dissabte, 17 de gener del 2015

Mirando atrás.


Las conclusiones provisionales de la fiscalía en este primer proceso de la Gürtel son aterradoras. Relatan con pelos y señales comportamientos delictivos de los encausados, todos ellos dirigentes, militantes o simpatizantes del PP, durante los últimos quince años. Los cuantifican detallando el importe del botín. Y también solicitando casi 500 años de cárcel para los culpables. Presuntos, por supuesto. Todo aquí es abrumadoramente presunto. Como presunto es el PP, cada vez más aparentemente configurado como una asociación para delinquir.

Ese relato obliga a mirar hacia atrás, a esos quince años pasados que, ahora, viendo la frenética actividad delictiva de estos personajes (y los que todavía no han aparecido en sede judicial) deben reconsiderarse. Cuando se escriba la historia de 2000 a 2015 este episodio iluminará con su turbia luz numerosos acontecimientos, dándoles su auténtica dimensión. La de que el país ha estado y está gobernado por presuntos delincuentes.

¿Quién no recuerda aquella aparición de Mariano Rajoy nada más destaparse el caso Gürtel/Bárcenas, rodeado de la plana mayor del partido para desmentir que hubiera trama alguna del PP y afirmar en cambio que se trataba de una trama contra el PP? En primera fila, Arenas, Cospedal, Camps, Mato, el propio Rajoy, todos ellos presuntamente corruptos o cobradores de sobresueldos de una caja B nutrida, al parecer, con fondos ilegales producto de comisiones por chanchullos y delitos varios.

¿Caja B? ¿Qué caja B? Rajoy, Cospedal, todos a una han negado su existencia. Rajoy, incluso, en sede parlamentaria. Una inexistente caja B con la que presuntamente se financiaron campañas electorales del PP (cuyos resultados habría que anular en buena ley), se pagaron unos sobresueldos a numerosos dirigentes del partido, incluido el actual presidente del gobierno. Una caja tan generosa que incluso daba para que el amigo Bárcenas, según la fiscalía, arañara de ella unos cientos de miles de euros, además de su preceptivo sobresueldo, como es lógico.

Claro, porque, como decía Cospedal, en realidad, no era la caja y la contabilidad del PP, sino las personales del señor Bárcenas que, al parecer, no ocupaba el cargo de tesorero del partido, pues era un señor de paso. Como un buhonero. El pobre Bárcenas pasó de ser un hombre de probidad incontestable, al decir de Arenas, y un magnífico tesorero según Rajoy, a ser un precito sin nombre que nadie conocía.

La vida no es solamente conocer gente, como dicen los manuales de relaciones públicas, sino también desconocerla. Repásense las fotos de la boda de la hija de Aznar en el Escorial. Muchos de los encausados con peticiones de cientos de años lucieron allí sus mejores galas y adornaron con su intachable ejemplo aquellas piedras centenarias, testigos de glorias imperiales. Ahora resulta que no los conocía nadie; ni los novios, ni los padrinos. Se habian colado. Otros que iban de paso. De paso a la cárcel, según se ve.

¿Quién se ha olvidado de Aznar proclamando hace cuatro o cinco años que el PP era incompatible con la corrupción? A lo mejor se refería a la ajena porque la propia, la de entonces, la de antes y la de ahora, bien clara la han dejado las fiscales. Pero no hay que dudar de la buena fe del héroe de las Azores. Seguramente no la veía, como Mato no venía el Jaguar en el garaje de su casa.

Es posible que en el curso del proceso -y es solo uno de ellos- el juez llame a declarar a la señora Aguirre, presidenta de la Comunidad en la que aparentemente se cometió todo tipo de desafueros para alimentar esta maquinaria de corrupción y expolio que funcionó durante quince años como la savia que alimentaba el frondoso árbol de los gobiernos autonómicos y locales del PP. La misma señora Aguirre que, teniendo empleados a varios familiares como asesores y cosas así en distintas administraciones públicas, aseguraba que iban a terminarse las mamandurrias. Siempre las ajenas, se entiende. Todas las inauguraciones, celebraciones y actos de la aristocrática presidenta en estos años dorados tenían detrás las actividades de esta trama o las no menos pintorescas de la Fundación FUNDESCAM, cuya alma nutricia duerme hoy entre barrotes en espera de juicio por otras fechorías tan desatentas como aquellas.

Esta visión retrospectiva, este cambio de decorados de una memoria colectiva, presentada como una historia de triunfo siendo en realidad un negocio de rufianes, adquirirá tonalidades más siniestras. Los papeles de Bárcenas dan para mucho. La Gürtel tiene una extensión valenciana que no va a la zaga en punto a desvergüenza y latrocinio. Todo en torno al PP. Los casos de Blesa y Rato terminarán de poner la nota de depravación más absoluta y el proceso de Urdangarin y la Infanta añadirá la guinda del blasón.
Al margen de lo que establezcan los tribunales, aquí lo esencial, políticamente hablando, son los sobresueldos de procedencia ilícita como práctica habitual y generalizada en el PP. Porque, si Ana Mato y hasta el PP mismo han de responder de la acusación de ser beneficiarios a título lucrativo de unos presuntos delitos, esa acusación ¿no puede formularse a todos los que hayan cobrado sobresueldos? 

Viene a la memoria un presidente Nixon, ya acorralado por el Watergate, afirmando a la desesperada en la televisión que I'm not a crook (No soy un delincuente). Luego resultó que sí lo era. ¿Se recuerda a Rajoy diciendo que no iba a dimitir a causa de Bárcenas porque soy recto y una persona honrada? Por supuesto, la presunción de inocencia es incuestionable.

Miremos ahora un poco adelante.

Quedan diez meses hasta las elecciones generales. Ocho hasta las catalanas.

¿Está este gobierno en situación de afrontar la cuestión catalana?