divendres, 8 de juny del 2007

La desgracia de ser mujer.

Pues nada, que ayer nos fuimos a ver "La casa de Bernarda Alba" que tiene desde mayo en cartel con gran éxito en el Alcázar la compañía Teatro de la Danza bajo la dirección de Amelia Ochandiano. La señora Ochandiano conoce a García Lorca muy bien y casi parece que fuera él quien dirige, de tal modo están bien administrados los tiempos, los silencios, las entonaciones, que todo funciona para convertir la obra en lo que el autor quería: poesía escenificada. Si algo me sobra son los decorados y mira que son simples, austeros y al servicio de la idea como de agobiante clausura que trasmite la pieza. Cada vez llevo peor los decorados, cualesquiera decorados en estas obras clásicas. Yo no hubiera puesto ninguno o me hubiera atenido a las muy simples indicaciones del poeta que insiste una y otra vez en el color blanquísimo de las habitaciones. Obviamente para que contrastara con el negro del luto de las mujeres y se ajustara a la estética del blanco y negro que él quería conseguir cuando llamaba a su obra un "documental fotográfico".

"Bernarda Alba" es la última obra de teatro de García Lorca, antes de que lo asesinaran tres meses después y culmina la trilogía de las mujeres del campo con "Bodas de sangre" y "Yerma". Me parece que el mejor teatro del poeta granadino gira en torno a ese continente ignoto de las mujeres, lo que es claro si a las obras citadas añadimos, "Mariana Pineda", "Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores" y "La zapatera prodigiosa". "Bernarda Alba", en donde no aparece hombre alguno y sólo se habla de ellos que son los que condicionan la acción en su ausencia, reproduce de modo inigualable un universo femenino claustral, tópico, angosto, terrible que es como un retrato de la lamentable situación de las mujeres de la España rural de la época. Pero donde el genio de Lorca traspasa también la condición temporal histórica para presentar un mundo femenino clásico, hecho de pasiones cruzadas, la dominación, la rebelión, el amor, los celos, la envidia. A mi entender lo que realza más la hondura de esas pasiones humanas es la ligereza y sencillez del lenguaje. Lo dice Amelia, una de las hijas de Bernarda, de la forma simple y rotunda en que hablan las tragedias griegas: Nacer mujer es el mayor castigo. Y por supuesto, ayuda mucho a trasmitir esta sensación la gran interpretación, sobre todo de Maria Galiana, que hace el papel de Poncia, quizá el más rico y matizado de la obra, y Margarita Lozano, que hace una muy buena Bernarda, aunque sea casi imposible reconocer en ella a la Ramona de "Viridiana".

"La casa de Bernarda Alba" es además un drama de clase y de casta donde las distancias sociales, las diferencias de rango están perfectamente marcadas, una crítica, por tanto, de una sociedad cerrada, hipócrita, inhumana, supersticiosa en la que las mujeres viven una vida de ciega supeditación a los hombres. Lo dice la Poncia con la sabiduría y la resignación que da la experiencia:

A vosotras, que sois solteras, os conviene saber de todos modos que el hombre a los quince días de boda deja la cama por la mesa, y luego la mesa por la tabernilla. Y la que no se conforma se pudre llorando en un rincón.
Aquí es donde esta obra clásica habla a todos los tiempos, incluido este nuestro que, al escuchar ese parlamento, tiende a pensar cuánto han cambiado las cosas...y a volver sobre sí en un segundo momento admitiendo que quizá no tanto.