dimecres, 19 de febrer del 2014

La banda de los sobresueldos.

Ahí están, en la portada de El Mundo, los miembros de la dirección del partido que gobierna, presuntos receptores durante años de los sobresueldos que la trama Gürtel estuvo derramando sobre la organización como llovía el maná sobre el pueblo elegido. Con las cantidades redondas por año y cabeza y con un círculo las de aquell@s que los recibían además de los emolumentos oficiales que les correspondían por ser diputad@s o senador@s del Reino. Bárcenas, su amigo Rajoy, Arenas, Mato, etc., auténticos truhanes que, saltándose la Ley de Incompatibilidades, se llenaban los bolsillos con dineros públicos. Unos reales de vellón, una pastuqui cobrada por quienes aseguran no estar en política por dinero. Sumen. Verán la pastuqui del no-dinero. Los agraciados -término muy propio- siguiendo consignas del jefe, no hablan; y, si lo hacen, no se sabe qué dicen: que no cobraron jamás; que no cobraron en negro; que no es delito; que son complementos de productividad, (por cierto, ¿cómo se medirá aquí la productividad?); o que lo han declarado a Hacienda.

Es imposible tomarse en serio esta situación porque no se trata de un gobierno a la usanza europea, sino de una asociación de gente que persigue sus intereses propios, los de enriquecerse ellos y sus amigos, presuntamente por medios ilegales si es necesario; una asociación de supuestos malhechores. Pero, al mismo tiempo, es imperativo tomársela muy en serio porque esta banda de sobresueldos es la que hace las leyes, organiza la vida del país y toma las decisiones que afectan a la de millones de ciudadanos. Esto no es un gobierno ni un partido, sino una rebatiña general, parapetada en la mayoría absoluta, por desmantelar lo que queda del Estado del bienestar y saquear del todo el erario público. No es política; es saqueo adobado de incompetencia casi criminal. Es tal el grado de sumisión de las autoridades a las empresas que ahora ya ni las controlan. La prueba es la gloriosa ineptitud de ese ministro Soria, incapaz de conseguir que los ciudadanos no paguen el vatio a precio de platino. Es tremendo tener que decirlo pero en los partidos no se está para hacer negocios, ni para forrarse, sino para servir al interés común con una condigna paga y sin sobrepaga.

No tienen proyecto, ni una idea aproximada del interés común. Viven pendientes de cómo llevarse lo poco que queda vía privatizaciones descaradas y supuestamente delictivas a veces, y de cómo saldrá de rositas la miriada de cargos públicos que tienen chapoteando en decenas de procesos penales por corrupción. No solo carecen de capacidad política, de sentido democrático, de espíritu de diálogo, sino que pretenden imponer a golpe de ley sus convicciones personales más retrógradas, mientras reprimen las protestas ciudadanas y terminan de expoliar las arcas públicas. Carecen de legitimidad, de ética y de elegancia. El ministro de Justicia, además de sus otras fechorías, quiere privatizar el registro civil, con lo que ahora los ciudadanos tendrán que pagar por lo que antes era gratis. Mejor dicho, no era gratis pues estaba pagado con los impuestos. Ahora se pagarán los impuestos y los servicios que estos sufragaban. El proyecto es, además, un despilfarro de recursos públicos de todo tipo, desde las instalaciones al personal. Pero eso no es un argumento frente a un hombre que, siendo alcalde, endeudó la capital en 7.000 de millones de euros.

Tampoco lo es el argumento de la vergüenza, que debe de ser desconocido para Rajoy pues, siendo él registrador de la propiedad, es el primer beneficiario de una medida que toma como gobernante. Vamos que viene a garantizarse una especie de sobresueldo legal por lo que pueda pasar en el futuro.

Es indigno, es inmoral, es ridículo tener un gobierno compuesto por una banda de mangantes.