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dimarts, 17 de maig del 2016

El fascista Facu Díaz

Acabo de ser objeto de un intento de insulto de Facu Díaz, ese que va de progre en las filas de IU y ahora Unidos Podemos. Como le parece que vomito "basura anticomunista" en twitter, me ataca con el dibujo que ilustra el post con las intenciones que son evidentes.

Convienen algunos matices, para que se sepa qué gente es esta de IU y Podemos y lo que nos aguarda si consiguen algo de poder.

1) Según este tipo, y muchos como él, no se puede ser anticomunista. Suelen decir que se trata de anticomunismo "visceral". No sé qué será el comunismo para esta gente (no lo saben ni ellos) pero está claro que, en su juicio, el anticomunismo no es una opción política sino una especie de enfermedad. Mira por donde, ya están aquí los sucesores del psiquiatra fascista Vallejo Nájera, para quien el comunismo era una enfermedad. Para estos, es el anticomunismo. Lo que es igual es el fascismo del "razonamiento".

2) En cuanto al intento de insulto, su base fascista es obvia. Nuestra sociedad prohíbe toda discriminación por razón de sexo, raza, color, etc. Ninguno de estos progres cursis osará maltratar o intentar reírse de alguien porque sea de color o discapacitado, o de una minoría sexual. Pero se lanzan a degüello con los viejos y los mayores en general. Eso aún no tiene la censura social que merece y estos salvajes creen que pueden desahogarse. Sin embargo, la discriminación es la misma porque se trata de insultar a alguien por algo de lo que no es responsable, como es su edad.

3) Además de fascista, el amigo es un estúpido por dos razones: a) Anguita, a quien él venera, es viejo. b) A él también le tocará.

NB: según parece, este tipo no es de Podemos, sino de IU. Como trabaja en el BOE de Podemos, Público, lo tomé por uno de ellos. No merece la pena rectificar del todo, dado que no hay diferencias entre Podemos e IU que ya se han unido. Basta con un leve retoque.

dimecres, 1 de juliol del 2015

Sobre la vejez II.- Las bocas inútiles.


(Continúa la serie sobre la vejez, que empezó con Molon Labe.)

Hay que proponer una segunda Ley de Godwin. Si la clásica dice que "a medida que se alarga un debate online, la probabilidad de una comparación con los nazis o con Hitler tiende a 1", la nueva diría: "a medida que se alarga un debate online en el que haya algún viejo la posibilidad de que se le llame senil tiende a 1". La primera fórmula se usa para explicar cuándo una discusión ha alcanzado un momento en que es inútil proseguirla. Lo  mismo pasa con la segunda.
 
Es muy frecuente que, allí donde jóvenes o adultos maduros discuten con gente mayor, traten de zanjar las diferencias hablando de los años, de que el adversario chochea o está gagá. Esta generalización, como todas, tiene su punto cierto: con la edad suelen darse manifestaciones diversas de pérdida de facultades mentales que, de modo precipitado, abusivo y por lo común insultante, se resumen como senilidad. Es un abuso que solo podría admitirse si quien invoca la condición posee pruebas empíricas de que se da en el caso invocado. De no ser así, no pasa de ser un exceso, un insulto, parecido al que emplean a veces los viejos tachando a los jóvenes de ilusos, precipitados o inexpertos, si bien esta actitud no es tan injusta ni denigrante.
 
En realidad, el trato a la vejez en la sociedad, habiendo mejorado mucho desde las costumbres nómadas de sacrificar a los ancianos que ya no podían desplazarse o eran un estorbo, sigue siendo cruel y, a veces, inhumano. El gran fallo del Estado del bienestar, suelen decir muchos responsables políticos, es el aumento de la esperanza de vida. En otros téminos más llanos, dichos por la señora Lagarde, baranda del FMI, que los viejos viven demasiado y son muy caros. Con igual carga de desvergüenza y estupidez, una alto cargo del gobierno del PP se preguntaba en público si tiene sentido que un enfermo crónico viva gratis del sistema. Obviamente, aunque esta señora no lo crea, eso dependerá de qué sentido se dé al término "sentido".
 
Se trata de una actitud muy extendida, producto de los prejuicios y de la ceguera pues parece partir del principio de que quien considera a los viejos un estorbo o bocas inútiles, no lo será a su vez, llegado su momento. Todas las formas de discriminación son crueles, inhumanas y estúpidas. Pero la discriminación por razón de la edad es la más estúpida de todas. En efecto, el blanco que discrimina al negro, el machista que lo hace con la mujer, etc., saben que, salvo milagro, nunca serán víctimas de esa discriminación mientras que quien maltrata a un anciano es un imbécil que piensa que él no lo será.
 
Porque de discriminación se trata. Y aceptada y legal. ¿Cómo? ¿Acaso no prohíbe la Constitución toda discriminación por cualesquiera razones? Sí, cierto. ¿Y no incluyen estas la edad? También cierto. Pero no lo es menos que existe algo también legal que se llama la jubilación forzosa, allí en donde se da. Y ¿acaso no es la jubilación forzosa una discriminación por razón de edad para quienes, estando en posesión de sus facultades físicas y mentales, quieran seguir trabajando? Evidentemente lo es. Transcurridos determinados años -algo de lo que la persona directamente interesada no es responsable- el individuo en ciertas situaciones (en la función pública, por ejemplo) se ve obligado a retirarse, quiera o no y a cambiar el conjunto de sus existencia en contra de su voluntad. Es una obvia discriminación por razón de edad y carece de toda justificación.
 
Por supuesto, no se está diciendo aquí que la jubilación deba desaparecer o alargarse. Se está diciendo solamente que, llegada la edad determinada, se jubile quien quiera hacerlo y quien no quiera, pueda seguir en su quehacer como sucede de hecho en las profesiones liberales. Que nadie pueda obligar a otro a trabajar más allá de la fecha límite, pero que nadie tampoco pueda obligar a otro a dejar de trabajar si no quiere y está en condiciones físicas y mentales de hacerlo.
 
Ahora que se eliminan muchas formas de discriminación tradicionales, emboscadas en los pliegues más profundos de los prejuicios y estereotipos sociales, sigue dándose una discriminación odiosa e imbécil. Odiosa porque afecta negativamente a una colectividad de personas que tiene una capacidad de respuesta y rechazo muy limitada e imbécil porque la sociedad prescinde de sectores enteros de gentes que poseen la sabiduría, la experiencia y, cuando así lo quieren, la capacidad para ser útiles a la colectividad.
 
Esto tiene que cambiar. Los ancianos, los jubilados son un potencial político numérico considerable en nuestra sociedad. Pero, por el sistemático abandono, la ignorancia y el desinterés de los demás sectores, no disponen de la influencia que les corresponde. Si los más de ocho millones de jubilados que hay en España se organizaran políticamente, tendrían un potencial tremendo. En una época en que los discursos políticos apuntan al "empoderamiento" (o sea, en castellano, la "habilitación") de los sectores más perjudicados, proceder así con los jubilados, sin duda, cambiaría el panorama español. Por ejemplo, consiguiendo que, quienes toman decisiones sobre la cuantía, duración y circunstancias de las pensiones en el sistema público, no sean los pájaros de mediana edad que creen que con ellos no va a rezar.
 
Dada la base de solidaridad intergeneracional del sistema público de jubilaciones en España, es obvio para todos -excepto para quienes quieren reventarlo a fin de favorecer los muy dudosos planes privados de los bancos- que las pensiones no son mercedes o gracias que el Estado otorga a los jubilados sino que estos se las han ganado como un derecho a lo largo de su vida activa. Los jubilados son los únicos que carecen de opción a defender sus derechos.
 
Y el asunto es, además, más grave cuando se recuerda que, en condiciones de crisis como las actuales, en una infinidad de casos, las pensiones no solo sirven para mantener a los jubilados sino también a sus familiares en el paro o a los dependientes a su cargo y eso sin contar que también mueven demanda que tira de la economía. 
 
Los viejos no son bocas inútiles sino que deben ser bocas que hablen y, si es necesario, que muerdan. Por eso seguiremos con la serie sobre la vejez.
 
(La imagen es una foto de Wikimedia Commons, con licencia Creative Commons).

dissabte, 27 de juny del 2015

Sobre la vejez I. Molon labe.


A B. T., con quien tanto comparto.
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El dicho es famoso; la circunstancia, muy conocida. Llegado a las Termópilas con su poderoso ejército, Jerjes I, rey de reyes, exigió a los trescientos espartanos al mando de Leónidas que se rindieran y entregaran las armas. Los griegos contestaron en lacónico estilo, molon labe, "ven por ellas".

Desde entonces el molon labe ha seguido oyéndose a lo largo de los siglos en todo tipo de conflictos, cuando un bando conmina a otro a entregarse, a rendirse, deponer su actitud, hacerse a un lado, dejar paso franco. La respuesta puede ser un hermoso molon labe.

Viene lo anterior a cuento de esa manía muy generalizada hoy de razonar en los conflictos sociales en términos generacionales. La idea es elemental: así como los días suceden a los días, las estaciones a las estaciones, los años a los años, las generaciones deben suceder a las generaciones, los seres humanos a los seres humanos, como las hojas de los árboles, según Homero. ¿Por qué? Porque es ley de vida que lo nuevo y, por tanto, pujante, sustituya a lo viejo y, por tanto, caduco. Así progresa la especie, a veces a costa de los individuos.

Eso quizá valga para los días, las estaciones, los años o las hojas de los árboles, pero no para los seres humanos, que son libres y cuando son libres. Son ellos los que deciden autónomamente si se van o se quedan, si entregan o defienden la posición. Nadie puede decidir por ellos y menos, el adversario.

Quienes, en nombre de su generación, exigen a la anterior que se retire para ocupar su sitio antes de que la real ley de vida se cumpla en su forma verdadera como ley de muerte, están diciéndole, como los persas a los espartanos, que entregue las armas.

Molon labe.

Es legítimo que una generación aspire a desplazar a la precedente, pero eso no hace menos legítima la resistencia de esta. Quienes sostienen que la generación nueva, en la medida en que puedan identificarla, es mejor por ser nueva, tienen que demostrarlo. Y en una sociedad conflictiva y abierta solo hay un modo de conseguirlo: venciendo. Y solo hay un modo de vencer: convenciendo.

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NB. El anterior es un post de una serie que iré sometiendo a la curiosidad del lector de vez en cuando sobre el tema de la vejez. Habiendo alcanzado la edad en que esta es objeto de reflexión, Palinuro, sin abandonar su misión de llevar la nave al puerto, se propone hacer lo que todos los viejos: hablar de sí mismos, que es lo que les gusta, con el cuento de hacer filosofías sobre la vejez. Pero serán reflexiones palinúricas. La prueba es esta introducción.

(La imagen es una foto de Wikimedia Commons, bajo licencia Creative Commons).