divendres, 24 d’abril del 2015

Solo de Goytisolo.


Para un escritor con una obra tan vasta, tan variada, tan prolongada en el tiempo, tan rica; para un autor tan premiado, recibir el Cervantes forma parte de los gajes del oficio. Se ha presentado vestido de día laborable normal y, por si alguien no lo hubiera advertido, dedicó los primeros párrafos de su estupendo discurso, A la llana y sin rodeos, a explicar la diferencia entre el literato y el escritor, entre la vanagloria y el trabajo adictivo en silencio.

Propósitos que no sentarían nada bien a una representación protocolaria cuya única adicción es a las cámaras de televisión o de los bancos. La mayoría de los presentes no le hubiera otorgado el premio. Ha tenido que tragarlo. Porque, como demuestra Goytisolo con su modestia y su señorío, no es el escritor el que busca el premio sino el premio el que busca al escritor.

Ataviado a la llana soltó un discurso a la llana, festoneado de sabiduría, de lo que dice habitualmente en el román paladino en el que habla con su vecino, de lo que piensa como hombre libre, expresión que debiera ser un pleonasmo y, por desgracia, no lo es.

Todas las ideas de ese discurso abren horizontes, alumbran laberintos. Considérese la siguiente:

Mi condición de hombre libre conquistada a duras penas invita a la modestia. La mirada desde la periferia al centro es más lúcida que a la inversa y al evocar la lista de mis maestros condenados al exilio y silencio por los centinelas del canon nacionalcatólico no puedo menos que rememorar con melancolía la verdad de sus críticas y ejemplar honradez.

Resumen para tuiteros: Hombre libre frente a canon nacionalcatólico. Las dos Españas.

Añadió luego el peaje de las especulaciones cervantinas. Aportó el cervantear, como actividad propia de la "nacionalidad cervantina", de Octavio Paz. Del genio de Cervantes siguen brotando genialidades. Cervantear viene a ser llamar a las cosas por su nombre y describir la vida de agobios y miserias del autor del Quijote como víctima adelantada de épocas posteriores de injusticias y desahucios. En realidad, Cervantes estuvo a pique de sufrir el peor de todos los desahucios para un escritor, el de la privación de su obra. Tal era la intención de Alonso Fernández de Avellaneda al escribir una falsa continuación de las aventuras de don Quijote, que obligó a Cervantes a publicar él la segunda parte para demostrar que su casa era su casa y su personaje también. Ese de quien Unamuno decía que era muy superior a su creador.

Terminó Goytisolo con una expresión incendiaria: Digamos bien alto que podemos. Los contaminados por nuestro primer escritor no nos resignamos a la injusticia. Mentó la bicha en la corte y el auditorio se petrificó. Nadie había ido a allí a escuchar más soflama que la estupidez que espetó el ministro de Cultura. Varias de las autoridades negaron el aplauso que, de todas formas, fue de escuálido cumplido.  

Goytisolo, gran autor, es un hombre libre y eso no gusta nada a las autoridades del canon nacionalcatólico.
 
Así siguen las cosas, don Julián; quiero decir, don Juan.