dimecres, 3 de juny del 2015

Fotofobia
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El PP cambia la ley para impedir que se publiquen fotos como la de la detención de Rodrigo Rato. Es muy fuerte, en verdad. Tiene mucha carga moral. Quien ha sido casi todo en esta país, tratado como un delincuente. Pero los hombres labran sus propios destinos. No obstante, el gobierno, el PP, no quiere imágenes, no quiere fotos. Se malicia que tras esta vendrán muchas otras porque tiene una lista de espera de investigados, imputados, procesados y condenados que parece de un hospital gestionado por Cospedal. No quiere fotografías.

En la "Ley Mordaza", actualmente recurrrida ante el Tribunal Constitucional, se prevén sanciones altísimas a quienes hagan fotografías a las fuerzas de orden público cuando "gestionan" (digámoslo elegantemente) manifestaciones o protestas callejeras. El PP no quiere fotografías. No quiere fotos. Le molesta la luz. Padece fotofobia.

Vive en la oscuridad y las tinieblas. Solo así se explica que sus cargos no vean nunca nada de lo que tienen delante de la nariz. Mato no veía el Jaguar en el garaje de su casa. Cifuentes tampoco vio que su lista electoral fue confeccionada por Salvador Victoria, hoy imputado en la operación Púnica. Lucía Figar no vio la operación Púnica, igual que Rajoy no veía a Bárcenas y, luego, dejó de ver a Blesa y Rato, que volvieron al reino insondable de las tinieblas. Camps no veía los trajes o las facturas o ambas cosas. Arenas no veía los sobresueldos y Cospedal nunca se ha visto a sí misma. Igual que la Infanta no veía lo que firmaba. Firmaba a ciegas. Todos vivían en un mundo en tinieblas perpetuas, como en el Ensayo sobre la ceguera, de Saramago, que trae causa de aquel tremendo Informe sobre ciegos, de Sábato en Sobre héroes y tumbas. Todos ciegos, pero gobernando el país. Y la verdad es que Rajoy se da un aire al ciego que dirige a otros ciegos al hoyo en el cuadro de Breughel, sacado literalmente de Mat. 15, 14, "dejad que los ciegos guíen a los ciegos porque cuando un ciego guía a otro, los dos caen en el hoyo".

Las elecciones, sin embargo, han aportado luz. En algunos sitios focos poderosos; en otros destellos. Pero comienza a iluminarse un panorama hasta ahora tenebroso, poblado por seres fotofóbicos. Ciegos. Y, claro, estos, desconcertados, se reúnen para recibir las órdenes del guía en una situación tan dificil, bajo una luz deslumbradora. Y la orden, por boca de Cospedal, aún secretaria general, es cerrar filas, mantener la unidad, no desperdigarse, que es peor y no hacerse daño. O sea, no cunda el pánico, se dé un "sálvese quien pueda" a costa del prójimo.

En el otro extremo están los emergentes, decididamente partidarios de la luz plena, el conocimiento público de cuanto se hace y dice en política. Pero este principio ha comenzado a resquebrajarse. Rivera se reúne en secreto con Sánchez y comparte con Rajoy la intimidad de un almuerzo en privado. Luz, aquí, poca. Y, sí, sus cabezas de listas suelen plantear exigencias de trasparencia en los gobiernos locales, pero ya comienzan a escucharse protestas en el partido por las actitudes dictatoriales de Rivera que solo pueden alimentarse del secreto de los conciliábulos. Puede que haya luz, pero parece la de la linterna sorda.
 
El otro emergente, Podemos, se ha tomado más en serio su condición de héroe o mito solar y de mensajero de la luz. Pero también de un modo irregular, lo que hace presumir que sucederá como siempre cuando hay pactos o acuerdos: las partes ceden y, dentro de cada parte, luego hay sectores más a favor y más en contra de ceder o, si se quiere, posibilistas y guardianes de las esencias. En Castilla la Mancha, los acuerdos pactistas parecen ir muy avanzados. En Andalucía, en cambio, el asunto parece enquistado a la par que enconado. Las dos partes se culpan mutuamente y ambas con el mismo argumento, la intransigencia de la otra. Las dos acumulan razones para sostener su actitud y sus seguidores las convierten en insultos, lo que normalmente favorece poco el entendimiento. De seguir las cosas así es posible que en Cádiz siga gobernando Teófila Martínez y sea preciso convocar nuevas elecciones. Antes de llegar a esta situación decepcionante quizá las dos partes podrían ponerse de acuerdo en la figura de un mediador que propusiera una solución de compromiso.

Y, como la luz viene siempre de Oriente, ya veremos las luminarias que traerán las elecciones catalanas si finalmente se convocan para el 27 de septiembre. Una campaña electoral con todos los focos concentrados en el debate soberanista, en España y en buena parte del extranjero. Fuegos de artificio entre el nacionalismo catalán, unido en el objetivo independentista, y el nacionalismo español (de derecha, centro e izquierda), débil, fragmentario y desunido, porque aunque, en el fondo, coincida en el reconocimiento de la nación española, no así en el modo de hacerla valer.