dilluns, 29 de gener del 2018

El límite del ridículo

(Se accede a la entrevista pinchando sobre la imagen).

La opinión es ya universal: habiéndose empeñado M. Rajoy en desgobernar él solo este sufrido reino por medio del 155, al final se ha quedado él solo en esta especie de frenesí antipuigdemont que le ha entrado. No le sigue el Consejo de Estado, ni la opinión más autorizada de los especialistas, ni los letrados del Tribunal Constitucional (TC), ni el propio TC, que ha preferido llamarse andana metiéndose a legislador y pasando la patata ardiendo al Tribunal Supremo (TS).

Queda por ver si el TS sigue el ejemplo y le devuelve la patata al gobierno por una de dos formas: la contundente, esto es, retirar la orden de detención o lo que haya contra Puigdemont, y la mitigada, es decir autorizar a este a asistir presencialmente a su investidura. No me gusta la segunda si no va acompañada de una garantía firme de no proceder contra el presidente para sumarlo a la lista de rehenes que ya tienen. Y, en verdad, como están las cosas, la única garantía real es la retirada de las acciones judiciales porque, de mantenerse estas, ¿actuarán contra el presidente en el curso de su mandato?

También le quedan a Rajoy la infatigable Sáenz de Santamaría y el resto del triunvirato nacional-español, Sánchez y Rivera. Ninguno de ellos sirve para gran cosa pero la febril y escenográfica vicepresienta, virreina de CataluÑa, compensa por el prudente silencio de los dos líderes de la oposición que quisieran el anillo de Giges, para ser invisibles en mitad del destrozo. Es ella en buena medida la que ha organizado este desbarajuste que amenaza con que las altas instancias del Estado se líen a mamporros en algún evento en que coincidan.

Ya pueden eximios teóricos especular sobre las inmunidades del poder, el habeas corpus, el due process. Nada, hombre, aquí llega la vicepresidenta del gobierno, llama por teléfono al presidente del TC, que estaba en Estrasburgo, para informarle de que han presentado el recurso contra la investidura de Puigdemont y que a ver si el alto tribunal puede resolver esa misma tarde. Literal. Ni más ni menos. División de poderes e independencia del judicial y asimilados, como este obediente TC, cuyo presidente se pilló un avión al día siguiente, sábado, y se machacó el almuerzo junto a sus colegas, buscando alguna fórmula para salir del atolladero que no lo hundiera más de lo que está. No lo ha conseguido

De ahí salió la mirífica solución de suspender la deliberación (la propia, no la del Parlament) con prohibición de investidura telemática y voto delegado por mandato expreso de la divinidad y traslado al Supremo de la decisión de permitir la comparecencia presencial del presidente Puigdemont en uso de su derecho como diputado electo. El coñac de las botellas se disfrazó de noviembre para no infundir sospechas, decía el poeta. El País considera sapientísima la decisión del TC, así que...

Ignoro si el TS, a su vez, decidirá retirar la orden contra Puigdemont en España como retiró la euroorden, cosa muy lógica o se obstinará en amenazar al presidente con los alguaciles. Si no se puede producir la investidura presencial como sería lo lógico, nada puede impedir la investidura telemática y menos que nada esa declaración de ilegalidad del TC que no tiene fundamento jurídico alguno.

Para evitar la investidura de Puigdemont van a tener que llevar la dictadura al límite del ridículo.

En todo caso, aquí la entrevista que me hizo Pere Cardús para Vilaweb y que versa sobre este y otros asuntos conexos.