Y quienes creen y viven en este mundo de delirio osan llamar a otros enfermos.

divendres, 8 d’abril del 2011

Los curas y el sexo.

La obsesión de los curas con el sexo sólo es comparable a la que tienen con el dinero, dos cosas que les están prohibidas. Ya se sabe que prohibir es incitar a hacer, decir o pensar lo prohibido, como se sigue de universal y permanente experiencia. La religión judeo-cristiana que aquellos profesan comienza no con el pecado por haber roto una prohibición divina, sino con la misma prohibición. Dios permite todo a la pareja original excepto comer fruto del árbol del bien y del mal. El caso era prohibir algo. Podría haber sido mirar el vuelo de una golondrina o meter el pie en un charco. Pero le tocó al árbol, en concreto al manzano. Hubiera podido ser el peral, la higuera o el naranjo. Pero fue el manzano y ahí se acuñó la interpretación metafórica de los seres humanos, su naturaleza y su destino por los siglos de los siglos.

La mujer no puede contener su insana curiosidad, víctima de su escaso juicio y trae la perdición sobre la especie que, sin embargo, engendra. Así queda fijado el estereotipo femenino que se repite con diferencias en otros lugares y culturas. Pandora por Eva. Hasta la manzana tiene variaciones. Las del paraíso y la que arroja la irritada Eris, también mujer al fin y al cabo, sobre la mesa de los dioses para que se arme Troya. De aquí sale la animadversión de la Iglesia hacia las mujeres. Pero no suele preguntarse cómo se fija el estereotipo masculino porque Adán, ¿qué es? Un pobre diablo que corre a su perdición por no poder resistirse a los encantos de la mujer.

Al llenar el sexo de prohibiciones la Iglesia sigue la tradición. A España ha venido un cardenal italiano a decir que el sexo fuera del matrimonio es un desorden y que el uso del preservativo no es santo. Respecto al sexo extramatrimonial, ignoro si los católicos son más alegres que los no católicos pero sí sé, porque es obvio, que en lo del preservativo (y prácticas contraceptivas en general) prestan tanta atención a las prohibiciones de la jerarquía como los ateos o los apóstatas. Basta con ver la tasa de natalidad en España.

De todos modos, estas prohibiciones, tan fundamentadas como la de la carne de cerdo entre judíos y musulmanes, afectan sólo a los católicos y ellos sabrán lo que hacen. Es una cuestión de creencias privadas. ¿O no se quiere que sean privadas sino públicas, o sea, válidas para todos los matrimonios? Aun así tampoco sería grave mientras se limite a ser un deseo. Lo malo es cuando se quiere imponer a la fuerza, a lo que la Iglesia es muy aficionada. Porque los adultos son tan libres de hacer un contrato como de romperlo, guste o no a la jerarquía, y la justicia sólo intervendrá cuando de la ruptura se derive un perjuicio injusto para alguien.

Este intento de la Iglesia de imponer sus criterios a toda la sociedad civil está siempre presente. El cardenal en cuestión sostiene que la familia es la unión del hombre y la mujer. Las otras uniones, dice Monseñor (o quizá se le haya escapado), son privadas. Es decir unas son públicas y, por lo tanto, más, y otras son privadas y, por lo tanto, menos, son las uniones de hecho de Rajoy. No se trata de demostrar que una forma sea superior a otras sino que éstas son inferiores porque así lo dice la ley. Pero las leyes se cambian porque se han hecho para los hombres y no al revés y su función es ampliar los derechos, ser inclusivas, tratar por igual a quienes son esencialmente iguales, con independencia de sus opciones sexuales.

Pero es que esto del sexo es en verdad obsesión en el clero precisamente porque lo tienen prohibido, con lo cual no dejan de hablar de él, de pensar en él. Esa tan frecuente como extendida, silenciada, consentida y hasta justificada práctica de la pederastia, ¿no proviene de la prohibición de la sexualidad? Si la prohibición se levantara es de suponer que descendería la proporción de paidofilia en la Iglesia.

Y tiene mucha gracia con qué seguridad hablan los curas de aquello que desconocen. Les viene de oficio porque ¿acaso saben más de Dios que de las relaciones sexuales? Lo hacen con verdadero virtuosismo. Los sermones son las piezas más importantes de la liturgia cristiana pues son el ámbito de la publicidad y la propaganda. Ahora bien, el conocimiento de que presumen los clérigos para hablar del sexo, como de Dios, no puede estar basado en la experiencia directa y es, por lo tanto, un conocimiento libresco, formalmente perfecto. Dice el mentado Cardenal con sofistería propia de la cátedra de San Pedro que cuando la sexualidad se integra en el amor verdadero se tiene el gozo completo. Es posible, pero ese amor depende tanto del matrimonio como de la crecida del Nilo. Verdad es: los curas presuponen que el amor verdadero sólo cabe en el matrimonio y en su matrimonio. Pero esa es una tontería demasiado vulgar para tenerla en cuenta.

divendres, 29 de maig del 2009

Los dislates de la Iglesia.

La sexualidad, algo que lleva veinte siglos obsesionando a la Iglesia, a los curas, a los obispos, hace perder la chaveta al clero en todo momento y condición. El responsable de la revista del episcopado Alfa y Omega, Ricardo Benjumea, sostiene que Si se "banaliza el sexo" no tiene sentido considerar delito la violación. O sea, para quien quiera entender: o el sexo se practica como yo digo o aquí se puede violar a quien se quiera. ¿Ven como estos pavos tienen un problema con la sexualidad? Bueno, uno específico porque "problemas" con la sexualidad tenemos todos ya que la sexualidad en sí misma es un problema. Lo del clero, no obstante, es el problema de la represión que castiga y deforma por igual a quien la sufre y quien la inflige.

Y, en efecto, acaba diciendo verdaderos dislates propios de enajenados porque ¿puede alguien averiguar por qué mecanismos mentales se puede llegar a la conclusión de que violar es aceptable cuando "se banaliza" el sexo o se lo aparta de la procreación? La violación es un atentado contra la integridad física de las personas y en su valoración delictiva no pueden entrar consideraciones relativizadoras basadas en opiniones por muy reveladas por Dios que digan ser. Como estos creyentes en dogmas, misterios, milagros y demás bazofia intelectual tienen entendederas de escaso vuelo hay que ponerles las cosas a su alcance, lo mejor para ello es hacer que se involucren directamente. Por ejemplo, ¿sostendría el señor Benjumea su punto de vista en el caso de que lo violaran a él?

Precipitándose por la pendiente del disparate, decidida a dar una lección de su falta de sensibilidad y de conocimientos acerca de asuntos sobre los que se pronuncia sin parar, la jerarquía lleva los dislates al extremo del pecado o del delito o de ambos a la vez. Dice monseñor Cañizares que los abusos a menores en Irlanda no son comparables con el aborto. La declaración no solamente es un insulto por lo que evidentemente es: la enésima prueba de que toda comparación es odiosa, incluso aunque sea para decir que no hay comparación posible sino por lo contrario. La declaración es un insulto porque pasa alegremente por encima del hecho de que lo que sucedió en Irlanda no es una especificidad histórica de la verde Erín. Lo que Monseñor Cañizares no ve o no quiere ver -y con él, ningún príncipe de la Iglesia- es que el abuso de menores ha sido y es la condición normal del trato del clero católico con los críos, especialmente los que están en peor situación, en todos los países del mundo. ¿Qué nos apostamos? ¿Abrimos investigaciones en orfanatos, correccionales, casas regidas por órdenes religiosas católicas? En todas; siempre; aún hoy. El abuso de menores es la condición ordinaria de una confesión empeñada en mantener una institución estúpida y degradante como el celibato del clero y presta a justificarlo ocultando el enorme destrozo que ha venido causando generación tras generación.

Así que no basta con pedir perdón, Monseñor: hay que demostrar -tampoco basta con prometer- que ya no va a pasar más veces y que en la actualidad se procede judicialmente contra lo casos en que se haya detectado.

(La imagen es una foto de desaparezca.net, bajo licencia de Creative Commons).