dimecres, 2 de maig del 2007

La defensa de la democracia.

Gracias a Alá misericordioso, el Tribunal Constitucional turco ha anulado la primera vuelta de la elección presidencial en Turquía. Probablemente haya elecciones anticipadas; de todas formas, habían de ser en este año.

Un lector me reprochaba que dijera que el ejército es el único garante de la supremacía del poder civil en Turquía. En realidad llevaba algo de ironía y quizá no estaba muy bien redactado, pero el asunto toca a a uno de los problemas más interesantes y espinosos de la teoría de la democracia, esto es, el de la defensa de este sistema político. ¿Cómo se defiende la democracia frente a decisiones democráticas antidemocráticas, que las hay?

Como es sabido, el asunto torturó a los más preclaros pensadores de la iuspublicística alemana de la entreguerra que, con sus disquisiciones sobre el defensor de la Constitución no llegaron a tiempo de impedir que Hitler subiera al poder en la cresta de una ola de mayoría democrática y se cargara la democracia.

Desde entonces, este problema ha estado latente, pues es una variante del más antiguo y acrisolado de la "tiranía de la mayoría". La democracia descansa sobre el principio sagrado de la regla de la mayoría, pero ¿qué sucede cuando la mayoría se convierte en tiránica, esto es, quebranta los derechos de la(s) minoría(s)? En enero de 1992, entre la primera y la segunda vuelta de las elecciones legislativas que, muy probablemente, ganaría el Frente Islámico de Salvación (FIS), una organización islámica integrista, el ejercito argelino dio un golpe de Estado que suspendió las elecciones, la democracia y el Estado de derecho. ¿Hizo bien o mal? Los militares devolvieron el poder en unas elecciones amañadas en 1998 y se declararon neutrales en las de 2004. Argelia no está normalizada del todo, pero ¿qué hubiera sucedido si gana el FIS?

Esto nos lleva a abordar el problema del integrismo islámico en conexión con el principio universalmente reconocido en Occidente (aunque no siempre practicado) de la separación entre la Iglesia y el Estado. En mi modesta opinión, ese principio no admite componendas ni medias tintas. Le ocurre lo que a los embarazos, según el dicho popular: o se está o no se está embarazada, pero no se puede estar "medio embarazada". Esa desconfianza radical (y nunca mejor empleado el adjetivo) es lo que me lleva a recelar del término "moderado" aplicado a los islamistas. Por la misma razón por la que pido que el Estado español denuncie de una vez los acuerdos con la Santa Sede y deje de mantener esa situación de ambigüedad que equivale a una negación del principio de separación entre la Iglesia y el Estado.

Por todo lo que hemos visto y sabemos, el Islam es teocrático y, por lo tanto, contrario a la separación entre la religión y el Estado. Creer que hay un Islam moderado, capaz de autorreprimirse en su proyecto de supeditar el Estado a la ley coránica es jugar con fuego y replantear el problema de defensa de la democracia, caso de que haya una mayoría electoral favorable a la "islamización" de Turquía. Si tal cosa se da, habrá tres medios de defensa de la democracia: la opinión laica, el Tribunal Constitucional y el ejército. La opinión laica puede sacar a la calle un millón de personas, como hizo el otro día, pero Turquía tiene 71 millones y las manifestaciones callejeras no pararían un proceso de islamización.

Queda el Tribunal Constitucional, el que ha acabado considerándose el defensor de la Constitución en la polémica citada más arriba. Pero la eficacia de su intervención depende de que haya un territorio de lealtad a las instituciones democráticas compartido por todas las fuerzas políticas, cosa que en el caso de los islamistas, veo altamente problemática. En el supuesto de que se llegue a un conflicto entre instituciones, un enfrentamiento entre poderes, la ultima ratio del Tribunal Constitucional es precisamente el ejército.

El ejército ha sido tradicionalmente la columna vertebral de la Turquía republicana, laica, modernizadora. Cierto, desde los tiempos de la guerra fría, las fuerzas armadas turcas arrastran una fuerte carga de extrema derecha, pero cada vez que los militares han intervenido, han acabado devolviendo el poder a la autoridad civil en períodos bastante breves. La cuestión es ahora que, al menos como se ve a sí mismo, el ejército es el "guardián de la Constitución laica" y el único que está en condiciones de impedir una islamización del país. La situación no es halagüeña, pero ¿cuándo han aceptado los islamistas separar el Islam del Estado pudiendo supeditar el segundo al primero?