diumenge, 17 d’agost del 2008

Cuestión de genio.

El Caixaforum ha abierto una exposición en Madrid que viene de Barcelona sobre Charlot. La organiza conjuntamente con NBC Photographie, París. Es la primera vez que se hace en España y no me suena que en otras partes sean frecuentes las exposiciones sobre el personaje de Charlie Chaplin. La idea es estupenda y yo me lo pasé en grande porque hay de todo: fotos, carteles, recortes de prensa y todo muy bien explicado. Pero lo más llamativo y acertado son bien los cortos que hizo para Keystone, bien algunas escenas de varias de sus películas más recordadas, como Candilejas, La quimera del oro o El chico.

La exposición da cuenta de las distintas etapas de la vida de Chaplin, sus creaciones y sus circunstancias personales y hace especial hincapié en su reacción a la llegada del cine hablado. Charlot decidió quedarse mudo y siguió haciendo un cine en el que no hablaba. Rompió su silencio por fin en Tiempos modernos en la famosa canción del cabaret, cuando Paulette Goddard le escribe la letra, que él es incapaz de memorizar, en el puño de la camisa. Será la primera vez que Charlot cante en pantalla, se genera mucha expectación... pero pierde el puño y decide inventarse la letra de la canción. El resultado es el que se aprecia en este video.



La voz desde luego no acompaña y fue sabia la decisión de no hablar. Y además de sabia, será genial. El cine ya es hablado y Chaplin hablará pero las palabras carecerán de sentido. Que le expliquen a Charlot lo de la relación entre el significado y el significante, base de las teorías de la comunicación moderna y otros saberes complejos. La primera parte de la canción más o menos dice lo siguiente:


SI BELLA GIU SATORE
JE NOTRE SO CAFORE
JE NOTRE SI CAVORE
JE LA TU LA TI LA TUA

LA SPINASH O LA BOUCHON
CIGARETTO PORTOBELLO
SI RAKISH SPAGHALETTO
TI LA TU LA TI LA TUA

SENORA PILASINA
VOULEZ-VOUS LE TAXIMETER?
LE ZIONTA SU LA SEATA
TU LA TU LA TU LA UA

Volverá a hablar en El Gran Dictador, una peli de 1940, cuando parecía que Alemania ganaría la guerra. Dos parlamentos suyos son especialmente decisivos y se mantienen en el recuerdo: uno, habla como Hynkel, el dictador de Tomania en una jerga tan inventada como Se bella giu satore parodiando los discursos histéricos de Hitler y otro como el barbero que personifica a Hynkel y larga un mensaje pacifista, progresista, antinazi.

La exposición resalta igualmente los problemas de Chaplin con el Comité de Actividades Antiamericanas y su exilio en Suiza, cuando los gringos le negaron el visado en 1952 ,y su giro "social" y de protesta de los años treinta. Tiempos modernos es el ejemplo paradigmático. Pero si su crítica social, cargada de sentimentalismo, tuvo tanto impacto fue porque había puesto el genio de su personaje Charlot a su servicio. Tómese, por ejemplo Luces de la ciudad, que más sensiblera no puede ser. Lo que hace que ese melodrama resulte no solamente soportable sino emocionante es que su personaje principal, el vagabundo, sigue siendo el mismo desastre, capaz de desorganizarlo todo y a quien todo también le sale mal, con la mejor de las intenciones. Véase la secuencia del combate de boxeo en esa película y, por encima de las felices carcajadas del público hoy, en 2008, setenta y dos años después de que se rodara, trátese de recordar que Charlot está ahí para conseguir algún dinero que permitiera que la florista ciega recuperara la visión.


A la vez genial por lo que tiene de baile, de danza, de juego, de ritmo y de disparate, de comportamiento peculiarísimo del personaje. Este no es nunca unidimensional sino muy complejo; no solamente es un alma cándida de alfeñique sino que sabe muy bien lo que quiere y, cuando puede, atiza unos sopapos de avío. Por eso no ha tenido jamás rival en la pantalla a pesar de que le llovieron imitadores y llegó hasta a haber concursos de ellos. ¿Para qué le hacía falta a él el cine hablado cuando sus películas eran de mímica, una mímica que entendía el mundo entero?

Tengo a Charlot muy asociado a mi infancia, como en recuerdos de terciopelo. Se me antojaba un pariente algo estrafalario que siempre hacía lo que uno menos esperaba pero al que estaba deseando ver porque su sola presencia ya me hacía reír. A quienes les suceda algo parecido les gustará la exposición de la Caixaforum.