diumenge, 28 d’octubre del 2012

La revolución cotidiana.

El 27O fue un exitazo. Con lluvia, con frío, hubo manifestación. Miles de personas otra vez en la calle a decir "No" al gobierno. Y afirman que volverán las veces que haga falta hasta que aquel dimita. No es desagradable perspectiva, aunque se me antoja difícil de conseguir de una gente enrocada en su mayoría absoluta, casi ensimismada al modo orteguiano. Se consolida esta movilización social permanente que ya va para su segundo año y ha destrozado todas las agorerías de pronta crisis, escasa duración, falta de visibilidad. Y, no señor, el movimiento horizontal, espontáneo, organizado en red, sobrevive, se consolida, es una realidad con la que hay que contar y con un notable eco mediático, tanto que, a fuer de conocido, el movimiento empieza a no ser noticia. Es algo tan cotidiano que los periódicos ya no lo dan en portada. Lo darían si hubiera habido violencia.
Pero precisamente ahí está el triunfo incontestable de ayer. La multitud inteligente no se deja arrastrar por los agentes provocadores y su acción sigue siendo muy contundente pero pacífica. Es la victoria sobre la táctica intimidatoria y represiva de la gobernadora Cifuentes. Al comienzo de la jornada la policía reanudó sus tácticas de hostigamiento de parar autobuses con destino a Madrid a fastidiar un poco al pasaje y de molestar a la gente por la calle obligándola a identificarse arbitrariamente. Pero, al poco, cejó en ello y se limitó a estar muy visible en todo el trayecto y presta a cargar si se le daba la orden. La orden no se dio y, por tanto, no hubo violencia. Está bien que la autoridad desista de su actitud de bronca permanente, demuestra sentido común, aunque equivale a una derrota política..
A la par de la manifa de Madrid se dio otra de los yayoflautas en Barcelona. Los abuelos que, por cierto, iban en son de bastante guerra, a la toma de la Generalitat, como el que toma la Bastilla, dan a estas acciones un extraordinario valor simbólico, mucho más allá de lo meramente noticiable de que la tercera edad sea políticamente activa. La confluencia en la calle, además, no se debe solo a un móvil de solidaridad de los viejos con los jóvenes, sino que revela también movilización en interés propio. Los viejos son el segundo sector social, detrás de los jóvenes, en punto a vulnerabilidad ante los ataques del gobierno. El copago, el IVA, las pensiones, todo cae sobre ellos y ahora, tener que compartir su pensión con los nietos. El tercer sector víctima preferente de la vesania represora de la derecha es el de las mujeres, a las que se quisiera ver de  regreso a casa y con la pata quebrada. Acabará habiendo manifas específicas por las agresiones a las mujeres, acabará habiendo feminiflautas.
Al habernos acostumbrado tanto a la presencia cotidiana de este movimiento sin nombre concreto, se nos olvida que tiene una enorme importancia porque supone la irrupción de un actor hasta ahora ausente en un panorama dominado por los partidos políticos y los grupos de presión, las  patronales, la iglesia, la delincuencia organizada. Un actor que insiste en ser apartidista al tiempo que no apolítico, lo cual está cargado de sentido. Es un movimiento político pero no es partidista porque no pretende representar al pueblo ya que sostiene ser ese mismo pueblo. Ese nuevo actor, por tanto, tiene una enorme potencialidad cuanto que se presenta como el pueblo soberano, en cuyo nombre actúan, en teoría, los demás.
Y el pueblo soberano pide claramente la dimisión del gobierno (entiendo que también la del Parlamento) y la convocatoria de un proceso constituyente. El poder responde señalando impertérrito la ley. Eso de la ley es socorrido. Rajoy y el príncipe Felipe la blanden frente al irredentismo catalán. Y la ley no contempla proceso constituyente alguno. Claro. Porque este nunca puede ser un proceso legal sino político, de hecho, en definitiva, ilegal. Es ahí en donde está el punto de conflicto entre el poder y el movimiento. El primero blande la ley; el segundo, la desobediencia civil
A su vez, todo esto también pilla al PSOE ensimismado como, por otro motivo, lo está el PP. El PSOE tampoco escucha la calle, ni siquiera la sigue ni la comprende. Sacudido por su impresionante declive en votos y decisiones de votos, parece haber comenzado un periodo de agitación interna. Será poco probable que haya algún tipo de claridad antes de las elecciones catalanas. Pero si, como anuncian las encuestas, el PSOE obtiene otro revés en Cataluña, la agitación se convertirá en tumulto.  Será muy difícil que la actual dirección se mantenga en los cargos. Tendrá que abrir ese periodo dfe reflexión programática que le pide todo el mundo. 
Si lo hace, lo primero debe ser mirar el movimiento indignado, entenderlo, estudiar sus peticiones y adoptar aquellas que el partido considere compatibles con su ideario o programa, la dación en pago, la reforma del sistema electoral, etc.