dilluns, 11 d’agost del 2008

Suicidiofilia.

El otro día recibí un mail de mi amigo Euclides Perdomo (obviamente un seudónimo con el que firma el blog Amanadunu) dando cuenta de que tiene otros amigos viviendo en una casa de un pueblín cercano al nuestro en Guadalajara como a treinta kilómetros, y que debíamos ir a visitarlos por dos razones: primera porque son gente muy simpática y segunda porque no tienen coche. Además, editan la revista que se ve a la izquierda. Dije que sí a Euclides y me puse a fisgar en la red a ver qué encontraba sobre Vacaciones en Polonia. Se encuentra poca cosa: un blog de blogger (Vacaciones en Polonia con los índices y portadas de los tres números de la revista hasta la fecha, unas fotos de actos de presentación, unas críticas muy favorables y una relación de librerías en que cabe adquirir VP.
Así que metimos a los niños en el coche y nos fuimos a visitar a la pareja que vive en una casa singular en el pueblo en cuestión y desde la cual montan VP. El varón es el que firma en la revista como Râo Cuter; la mujer traduce alguna pieza del portugués, pero no sé si escribe algo. La casa había pertenecido a un indiano y ellos se la compraron al hermano a la muerte de aquel. Muy amables, nos regalaron un ejemplar del número tres, que es un obsequio porque cuesta doce pavos.
Vacaciones en Polonia, nº 3, Suicidios y literaturas (191 págs.) no tiene pie de imprenta, ni ciudad, ni ISSN; tampoco tiene periodicidad. No hace falta decir que esta hecha con mucho primor y un alarde de fotocomposición alternativa y posmoderna que juega con diversos elementos, textos que varían en tipo, tamaño y color de letra, empleo de colores y mucho montaje con imágenes. El formato ancho y alto hace que cada página doble sea una experiencia. Un lujo de revista que recuerda la estética vanguardista, singularmente la surrealista y más en concreto, la de la Internacional Situacionista, a la que se dedica un trabajo en este número. Innecesario decir por lo demás la curiosa sensación que lo embarga a uno al leer una revista sin publicidad, sin un miserable anuncio.

El número es monográfico sobre el suicidio y la literatura y consta de algunos trabajos de reflexion sobre la práctica de poner fin a los propios días en aspectos generales o concretos y referencias directas o a través de terceros a la obra de insignes creadores suicidas.
Entre los trabajos destaca en primer lugar el de Jerzy Montanowicz (imposible saber en toda la revista si los nombres son seudónimos o no, pues no se da información alguna sobre los autores) acerca de Debord y Beatriz que no solamente es un excelente ensayo sobre el pensador de la sociedad del espectáculo sino sobre el conjunto del movimiento de la Internacional Situacionista, sus ideas, sus interpretaciones, su influencia sobre los acontecimientos de los años sesenta, especialmente del sesenta y ocho. Resultan de especial interés a mi entender las referencias a las actividades cinematográficas de Debord.
Hay dos trabajos de Davamek de Zakopane, Suicidio, modo de usar y Tratando de atrapar científicamente una comprensión del suicidio por métodos sociológicos. Imagino que el nombre también es un seudónimo, pero no lo sé. El primero es una interesante reflexión sobre la forma en que se ha abordado el suicidio a lo largo de la historia, la condena, la represión, etc (excepción hecha de la antigüedad clásica) y el concepto en que cabe tenerlo hoy en un horizonte libertario. El otro trabajo es una burla sobre los intentos académicos de elaborar una teoría "científica" del suicidio; aunque el autor se pasa: dando cuenta de una conferencia del profesor R. Álvarez de Toledo en la Asamblea de la Liga de Higiene Mental en España, titulada El suicidio en España en su aspecto social dice que el autor destaca que en los países católicos hay menos suicidas que en los protestantes sin que De Zakopane sepa a qué viene la observación que, sin embargo es evidente: trata de corroborar una de las más conocidas conclusiones de Durkheim, padre de la suicidología.
En este tipo de trabajos "generales" se encuadraría el de Nuno Vertigem, Saudade y Ansia de Alem. Suicidio y Renacimiento en la literatura portuguesa en el que se dicen cosas interesantes sobre los poetas y literatos portugueses suicidas más conocidos: Antero de Quental, Camilo Castelo-Branco, Trindade Coelho, Manuel Laranjeira, Florbela Espança y Mário de Sá-Carneiro, que se mató en París a los veintiséis años, dejando tras de sí una obra muy recorrida por la idea del suicidio.

También de mucho horizonte es para mí el ensayo de Blas Pacheko Grandezas y miserias de El Viaducto a través de una sucinta cronología de sus avatares mundanos y su leyenda de suicidadero popular. Es como un trabajo metonímico porque se habla no del suicidio sino de aquello que se emplea para el suicidio, no del fin sino del medio. Y con este hilo conductor, Pacheko cuenta con gracia y conocimiento de causa el mundo literario y bohemio en torno al Viaducto (tras haber trazado una historia de su construcción, su substitución y sus otras variaciones), el paso de Corpus Barga, Alonso Zamora Vicente, César González Ruano, Ramón J. Sender y, cómo no, lo que Umbral llamó "la generación del Viaducto", con la rivalidad entre Ramón Gómez de la Serna y Rafael Cansinos Asséns. Borges tomaría partido por éste y reconocería su magisterio. Pacheko trae su análisis al Viaducto de hoy, hasta Juan Manuel de Prada (a quien llama "Este prematuro señor gordo, escritor de derechas...") y lo que considera su aprovechamiento de las biografías peculiarísimas del Viaducto, como la de Armando Buscarini. El influjo del Viaducto le lleva también a hablar de Pedro de Répide, el cronista de las calles de Madrid y de Jardiel Poncela, cuya literatura ensalza de forma desproporcionada a mi modesto entender.
Entre estos trabajos podría incluirse también el de Tadea Culculita Lctura subversiva de un manuscrito herético sobre el Manuscrito encontrado en Zaragoza del también suicida conde Jan Potocki en el que queda bien claro que la lectura es subversiva porque el texto es subversivo.

El resto de esta interesante revista son biografías, relatos, referencias a muchos otros suicidas y algunos escritos notables sobre el suicidio por autores que no fueron suicidas ellos mismos, como Hume (un interesante fragmento racionalista sobre el suicido), Ramón Gómez de la Serna (de quien se reproduce un trabajo en el que se dice que el suicidio es un "momento de adolescencia superior" y una breve referencia al suicidio de Gérard de Nerval), Marinetti, o Camus, con el fragmento Lo absurdo y el suicidio, pertenciente a El mito de sísifo y en el que se entiende al suicida como el único que da respuesta a la cuestión esencial, fundamental, de la filosofía (p. 63).
El resto, lo dicho, suicidas ilustres. Unos más simpáticos que otros. Por ejemplo, el caso de Raúl Barón Biza, ensalzado aquí, como se suele, hasta el ditirambo. Con él me pasa como con el Marqués de Sade (por quien estaba influido) que maldita la gracia que le veo a sostener punto de vista moral filosófico alguno sobre el dolor y el sufrimiento ajenos. Este Barón Biza, capaz de arrojar un frasco de ácido cianhídrico a su ex-esposa a la cara no es un poeta maldito ni un escritor incomprendido ni un pensador proscrito sino un puñetero maltratador. El hecho de haber escrito una obra con el dudoso título de El derecho de matar no lo hace más simpático, y quienes le ríen la fechoría, que se lo piensen dos veces. Que se pongan en lugar de Rosa Clotilde Sabattini, desfigurada por mano ajena, que la propiedad de la mano que hace el hecho es lo que diferencia a un suicida de un asesino. De los demás suicidas llaman la atención Óscar Dominguez, cómo no, siempre con esa cuestión abierta de cómo un hombre de tanta actividad y pasión pudo suicidarse. Especial interés las páginas destinadas a Justo Alejo y la duda sobre si se suicidó o lo arrojaron por la ventana y Víctor Mira.
Culmina la revista una lista suicipédica, de "suicidas ejemplares" (ignoro por qué sean ejemplares) muy completa, con 355 entradas, la última la de Stefan Zweig que nos mira con su mirada inteligente. No tengo nada que objetar salvo, quizá, que no está nada claro que Arthur Cravan se suicidara. Al contrario, había conseguido sobrevivir a situaciones difíciles y se aprestaba a unirse con su mujer, Mina Loy, en Venezuela, para lo que se embarcó en un velero tripulado por él en Salina Cruz, México. Desapareció en aguas del golfo de México. No consta que fuera versado en el arte de la navegación.
Vacaciones en Polonia, cuyo título hace referencia, según me contó Râo Cuter a Alfred Jarry, al hecho de que quienes lo hacen son muy aficionados a la litertura polaca y a que les da la gana, es una magnífica publicación. Un tema monográfico tratado desde una multiplicidad de puntos de vista trabados por una convicción libertaria y un deseo de provocar y agitar la tranquila superficie del estanque literario. El número cuatro, que está al salir y del que también daré cuenta, versa sobre "literaturas antropófagas". Prometedor. Se ve que la voluntad de provocación va a más. Pues nada, a ver si se lanzan a hacer uno sobre un tema espinoso, el incesto.
(Las imágenes son sendos cuadros de Antoine Wiertz, Le suicide, 1854, Museo de Dinant, Bégica y Leonardo Alenza Sátira del suicidio romántico, 1830, Museo Romántico, Madrid).