divendres, 17 de març del 2017

Marasmo

El domingo pasado, en un post titulado Disonancias decía Palinuro que "este gobierno no puede gobernar, pero tampoco convocar elecciones anticipadas por razones obvias." Que no puede gobernar viene siendo patente desde el comienzo de su nuevo mandato en el que no ha hecho nada, pero la derrota de ayer en el decreto sobre los estibadores es mucho peor que nada, ya que supone andar en dirección contraria a su programa. Incumplir el programa no es cosa que preocupe en el PP, pero no incumplir por imposición ajena, en defensa de los intereses de los estibadores.

La prueba definitiva, el 31 de marzo con la aprobación de la cuentas en el consejo de ministros. Si los presupuestos no se aprueban es de esperar una convocatoria de elecciones anticipadas y ahí es donde se verá si la premonición de Palinuro es acertada o no: el gobierno no puede gobernar, pero tampoco convocar elecciones anticipadas. Caso de hacerlo, España afrontará el tramo final de la hoja de ruta catalana con un gobierno en funciones. Cierto, el que hay ahora no está mucho mejor, pero, cuando menos, hay actividad parlamentaria y foro de debate en el que seguramente se forjará una sacra unión nacional de partidos dinásticos (PP, PSOE y C'S) para proteger la monarquía y la unidad de España. Con un gobierno en funciones todo eso es muy difícil.

La división en el PSOE es una muestra más de las turbulencias en España. El enfrentamiento entre la candidatura oficialista de Susana Díaz y la de las bases de Pedro Sánchez es total y reproduce el del país. El campo de Sánchez acusa al de Díaz de todo tipo de guerra sucia: manipulación del censo, campañas de descrédito, censura y empleo del aparato del partido a favor de la candidata. Es obvio que hay unas sinergias en el campo de Díaz con el aparato, los barones, los tertulianos, los ex, los medios, los votantes del PP y hasta el Ibex35. De no haberse sublevado las bases insospechadamente, la candidatura de Díaz, una candidatura de caudillaje, con efluvios de PRI, se hubiera impuesto por aclamación. De hecho, al no ser todavía candidata oficial, Díaz viene a ser la tapada del PRI.

A primera vista, si no se hacen malabarismos con el censo, ni se ponen inconvenientes al voto telemático, ni se incordia a las candidaturas de mil formas, puede ganar Pedro Sánchez con un discurso de izquierda. De suceder, podría abrirse una interesante etapa de búsqueda de la unidad de la izquierda. Pero, a los efectos del gobierno y la legislatura, esta situación sería irrelevante. Al no ser el nuevo SG diputado del Parlamento (en ninguno de los dos casos), el grupo parlamentario del PSOE mantendría su composición y línea de actuación. 

La sola esperanza de Rajoy de mantenerse en el gobierno y conseguir al tiempo algún tipo de gobernabilidad es que Susana Díaz gane las primarias. Para ello ha de posponer la convocatoria de elecciones con el riesgo de que, si gana Sánchez, la gobernabilidad se evaporará, habrá que ir a elecciones y es posible que en ellas dé Sánchez una sorpresa.

La cuestión con el gobierno de España ya no es cómo se siguen depilfarrando los caudales públicos con las multas que habremos de pagar a causa del fiasco de la estiba, sino quién y cómo estará tomando decisiones respecto a la hoja de ruta catalana.

Añádase el rosario de casos de corrupción y podremos preguntarnos cómo es posible haber llegado a este marasmo con tal grado de incompetencia.