dilluns, 1 de juny del 2015

A toda máquina hacia el desastre.

Según el PP, Rajoy es el único candidato posible para las elecciones. No el mejor, sino el "único posible". Los demás son imposibles. En el fondo, él también. Pero tiene la ventaja de estar ya en posición de salida. Ese es todo su mérito para ser candidato y se lo ha otorgado él al nombrarse a sí mismo para  el cargo.
 
Su biografía no lo avala en el intento. Su ejecutoria como presidente en esta legislatura, tampoco. Su condición de presidente de un partido al que los jueces consideran una organización presuntamente criminal y de un gobierno sostenido en esa organización presuntamente criminal, así como su situación personal de acusado de haber cobrado sobresueldos y pagos en especie de la Gürtel, en cualquier país del mundo le impedirían presentar su candidatura a ningún puesto público. Aquí, según parecen creer él y los suyos, no solamente no lo impiden sino que lo aconsejan.

Tengo para mí, sin embargo, que la decisión es un desastre. Un candidato cuestionado en todos los órdenes y con un partido hecho unos zorros, con más gente en los juzgados que en las actividades orgánicas, no tiene esperanzas razonables de mejorar su imagen ni de conseguir que cale su discurso, centrado en la (falsa) recuperación económica. Pero, al mismo tiempo, los estrategas partidistas seguramente tienen razón: no hay otro posible. Deberán, pues, pechar con el que tienen, Rajoy. Este, a su vez, solo tiene cuatro cuatro esperanzas y vías de acción, con diferente grado de eficacia:
  • conseguir que los medios dejen de hablar de la corrupción y pasen a trasmitir el mensaje optimista del gobierno de que, gracias a él, el país está saliendo de la crisis, para lo cual necesita que
  • dejen de gotear los casos de corrupción, lo cual está fuera de su alcance y por eso no estará de más que
  • rece al apóstol Santiago y condecore alguna Virgen de esas de las que sus ministros son tan devotos. Quizá también convendría que pusiera alguna vela al diablo para que, en cuanto diabolos,
  • encizañe en la izquierda y la lleve también al fracaso electoral.
Efectivamente, las elecciones del 24 de mayo han sido el trampolín, la pista de lanzamiento para las generales de noviembre. A la izquierda del PSOE aumenta el clamor por la unidad lo que, tratándose de esta izquierda, trae siempre malos presagios. Podemos no solo no ha ganado sino que se ha quedado muy lejos de donde quería llegar. Pero los otros, que aun han tenido resultados peores, los ven como triunfadores y la victoria, aunque sea imaginaria, tiene siempre muchos padres. Llamazares ya afirma que IU no es un proyecto agotado que debe diluirse en una convergencia liderada por Podemos. O sea, integrarse, pero manteniendo la personalidad. La fórmula más segura para repetir el habitual guirigay fraccionalista de la organización.  Para esta, con todo, un trago amargo, pero la derrota de sus más conocidos candidatos no le deja más opción. La vida es dura.

Sin embargo, he aquí que el padre fundador mismo, el inevitable Anguita, reaparece a la cabeza de un Frente Cívico Somos Mayoría para proponer un proceso de confluencia programática impulsado por él, como siempre que hay una posibilidad de aglutinar a la izquierda para lanzarla en contra del PSOE, que es su obsesión. En ese cónclave estaban EQUO, ANOVA, ICV, Convocatoria Cívica, IU (Garzón y Centella), ATTAC y la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid. Falta Podemos. Aun suponiendo que esta abigarrada plataforma cuajara en algo, quedaría por ver qué relaciones mantendría con los de los círculos. Palinuro desea un éxito rotundo al proyecto que solo lo conseguirá si presenta una opción unitaria clara y de izquierda. Una opción unida. Pero, al mismo tiempo cree que la posibilidad de que se dé lo contrario es alta, casi una certidumbre, porque poner de acuerdo a tanto líder grupal, tanto caudillo y tanto narcisimo será complicado. Veinte años de experiencia de IU avalan este temor.

El PSOE se encuentra en una especie de marasmo. Van todos contra él, lo cual es lógico porque, en el debate actual todos van contra todos. Y lo pillan tratando de recuperarse. No es que lo consiga a gran velocidad pero entre sus (escasas) correcciones de rumbo y los desatinos de sus adversarios, las cosas se le están poniendo relativamente favorables. La última legislatura de Zapatero ha pesado como una losa sobre su pretensión de recuperar el crédito en la izquierda. Pero la agresividad del gobierno del PP ha sido tanta que ahora hasta aquella legislatura no parece tan mala y el PSOE puede retornar al estado de gracia si se compromete a derogar ipso facto todas las reformas que han recortado derechos a los sectores menos favorecidos y a modificar la Constitución, sacando, entre otras cosas, esa reforma del artículo 135.
 
Los socialistas mantienen una posición de centro que C's no ha conseguido arrebatarles. Y también una de centro izquierda que ha resistido bastante bien el efecto sifón de Podemos. No obstante, este flanco sigue estando débil. Al PSOE le interesa reforzar su izquierda y hacerlo de modo verosímil, sin perder el atractivo del centro que, con la previsible derrota del PP en noviembre, atraerá numerosos votantes. Es decir, tiene que actualizar su discurso socialdemócrata. El discurso del socialismo democrático de toda la vida, adaptado a las graves circunstancias actuales. No estoy muy seguro de que Sánchez sea el candidato idóneo para tan sutil tarea pero al PSOE quizá le ocurra lo que al PP, que solo tiene un candidato posible. Si tiene otr@ este sería el momento de postularse.
 
Porque sí, la situación es grave. Y no me refiero a las elecciones en España y la cuestión del gobierno del país. Me refiero a Cataluña. Entre las elecciones del 24 pasado y las próximas generales están previstas las catalanas del 27 de septiembre, cuyo pistoletazo de salida quizá haya sido la pitada al himno del partido del otro día.  En España las distintas fuerzas de las izquierdas por un lado y la derecha por otro, enzarzadas en sus querellas, no calibran la importancia de la consulta catalana del 27S. Si al día siguiente de esas elecciones hay una Declaración Unilateral de Independencia de Cataluña, las fuerzas políticas españolas, derecha, centro, izquierda, tendrán que encarar una realidad nueva, de la que apenas saben nada y para la que no están preparadas.