dimecres, 3 de gener del 2018

Cuestión de legitimidad

Aquí, mi artículo de hoy en elMón.cat, titulado La República Catalana realment existent.

Antes de adjuntar la versión castellana, unas observaciones que hacen al caso de lo que aquí se dirime: si hay o no presidente, si hay o no República catalana.

Leo en El País un artículo de Lluís Bassets, cuyo título (Puigdemont no es el presidente de los catalanes) resume su contenido, por otro lado nada desdeñable porque acumula una formidable batería de argumentos de muy variada factura en contra de la idea de considerar a Puigdemont presidente de los catalanes. Casi podría titularse, al modo clásico, un adversus Puigdemont. Por debajo de las razones aducidas, muy respetables pero igualmente discutibles, late una convicción inconfesa: la cuestión independentista responde a la acción de una sola persona. Los más de dos millones de votos que la avalan en las duras y en las más duras, no cuentan. Los más de dos millones que quieren escuchar lo que han escuchado, no lo que Bassets piense que debieran escuchar, no merecen mención alguna.

Según tengo entendido, el señor Alejo Vidal-Quadras propone en un tuit liberar a los presos políticos, poner a Junqueras de presidente de la Generalitat y desterrar a Puigdemont a perpetuidad. Digo que tengo entendido ya que no he podido comprobarlo en la fuente porque me tiene bloqueado. No importa gran cosa, pues se ha retuiteado mucho. Lo interesante de este tosco plan que ignora todo sobre procedimientos, incluida la buena educación, no es que sea perfectamente irrealizable. Lo interesante es que, de modo mucho más primitivo y por ello más claro, apunta al mismo objetivo de Bassets: tirar contra Puigdemont. En el caso de Bassets por no ocuparse de los asuntos reales etc.,; en el de Vidal-Quadras, simplemente, por ser el (verdadero) peligro. Los dos, muy hábiles, queriendo aniquilar el liderazgo de Puigdemont a base de ignorar el movimiento que lo apoya, lo convierten en su símbolo y, por eso, muy en contra de sus deseos, lo ensalzan.

Bien es verdad que la intención ladina en los dos casos es dividir el bloque independentista, enfrentando a ERC con JxC y a Junqueras con Puigdemont. En un caso (Bassets), más disimuladamente; en el otro (Vidal-Quadras) a la voz del mando. Este último muestra una deplorable ignorancia al tratar a Junqueras como un peón al que se puede cambiar a capricho valiéndose de su ambición. La mentalidad autoritaria ciega. El presidente de ERC simboliza hoy, junto a sus compañeros de prisión, la fuerza moral del movimiento independentista en nombre de la dignidad de un pueblo. Eso merece un respeto. Y lo tiene. Hasta de sus adversarios, excluidos quienes ignoran qué sea el respeto.

Por eso es esencial que ERC, en rauda respuesta a estas proposiciones (por llamarlas de algún modo) haya aclarado que exige la constitución del gobierno legítimo de la Generalitat, arbitrariamente depuesto mediante el artículo 155. 

No hay otra salida que la constitución de un gobierno según los resultados de las elecciones del 21D. Esto es, un gobierno independentista apoyado en una mayoría parlamentaria absoluta del mismo signo. Si, después de esto, hay diálogo o no dependerá del gobierno central.

Aquí la versión castellana: 

 La República Catalana realmente existente

                                                                                                                       
En su Matemática de la historia, Alexandre Deulofeu preveía en los años cuarenta del siglo pasado el fin del imperio español para 2029. Hoy, cuando estamos más cerca de esa fecha que del propio Deulofeu vemos que estuvo a punto de clavarlo. Una diferencia de un decenio apenas es nada.

La República Catalana es un hecho. Tiene la objetividad y la realidad de los hechos. Y su tozudez. El imperio español trató de aniquilarla en la cuna, al modo en que las serpientes que mandó Hera celosa querían acabar con Hércules, que las destrozó. Hizo uno de sus pronunciamientos autoritarios, con la habitual balumba y prosopopeya castellana: declaró disuelto el govern de la Generalitat, destituidos su presidente y consellers, clausuró el Parlamento y encarceló a algunas de las personas destituidas y envió a otras al exilio.

Si alguien aquí ha recurrido a la unilateralidad ha sido el gobierno español con una aplicación ultra vires de una norma excepcional, el artículo 155 de la Constitución. Ni el 155 prevé estas acciones ni el presidente del gobierno está facultado para tomarlas , pero eso no importa porque este gobierno no se considera vinculado por las normas escritas y no escritas de la democracia y el Estado de derecho ni por su propio ordenamiento jurídico ya que es una dictadura de un partido y una persona. El partido, imputado en varios delitos en procesos penales y la persona, acusada de haber cobrado sobresueldos ilegales y comprobada avalista de las cuentas suizas de un delincuente, debieran haber dimitido hace años y estar a disposición de los tribunales como presuntos delincuentes que son todos ellos.

España es el único país del mundo en el que unos presuntos delincuentes gobiernan y se permiten el lujo de decir que otros cumplan la ley que ellos quebrantan en todas y cada una de sus actuaciones. La figura de unos delincuentes dictando autoritariamente las leyes que han de cumplir los demás es exactamente la dictadura de Franco. La única diferencia entre este y sus émulos hoy día es que si aquel basaba su tiranía en el ejército, estos la basan en los jueces. Pero la tiranía, la arbitrariedad es la misma: No hay más ley que la que dicta el tirano y cualquier otra norma o institución serán reprimidas por la violencia. Para restablecer el orden de hecho (ya que no derecho) de la dictadura.

El ejemplo más evidente de la contraposición es la República Catalana. Destituida por la fuerza bruta del 155, con el apoyo de los sayones del PSOE y C’s y la ambigüedad de Podemos, ha sido repuesta en toda su fuerza y legitimidad con el voto mayoritario de la ciudadanía catalana en unas elecciones cuya falta de imparcialidad, legalidad y neutralidad únicamente han puesto más de relieve la fortaleza del pueblo catalán y su determinación a la hora de defender su propia legalidad, sus instituciones y sus representantes democráticamente electos.

A día de hoy, los catalanes, tozudamente alzados, han votado en condiciones muy desfavorables de juego sucio impuestas por unos adversarios del bloque del 155 (PP, PSOE, C’s) que además de incurrir en esta inmoralidad, han perdido. Y han votado para reponer en sus puestos a su gobierno legítimo, depuesto, encarcelado y exiliado mediante el abuso de un poder político a su vez delictivo.

Al día de hoy, el govern catalán es más legal y legítimo que el español y el president de la Generalitat más legítimo y legal que Rajoy, el presidente avalista de los sobresueldos que, en realidad, al no dimitir como mandan los usos democráticos civiliados, se ha convertido en un usurpador.


La República Catalana, solemnemente proclamada el pasado 27 octubre e inmediatamente atropellada por la fuerza bruta, la ilegalidad y el abuso del gobierno español, es más legal y legítima que ese mismo gobierno. Con sus dirigentes en la cárcel o el exilio, con sus instituciones suspendidas, sus partidos hostigados y sus gentes perseguidas es más real, más auténtica y más sólida que este remedo de Estado democrático, dictadura real de un partido, un gobierno y un presidente corruptos y sus cómplices y aliados de la oposición.

Aparentemente la desproporción de fuerzas es enorme en contra del independentismo. Aparentemente. Pero la realidad, que no obedece a los deseos de la oligarquía española y sus siervos de la izquierda, sigue respaldando los derechos de los legítimos representantes de la voluntad mayoritaria de los catalanes. Porque la fuerza de las instituciones no descansa en las armas de los pretorianos ni en la demagogia de los políticos ni en las  prevaricaciones de los jueces, sino en la decisión del pueblo.

El pueblo catalán habló el 1º de octubre pasado en condiciones de agresión institucional de una violencia (y una cobardía) sin precedentes, y la independencia tuvo 2.044.038 votos (90,2% de los emitidos con una participación deel 43%). Volvió a hacerlo en el curso de unas elecciones impuestas por el adversario, llenas de trampas, censuras, abusos y manipulaciones y la independencia volvió a conseguir 2.063.361 (un 47,49% con una participación de cerca del 82%).

La República Catalana hoy existente es la plasmación real de esta voluntad mayoritaria del pueblo catalán, momentáneamente secuestrada, contra toda razón y derecho, por un gobierno extranjero en uso y abuso de la fuerza bruta.

Corresponde a la Unión Europea obligar al Estado español a reconocer la República Catalana actuar en cumplimiento de su propia legalidad o, en caso contrario, activar el artículo 7 del Tratado y proceder contra España por atentado contra los principios del Estado de derecho.