dilluns, 19 de desembre del 2016

Un pintor con una cámara

El Canal, sede Santa Engracia, en Madrid, tiene una interesante exposicion retrospectiva de Tony Catany (1942-2013) probablemente el fotógrafo más pictorialista reciente. Muchas de sus fotos son como cuadros fotografiados y todas ellas tienen siempre un enfoque pictórico, además de propósito y argumento. El autodidacta Catany perteneció al grupo Alabern, al que también pertenecía Joan Fontcuberta, con quien le une una concepción digamos "argumental" de la fotografia. Fotografiar no es solamente reproducir, es también interpretar; y tampoco es solamente interpretar, también es, por qué no, crear. Fontcuberta fabula historias descabelladas, de gran complejidad. Los relatos de Catany son más breves, como greguerías..

La exposición, comisariada por Alain D'Hooghe y Antoni Garau, trae unas 140 fotografías y un vídeo sobre su vida y su obra, con declaraciones de terceros. De Barceló, por ejemplo, lo que seguramente se deberá a que ambos son mallorquines pero también al hecho de que, al hablar de Catany, Barceló habla de un colega pintor. Las 140 fotos, una retrospectiva muy escogida, trae  muestras de los subgéneros que el autor más cultivó, todos ellos fotográficos: naturalezas muertas, retratos, desnudos, paisajes. Con una salvedad, cuando se mencionan los subgéneros debe añadirse que son tratados con un estilo y una intención muy propios y singulares. El empleo frecuente de técnicas del pasado, singularmente el calotipo, aunque no solo él, presta a sus creaciones un gran atractivo. 

Y, cuando no es el uso de las diversas técnicas, incluidas, claro las digitales, es el punto de vista, el mensaje que se quiere trasmitir a través de la imagen. Ninguna, por cierto, es convencional. Catany nunca quiso hacer fotoperiodismo porque se consideraba un artista. Y lo era. Sus desnudos tienen también mucha fuerza, aparecen contorsionados, en enfoques extraños, escorzos insólitos y encuadres inverosímiles pero todos, siempre, rinden culto al cuerpo. 

Los retratos cuentan siempre una historia que parece que salta al encuentro del visitante espectador. Y también los autorretratos. Catany debía de tener una curiosidad grande por su propia efigie porque se autorretrató con frecuencia, como si se estuviera observando; como hacía Rembrandt, por ejemplo.

Se exhibe una de sus últimas series, los altares profanos (2009) en los que los objetos que formaron parte de vida aparecen en unas composiciones exquisitas, como realidades sacadas del fondo de la memoria.