dijous, 19 de novembre del 2015

Cosa de la raza.

Falangito llaman a Rivera en las redes, que son como corralas de maledicencia tecnológica. Según parece, el líder de C's se irrita con el apelativo, no sé si por lo que tiene de Falange o lo de Naranjito, también relacionado con el color de su partido. Hay quien dice que esa irritación explica por qué el hombre propone legislar la posibilidad de bloquear el acceso a internet en estado de excepción. Como en Cuba o en China, según dicen. Bloquear internet. Como el que clausura una sala de fiestas. En fin. No puede evitarlo. Lo lleva en su educación, su experiencia, su forma de ser.

Bien claro quedó en el Intermedio, cuando admitió a regañadientes que hay que hacer justicia a los asesinados y enterrados en cunetas por todo el país pero que el asunto de eliminar placas y otras señas e iconografías del franquismo no es necesario. Eso provocó una respuesta de Wyoming de antología. Rivera no hará nada contra el franquismo, ni lo condenará (ya evitó hacerlo en el Parlament catalán) porque lo lleva en los tuétanos, porque es un producto del franquismo pasado por el escaparate neoliberal.

El espectacular ascenso de C's viene impulsado por un lanzamiento mediático que solo cede al que disfruta Podemos, aunque con menor fortuna electoral. Rivera capitaliza en votos cada minuto de televisión, mientras que Iglesias pierde mucha fuerza en las discordias internas de su partido que cada vez se parece más a IU por las reyertas y venganzas. Ventaja inconmesurable para Rivera, al frente de un partido unido como una piña, con unos líderes sacados de castings, réplicas desvaídas del jefe y en el que todo es misterioso, desde su organización y funcionamiento hasta su financiación. Solo se sabe que el control de Rivera es férreo y que nadie discrepa. Puro estilo movimiento y movimiento nacional.

Carlos Delgado acaba de publicar un libro que lleva el muy gráfico título de Albert Rivera es un lagarto de V con una portada en que aparece el interesado con medio rostro suyo y medio de uno de los lagartos de una vieja serie de televisión en donde, si no recuerdo mal, los lagartos se comían las ratas vivas, cogiéndolas por el rabo. La imagen es bastante repulsiva y casa poco con la de broker vivaz y expeditivo que Rivera cultiva por los platós. Pero vale, y mucho, la idea subyacente de la personalidad ambigua, doble, del candidato. Es catalán y es español. Es de derechas y de izquierdas por transversalidad. Es liberal y es ordenancista. Es distante y cercano. Frío como un lagarto y cálido al modo de los testigos de Jehová. Todo lo que es es doble.

En la imagen. El fondo es autoritario, centralista, muy conservador, religioso y reciamente español taurófilo, pero abierto a todos los vientos del neoliberalismo.  Pan y toros, que decía León de Arroyal.