dissabte, 9 de maig del 2015

Dios es un escarabajo pelotero.

¡Qué envidia! Nos hemos pasado por la exposición de CaixaForum sobre los animales en al antiguo egipcio, muy bien comisariada por Hélène Guichard, que es conservadora de antigüedades egipcias del Louvre. No es que su tarea sea fácil, pero tampoco imposible, porque las 430 piezas en exposición (desde anillos que hay que ver con lupa) hasta estatuas de grandes dimensiones, colosales, provienen del museo parisino. Eso es un museo, como el Museo Británico y algunos más en el mundo, con auténticos tesoros de la cultura del antiguo Egipto. ¡Qué envidia! Los nuestros no tienen prácticamente nada porque toda esa inmensa riqueza procede de los expolios más o menos legales que hicieron las potencias europeas entre fines del siglo XIX (sin olvidar la época napoleónica, cuando se descubrió la piedra Rosetta) y primera mitad del XX, larga época en la que España no era una potencia y, si se me apura, ni europea.

430 piezas agrupadas en manifestaciones de los distintos aspectos de la vida de los egipcios desde el Imperio antiguo hasta la época romana. Más de 3.000 años. Los animales eran omnipresentes en la vida egipcia, en todas partes, para todos los usos; animales domésticos, salvajes, feroces, depredadores, reptiles, mamíferos, voladores; todos los animales que se dan naturalmente desde el Sudán y Etiopía hasta el Mediterráneo, todos los animales, incluso los que las gentes se inventaron.
Ciertamente, no hay duda, ya se sabe que sus dioses eran animales: Anubis, Horus, Bastet, etc. Los adoraban. Eran un pueblo primitivo e inferior. El comisariado entiende que es una idea falsa, que los egipcios no divinizaban a los animales y que, por lo tanto, la subsiguiente acusación de zoolatría de los romanos y algunos Padres de la Iglesia era injusta. Será, si lo dice alguien con tanta autoridad, pero la acusación no me parece tan grave ni quienes la hacen tan razonables. Derivar menosprecio de los egipcios por su supuesta zoolatría es absurdo. Sobre todo si, quienes la hacen, son tan zoólatras como los criticados. Puestos a imaginarse dioses, ¿por qué no hacerlo con los dos tipos de seres más a mano, los seres humanos y los animales irracionales? ¿Y por qué no mezclarlos? La mitología grecorromana está repleta de relaciones complejas de los hombres y los animales. Zeus acostumbra a convertirse en animal, incluso en lluvia de oro, para satisfacer sus normalmente libidinosos propósitos. Y ¿cuándo es más Zeus, más dios? ¿Cuando reina sobre el Olimpo provisto del rayo o cuando, convertido en águila, se lleva a Ganimedes? Los animales, las plantas, los ríos y montes, los hombres y los dioses están bastante mezclados en las Metamorfosis de Ovidio. Pero, vamos, nadie pensó en la Antigüedad clásica, que se podría adorar una paloma, considerándola parte de un dios que es uno y trino, como hacen los católicos.

¡Cuánto materialismo! Los católicos no adoran una paloma. Adoran a Dios bajo símbolo de la paloma que representa el Espíritu Santo. O sea, como decía Hegel al criticar la superstición de los ex-votos: no se adora el leño de la cruz, sino lo que la cruz representa. ¿Y por qué sabemos que los egipcios no hacían lo mismo? ¿Porque nos creemos superiores?

La exposición recoge abundante material, objetos, herramientas, adornos, papiros, reproducciones de acuarelas de uno de los científicos que fue con la tropas de Napoleón, estatuas, vajillas, todo lo cual prueba que los seres humanos no establecían diferenciación tajante entre ellos y los animales. Los descubrimientos de los extensos cementerios de perros y gatos en los tiempos de Ramsés II demuestran que la existencia de mascotas estaba mucho má extendida que hoy. Y, además, era frecuente que los embalsamaran y momificaran. Y no solo a las mascotas. A veces, hasta los cocodrilos. Los animales se encontraban en todos los momentos de la vida, en las representaciones artísticas, en las fiestas, en las ceremonias. Estaban en la misma lengua que hablaban. Hasta un veinte por ciento del vocabulario de la escritura jeroglífica se refiere a animales o son onomatopeyas de animales. "Gato" en antiguo egipcio se decía miau, más o menos.

Hombres y animales viviendo en compañía acabarían juntándose en su representación. Aparecerían animales androcéfalos y hombres zoocéfalos. Seres mixtos (también frecuentes en Asia) que luego se extendieron por Europa con muchas variantes. Además, dícese que inventaron las esfinges, con predominio de las masculinas, aunque sin exclusión de las femeninas. Su misión parece haber sido ornamental y protocolaria, pero luego dieron origen a un alud de filosofías en Grecia, basadas en su carácter enigmático.

Porque enigmática es la relación de los antiguos egipcios con los animales. El famoso escarabajo pelotero es, en realidad, el símbolo del dios sol. Surge un buen día de la arena, arrastra su pelota un trecho, como si fuera el disco solar y la vuelve a enterrar, igual que hace el sol cuando se pone. Por eso, el escarabajo representa el dios Kefri o sol del amanecer, Horus o sol del mediodía y Osiris o sol poniente. Una trinidad ten verosímil como la del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Una con un escarabajo y la otra con una paloma.
Entiendo el nombre de la exposición Animales y Faraones con fines de mercadotecnia porque se piensa que mencionar a la autoridad siempre rinde. Pero la verdad es que los faraones se incorporaron tardíamente al pêle-mêle animalesco. Aunque no se quedaron con la peor parte. Por supuesto ellos siempre fueron Horus, pero podían hacerse representar con cabeza de león. El león está presente en toda la simbología política de Occidente hasta el día de hoy. También hay alguna diosa leona muy digna de ver. Los sacerdotes estaban empeñados en que los escarabajos (que llegaron a fabricarse a cientos de miles y se usaban para todo) solo podían ser machos. Tampoco en esto hay gran diferencia.
Merece la pena la exposición. Da para reflexionar y, si se llevan niños, es muy útil porque tiene actividades pedagógicas y un uso bien curioso de nuevas tecnologías que nos permiten ver qué contenían las momias de los animales.

Los egipcios antiguos podían ser o no zoólatras, pero, desde luego, tenían una excelente relación con los animales, incluso los peligrosos o salvajes. Los consideraban dotados de algunas potencias del alma. Estaban empeñados, por ejemplo, en que los amos y las mascotas acababan pareciéndose. Ciertamente, no se andaban con remilgos: los criaban, los mataban y se los comían. Y también los cazaban por deporte. Los faraones, por ejemplo, gustaban de alancear leones; como ahora los Blesa, venados y los reyes, elefantes. Pero no creo que a ningún egipcio se le ocurriera pensar que torturar y matar a una bestia indefensa como espectáculo constituya un valor cultural, espiritual, que sea preciso conservar como un tesoro a cargo del erario.
Pero, claro, eran zoólatras.