diumenge, 14 de juny del 2015

Contextos.

Tres consideraciones respecto a los tuits del señor Zapata.

Primera. El tratamiento de la prensa. Detestable. Y no hablo solo de comics como La Razón o el ABC. El título de una crónica de El País es una vergüenza de manipulación:  un edil de Ahora Madrid se burla en Twitter de los judíos y de Irene Villa. Es engañoso, es falso, y lo es en un asunto explosivo. Lo mismo sucede con otros diarios. Mentir, manipular en cuestiones sensibles es lo que convierte la prensa seria en amarilla. Que el autor de la pieza presente los hechos como actuales y no indague en el contexto prueba  que la información es aquí lo menos importante. Lo esencial, al parecer, es la movilización, el ataque a una persona y, a su través, a una opción política. Tratándose de hechos de hace cuatro años, el cronista estaba obligado a indagar en el contexto, para contribuir a que las gentes aclaren su juicio y no a ofuscarlo. Eso es lo que hace Íñigo Sáez de Ugarte en un artículo, Sobre el Holocausto, el humor y la política madrileña, en el que trata de explicar los famosos tuits dentro del contexto de un debate o algo así sobre los límites del humor negro a raíz de un percance de Nacho Vigalondo con El País, que quizá pueda explicar la falta de estilo del diario con sus consecuencias. El contexto. Efectivamente, el contexto. Vamos a él.

Segunda. Un debate sobre los límites del humor negro hace cuatro años. El  humor negro es el nombre caritativo con que revestimos lo más cruel, estúpido, inhumano que hay en nosotros, que lo hay y mucho. Es el modo de embellecer las más bajas pasiones, el racismo y el sadismo que todos llevamos dentro. Unos las silenciamos, las refrenamos como podemos y otros les dan rienda suelta bien sea a lo bestia, a base de linchar negros, asesinar judíos, maltratar mujeres o... contando chistes racistas. Cuando alguien observa que el racismo es siempre repugnante y no tiene gracia alguna en ningún supuesto, se recurre a la justificación habitual: son solo formas de hablar, lenguaje y, como todo lenguaje, puede justificarse con un metalenguaje.

No somos racistas, por dios, ni machistas, ni nacionalistas españoles y, por lo tanto, podemos contar chistes antisemitas, misóginos o anticatalanes. No nos gusta el fútbol, pero es un "fenómeno sociológico" y hay que estar al tanto de la vida real. No nos gusta la chabacanería ni la vulgaridad de los programas rosas, pero son un consumo muy extendido y debemos conocerlos. No somos machistas, pero ¿qué tiene de malo un bonito piropo? Hasta a ellas les gusta. "Un piropo es un grafiti del erotismo". Me ha salido redondo; casi como una greguería de mi tocayo. Pero es falso. Un piropo es y será siempre una intromisión inaceptable en la intimidad de otra persona. Una interpelación no solicitada. Por ahí se empieza y se acaba en el femicidio.

El truco es el metalenguaje: "los límites del humor negro", el "fenómeno sociológico", el "ingenio callejero, el "alma del pueblo".  Y la complicidad de los auditorios que con facilidad se convierten en turbas, por cierto. No hay disculpas. Un chiste racista es un chiste racista, se vista de lo que se vista y sea cual sea el contexto. En realidad, no hay contexto posible. El único aceptable sería un imaginario laboratorio en el que pudiéramos coger ejemplares de chistes racistas como el que coge virus malignos. Todo lo que no sea eso será tolerancia hacia lo más odioso y estúpido que tiene el ser humano: la tendencia a reírse del sufrimiento ajeno. Que eso existe es obvio. Basta con abrir un libro de historia. Pero que exista no quiere decir que las izquierdas podamos sumarnos a ello. También existen la esclavitud, la explotación, la trata, etc. y los combatimos. Sin excepciones. ¿Por qué no el racismo o el machismo?

He leído la exculpación de Zapata, sobre polémicas y contextos y es de apreciar su esfuerzo por distanciarse del contenido de sus chistes. Me alegraría que le diera buen resultado y la opinión le ofreciera una segunda oportunidad. Incluso que se la ofreciera a sí mismo. No lo conozco personalmente. En estos cuatro años puede haber cambiado y ojalá lo haya hecho aunque, por el contenido de su escrito, no lo parece. Reitera la condena al terrorismo de ETA y al antisemitismo y a cualquier otra forma de represión y violencia. Y considera que ello no es incompatible con el humor negro, siempre y cuando este sea reconocible como humor. A tenor de lo dicho, Palinuro no está de acuerdo. El racismo no puede ser humor. Nunca. El racismo es un delito. Como el machismo. Revestir de humor la crueldad solo la hace más odiosa. ¿Cómo? ¿Censura? ¿No pueden hacerse chistes de judíos? Sí, claro. Hagan ustedes los que quieran, pero arrostren luego las consecuencias porque, como dicen los católicos, es imposible repicar e ir en la procesión.

No estoy seguro de que el señor Zapata deba dimitir. Me resulta imposible ponerme en su pellejo. Quede a su conciencia y que lo resuelva. Hay pocas dudas de que los adversarios están aprovechándolo con una evidente y sucia intencionalidad política de la derecha.
 
Tercera.  La derecha rabiosa, que no sabe perder y ve toda derrota electoral como un expolio de lo que le corresponde por designio divino, está en pie de guerra. Desde el minuto uno. No ya la tradición de los cien días. Ni cien segundos está dispuesta a conceder a los nuevos gobernantes esta banda de ladrones, recién desalojada de los consistorios en los que lleva veinte años esquilmando los recursos públicos. Inmediatamente de conocerse el asunto de los siniestros tuits, ya estaba Aguirre empujando, apabullando y exigiendo medidas ipso facto aun sin conocerse los hechos por entero. La consigna es debilitar al adversario, acogotarlo, no dejarlo respirar para ver de hundirlo antes de que pueda empezar su tarea.
 
Aguirre, la insoportable verdulera que desprecia a los agentes municipales, a los enfermeros, a los profesores, a todo el mundo que no sea de su clase; la que miente más que habla; la que ha gobernando Madrid rodeada de ladrones nombrados y protegidos por ella, que se han enriquecido a costa de los ciudadanos; la que insulta a los adversarios sin parar; la que se encaramó en el poder mediante el tamayazo; la que no condena el genocidio del franquismo y vive tan contenta en un país con más de 100.000 personas asesinadas y enterradas en fosas comunes por la dictadura racista y fascista de la que son herederos ideológicos ella y el partido en el que milita, fundado por un ministro del delincuente dictador; el partido en el que militan criminales que justifican los asesinados en las cunetas y que levantan el brazo en recuerdo, memoria y honor de los asesinos y su jefe; esa Aguirre carece de cualquier autoridad moral par exigir nada a nadie.
 
Si Palinuro fuera el gobierno municipal dejaría el asunto al sentido de la responsabilidad del interesado y haría en este caso lo que hacen y siguen haciendo las derechas con las denuncias de sus demasías: oídos sordos. Los medios machacarán la historia hasta que tengan otra sustitutoria, porque lo suyo es provocar y azuzar sin límites para que no se hable de lo que le importa: el saqueo a que han sometido al país. Pero la corporación no puede dejarse distraer de su función esencial que es levantar las alfombras y realizar una auditoria pública de las cuentas. Lo único que de verdad teme esta asociación de malhechores que lleva veinte años estafando a la gente.