divendres, 3 d’agost del 2012

Cuando te rescatan, se te pone esta cara.

¡Cualquiera diría que estos dos están tan contentos y felices como aseguraban después en rueda de prensa estilo Gila! ¡Cualquiera reconocería en ellos a los dos superhombres que hace unas fechas se las tenían tiesas a Frau Merkel! Monti amenazó entonces con dimitir. Rajoy no debía de pensar lo mismo, o no entendía su letra. Su drama es el inverso de Monti. A este no lo ha elegido nadie, pero nadie quiere que se vaya. A Rajoy lo eligieron diez millones de ciudadanos pero ahora casi todo el mundo, incluidos los suyos, quiere que se vaya.
El desprestigio exterior e interior del gobierno es tan acusado que nada de lo que haga tiene el efecto previsto sino, generalmente, el contrario. Debe de ser amargo para un hombre comprobar cómo la realidad lo obliga a hacer y decir lo contrario de lo que decía seis meses atrás. La política es algo muy complicado y meterse en ella sin los conocimientos ni las capacidades mínimas requeridas puede producir auténticos desastres. Muchas de las guerras se han originado en la ineptitud de los gobernantes del momento, incapaces de resolver pacífica y civilizadamente los conflictos porque ignoran por entero la ciencia y el arte del buen gobierno. No vaticino guerra alguna pues no es necesario.
Esta crisis, además de una estafa, es una guerra de los estafadores contra los estafados. Estafados son los grupos económicos, las clases sociales, los sectores demográficos, las minorías, pero también los Estados. Aquí lo interesante es averiguar de qué lado se pone el gobierno de un país estafado, si del del estafador(es) o de su propio país, estafado en su conjunto. Los gobiernos portugués y griego son colaboracionistas. El español, también. Pero le queda un pique de negra honrilla: no quiere aparecer como un subordinado, colonizado o lacayo. De ahí que a Rajoy se le haya atragantado la palabra rescate igual que en su día se le atragantó la crisis a Zapatero. Es la forma típicamente española de morir: de hambre pero con los greguescos puestos.
Rajoy no es hombre avispado, ya va viéndose, y tampoco parecen serlo sus asesores. No sé por qué tiene 600. Con uno bueno le sobra. 599 sueldazos ahorrados. Nueva prueba de su atolondramiento (y el de los asesores) es el haber cavado la trinchera en la cuestión nominal de la cosa, si rescate o no rescate. Ha convertido su trinchera en su tumba, obligado por unos compadres de la UE que, probablemente entre risas y codazos, vinculan la libranza de los fondos comprometidos y los por comprometer a la petición formal de rescateformulada por el gobierno o sea, por Rajoy. Un trágala en toda regla, un taza y media de caldo. La situación es insostenible. Por eso ha venido Monti. Se les ve en el rostro a ambos. Porque a Monti también le sube la prima de riesgo.La rueda de prensa celebrada más tarde, cuando ya era evidente la traición de Draghi, que abandonaba el campo como los thanes escoceses traicionaron a William Wallace, Braveheart, fue en realidad un velorio con ribetes de humor negro.
La declaración de Rajoy como respuesta a la de Draghi unas horas antes demuestra su notable carencia de facultades. De la melopea draghiniana sobre unos misteriosos mecanismos para ocultar su intención de abandonar España a su suerte solo se sacaba en limpio su firme creencia en la irreversibilidad del euro. Una creencia no es mucho, la verdad. Máxime cuando se recuerda con qué facilidad se apuntan los hombres a proyectos que creen eternos o, por lo menos, milenarios.
Así, la declaración formal de Rajoy, destacada por la web de La Moncloa como si fuera una frase hipocrática, "Es muy reconfortante escuchar que el euro es irreversible" lo deja a uno boquiabierto. El gobernante español se felicita de que otros tomen decisiones que lo afectan pero, ¡ah! son positivas. Como se comprobaba en el parqué madrileño con un trastazo colosal de la bolsa, una prima ya francamente intratable y el Ibex por los suelos. Y había que poner buena cara. Entre otras cosas, la política también es teatro y en el teatro, los actores pueden ser buenos, malos, pésimos y rajoyes.
Porque, a todo esto, nadie ha preguntado al presidente de dónde saca que la irreversibilidad del euro (de la que no tiene ni idea, como todo el mundo) presupone la presencia de España en él. Puede haber euro sin España; ¿por qué no? Hay otros países que no son de la zona euro pero sí de la UE, diez en total. Incluso hay dos que no son de la UE ni de la zona euro pero acuñan euros. El Vaticano es uno de ellos, cómo no.
La rueda de prensa de ayer fue un espectáculo tragicómico, un retablo no de las maravillas sino de las miserias. A las preguntas concretas, claras, documentadas, específicas y pertinentes de los periodistas, ambos mandatarios respondían con vaguedades, alusiones, circunloquios, eufemismos y mucho cerro de Úbeda. Monti afirmó que Italia no precisa un rescate, lo que vale tanto como lo contrario. Rajoy, a su vez, optó por no responder, lo cual se le da de maravilla. De hecho todavía no ha respondido a la pregunta de cuánto cobra al mes; además de las dietas, claro.
En toda la ceremonia de mistificación la palabra rescate no salió de sus labios. Pero la semana que viene, el sanedrín de la bolsa, la temible troika, lo espera en Bruselas como el Cid a Alfonso VI en Santa Gadea, para que se humille y jure que no tuvo nada que ver en la conjuración contra el rescate. Porque humillación y vilipendio es verse obligado a llamar rescate al rescate él, precisamente, que proclamó su sólida virtud en llamar al pan pan y al vino vino.
A su regreso, Rajoy podría aprovechar el momento para darse una vuelta por La Zarzuela a presentar su dimisión al Rey, no sea que si este se entera por otros medios se caiga, como tiene por costumbre.
(La primera imagen es una foto de La Moncloa. La segunda, también de es una foto de La Moncloa, ambas en el dominio público).