dimecres, 14 d’octubre del 2015

Queremos no es podemos.


No. Querer no es poder, salvo para Dios, según los teólogos, pues le basta con desear algo para que en un solo acto ese algo sea real. Los mortales sabemos por amarga experiencia que entre el querer y el poder media siempre un tiempo que puede llegar a la eternidad. Palinuro, por ejemplo, siempre ha querido ser guapo, sabio y rico y hételo aquí feo, ignaro y pobre como las ratas. No; querer no es poder y por más que crees una asociación, club o grupo llamados "Podemos", no estarás más cerca de tu objetivo que si este fuera el horizonte.

Hace unos días, pasadas las elecciones generales, Pablo Iglesias repetía su muletilla preferida, a modo de macro de Word: "nosotros salimos a ganar". O sea, que quiere ganar. Dicho con desparpajo, como si lo diera por seguro. Ayer, sin embargo, Carolina Bescansa, quien parece menos enemistada con la realidad, decía que, en estos momentos, Podemos no está para imponerse en las elecciones. Sin embargo, aseguraba que trabajarán intensamente para ganarlas en diciembre. Claro, no va a ser la Casandra de la jefatura ni a dejar en ridículo a su líder. Fundamenta su juicio transitoriamente negativo en una encuesta propia, encargada por Podemos, que refuta de plano la de Metroscopia del domingo para El País y dibuja un resultado distinto a esta: da ganador al PP con un 27% del voto y hace empatar a C's, el PSOE y Podemos en un confuso pelotón entre el 19 y el 21%. Obviamente, uno de los dos sondeos tiene que ser falso, aunque también pueden serlo los dos. Imposible es que ambos sean ciertos. Así que el lector elegirá y lo hará, sin duda, por preferencias subjetivas. Las mismas que usan los de Podemos cuando vierten dudas sobre los sondeos ajenos  pensando que no afectarán a los suyos.

La expresión de salimos a ganar, en su aparente contundencia, no pasa de ser una tontería. ¿O es que alguien entra en  una competición, la que sea, a perder? Solo los que hacen tongo, pero esos no cuentan. Claro que tampoco es una tontería mayor que las proferidas por el mismo Iglesias en la reciente campaña catalana, en la que no ha parado de decir disparates. Con el resultado de que la responsable de Podemos, Ubasart, ha presentado la dimisión siendo la que menos de estos ha dicho porque no le han dejado abrir la boca.

¿Enseñanzas del castañazo sin paliativos de las elecciones catalanas? Ni una. Ayer, este líder inasequible al dislate soltaba otro mayúsculo al pedir por carta un debate a cuatro en TV con Rajoy, Sánchez, Rivera y él mismo, para darse pote. Muestra así otra vez ese fondo autoritario, de mala fe, despreciativo, arrogante y hasta cruel que parece ser su verdadero carácter. En su línea de maltratar al pobre Garzón, más infeliz que un  niño de Dickens, lo ignoró sin contemplaciones (aunque los dos declaren compartir fraternalmente la misma trinchera), como hizo con el candidato de UPyD. Al fin y al cabo, él juega en primera división, según el sondeo de su amiga Carolina Bescansa. Y, ya embalado, potenció el dislate, ignorando también a los nacionalistas, muchos de los cuales pueden enseñarle el catón de la democracia y el respeto al adversario.

Y como, en política, tus meteduras de pata son puntos que se anotan los demás, hasta Sánchez -quien tampoco es precisamente un Churchill- le dio una lección declarándose dispuesto a debatir con quien quisiera y sobre lo que quisiera. Eso es elegancia, habilidad, quedar bien y no como un parvenu provinciano, envidioso de los grandes, como los Verdurin del genial Proust.